Exhibición del Musée de la Musique, París

Exhibición del Musée de la Musique, París

 

Nada es más hermoso que una guitarra, salvo tal vez dos.

Federico Chopin

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Despejemos de una vez el Teorema de Chopin. Su primera afirmación es que no hay, instrumentalmente hablando, un sonido más hermoso que el de una guitarra. (El polaco no quiso decir que una guitarra, a pesar de su forma acinturada, fuera más hermosa que George Sand, sino que sonaba más bellamente que un piano). Alessandro Ignazio Marcello (1673-1747) tiene un delicioso Concierto para oboe y orquesta en Re menor, del que es el Adagio el movimiento más conocido. Tan estupendo es que nadie menos que Johann Sebastian Bach lo transcribió para que el clavecín sustituyera al oboe. (Bach era hombre de teclados, así que en ese arreglo podía tocarlo él mismo). Es el mismo movimiento lento que suena en una escena de Las fresas de la amargura, una película de 1970 que se centra sobre las protestas estudiantiles en universidades estadounidenses en 1968, el año del «Mayo Francés». Una pareja de jóvenes enamorados se calza audífonos y escucha el Adagio, pero ya no es el oboe el instrumento solista, sino una guitarra, según arreglo de Ian Freebairn-Smith, quien dirige la orquesta de la Metro-Goldwyn-Mayer. Para calibrar la verdad de la premisa, escuchemos primero la enunciación del tema principal del movimiento en oboe y, a continuación, el movimiento entero tal como sonó en The Strawberry Statement.

Adagio – Oboe

Adagio – Guitarra

john_williams

John Williams

Julian Bream

Julian Bream

Se me pone que la proposición primera de Chopin es verdadera. Ahora escuchemos dos guitarras; John Williams (no el compositor fílmico sino el guitarrista clásico inglés) hace dúo con Julian Bream para interpretar la Pavana para una infanta difunta de Maurice Ravel.

Pavana

Álvaro Pierri

Álvaro Pierri

Bueno, ahí no estoy seguro. Creo que prefiero la versión original en piano, el instrumento de Federico, pero la guitarra es muy capaz de fiereza y también de dulzura, y es esta última cualidad la que basta para consagrar como suprema la hermosura de su sonido. Otras guitarras demostrarán la cosa. Empecemos por Heitor Villa-Lobos, de quien vienen en sucesión dos piezas: primero, su Preludio #1, después, el Chôro #1. Los ejecutantes son Julian Bream y luego el maravilloso guitarrista uruguayo Álvaro Pierri.

Preludio

Chôro

Jan Vermeer: Koven tocando guitarra

Jan Vermeer: Mujer joven tocando guitarra

Si algún país se ha apropiado de la guitarra, ése es España. No hay una guitarra inglesa o una italiana, pero se habla con propiedad de la guitarra española (y de una portuguesa). La vihuela de los siglos XV y XVI, instrumento español, determinó el desarrollo técnico de la guitarra, y siendo la España imperial señora de los Países Bajos, la guitarra fue muy popular en esas naciones cultas. Además de esas razones históricas, la muy española música flamenca tiene una guitarra por columna vertebral, venida de la guitarra morisca. De hecho, el Diccionario de la Lengua Española informa que el nombre del instrumento viene del árabe qīṯārah, éste del arameo qipārā que en última instancia viene del griego κιθάρα (cítara); el inglés guitar viene directamente del español. Luego, España ha producido guitarristas eximios: el Papa de la Guitarra en el siglo XX fue, sin que quepa la menor duda, Andrés Segovia. Escuchemos su impecable ejecución de Asturias, de la Suite Española de Isaac Albéniz, y el Trémolo de Francisco Tárrega.

Asturias

Trémolo

Y a Paco de Lucía, que del mismo Tárrega toca acá su Capricho árabe, y a Pepe Romero, que interpreta la Andaluza de Enrique Granados.

Capricho árabe

Andaluza

Francisco Turina compuso un Homenaje a Tárrega en guitarra; en comprobación de que la música y la guitarra españolas son universales, escuchemos ahora al guitarrista austriaco Konrad Ragossnig, en los dos primeros movimientos de esa suite: Garrotín, Soleares.

Homenaje a Tárrega

Alirio Díaz

Alirio Díaz, heredero de Andrés Segovia

Venezuela es, naturalmente, «la población que de la parte septentrional de América del Sur ha hecho el pueblo hispánico». La música para guitarra compuesta en esta tierra está indisolublemente unida a la figura de Antonio Lauro. Hijo de un barbero inmigrante de Italia (que cantaba acompañado de la guitarra), Lauro nació en Ciudad Bolívar y se hizo músico y profesor académico que tocaba muy bien el instrumento y componía para él.  También, dicho sea de paso, sufrió prisión (1951-52) durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez por sus posturas democráticas. Entre sus numerosas piezas para la guitarra, se escoge acá el vals Carora, interpretado por él mismo. Carora es, por supuesto, una ciudad de vocación musical; no en balde son de sus cercanías Alirio Díaz, a quien nadie menos que Joaquín Rodrigo le dedicara Invocación y Danza, y el hábil y preciso guitarrista que es Rodrigo Riera. A continuación de Carora, podremos oír a Alirio Díaz en Sevilla, de la Suite Española de Albéniz.

Carora

Sevilla

Agustín Barrios

Agustín Barrios

La guitarra no se quedó al norte de Sudamérica. En latitud muy austral, fue el indiscutible rey del instrumento el paraguayo Agustín Barrios Mangoré (1885-1944). Como Lauro, fue un magnífico ejecutante y un notable compositor. Acá oímos, primero, su Chôro de saudade de las manos de John Williams; luego, se convoca a la fina guitarrista paraguaya Berta Rojas para escuchar el Allegro de la obra cimera de Barrios: La catedral.

Chôro de saudade

Allegro

La música sonada en guitarra tiene una cualidad especial, la de una penetrante y única dulzura. También tiene fuerza y vivacidad; por esto, ni el rock duro pudo escapar al influjo de la guitarra española. Emerson, Lake & Palmer hicieron un arreglo de Los cuadros de una exposición, la genial suite de Modesto Mussorgsky. Por la mayor parte, respetaron la música y el orden expositivo del ruso, pero introdujeron una hermosa canción propia que llamaron The Sage, cantada y acompañada en guitarra «acústica» (la guitarra española) por Greg Lake. He aquí el solo de guitarra en medio de la pieza:

The Sage

Es hora de cerrar este estudio del Teorema de Chopin. Hemos concluido que tenía, por la medida chiquita, la mitad de la razón: la guitarra es un instrumento de belleza insuperable. Para comprobarlo una vez más, de nuevo John Williams, el Príncipe de la Guitarra, se ocupa de tocarla en el expansivo Adagio del Concierto de Aranjuez, la opulenta obra de Joaquín Rodrigo. Eugene Ormandy acompaña con la Orquesta de Filadelfia al gran guitarrista inglés. Es todo por hoy. LEA

Adagio

 

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