El término paradigma y su uso en la expresión paradigma político se ha hecho de uso bastante generalizado. El sentido en el que se emplea no es el original del DRAE—modelo o ejemplo: Jesús era un paradigma de virtudes, ni su uso en Lingüística—, sino el propuesto por Thomas S. Kuhn en su obra de 1962: The Structure of Scientific Revolutions. Kuhn se refiere con el término paradigma al núcleo esencial de una determinada teoría o doctrina científica. Por ejemplo, en materia del fenómeno de la gravitación, el paradigma de la física aristotélica quedaba definido por el concepto de causa final: Aristóteles explicaba que los cuerpos caen porque todos los cuerpos buscarían ir hacia su lugar natural, la tierra, dado que todos los cuerpos estarían hechos del «elemento» tierra. Sobre el mismo fenómeno, el paradigma de Newton sustituye el concepto de Aristóteles por la idea de «acción a distancia», que permite concebir una «fuerza de gravitación universal» existente entre dos cuerpos cualesquiera. Einstein prescinde de esa noción de acción a distancia y la sustituye, a su vez, por la proposición de que la presencia de masa en el espacio induce una curvatura en éste; sería esta curvatura la que seguirían los astros al girar en derredor de cuerpos de mayor tamaño, y no una fuerza de gravitación.
El famoso ensayo de Kuhn describe el progreso de la ciencia entre épocas de estabilidad conceptual, de permanencia de un determinado paradigma, hasta que una crisis en el poder explicativo del paradigma convencional conduce a la formulación de uno nuevo. Esta idea ha sido extendida para explicar la sucesión en el tiempo de las distintas concepciones sobre lo político. Los paradigmas, pues, son las unidades conceptuales básicas a partir de las cuales se interpreta la realidad. Obviamente, de ellos depende la conducta humana; en su Ensayo sobre el gobierno representativo, dice John Stuart Mill: «Es lo que los hombres piensan lo que determina cómo actúan».
La crisis de los paradigmas sociopolíticos tuvo una grave expresión en el descrédito que sufrió la llamada planificación estratégica. Comúnmente se acostumbra fechar la primera derrota importante de los planificadores estratégicos con el embargo petrolero árabe de fines de 1973. Las predicciones dejaron de ser confiables, al generalizarse la impresión de volatilidad o impredecibilidad del mercado petrolero. La discontinuidad, por otra parte, comenzó a manifestarse en el mundo político. La caída del régimen del Shah de Irán fue la primera “sorpresa” de cierta magnitud, la que inicia la serie de acontecimientos “impensables” que incluye cataclismos tales como el derrumbamiento del Muro de Berlín y la desmembración de la Unión Soviética como secuela de la perestroika de Gorbachov. Una turbulencia de tan grande magnitud dejaba mal parados los intentos predictivos de los más sofisticados centros de análisis; junto con el agotamiento del recetario clásico, esa inestabilidad fue la razón principal de que cundiera el escepticismo ante los intentos de manejar el ambiente social desde marcos generales como guía para la acción.
Pero no todos los estrategas estaban perdidos o confundidos. Para el caso venezolano tiene especial relevancia la intuición analítica de Yehezkel Dror, puesto que se trata de un investigador que vino muchas veces al país y se reunió con los miembros más representativos de sus élites. Dror no sólo describió adecuadamente la inestabilidad intrínseca del régimen de Palevi bastante antes de su desplome, sino que caracterizó el problema general de la “endemia de las sorpresas» en un brillante artículo de 1975. (How to Spring Surprises on History: “Eventos considerados como de baja probabilidad ocurren con frecuencia variable y la sorpresa llega a ser endémica”). Si bien, pues, era evidente que la mayoría de los analistas no sabía qué decir respecto del futuro en ciertas áreas especialmente volátiles, unos pocos mostraban que era posible manejar satisfactoriamente el problema cambiando el punto de vista y la comprensión de la dinámica propia de los acontecimientos sociales.
A pesar de esto, en Venezuela fue muy intenso el rechazo a los “habladores de paja” de los departamentos de planificación estratégica. Un centro local de formación gerencial publicó en 1985 un libro (El caso Venezuela) en el que sus líderes de la época—Moisés Naím y Ramón Piñango—objetaban a la planificación estratégica: «El mejoramiento de la gestión diaria del país requiere que los grupos influyentes abandonen esa constante preocupación por lo grandioso, esa búsqueda de una solución histórica, en la forma del gran plan, la gran política, la idea, el hombre o el grupo salvador. Es urgente que se convenzan de que no hay una solución, que un país se construye ocupándose de soluciones aparentemente pequeñas que forman eso que, con cierto desprecio, se ha llamado «la carpintería». Si bien no hay dudas de que la preocupación por lo cotidiano es mucho menos atractiva y seductora que la preocupación por el gran diseño del país, es imperativo que cambiemos nuestros enfoques». Es decir, el remedio propuesto era el de sustituir los estrategas por los tácticos.
Entre 1989 y 1993, muy connotados profesores—Naím entre ellos—así como gerentes reconocidamente capaces del sector privado ejercieron importantes funciones públicas, con resultados desastrosos (el Caracazo, las asonadas de 1992). Por esta razón resulta interesante contrastar este caso local de miopía técnica con el juicio que mereció a Tocqueville la ceguera de los funcionarios del gobierno de Luis XVI, cuando la Revolución Francesa estaba a punto de estallar: «…es decididamente sorprendente que aquellos que llevaban el timón de los asuntos públicos –hombres de Estado, Intendentes, los magistrados– hayan exhibido muy poca más previsión. No hay duda de que muchos de estos hombres habían comprobado ser altamente competentes en el ejercicio de sus funciones y poseían un buen dominio de todos los detalles de la administración pública; sin embargo, en lo concerniente al verdadero arte del Estado –o sea una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro– estaban tan perdidos como cualquier ciudadano ordinario». (Alexis de Tocqueville: El Antiguo Régimen y la Revolución).
Es sólo muy recientemente que la Teoría de la Complejidad, que incluye la llamada Teoría del Caos, ha podido proporcionar un paradigma adecuado. Los primeros ejercicios analíticos de predicción eran fundamentalmente proyecciones en línea recta. (La estadística ofrecía la herramienta de la regresión lineal, mientras el determinismo histórico de las doctrinas marxistas contribuía a la opinión de que el futuro era único e inevitable). Obviamente, sólo pocos fenómenos pueden ser adecuadamente descritos como una línea recta, así que un ineludible reconocimiento de la multiplicidad del futuro llevó, más tarde, al desarrollo de la técnica de “escenarios” (principalmente por la Corporación RAND, en la década de los sesenta), en los que se exponía intencionalmente un conjunto de descripciones diferentes del futuro en cuestión. Sin embargo, la técnica de escenarios está asociada con una percepción del problema en forma de abanico de futuros, según la cual se presume una continuidad de la transición entre los distintos futuros, al desplazarse por el área continua del abanico. Este modo de ver las cosas supone, por tanto, una enorme cantidad de incertidumbre, pues los futuros serían, en principio, infinitos.
El formalismo matemático (fractales) sobre el que se asienta la teoría de la complejidad, en cambio, permite describir el futuro como una estructura arborificada o ramificada, como una arquitectura discontinua en la que unos pocos futuros posibles actúan como cauces o atractrices por los que puede discurrir la evolución del presente. Benôit Mandelbrot, investigador del Thomas Watson Research Center de la compañía IBM, presentó en 1982, en su libro The Fractal Geometry of Nature, la noción de fractal—en términos generales, una línea que exhibe “autosimilaridad”, que se parece a sí misma. (La matemática fractal reproduce, con ecuaciones de extrema simplicidad, estructuras ramificadas complejas, sea ésta el perímetro de un helecho o la forma del aparato circulatorio humano. Cuando los investigadores de fenómenos caóticos—el clima, la turbulencia de los líquidos, los ataques cardíacos, etcétera—buscaban una herramienta analítica que les permitiera describir estos procesos, encontraron que la matemática fractal era justamente lo que necesitaban. Las atractrices, o cauces del orden subyacente a los fenómenos caóticos, son líneas de tipo fractal). Son nociones como ésas, las provistas por Mandelbrot, Edward Lorenz o Mitchell Feigenbaum, asibles con facilidad por un alumno de bachillerato, las que permiten una comprensión más ajustada a la complejidad de las sociedades humanas, que son los sistemas más ricos que conocemos.
Aun en condiciones de extrema complejidad, es posible tanto predecir el futuro como seleccionarlo. Por el lado de la predicción social, el problema es ahora un asunto de identificación de las atractrices actuantes en un momento dado. Por el lado de la acción, se trata de evitar ciertas atractrices indeseables y de seleccionar alguna atractriz conveniente o, más allá, de crear una nueva atractriz altamente deseable. Eso es, fundamentalmente, la esencia de una imagen-objetivo. Eso es lo que deben proporcionar los estrategas políticos. Los tácticos son necesarios, pero no son suficientes. LEA
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Carlota Pérez, una investigadora venezolana que tal vez Ud. conozca personalmente, escribió un libro titulado Technological Revolutions and Financial Capital: The Dynamics of Bubbles and Golden Ages. (Revoluciones Tecnológicas y Capital Financiero: La Dinámica de las Burbujas y las Eras Doradas). Esa inestabilidad justo antes de la bifurcación es interesante y la forma en la cual los cambios de paradigma inician una nueva Era Dorada.
Este ejemplo tal vez no esté linealmente conectado con el texto y la discusión sobre complejidad; tal vez no sea ni homologable: en 1894, el excremento equino era uno de los problemas públicos que le sacaba canas verdes a los planificadores urbanos. Si no se resolvía, se abría un espectro de problemas de salud pública e infraestructura tremendo. El problema desapareció con el automóvil y la capacidad de producirlo en masa a precios bastante rentables en comparación con la cría y manutención de caballos.
En el caso anterior, la solución llegó de forma inesperada por una vía que no tenía al parecer entre sus planes resolver el problema del excremento.
Llama la atención que cada solución es copiada efectivamente y llevada hasta el punto en que abre una nueva caja de retos. Probablemente el CO2 se esté convirtiendo ahora, más de 100 años después de la invención del automóvil, en el equivalente histórico de la caca de caballo.
Tratar de ver la foto completa del presente para estimar las bifurcaciones es un ejercicio interesante que involucra no sólo a la política, sino también a la economía y al impredecible ingenio humano. Una tríada compleja.
Saludos
No conocí personalmente a Carlota, pero estuvimos conectados por Rafael Rengifo (ya fallecido), un amigo común. En junio de 1986, hace casi veintisiete años, ya la citaba en Dictamen:
Los mercados internacionales de hoy día se han vuelto más competitivos, en particular en los renglones en los que Venezuela exporta o pretende exportar. (Del Informe Anual de Corimón 1984-1985: “Exportar como una meta constante es una tarea lenta y ardua que frecuentemente encuentra obstáculos por la falta de infraestructuras en el país, así como competencias internacionales inesperadas”). Así lo entiende también Carlota Pérez, en un sobresaliente trabajo publicado en la edición del sexto aniversario de la revista Número (El reto de la revolución electrónica): “Claro que la tasa de cambio es una variable importante para una política exportadora y no niego que su manipulación sea eficaz para algunos productos y por cierto tiempo. Pero, como estrategia sólida y permanente esa ruta no es más que un espejismo. Sin entrar a discutir el problema del alto contenido importado de nuestra producción industrial, en el mundo actual, la mano de obra barata ya no basta ni para invadir los mercados de importación ni para atraer la inversión extranjera. Ya es demasiado tarde para emprender ese camino». Y dice también: “Los mercados internacionales son hoy escenario de una competencia feroz. Ello se debe, en parte, a dos fenómenos complementarios que conspiran contra la penetración de mercados externos: las bajas tasas de crecimiento de la economía mundial—y, por lo tanto, de los mercados—y el proteccionismo, al cual han recurrido incluso países que en el pasado habían favorecido las importaciones desde el Tercer Mundo. Esto crea una situación en la cual conquistar un mercado es arrebatárselo a otro».
La sólida obra de Carlota le ha merecido el justo prestigio internacional que le acompaña.
Me ocupé en passant de las burbujas financieras en la Carta Semanal #304 (25 de septiembre de 2008) de doctorpolítico (Pompa y circunstancia):
En la base del asunto está una deformación sistémica. Ha explotado una pompa especulativa de proporciones titánicas, pero es que la formación de burbujas parece ser consustancial al funcionamiento de los mercados de capital. Incluso en “mercados experimentales”—juegos de simulación con participantes de alguna sofisticación—en los que se elimine la especulación y esté ausente el exceso de confianza, emergen espontáneamente las burbujas, definidas como discrepancias injustificables entre el valor de mercado y el valor intrínseco de las cosas. (Ver King, Smith, Williams, Arlington y van Boening: The Robustness of Bubbles and Crashes in Experimental Stock Markets, en Nonlinear Dynamics and Evolutionary Economics, Oxford University Press, 1993). Se trata de sistemas complejos, que ni pueden ser regulados por control central ni parecen poder escapar a crisis caóticas cada cierto tiempo.
En el número siguiente (#305, El precio de lo complejo)—por casualidad lectura sugerida ahora en la columna izquierda del blog—, volví a mencionar el punto y referí otros trabajos:
El debate, entonces, sobre las culpas del desplome bursátil del lunes 29 de septiembre, no sirve de mucho. A pesar de que, ex post facto, es posible trazar la trayectoria de los mercados financieros—en realidad una miríada de trayectorias entrecruzadas—que llevó a la gigantesca pérdida, lo más constructivo es percatarse de que los grandes agregados, los sistemas complejos, tendrán una historia que incluirá episodios catastróficos, y por ende debe aprenderse de la experiencia para mejorar los sistemas e instalar protecciones para el manejo de las emergencias que seguramente ocurrirán de nuevo. Es esa “robustez”—la persistencia—de los crashes económicos a la que se refiere el trabajo citado en el número anterior de esta carta: The Robustness of Bubbles and Crashes in Experimental Stock Markets, publicado hace ya quince años. (Artículos más recientes sobre el mismo fenómeno, como The Social Life of Financial Bubbles o el más técnico The Effect of Short Selling on Bubbles and Crashes in Experimental Spot Asset Markets, ambos de 2006, pueden obtenerse gratuitamente en Internet).
Desde que leí las primeras cosas sobre el caos determinista (1983) y fractales (1984), se formó en mí la idea de que la manera correcta de pensar el futuro es mediante el mapeo de un «delta de atractrices». Un ejemplo de su uso pedagógico-político está en Manual del mandarín, un artículo del #28 (20 de septiembre de 1998) de mi vieja publicación mensual, referéndum, de donde tomé párrafos para la entrada que Ud. comenta.
Muy interesantes tus escritos. Refrescan el debate y me hacen recordar aquellos tiempos de Girasol, cuando hacías estas exposiciones sobre los paradigmas, ahora con más detalle y profundidad, por supuesto.
Saludos
Gracias por el amable recuerdo. Sí, creo que es una prédica que ya lleva la edad de Cristo. Fue en 1980, cuando hacía la Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, la primera vez que hablé de paradigmas políticos, al describir cómo la política venezolana estaba dominada por marcos mentales provenientes del Derecho o del pensamiento militar. En 1974 había leído a Kuhn, y sus nociones centrales me parecieron muy aplicables al reino de la Política. Veinte años más tarde iniciaba—con apoyo de Humberto Bauder, Elita Graterol, Humberto Peñaloza y Guillermo Vogeler, la gente de Girasol—la publicación referéndum, de periodicidad aproximadamente mensual. (Faltaban, en febrero de 1994, casi cuatro años para que el Congreso de la República introdujera la figura de referendos consultivos en reforma a la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política). El título del trabajo principal de su «número cero» fue: Los rasgos del próximo paradigma político. Puedes leerlo acá. De ese trabajo ya casi veinteañero, he tomado textualmente algunos pasajes para combinarlos en la entrada que comentas. (En la barra superior del blog, la pestaña Organización explica su estructura, y allí digo al comienzo: Debo advertir de un grado, más bien moderado, de redundancia (quizás 3%). Es decir, algunos textos se repiten bajo diferente guisa. En la composición de algunos textos relativamente recientes he empleado en ciertas ocasiones material copiado de trabajos anteriores. Acabo de notar que debo adaptarla a la nueva disposición de los elementos).
Hola LEA.
Interesante y profundo el tema. Me referiré únicamente a las menciones de las burbujas económicas, dado que en el resto no creo que pueda agregar algo. Excelente escrito.
Alguien me decía que la inteligencia que agrega valor comienza su trabajo dos pasos más adelante de terminado lo trivial. A pesar de que hoy, con todo lo que se ha escrito y dicho sobre la burbuja inmobiliaria y crisis financiera y económica el tema se convirtió en trivial, creo que vale la pena hacer una distinción entre un origen basado en la complejidad y un origen basado en la intencionalidad.
Tanto en la entrada como en las participaciones que he leído, se ha escrito desde la honestidad, desde la ética y con la técnica y la ciencia en la mano. Sin embargo, fuera de ellas imperan reglas completamente diferentes. Hago este comentario, por cuanto ha sido siempre mi convicción que la crisis originalmente hipotecaria-financiera y posteriormente económica, de la que no acabamos de salir, y cuyas dimensiones sólo pueden compararse con la gran depresión, tuvo su principal causa en dos elementos, ubicables fuera de la ética y de la complejidad, por lo que siempre la he considerado provocada. El primero fue la falta de aplicación de las normas de regulación vigentes en el sistema financiero y el segundo una ingeniería financiera movida por una codicia desmedida, unida inicialmente a una percepción distorsionada de los riesgos, que con la lógica de la guerra, un evento llevó a otro y así sucesivamente se llegó hasta el too big to fail.
He visto con asombro a defensores del desastre argumentar que los esquemas utilizados “salvaron la economía” o que “evitaron una depresión en su momento”, pues mantuvieron un alto nivel de consumo. Yo quisiera que alguien me explicara cómo calza dentro del campo de la ciencia económica y/o de la política económica, el convertir una estimación subjetiva de valor, a gran escala, en un cajero automático de libre acceso al 100% de esa valoración.
Es mi parecer que eventos como el citado, claramente previsibles o intencionalmente provocados, sólo podríamos asociarlos con complejidad si consideramos a la excesiva permisividad como formando parte ella.
Saludo
Gracias, Orlando, por tu aguda observación.
Por supuesto que hay factores de avidez en el desarrollo de crisis financieras como las que discutimos. Cuando reventaba la más reciente en 2008, la Carta Semanal #304 de doctorpolítico, ya citada, expresaba su molestia con ese ingrediente:
La semana pasada, el “Estratega Político Jefe”—ése es su pomposo título—de un grupo financiero de mediana importancia, dedicado al wealth management, opinaba que las discrepancias sobre el paquete que el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos llevó al Congreso de su país no eran de republicanos contra demócratas, sino de un nuevo “populismo” contra el establishment, es decir, contra los que sí saben del asunto. Es penoso leer tan horrible descripción cuando fue precisamente el establishment del mercado de valores, que supuestamente sabía lo que hacía, el protagonista de la película de horror. No contento con esa altanera evaluación, todavía descargó el analista una observación acerca de lo que sería realmente preocupante: que el latigazo populista conduciría a una era de regulaciones más estrictas y a ¡una limitación en las remuneraciones de los ejecutivos financieros! (Stanley O’Neal, de Merrill Lynch, una de las firmas desaparecidas, percibió remuneraciones de 172 millones de dólares entre 2003 y 2007. En la misma empresa, John Thain obtuvo 86 millones de dólares al cabo de sólo un mes de trabajo el año pasado. Los ejecutivos tope de Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers Holdings Inc. y Bear Stearns, recibieron un total de 3.100 millones de dólares de remuneración en los últimos cuatro años. Esta cifra es tres veces mayor que lo que debió erogar J. P. Morgan para adquirir Bear Stearns). ¡Qué desalmada esa lectura del tal Estratega Político Jefe en momentos cuando centenares de miles de personas, en los Estados Unidos y en muchos otros países, ven esfumarse el valor de sus propiedades por causa de la crisis!
Creo que recuerdas a ese personaje que se quejaba del impacto que las nuevas regulaciones tendrían sobre su opulenta remuneración. Un amigo me enviaba de cuando en cuando sus análisis, alabándolos como si fuesen verdad revelada.
Toda la industria financiera está hasta cierto punto montada sobre la existencia de la avidez por la riqueza; tendrías que eliminarla entera, y esto no es posible si quieres hacer, como lo hacía el amigo que aludo, wealth management. Quienes querían más dinero recurrían a los expertos: «any credentialed professional money managers who work to enhance the income, growth and tax-favored treatment of long-term investors. Wealth management is often referred to as a high-level form of private banking for the especially affluent. One must already have accumulated a significant amount of wealth for wealth management strategies to be effective». (Wikipedia).
Pero la cosa es que esa motivación y esa conducta es consustancial a la humanidad; están cableadas en el cerebro reptiliano incluido en el cerebro humano, y se manifiestan en otros campos que no son financieros. Más aún, cuando eliminas ese factor en juegos de «mercados experimentales», la cosa persiste: «Incluso en ‘mercados experimentales’—juegos de simulación con participantes de alguna sofisticación—en los que se elimine la especulación y esté ausente el exceso de confianza, emergen espontáneamente las burbujas, definidas como discrepancias injustificables entre el valor de mercado y el valor intrínseco de las cosas». (En la carta referida).
El pensamiento de la complejidad requiere eludir la tentación de aislar un factor particular como «dato expiatorio»; por sí solo, no debe entenderse como la causa de algún fenómeno de causación compleja. El crash de 2008 ocurrió por concatenación de miríadas de eventos distintos, muchos de los cuales no tuvieron que ver con la desmedida avidez por la riqueza. La noción correcta la provee la teoría de avalanchas. Puedes leer acá la Ficha Semanal #214 de doctorpolítico, del 30 de septiembre de 2008: «La criticalidad autorganizada es una teoría holística: los aspectos globales, tales como las proporciones relativas de eventos grandes y pequeños, no dependen de los mecanismos microscópicos. En consecuencia, los rasgos globales del sistema no pueden ser entendidos mediante el análisis de sus partes por separado», y también «Un observador que estudie un área específica de una pila puede fácilmente identificar los mecanismos que hacen que la arena caiga, y podría incluso predecir si ocurrirán avalanchas en el futuro próximo. Sin embargo, para un observador local las avalanchas grandes serían en gran medida impredecibles, puesto que son consecuencia de la historia total de la pila entera. Sin importar cuál sea la dinámica local, las avalanchas persistirían inmisericordes con una frecuencia relativa que no puede ser alterada. La criticalidad es una propiedad global de la pila».
Gracias LEA por tu sabia respuesta. La comparto plenamente. Precisamente por la preocupación que me genera ese análisis, es que hoy adopté un camino no holístico al intentar la separación de un elemento de mucho peso que configura el sistema.
También me impactó una frase del Dr. Revenga en su trabajo de mayo 12:
Quizás la ley fundamental que rige para “la nueva era digital” que nos arrastra alocadamente debido a su inmanejable complejidad y devastadora capacidad transformacional de todo lo conocido y habitual es: “cualquier nuevo curso de acción es más ventajoso que seguir haciendo lo mismo”. O, en otras palabras, “No debemos ser esclavos de nuestros aciertos y éxitos porque ya no son válidos y nos conducen a equivocarnos”.
Creo que el futuro nos está exigiendo reinventarnos.
Sí recuerdo al famoso “Estratega Político Jefe”, varias veces premiado. Todavía aparece de vez en cuando en los medios especializados “opinando”.
Como siempre te he dicho, gracias por el tiempo y el esfuerzo que dedicas a la enseñanza.
Un cordial saludo
Seguramente es la mejor explicación del «elemento de mucho peso» que ahora te preocupa ésta de John Bird y John Fortune: