Protegeré a los lectores de este blog de la vulgaridad en castellano: The shit hit the fan. Es difícil recordar alguna infidencia más deletérea en la historia política del mundo; ni el telegrama Zimmermann, ni el caso Profumo, ni las cintas de Richard Nixon, ni las indiscreciones de Clinton o Berlusconi, fueron develaciones más letales que la conversación de Mario Silva con Aramís Palacios. No podía venir la porquería de alguien más autorizado que Mario Silva, maestro de la difamación procaz. Su sola presencia en la principal televisora estatal ya era un indicador de la calaña del gobierno. Las cosas que dijo al oficial del ejército cubano se corresponden con su carácter y su estilo.
Es claro de la grabación que ya ha escuchado media Venezuela y conocido buena parte del mundo, que la figura oficialista más comprometida de todas en la delación protagonizada por Silva es el Sr. Diosdado Cabello, presentado como gran corrupto y corruptor que estaría conspirando para arrebatar a Nicolás Maduro la silla presidencial. Una cosa así explica por qué Hugo Chávez, el líder del proceso, dispuso su sucesión sin permitir que Cabello, el líder del absceso, llegara a ejercer la Presidencia de la República aunque fuera por un minuto. Igualmente claro es el grado de injerencia del régimen cubano en asuntos públicos venezolanos, como que la extensión de la podredumbre gubernamental ha alcanzado el grado de gangrena.
Lo dicho por Silva crea problemas enormes, quizás insalvables, al gobierno presidido por Maduro. Es muy posible que éste no disponga de la fuerza y estabilidad necesarias a una purga, que pudiera devolver parte de la muy considerable pérdida de credibilidad que ha sufrido el oficialismo. Lo de Juan Carlos Caldera es ahora un juego de niños, y cualquier estudio de opinión que midiere mañana la popularidad del gobierno reportaría cifras verdaderamente macilentas. No es nada que convenga a un gobierno asediado por numerosos y graves problemas y cuestionado en su legitimidad.
Pero hay algo más profundo que esa consecuencia evidente: el masivo desengaño de antiguos creyentes en la revolución «bonita». ¿Quién creerá ahora las arrogantes arengas de un sistema que se presentaba como poseeedor de la más alta moralidad? La tomografía del régimen que el conductor de La Hojilla ha mostrado certifica la extensión del cáncer revolucionario. A pesar de esto, probablemente las próximas horas mostrarán a Maduro y Cabello hermanados por conveniencia, declarando a dúo que Silva es un traidor. Ninguno de los dos puede todavía eliminar al otro.
De todos modos, ya sabemos que Hugo Chávez murió por causas naturales tratadas por la medicina cubana y que Mario Silva es el matador del chavismo. Nos ha hecho un gran favor. LEA
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Conversación de Mario Silva y Aramís Palacios
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Hola Doc:
Hojilla Infectada…
MIS RESPETOS.
No es fácil pensar que Silva sabe cosas que no sabe Maduro o sabía Chávez. Pero la hojilla infectada pasa a ser hojilla amellada. Ya se ha producido la baja de Silva. Si Maduro y Cabello pueden mantener por un tiempo el equilibrio de poder entre ellos, no pueden reparar la desilusión del mundo chavista. La revolución ya no es bonita.
Me acordé de Robespierre, quien pasó de ser el verdugo de la revolución al patíbulo.
Es un recuerdo oportuno y pertinente.
Querido amigo:
Igual que todo ciudadano que guarde algun amor por su patria, comparto tu comentario escrito con pañuelo en la nariz. Como dijo Eduardo Casanova Sucre «shit hits the fan justo cuando no hay papel toilette».
Es sorprendente la velocidad del colapso del régimen.
saludos y lo felicito. En mi opinion, definitivamente hay que buscar un modelo en que no se repita lo que paso en los ultimos catorce años y, en muchisima…., muchisima…. menor proporcion, antes. Empresa publicas «de calidad» co gestionadas por sus trabajadores, pero que sean productivas y rindan cuentas. barrer al VIVO de la escena politica. Un modelo que garantice a cualquier ciudadano Salud, Educacion, pensiones. CON LOS MILES DE MILLONES QUE LE ENTRAN A VENEZUELA, esto es mas que posible.
Gracias por su amable comentario. Le ruego que para próximas oportunidades incluya su apellido.