En la mañana de hoy, recibí un correo electrónico que transcribo a continuación (protegiendo la identidad del remitente) y, de seguidas, mi respuesta. LEA
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Para Luis Enrique Alcalá <alcala@doctorpolitico.com>
Sobre Las élites culposas
He leído íntegro su libro de memorias imprudentes, no tiene ningún desperdicio. Todo es cronológicamente correcto, con juicios de valor que en su mayoría comparto. Es una acertada caracterización de sus compañeros de la oposición, ciertamente por su condición de Élites, difícilmente accedan al gobierno por vía popular.
Estimo que se incurre en un error, al usar el término «sociedad civil», como que si fuera un factor exclusivo del oposicionismo. Los chavistas, campo político al que pertenezco de una forma muy legítima, también formamos parte de la sociedad civil y parece que a usted eso, se le olvidara. Los consejos obreros, trabajadores en general, los comités de tierras urbanas y agrarias, los comités de aguas, los comités de salud, los propulsores de consejos comunales, los propios consejos ya constituidos,—la oposición también los integra—, los círculos bolivarianos que también existen y ustedes los consideran peyorativos, el movimiento bolivariano que no se ha disuelto, los paupérrimos, los tierrúos, los vegueros, los diversos colectivos y distintas e insospechadas formas de organización que ustedes ni se imaginan, en fin, los que rescatamos a Chávez el 13A, también somos e integramos eso que ustedes definen como SOCIEDAD CIVIL, que no se le olvide eso en sus próximos informes. Pero para ello, es necesario que haga un esfuerzo en caracterizar al campo chavista, verá que encontrará una diversa y más interesante fauna política que esas que usted llama las élites. El chavismo nunca ha sido un pensamiento único por la gran riqueza y su variedad de condimentos, y ahora con la muerte del Comandante, ha comenzado a convertirse en doctrina. Lo invito entonces para que ayude al país, primero en caracterizar y luego en diagnosticar al chavismo.
Estás críticas se las hago con la mayor de las consideraciones y respeto hacia su persona y hacia su trabajo. De Usted NNNN
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Estimado Sr. NNNN: quiero agradecer su cálido y atento correo, que me hace llegar luego de haber leído Las élites culposas. Me alegra que haya encontrado positivo mi esfuerzo.
Debo corregir una impresión inexacta: no tengo “compañeros de la oposición”. Precisamente, he sostenido consistentemente que considerarse “de oposición” es la falla de origen de la oposición venezolana. En mi libro, por caso, se lee (página 354 y siguiente):
Tal óptica no era nueva; desde que Chávez asumiera por vez primera la Presidencia de la República, en los inicios de 1999, el resto de las iniciativas políticas optó por entenderse como mera oposición a Chávez. En cierta terminología se la nombraba como “comunidad opositora”. Un artículo de Manuel Felipe Sierra en el diario El Nacional aducía poco después de la derrota de Manuel Rosales en las elecciones presidenciales: “La votación que el CNE le adjudicó al candidato opositor es importante, siempre y cuando éste sepa ejercer el liderazgo del antichavismo…” Exactamente el mismo día de su publicación, un análisis que circuló por correo electrónico se expresaba en términos como los siguientes:
La oposición… decidió no participar en las elecciones legislativas… la Oposición ya había perdido sus Gobernaciones y Alcaldías… para una parte importante de la Oposición el contrincante mayor no era Chávez, era el CNE… Muchos pensaban que la oposición era mayoría… la ausencia de la Oposición de la contienda electoral… La Oposición se debatía entre el método de escogencia del candidato único y la campaña por condiciones… Muestra un liderazgo indiscutible en la oposición durante la campaña… Se ganó al lograr la unidad de toda la oposición… Que la oposición es minoría… ¿Cuál es el estado de la oposición un día después?… La Oposición amanece como un conglomerado nacional de importante magnitud… no desperdiciar esfuerzos en combatir a la oposición desde la oposición misma…
Allí se evidenciaba la falla de origen de la inmensa mayoría de los planteamientos políticos distintos del chavismo: que sólo atinan a definirse como antichavistas. Desaparecido Chávez, dejarían también, entonces, de tener sentido sus existencias. Ésa era la misma falla de origen en el planteamiento de Magdaleno. Una nueva acción política que quisiera ser viable no podía pensarse como oposición a Chávez; era preciso que procurara superar el estado de cosas por superposición, por salto a un nivel superior del discurso político. A fin de cuentas, el régimen de Chávez no ha sido otra cosa que la exacerbación oncológica de una política que no inventó él: la política de poder posicionada en algún punto del eje decimonónico de izquierda y derecha. La refutación de Chávez debía venir, para usar términos evangélicos, por añadidura, nunca como única justificación.
Que rechace el chavismo no significa que apoye a “la oposición” o tenga en ella compañeros. Recientemente, leí en mi programa de los sábados por Radio Caracas Radio un pasaje de cierta entrada en mi blog (Doctrina del referendo sobre el socialismo):
…un rechazo del socialismo no es lo mismo que abrazar al capitalismo o ninguna otra ideología diferente; se trata de asuntos lógicamente independientes en un mundo que cada vez menos se ve en blanco y negro, en el que la riqueza multicolor de las diversidades culturales y de opinión nos promete, a pesar de todas las dificultades del momento en el planeta, un futuro mucho más satisfactorio.
Tampoco identifico en ningún caso las nociones de sociedad civil y oposición. Cuando empleo en mi libro el primer término sin entrecomillarlo, se trata de designaciones que no son mías, como en el caso de referencias a eventos cuyos nombres no fueron puestos por mí; por ejemplo, “Todavía el 13 de marzo de 2003, en foro realizado en el Colegio San Ignacio—La sociedad civil busca liderazgo—, Borges hablaba del asunto…” (pág. 105). En otros casos, pongo la expresión entre comillas, justamente para indicar que se trata de un uso incompleto o impropio: “Tanto fue el encogimiento catatónico que la mayoría de los candidatos de oposición a la circunscripción nacional, veintinueve en total, se presentó en postulaciones de la ‘sociedad civil’ o por iniciativa propia”. (Pág. 118). Más aún, dejo constancia de la apropiación indebida al confundir las dos expresiones:
La única actividad opositora de consideración provenía de organizaciones no gubernamentales que comenzaron a apropiarse del concepto de “sociedad civil”. (Pág. 145).
En consecuencia, comparto con Ud. una noción amplia e incluyente de sociedad civil, y ciertamente incluyo en ella—es noción que casi no empleo—los ejemplos que Ud. ha enumerado. Creo que Ud. ha confundido mis posiciones al redactar, por ejemplo, “somos e integramos eso que ustedes definen como SOCIEDAD CIVIL, que no se le olvide eso en sus próximos informes”. El “ustedes” no se me aplica y no he olvidado nada; un repaso no predispuesto de mi libro le convencerá de que me ha interpretado mal a este respecto.
En innumerables ocasiones, he tomado distancia de una comprensión de la realidad política nacional como si fuese una película en blanco y negro, como que si ella se agotara en chavismo y oposición. Pienso que ambas posturas, ideológicas e ideologizantes, están equivocadas. Y así como Ud. apunta, creo que correctamente, que “el chavismo nunca ha sido un pensamiento único”, lo mismo puede decirse de la oposición. Pero el chavismo también incluye una nueva élite, una nueva hegemonía que ha sustituido al bipartidismo previo en el predominio político. Es una élite muy arrogante, muy dada al autoelogio, propensa a creer—o a anunciar en la más abundante y costosa propaganda que el país ha presenciado en toda su historia—que todas las semanas hace algo “histórico” y “protagónico”; padece de enfermedad épica y pomposa. De allí su autosatisfacción, y está fundamentalmente errada en más de una premisa.
No dispongo del dato de su edad, pero ya en 1963, a mis veinte años, tenía tiempo trabajando en actividades para el desarrollo de comunidades urbanas y campesinas, en labores solidarias en barrios y asentamientos de la reforma agraria. A pesar de formar parte de la clase media, no ignoro la pobreza; me permito recomendarle que escuche el audio de mi programa #54, del 3 de agosto de 2013, dedicado a este último tema; lo encontrará en Dr. Político en RCR. Tampoco desconozco la percepción de quienes piensan al modo socialista; sin ir muy lejos, la esposa de uno de mis hermanos es hija de Fabricio Ojeda, y el tercero de sus hijos, chavista fanático, es mi ahijado. Hace poco discutí con el abusivo conductor de una motocicleta, y éste creyó que era inteligente y me insultaba llamándome “marginal”; el concepto me causó risa y le contesté: “A mucha honra”. Conviene no tener por reales las primeras impresiones que a distancia, y en desconocimiento de su trayectoria, uno se forma de las personas. En mi caso, Ud. ha incurrido en ese error.
Con todo, me ha complacido mucho su amable correo, que agradezco de nuevo. Ojalá tengamos nuevas oportunidades de compartir opiniones y criterios.
Cordialmente
Luis Enrique Alcalá
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Poco después de la publicación de esta entrada, envié a mi corresponsal el siguiente mensaje:
Protegiendo su identidad, he publicado en mi blog nuestro intercambio (Correspondencia de Año Nuevo).
Sobre el asunto de un presunto desprecio mío hacia los círculos bolivarianos (más propiamente, sobre el uso excesivo del término bolivariano), encontrará esto en mi blog (Reivindicación de la clínica, al final):
«Manuel Pérez Pirela empleó reiteradamente durante su intervención, que precedió inmediatamente a la mía, una terminología dicotómica: ‘bolivarianos’ y ‘opositores’. A esto me referí más o menos con las siguientes palabras:
El nombre Bolívar y el adjetivo bolivariano no son marcas o franquicias al estilo de McDonald’s; hay un sentido en el que todo venezolano es asimismo bolivariano, y el adueñarse de esas denominaciones para un exclusivo uso sectario es una apropiación indebida. Puedo entender la manipulación buscada por el gobierno, cuando pretende que Bolívar era socialista. Pero el Libertador dijo a Francisco Iturbe al término de la Campaña Admirable (1813): ‘No tema Ud. por las castas; las adulo porque las necesito. La democracia en los labios y la aristocracia aquí’, poniendo la mano en el corazón. No había entonces ningún socialismo bolivariano.
Más allá de eso, personalmente estoy harto de Bolívar. Nuestro Código Civil dice que a la mayoría de edad la gente se emancipa de sus padres, aunque los siga queriendo; pues bien, hace rato que hemos debido emanciparnos del Emancipador, del Padre de la Patria. Pérez Pirela dijo que la oposición no debía ‘enfrascarse en marcos mentales de los ochenta o los noventa’, y le doy toda la razón. Pero mucho peor es enfrascarse en marcos del siglo XIX. ‘O inventamos o erramos’ es la frase más manida de Simón Rodríguez, figura del panteón chavista, e inventar es dejar atrás al pasado. No se debe entrar en el futuro mirando al espejo retrovisor».