Pero mandar es muy preferible a protestar. (…) Para esto es necesario, naturalmente, que el pueblo venezolano adquiera conciencia de Corona. Que se percate de que no tiene que desfilar para pedir o protestar, que no tiene que rogar pues puede mandar.
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Un referendo consultivo sobre la conveniencia de establecer el socialismo en Venezuela, coartada primaria de Chávez y Maduro, tendría como resultado una resonante derrota de la pretensión oficialista. En octubre, se midió un apoyo al socialismo de sólo 34% de la opinión. En enero, y a pesar del triunfo del PSUV en las elecciones municipales, esta preferencia había colapsado a niveles de 20%. (Hasta Oscar Schemel, desde su creciente sesgo pro gubernamental, admitió sin ofrecerme cifras que los estudios de Hinterlaces habían registrado el corolario: que había aumentado el apoyo al «capitalismo». Lo considera natural: en épocas de grandes problemas económicos, «la gente vuelve su mirada a las empresas» en busca de solución). Aun una mayoría de quienes se definen como socialistas o chavistas rechazan a un Estado comunal; he aquí una medición recentísima de Venebarómetro—encuesta encargada al Instituto Venezolano de Análisis de Datos por Croes, Gutiérrez & Asociados—, concluida el 28 de enero de este año:
Claro que los proyectos de reforma constitucional de 2007, que incluyeron en 69 artículos cinco menciones al socialismo en tramposa redacción de contrabando, fueron derrotados por una diferencia muy pequeña: 1,31% en el caso del proyecto presidencial—4.504.354 votos de rechazo ante 4.230.699 de aprobación—y 2,02% sobre el presentado por la Asamblea Nacional. Ésta es la historia:
Apenas emitido el resultado parcial oficial, el presidente Hugo Chávez reconoció la victoria del No y expresó A quienes votaron por mi propuesta y a quienes votaron contra mi propuesta, les agradezco y les felicito porque han comprobado que éste es el camino. Ojalá se olviden para siempre de los saltos al vacío, de los caminos de la violencia, de la desestabilización. Además repitió la frase del fallido golpe de Estado de 1992 «por ahora…», haciendo referencia que por el momento no se había logrado el objetivo.
El presidente venezolano pese a reconocer su derrota también dijo: No retiro ni una sola coma de esta propuesta, esta propuesta sigue viva, ya que anunció que seguirían trabajando en favor del Proyecto de Reforma Constitucional para «construir la democracia socialista».
Más tarde, ese mismo día, declaró que consideraba que tal vez Venezuela todavía no estaba madura para el socialismo, refirió «Quizás no estamos maduros para empezar un proyecto socialista, sin temores. No estamos listos todavía para emprender un Gobierno abiertamente socialista». También declaró que «la abstención nos derrotó», resaltando el hecho de que a pesar de que tres millones de personas decidieron no apoyarlo de nuevo en este referendo, tampoco apoyaron a la oposición. Este reconocimiento quedó desvirtuado por las propias acciones políticas emprendidas por Chávez y su partido, cuando llevaron adelante la mayoría de las propuestas rechazadas en el referéndum mediante la aprobación de leyes por decreto, las cuales son rechazadas por la mayoría opositora por inconstitucionales. (Wikipedia).
Lúcidamente, incluso Fidel Castro llegó a decir al fallecido presidente: «Hugo: no puede haber cuatro millones y medio de oligarcas en Venezuela».
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La multiplicación y reiteración de las protestas y manifestaciones, así sean pacíficas y dirigidas puntualmente—una marcha de mujeres vestidas de blanco para repudiar la violencia de la Guardia Nacional «Bolivariana»—, no tienen la potencia ni la sustancial corrección de un explícito referendo sobre el socialismo. Un reciente focus group (también del IVAD, Félix Seijas) revela la magnitud de los extremos radicales: 12% es de chavistas y 9% de opositores. Hay en Venezuela unos 19 millones de electores, y esos porcentajes equivalen a 2.280.000 chavistas enfurecidos y 1.710.000 opositores airados. No todos salen a la calle, tal vez 10% de cada polo, pero 228.000 socialistas y 171.000 opositores son perfectamente capaces de mantener al país en vilo y suscitar destrucción y muerte en momentos cuando amenaza un colapso económico del país.
Y quienes explotan y manipulan políticamente a la población ya son una clara minoría. Venebarómetro midió así las preferencias políticas: PSUV, 34%; Primero Justicia, 5,7%; AD, 3,8%; Un Nuevo Tiempo, 3%; COPEI, 1,1%; Voluntad Popular, 1,0%; PCV, 0,7%; Proyecto Venezuela, 0,4%; PPT, 0,1%, Otros, 2,0%. ¡Por ninguno se pronunció 44,0%! (Les regalamos 4,8% que no supo o no quiso responder). Ya no deben hablar por nosotros; necesitamos otras voces, no alineadas, para que surja en Venezuela un nuevo concepto de organización política.
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El efecto de un rechazo claro y contundente al socialismo, en una sola respuesta regia y no bajo una nube confusa de 69 artículos, sería inmediato. De suyo, quedaría derogado el Plan «de la Patria» y cualquier otra ley que hable de socialismo; el gobierno tendría que retirar, so pena de desacato a la Corona, toda publicidad relativa al socialismo—no más carteles en las paradas de Metrobús y en los vagones del Metro de Caracas, no más gigantografías en las paredes de PDVSA y oficinas del SENIAT, o menciones en los recibos de CORPOELEC—y cualquier alusión al socialismo en los discursos oficiales. Es por eso que el gobierno, que siempre reta con un revocatorio, jamás ha querido convocar un referendo frontal sobre el socialismo.
Digámoslo de una vez por todas: el gobierno tendría que renunciar, pues habría recibido un poderoso golpe directo al plexo solar. Siendo que toda su altanera justificación es el bendito socialismo «del siglo XXI», se le haría imposible continuar. Entonces vendría una nueva elección de Presidente, para terminar el período constitucional que expirará en 2019. Para que su gobierno excepcional fuese viable, no podría provenir de los extremos. En 2002 se probó la locura de sustituir negro (Chávez) por blanco (Carmona). Fue un delirio que duró 36 horas.
Tal cosa es mucho más civilizada y democrática que un extendido acné de protestas dispersas, crecientemente irritadas. Es lo correcto. Es el comportamiento de un Soberano serio. Es la voz inteligente de la Corona, la única que puede saldar, de una vez por todas, el nudo de la cuestión con una decisión que terminará uniendo a una nación dividida, pues en el referendo podrán participar los sinceros partidarios del socialismo y quienes lo rechazan, incluso en su convocatoria.
Venezuela no estará nunca madura para el socialismo. Maduro tampoco. LEA
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Para descargar estudio de Venebarómetro en .pdf Venebarometro Febrero 2014 – DEFINITIVA
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En relación con la agenda expuesta en Se cambia protesta por propuesta (en este blog), me escribió un querido amigo por vía electrónica: «Creo que el punto 6° de la agenda, en el cual pides la celebración de un referendo para que sea El soberano quien decida si quiere para Venezuela un régimen socialista, siento no estar de acuerdo contigo. Considero que no es a través de un referendo o de una votación en la cual participen algunos, y se abstengan otros, se puede OBLIGAR a toda una población a aceptar a pies juntillas un sistema de gobierno aun no estando de acuerdo.
Esta sería una forma autoritaria de imponer criterios que no coinciden con la manera de pensar de los hombres y mujeres libres que aún estamos en esta Patria. Sería como hacer una votación o referendo sobre cuál será la religión que debemos adoptar todos los venezolanos ».
A esta observación respondí de esta manera:
«Es un punto de fondo si una mayoría del Poder Constituyente Originario (supuesto negado) puede imponer un régimen socialista a toda la población. En principio, la propiedad es un derecho humano, reconocido en nuestra propia Constitución, y ni siquiera la unanimidad de ese poder—limitado precisamente sólo por los derechos humanos (y los tratados válidamente establecidos con soberanías equivalentes)—puede decidir que me caigan a palos. El derecho de propiedad, por sí mismo, se opone frontalmente al socialismo. (DRAE: Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes). Pero, por una parte, aunque nuestra Constitución garantiza ese derecho—Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. Art.115—, nuestro altanero y prepotente gobierno y la delirante asamblea que lo soporta aprueban el Plan «de la Patria». (Esto para no mencionar la ley de comunas y toda la propaganda oficial). Adicionalmente, si podemos argumentar que no se nos puede imponer un régimen socialista, los socialistas piensan (imaginemos un socialista sincero, que lo hay) que a ellos se les impuso en 1999 un régimen capitalista. Por estos días, la angustia ciudadana pone ingenuas y manidas esperanzas en el Chapulín Colorado—»¿Quién podrá defendernos?»—de la OEA; pero su documento fundamental, la Carta de la Organización de Estados Americanos, dice: «Todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico y social, y a organizarse en la forma que más le convenga, y tiene el deber de no intervenir en los asuntos de otro Estado. Con sujeción a lo arriba dispuesto, los Estados americanos cooperarán ampliamente entre sí y con independencia de la naturaleza de sus sistemas políticos, económicos y sociales». (Capítulo II: Principios, Artículo 3, literal e)».