Corpus delictis

Corpus delicti

 

La Mancheta es un género de opinión. Es una frase breve que resume la opinión del periódico como empresa acerca de un asunto de actualidad. Su contenido no lo entiende todo el mundo.

Norma Rivas Herrera

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necedad. 1. f. Cualidad de necio. 2. f. Dicho o hecho necio.

necio, cia. (Del lat. nescĭus). 1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. U. t. c. s. 2. adj. Imprudente o falto de razón. U. t. c. s. 3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. U. t. c. s. 4. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción.

Diccionario de la Lengua Española

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Prometí a una persona o grupo, que se presenta en Twitter como Alí Babá, que comentaría un tuit que me dedicaron el lunes de esta semana. En principio, me proponía hacerlo el sábado 26 de abril en Dr. Político en RCR, puesto que su contenido se refiere a ese programa. Terminé prefiriendo no fastidiar a los oyentes de Radio Caracas Radio y, comoquiera que «Alí Babá» escribe sus alusiones, es mejor que quede constancia escrita de mi respuesta. Quod scripsi, scripsi.

El tuit de Alí Babá, 21 de abril de 2014

El tuit de Alí Babá, 21 de abril de 2014

El tuit anuncia (en lo sucesivo, respeto escritura y tipografía del autor o autores): “Para Uds. nuestra MANCHETA N°187.. «EL DR. POLÍTICOS O UN POLÍTICO QUE HACE DE DR. Otro defensor a ultranza..”, e incluye un enlace a una página web donde se encuentra la imagen de un texto que repite por antetítulo “¿El Dr. Político, o un político que hace de Dr.?” El título mismo es “La encuesta de Alí y Babá”. Esto es, un seudónimo, una máscara, un antifaz que oculta la o las personas detrás de sus «manchetas» y que evade, en consecuencia, la responsabilidad personal de sus autores.

A este tuit respondí: «Gracias por su opinión. Leeré y comentaré la ‘mancheta’ en el programa del próximo sábado». Algún temor suscitó esta contestación: «Gracias a Ud. por leernos… rogamos que asuma Ud. lo escrito en términos constructivos.. Suerte!» A mi vez, convine: «Por supuesto que lo comentaré en términos constructivos, y también refutaré lo incorrecto en el escrito». (Que empieza por no aclarar por qué me incluyen—»otro»—en un grupo de defensores—¿de qué?—»a ultranza»).

El cuerpo de la «mancheta» que han dedicado al programa y su conductor consiste de cinco puntos, que son antecedidos por la siguiente pregunta, en sí misma ofensiva: “¿Son sensatas las posiciones defendidas por el Sr. Luis E Alcalá en materia política o son necedades de un erudito?” Para el castellano y la lógica—a fin de cuentas son lo mismo—una disyuntiva como ésa implica que sólo hay dos posibilidades: que si mis posiciones no son sensatas—lo que intentan demostrar—entonces son necedades; es decir, Alí y Babá postulan que son esto último. En este punto me basta asentar que en 71 años de vida jamás he dicho necedades. Es cosa que me tengo prohibida desde que tuviera conciencia moral, la que quizás haya adquirido poco antes de que cumpliera siete años, pues fue el 8 de diciembre de 1949 cuando los Hermanos de La Salle me permitieron hacer la Primera Comunión y, como se sabe, ello es posible cuando se estima que una persona infantil ha adquirido uso de razón. Santo Tomás de Aquino dictaminó sobre este asunto: “Si el sentido está impedido, e impedidas también las potencias sensitivas internas, el hombre no tiene perfecto uso de razón. Es el caso de los que duermen o de los locos. Las potencias sensitivas son orgánicas. Por eso, los actos y también el uso de la razón quedan impedidos si los órganos están imposibilitados. En los niños este impedimento se da por la excesiva humedad cerebral”. A la sazón, el hermano Fidel, maestro del curso de Segundo Grado de Educación Primaria en La Salle de la Colina, consideró—puede haberse equivocado—que mi cerebro ya se había secado suficientemente.

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El primer punto que tratan Alí y Babá argumenta así:

A manera de consejo- Es elogiable crear un programa que no sólo presenta de forma razonada variados puntos de vistas sobre los acontecimientos políticos del país. También es signo de mucha valentía conversar, a micrófono abierto, temas sensibles para la opinión pública. Y como es de esperar, los riesgos de oír cualquier cosa son elevados. No obstante, Luis parece no tener conciencia de ello y en ocasiones asume poses defensivas que demuestran intolerancia para aquellos que disienten de los conceptos emitidos. Este patrón ha sido reiteradamente criticado y debe, sin demora, ser corregido.

Código de conducta política

Código de conducta política

Los autores—a partir de ahora presumiré que son más de uno—no ofrecen evidencia alguna acerca de cómo saben que no parezco («Luis») tener conciencia de «ello». (Ignoro si disponen de un aparato que Hewlett-Packard haya podido desarrollar para penetrar y registrar mi conciencia y medir sus deficiencias). Pero también dicen falsamente que asumo «poses defensivas que demuestran intolerancia» hacia quien disiente de lo que opino. Tampoco nunca he mostrado intolerancia con quien mantenga una opinión distinta de la mía. Actúo en política dentro de las estipulaciones que yo mismo me impuse el 24 de septiembre de 1995, cuando juré públicamente cumplir estrictamente un código de ética que había compuesto pocos días antes. Ese código me obliga de este modo:

*Consideraré mis apreciaciones y dictámenes como susceptibles de mejora o superación, por lo que escucharé opiniones diferentes a las mías, someteré yo mismo a revisión tales apreciaciones y dictámenes y compensaré justamente los daños que mi intervención haya causado cuando éstos se debiesen a mi negligencia.

*No dejaré de aprender lo que sea necesario para el mejor ejercicio del arte de la Política, y no pretenderé jamás que lo conozco completo y que no hay asuntos en los que otras opiniones sean más calificadas que las mías.

El 15 de marzo, tuve oportunidad de comentar en un correo electrónico dirigido a tres personas: “Hace nada, dije a N. N. que redactar ese código era la tarea más fácil que alguna vez me hubiera propuesto, pues sólo tuve que codificar lo que era mi conducta cotidiana”.

Diez años antes (febrero de 1985) de la codificación de mi comportamiento, había escrito: “[El] nuevo actor político, pues, requiere una valentía diferente a la que el actor político tradicional ha estimado necesaria. El actor político tradicional parte del principio de que debe exhibirse como un ser inerrante, como alguien que nunca se ha equivocado, pues sostiene que eso es exigencia de un pueblo que sólo valoraría la prepotencia. El nuevo actor político, en cambio, tiene la valentía y la honestidad intelectual de fundar sus cimientos sobre la realidad de la falibilidad humana. Por eso no teme a la crítica sino que la busca y la consagra”. (Tiempo de incongruencia).

Y en el correo aludido registré:

…es causa de alegría para mí que alguien me señale un error, y mi agradecimiento por eso es eterno. Hace seis días, tuve oportunidad de referir un episodio de 1980, hace treinta y cuatro años. Yo había diseñado una reorganización del CONICIT que fue aprobada unánimemente por el Directorio de la institución, y al reportar este resultado a la reunión semanal de los directores y jefes que me estaban subordinados, el Dr. Juan Forster Bonini argumentó que el diseño que dispuse para la unidad que él dirigía, la Dirección de Educación, era defectuoso, y recomendó un arreglo más acertado. Le agradecí a Juan delante de todos, y el lunes siguiente volví al Directorio, indiqué que había cometido un error y le solicité que aprobara la corrección propuesta por Forster, lo que ocurrió. Todavía hoy lo estoy contando; todavía hoy recuerdo con agradecida felicidad esa secuencia.

Más aún, he invitado insistentemente en mi programa a que se me contradiga, como consta en los fragmentos de audio que pongo a continuación, y que están tomados de las emisiones del 7 y el 21 de diciembre de 2013:

Sábados a mediodía en RCR 750AM

Sábados a mediodía en RCR 750AM

Pero es cierto que ha habido interacciones tensas—una media docena de veces en 91 emisiones y varios centenares de llamadas—con unos pocos oyentes que intervinieron para atacarme personalmente y ofenderme, en vez de contradecir con argumentos razonados cosas que yo hubiera sostenido. Por supuesto, el ataque a quien sostiene una opinión en vez de la refutación de ésta es un caso de falacia ad hominem, la más primitiva, frecuente y burda de las falacias. (Razonamientos inválidos con apariencia de validez). He aquí unos ejemplos (del 1º al 8 de marzo de este año):

Es sólo el ataque personal, el irrespeto, lo que he repudiado frontalmente, y lo seguiré haciendo cuandoquiera que eso ocurra. A lo que tengo intolerancia no es a la opinión distinta, ni a la lactosa, sino a la condena infundada y agresiva de mi persona o de cualquiera otra; no tolero agresiones de nadie, así vengan del papa Francisco. Y tengo todavía menos tolerancia a la mentira. Una forma más o menos disimulada de mentir, por cierto, es presentar selectivamente, además de con falsedad intrínseca, sólo una parte de la historia. Son muchos más los casos de oyentes que han llamado a defenderme y elogiar y agradecer el programa, de modo que afirmar que mi «intolerancia» es «un patrón» que «ha sido reiteradamente criticado» es una cuádruple falsedad; tres veces por falsas afirmaciones directas y una por supresión o escamoteo de algo verdadero. Aquí puede oírse una instancia de la verdad suprimida, en ignorancia o interesadamente, por Alí y Babá:

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El inicio de ese último fragmento es pertinente al segundo punto de la «mancheta» de Alí y Babá:

1, 2, 3 pollito_- Pero lo que más estresa de sus opiniones es su defensa a ultranza de 2 hechos que, a nuestro juicio, son nudos gordianos de la actual situación. Por una parte, el fraude electoral cometido por el Régimen de manera sostenida. Si Ud. tuviera razón al afirmar que nadie ha demostrado la alteración de los resultados, tendrá que acordar que él solo hecho de abusar del poder del Estado modifica los resultados de la misma manera que haría una falsa cuenta de los votos… Por ello, afirmar que acá nadie ha probado el fraude, contradice lo que Ud. mismo acepta y lo atrinchera en una posición que, desde su modesta contribución como comunicador, atornilla a un Régimen que exhibe un déficit democrático abismal.

Bueno, la cosa no es si yo «tuviera razón» al afirmar tal cosa; el punto es que la tengo. Nadie ha demostrado fraude electoral. (Véase en este blog Suma contra gentiles abstencionistas). Acosado el 1º de agosto de 2005 por Pedro Pablo Peñaloza—«Pero nadie ha podido ofrecer elementos de convicción sobre la perpetración de un fraude electoral», nadie menos que Alejandro Plaz (Súmate) terminó admitiendo a El Universal: «No se puede demostrar…» Y es falaz argumentar que «él solo hecho de abusar del poder del Estado modifica los resultados de la misma manera que haría una falsa cuenta de los votos». Para que esto fuera así, tendría que demostrarse que la conducta gubernamental abusiva habría afectado los resultados de una elección invirtiéndolos, y esto es lo que la Mesa de la Unidad Democrática, y antes su señora madre, la Coordinadora Democrática, jamás ha comprobado. Hablamos, por cierto, de un abuso que he denunciado mucho antes de que Alí y Babá produjeran su primera «mancheta»:

La historia venezolana no registra un caso de ventajismo tan sistemático y extenso como el protagonizado por Hugo Chávez. Todo el aparato propagandístico del Estado, acrecentado enormemente desde 1999 por el creciente control de medios radioeléctricos e impresos—sin contar la profusión de vallas publicitarias y volantes y panfletos de toda índole, o las cadenas de radio y televisión—está puesto al servicio de un obsceno culto a la personalidad de Hugo Chávez. Una elección en la que éste participe como candidato desde el ejercicio de la Primera Magistratura será verdaderamente asimétrica (como ya lo ha sido), y cualquier contendor que se le oponga estará en considerable desventaja. Al tsunami mediático con el que monopoliza la noticia, la propaganda, la mentira, añádase los discursos rojos-rojitos de Rafael Ramírez, los juramentos militares de “patria, socialismo o muerte”, las listas de Tascón, las amenazas de Iris Varela, el control del Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia, el manejo de la cedulación y los impedimentos que varios despachos gubernamentales interponen en el curso de candidaturas opositoras. (Abuso vitalicio, 19 de julio de 2007).

El voto electrónico es seguro

El voto electrónico es seguro

Pero eso no es lo mismo que un «fraude electoral cometido por el Régimen de manera sostenida». (Aprovecho para notar que Alí & Babá creen necesario escribir la palabra «régimen»—DRAE: Sistema político por el que se rige una nación—con inicial mayúscula, y que suponen que la mera aplicación de una etiqueta terminológica es un razonamiento condenatorio, que llamar régimen a un gobierno es algo peyorativo). Es «una falsa cuenta de los votos» lo que permanece indemostrado. No creo que puede sostenerse responsablemente que alguien proclamado por el Consejo Nacional Electoral como ganador recibió en realidad menos votos que su contendiente; Salas Römer, Arias Cárdenas, Rosales y Capriles no obtuvieron más votos que Chávez, y Capriles tampoco sacó más que Maduro; sólo casi.

No he aceptado nada, no hay contradicción alguna en lo que afirmo, y tampoco es mi culpa el atornillamiento de ningún régimen. No hay en la oposición formal venezolana alguien que haya opuesto al chavismo refutaciones más frontales y sustanciosas que las que yo he producido desde que supimos de Chávez:

Pocos días después del 4 de febrero de 1992, el diario El Globo nos publicaba artículo en el que asentábamos contundentemente nuestra opinión de que la asonada de aquel día era un evidente abuso de parte de Hugo Chávez y sus secuaces de conjura.

En 1994 escribimos, a raíz del sobreseimiento de la causa de los prisioneros de Yare, que creíamos que han debido cumplir, contra lo concedido por Rafael Caldera, la pena exacta que las leyes venezolanas preveían en materia de rebelión.

En desayuno al que fuéramos invitados en plena campaña electoral de 1998 (en las oficinas de la agencia de publicidad J. Walter Thompson) dijimos al mismísimo Hugo Chávez, expositor de circunstancia, que el titular del derecho de rebelión es una mayoría de la comunidad, y no una logia de una decena de comandantes que sin ningún derecho juraran alzarse ante los restos de un decrépito y patriótico samán. En la misma ocasión le quisimos hacer entender que si insistía en glorificar su criminal aventura de 1992 no tendría ningún sentido establecer un diálogo al que me invitaba, tras mi declaración primera, en compañía de William Izarra.

El 19 de agosto de ese mismo año escribíamos, para el diario La Verdad de Maracaibo, un artículo en el que se estableciera, por primera vez de modo público, una comparación entre la figura de Chávez Frías y la de Adolfo Hitler.

En enero de 1999, ya electo Chávez, nos permitimos decir en voz tan alta que llegó a todo el auditorio, y en su presencia a distancia de dos metros, que estaba completamente equivocado en su concepto constituyente, en acto convocado en La Viñeta.

Durante todo el transcurso de su desgobierno, por escrito, por radio, por televisión, hemos hecho explícita nuestra consistente oposición a sus ideas y sus métodos. El 25 de febrero de 2002, por citar un solo caso, propusimos un procedimiento para abolir su régimen en conocido programa matutino televisado.

En síntesis, no nos gusta el animal político que es Chávez, como tampoco simpatizamos con su simple personalidad, porque rechazamos el abuso y la idea de que alguien se crea con derecho a imponer su inconsulta voluntad a todo un pueblo. (Carta Semanal #100 de doctorpolítico, 19 de agosto de 2004, citada en Intercambio en Facebook).

Alí y Babá encontrarían mayor beneficio en preguntarse por qué la oposición venezolana es tan inepta; es su incompetencia lo que ha dado vuelta a unos cuantos tornillos.

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El tercer punto expone:

Las pruebas que Ud., presenta para sostener tal posición no demuestran que estemos exentos de fraudes… Sírvase aceptar que los “triunfos” casuales de la oposición pueden ser signo de dos cosas: 1) que a pesar de la trampa, no había manera de revertir la opinión de la mayoría; 2) que esos triunfos convenían para hacer creíbles los resultados. En su posición cabría esperar que Ud. haga que Ud. haga alusión a las encuestas que anunciaban un triunfo oficialista. No obstante y sin caer en la teoría de la conspiración, preferiríamos hacer uso de estudios muy serios que han sido debidamente revisados y publicados por revistas científicas especializadas, que demuestran un mega fraude sostenido desde el año 2005, al menos. Preferimos éstos porque, a diferencia de las encuestas, no hay manera de manipularlos o incluso alterarlos.

No he presentado ninguna prueba; me he limitado a señalar que nadie ha presentado pruebas de fraude, y tal cosa no es una prueba, sino una mera constatación que los autores de la nota no tienen posibilidad de rebatir. Y, precisamente, he argumentado a quienes temen que un referendo sobre el socialismo pudiera ser objeto de fraude electoral que si la mayoría es suficiente no habría manera de revertir su opinión. El mismo Capriles predicó hacia las elecciones municipales del pasado 8 de diciembre: «El reto que tenemos es superar la votación del 14 de abril. Tenemos que entender que la trampa se vence con más participación. (…) Quedó demostrado (?) que si ganamos por poco te roban la elección”.

Un político serio

Un político serio

La segunda cosa aducida por estos críticos es una conjetura igualmente indemostrada: que en algún laboratorio oficialista alguien propuso con éxito que se dejara ganar, por ejemplo, a Carlos Ocariz en el municipio Sucre para hacer creíbles unos resultados que serían generalmente tramposos. El mismo Ocariz declaró en 2004, cuando perdiera la alcaldía que ahora gobierna por 1.500 votos, que este resultado no se debía a fraude, sino a la abstención opositora.

Luego, sobre la referencia a encuestas y a «estudios muy serios que han sido debidamente revisados y publicados por revistas científicas especializadas», quiero observar dos cosas: primera, que el más reciente resbalón notorio de una encuestadora fue el de Consultores 21, que predijo un triunfo de Capriles el 7 de octubre de 2012 contra Chávez, y «explicó» esta equivocación sobre la base de un presunto «error muestral»; segunda, que las manipulaciones estadísticas que comenzaron por el estudio encargado por Súmate a los profesores Hausmann y Rigobón, que continuaron con el de los profesores Salas y Delfino y fueron coronadas por el estudio de los profesores Febres Cordero y Márquez no son en ningún caso una comprobación de fraude electoral. Refiriéndome a estos esfuerzos apunté en Suma contra gentiles abstencionistas (1º de enero de 2012):

Esta nueva pieza adolece de la misma falla básica de los anteriores: es una manipulación estadística sin conexión con la realidad, y no demuestra en absoluto cómo habría sido perpetrado el delito electoral, que Hermann Escarrá asegura existió y Alejandro Plaz—Súmate—debió admitir que no podía ser probado. Comoquiera que esta publicación ya ha hecho examen crítico detenido de estudios de esa clase, se limitará a sugerir, por vía anecdótica ya empleada acá hace tres años, cuál es el problema de fondo con las “pruebas” de su especie.

Mi entrañable amigo Eduardo Quintana Benshimol, muy prematuramente fallecido, me contó la anécdota en 1974, hace ya treinta y tres años. Tiene que ver con cómo fue que Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein se conocieron. Russell estaba en Cambridge ante su clase, escribiendo teorema tras teorema en un pizarrón. Volteado hacia el salón notó la presencia de un joven con chaqueta, de pie, hacia el fondo—era Wittgenstein—y se percató de que éste movía negativamente la cabeza. Regresó por un momento a escribir sobre la pizarra y volteó de nuevo. Wittgenstein continuaba negando con la cabeza. Ya molesto, Russell le increpó, preguntándole cuál era el problema. A lo que el genio (Russell no lo era) dijo simplemente: “Profesor Russell, ¿podría usted por favor demostrarme que en este salón no hay un elefante?” Russell acogió confiadamente el reto y se lanzó a borrar el pizarrón y a escribir nuevos y larguísimos teoremas. Pero Wittgenstein permaneció impertérrito: “Perdone, Profesor Russell, pero eso no es una comprobación de que aquí no hay un elefante”. Al borde del desespero Russell devolvió el desafío: “Bien, joven, ¿quiere usted demostrarnos a todos que en este salón no hay un elefante?” Dijo Wittgenstein entonces: “Con su permiso, Profesor Russell”, y se movió en el salón hacia adelante, examinando calmadamente bajo los pupitres, tras unas cortinas y unos cuadros, hasta llegar al escritorio profesoral cuyas gavetas abrió y cerró para sentenciar: “Profesor Russell, en este salón no se encuentra un elefante”.

Pues bien, el elefante de Hausmann y Rigobón, Salas y Delfino, Febres Cordero y Márquez, es el presunto fraude del referendo revocatorio, y sus estudios un “pizarrón de Russell”, inconexo con existencias concretas.

(Un detallado desmontaje del primer estudio de esta vistosa serie puede ser leído en Juvenalia y Tropicalia, texto del 9 de septiembre de 2004. Asistí a una presentación del trabajo de Salas y Delfino por sus autores, a quienes apadrinaba Alfredo Weil Reyna; siendo éste mi entrañable compañero de bachillerato, siendo que encontré de inmediato defectos en las inferencias del estudio y que me proponía refutarlo en una sesión próxima en el mismo sitio de su exposición, invité a los tres a almorzar para advertirles lealmente de tal propósito y darles a conocer mi análisis, que no supieron rebatir. Leí el trabajo de Febres Cordero & Márquez—A Statistical Approach to Assess Referendum Results: the Venezuelan Recall Referendum 2004—y arribé a la misma conclusión: ninguna «ley de Newcombe-Benford» puede corroborar un comportamiento delictivo en el mundo real. Pero puedo añadir esta referencia anecdótica, contenida en la nota al pie #146 de mi libro Las élites culposas: «Guillermo Betancourt Oteyza me entregó una copia del estudio de Febres Cordero y Márquez y adujo como argumento decisivo que había sido presentado a Teodoro Petkoff, y que éste habría aceptado sus conclusiones. Betancourt no contaba con que yo pudiera verificar la historia. Petkoff me aseguró que la reunión mencionada por Betancourt no había ocurrido jamás»).

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El cuarto o penúltimo punto de Alí y Babá expone:

Cuentas claras…- El otro elemento puesto en duda es el relativo a la nacionalidad del Sr. Maduro. Podemos discutir sobre la seriedad de quienes han intentado brindar elementos que demuestran que las condiciones establecidas por el art. 32 de la Constitución no son alcanzados por el actual mandatario. Total, se trata de políticos muy desacreditados, tanto por su temeridad como por su pésimo sentido del oportunismo político. No obstante, llama la atención que el Sr. Maduro no haya presentado ningún documento que ratifique su condición, al menos frente a la opinión pública, por lo que la defensa que Ud. y otros políticos asumen respecto a un punto no aclarado, no son suficientes para lograr la verdad de un tema delicadísimo.

De nuevo, los «mancheteros» presentan las cosas tendenciosamente. No he defendido nada; otra vez, me he contraído a observar que no se ha probado la nacionalidad colombiana del presidente Maduro, ante la afirmación de una oyente de mi programa que daba tal cosa como un hecho. No estoy en campaña para defender nada. Tampoco he aducido en ninguna parte y ocasión que yo haya alcanzado «la verdad» sobre este «tema delicadísimo». Ni siquiera he cuestionado la seriedad de Walter Márquez, Nelson Ramírez Torres o Carlos Julio Peñaloza, que Alí & Babá ponen en tela de juicio; no empleo nunca la falacia ad hominem.

La carga de la prueba

La carga de la prueba

Pero, en las lecciones que estos señores pretenden enseñarme, hay una incomprensión de algo muy sencillo y fundamental, importante para nuestro ordenamiento jurídico y el de la mayoría de los países de cierta evolución: no es el acusado quien está obligado a probar su inocencia; es la acusación la que debe demostrar su culpabilidad. La carga de la prueba recae en quien acusa. ¿Dónde está la prueba de que Nicolás Maduro no es venezolano por nacimiento? El exembajador de Panamá—¡qué casualidad!—ante la OEA, Guillermo Cochez, presentó a la cadena colombiana NTN24—¡qué casualidad!—una presunta partida de nacimiento del presidente Maduro y declaró irresponsablemente: «Maduro nació en Cúcuta el 22 de noviembre de 1961 y no en Caracas». Poco después, la Registraduría de Colombia investigó el documento presentado por Cochez y llegó a la conclusión de que era falso, según informó Carlos Alberto Arias, Director Nacional de Identificación, quien señaló varias inconsistencias e irregularidades en la «prueba» de Cochez.

Si yo estuviera en los zapatos del presidente Maduro, ya habría presentado mi partida de nacimiento, como tuvo que hacer Barack Obama ante el falso y reiterado alegato de que no era ciudadano estadounidense. En cualquier caso, es llamativo que nadie objetara antes a Maduro cuando ejerció como Ministro o Vicepresidente, cargos cuyo ejercicio la Constitución también prohíbe a quienes no sean venezolanos por nacimiento en su Artículo 41.

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Finalmente, el quinto y último punto que Alí y Babá me dirigen expresa:

Corolario- Estas y otras fallas para quien asume con valentía una discusión franca respecto al deber ser de la política, no deben ser motivo para renunciar a esta saludable vocación de “educar” al ciudadano. Total, gente que no responda a objetivos políticos y que ofrezcan su mejor y más imparcial criterio, faltan en el país. No obstante, nos sentimos en la obligación de hacer alguna reflexión respecto a estas posiciones sostenidas a rajatabla, porque sería gravísimo, más para el país que para Ud. mismo, que algún día se demuestre, a su entera satisfacción, que ciertamente hubo fraude y/o que el Sr. Maduro no es venezolano por nacimiento. Ni Ud. se lo perdonaría, ni nosotros tampoco.

Me tiene absolutamente sin cuidado lo que unos tales Alí & Babá, C. A. quieran o no perdonarme. Por fortuna, no guío mi vida ni mi actividad profesional por sus defectuosos criterios. Si algún día se demostrare fraude electoral o que Nicolás Maduro no es venezolano por nacimiento, entonces lo reconocería simplemente, con la misma tranquilidad que hoy digo que ninguna de estas cosas ha sido probada; entonces certificaría: «Hasta ahora, no habían sido demostradas; ahora sí». La ridícula amenaza de negarme a futuro hipotético el perdón de los modestísimos comunicadores que son Alí & Babá es una impertinencia que no me quita el sueño.

La primera acepción de necio es: Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. Este blog es un libro abierto, como lo es mi trayectoria; en él se encuentra abundante información que le habría permitido a los compinches Alí y Babá dirigirse a mí con autoridad y respeto, y les habría disuadido de redactar sus altaneros e incompetentes reclamos; es algo que podían o debían saber. Y recoge el diccionario en su cuarta acepción de necio o necia: Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción. La «mancheta» que Alí, Babá y Sucesores me han dedicado es ignorante, imprudente y presuntuosa; por consiguiente, es triplemente necia. Es su proceder, es su propia necedad, lo que «debe, sin demora, ser corregido». LEA

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Para descargar esta entrada en formato .pdf:Disección de una «mancheta» necia

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