No pude encontrar error de importancia en las cosas que le escuchaba a Capriles; antes bien, creí que dijo cosas muy bien dichas. Contestó con gran altura una pregunta acerca de cuál creía que era el mayor logro del presidente Chávez, si es que veía alguno; dijo, sin la menor mezquindad, que sin duda su mayor acierto fue llevar el problema de las necesidades sociales a un primer plano. También dijo que para aprender a ganar era preciso aprender a perder.
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Cuatro desenlaces previó Jorge Guillermo Federico Hegel del diálogo entre dos conciencias conscientes de sí mismas. Trató el problema en La Fenomenología del Espíritu. (1807).
La conciencia consciente de sí misma sabe que hace cosas que mejoran el mundo y se siente mejor por eso, se siente superior, a veces superior al mundo mismo. Pero la conciencia consciente de sí misma sabe que cada pulpero alaba su queso y desconfía de su propia percepción, y así necesita que otra conciencia, otra autoconciencia, le reconozca y confirme su superioridad. Así, dos autoconciencias se comunican y cada una tiene el mismo propósito: ser reconocida por la otra, porque si eso no ocurre la angustia que sienten ambas, exactamente la misma, no cesará. Por eso el encuentro de dos autoconciencias puede manifestarse como una lucha a muerte; en tal caso, el encuentro puede desembocar por cuatro cauces. La confrontación es un delta de cuatro caños.
Primeramente, el choque puede eliminarlos a ambos. Su enfrentamiento termina por aniquilación mutua, y el resultado para el mundo es una doble pérdida.
Luego, puede uno solo matar al otro. Desde el punto de vista del sobreviviente, el resultado es estéril y angustioso: si necesitaba al otro para ser reconfirmado en la buena opinión que tiene de sí mismo ya no podrá estar satisfecho, puesto que el otro ya no existe.
Puede ser, en cambio, que uno de los dos decida rendirse, que acepte al otro como superior, como aquél que establece los valores; su único valor es ahora el señor, y para él trabajará como siervo. Pero al hacerlo cambia al mundo sin que el señor, absorto en el mundo de los valores, participe en la tarea. El mérito del nuevo mundo es del siervo, quien destrona al señor al tomar conciencia de ese hecho. (Hegel explicaba la Revolución Francesa como una dialéctica del señor y el siervo: «Yo, hasta ahora en servidumbre, he cambiado el mundo con mi trabajo. ¿Qué hace este Sr. Capeto en el trono ?»)
Pero puede ser, por último, que ambos se reconozcan mutuamente. No es imposible pero es difícil. Es el resultado que requiere mayor elevación de las partes, es un resultado que requiere de ambas un acto de equilibrio, y es preferible que éste no sea precario.
Ésa es la forma del Delta de Hegel.
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En términos del diálogo entre el Gobierno Nacional y la Mesa de la Unidad Democrática puede reconocerse de una vez que el tercer resultado de Hegel es imposible; ninguno de los dos se someterá al otro. También, que una aniquilación mutua directa es inicialmente menos probable que la aniquilación de la MUD a manos del gobierno, que mucho poder tiene, pero hacerlo significaría su caída; esto es, tendríamos una aniquilación mutua indirecta, mediata. Sólo queda el recíproco reconocimiento, el cauce cuarto, la salida por el Río Grande.
El Diálogo 1.0 es una aplicación primitiva. Hasta cierto punto, fue de hecho un primer reconocimiento mutuo—bienvenido por lo sincero y paciente; el gobierno, que escuchó reclamos sin airarse, dijo por boca del presidente Maduro que vio la buena intención en el rostro de los opositores—, pero del inicio a esta parte ha emergido más desacuerdo que acuerdo, y un gran riesgo de estancamiento y ruptura.
Lo que está mal en el diálogo de gobierno y oposición es su propio diseño. Por tanto, hay que sustituirlo por otro concepto mejor y más viable. Es preciso actuar como hizo Vladimir Illich Uliánov (Lenin) en 1921: «Un paso atrás para dar dos adelante». (Ver nota al pie). Hay que recomenzar el asunto desde cero, con foco en la simplicidad.
He aquí un posible esquema simple, que no simplista, de sólo dos condiciones:
1. Sólo dos personas dialogantes: el Presidente de la República, Nicolás Maduro, y el Coordinador de la Mesa de la Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo.
Así se elude la inorganicidad cacofónica que se deriva de muchas voces participantes, algunas de ellas muy irritantes en boicot de la distensión. El presidente Maduro responderá por el Poder Ejecutivo Nacional, habiendo sido el convocante del Diálogo 1.0; si bien no debe mandar sobre otros poderes, tal vez pueda comprometer el útil silencio del Presidente de la Asamblea Nacional, el señor Diosdado Cabello. Por su parte, Aveledo debe ser capaz de obtener carácter de plenipotenciario de la MUD; la cosa es tan seria que exige esta simplicidad. Seguramente, habrá quienes crean que el representante de la oposición debiera ser Henrique Capriles Radonski, pues este político ha funcionado como su líder más o menos aceptado explícitamente, pero hoy en día su liderazgo dividiría: no sólo debilitó él mismo su posición al postularse para la Gobernación del estado Miranda y ganarla—como le pasó a Manuel Rosales luego de perder la elección presidencial de 2006—, sino que el proceso que explotó en febrero lo ha afectado, a pesar de que hasta diciembre de 2013 era el jefe de campaña de todos los candidatos a alcalde nominados por los partidos de la MUD. Una reciente medición de Datanálisis (del 31 de marzo al 20 de abril) ya presentaba un virtual empate entre él y Leopoldo López: éste registra 44,1% de evaluación positiva y 46,6% negativa, Capriles 43,2% y 47%. (Aunque 40,7% de los entrevistados que se autodefinen de oposición cree que Capriles debe liderarla, en comparación con 36,2% de los que piensan que el líder debe ser López). La figura de Aveledo, que ha cumplido con seriedad, prudencia y habilidad la misión imposible de mantener la unidad de los partidos opositores, no está sujeta a esta clase de tensión.
Por supuesto, tanto Maduro como Aveledo pueden y deben recabar la asesoría de quienes estimen como opinadores valiosos y, en todo caso, este método bicéfalo no suprime la libertad de expresión de nadie en el seno de la opinión pública. Quedará al buen juicio de los políticos que quieran hacer declaraciones a cada rato su contribución a un clima de discreción, que facilitará la convergencia hacia medidas concretas, que es lo que realmente interesa. (En actividad complementaria, cada parte puede estimular un diálogo interno: tolerando que los radicales oficialistas no estén dispuestos a dialogar con opositores, y que los radicales opositores se nieguen a entenderse con el oficialismo, al menos que dialoguen serenos y radicales oficialistas y radicales y serenos de oposición. Cada lado tiene el mismo problema. El chavista Roland Denis, por ejemplo, escribió el 17 de abril el artículo ¿Quién está dispuesto?, que concluye así: «Viendo con toda claridad cómo se establecen estos pactos traidores en diálogos paralelos políticos y económicos que ya acordaron el camino para acabar con nuestra alegría y nuestro ejemplo al mundo: ¿Es que no hay nadie que mande para el grandísimo carajo al Nicolás Maduro, excelentísimo presidente elegido gracias a este esfuerzo descomunal y victorioso? No necesito respuesta personal, díganselo de la forma más pública, abierta y sin un pelo de vergüenza al pueblo de Bolívar y a los pueblos del mundo…»)
Y no deberá perderse de vista que en verdad aquellos interlocutores representan menos de la mitad del país. La misma encuesta mencionada reporta—»En relación a la política nacional, ¿podría decirme de qué movimiento o partido se considera usted?»—25,1% de afiliación partidista al PSUV y 21,1% de afiliación a todos los partidos representados en la MUD, para una suma total de 46,2%. En contraste, 47,8% se considera de ningún partido o independiente. (Además, 4,9% no supo o no quiso contestar).
2. El diálogo no debe ser televisado, mucho menos en cadena nacional, aunque sí sus resultados.
Nadie televisó las conversaciones que condujeron a los acuerdos de Camp David. (Wikipedia en Español: «Se conocen como los acuerdos de Camp David a los que fueron firmados por el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin el 17 de septiembre de 1978 tras doce días de negociaciones secretas con la mediación del presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, y mediante los cuales Egipto e Israel firmaron la paz en los conflictos territoriales entre ambos países». Sadat y Beguin recibieron por esto el Premio Nobel de la Paz). Los plenipotenciarios venezolanos podrán, cuando así lo estimen necesario, conversar en presencia de monseñor Parolin o el facilitador que estimen útil. Cada vez que se concluya una conversación, los plenipotenciarios Maduro y Aveledo ofrecerán declaraciones públicas a los medios de comunicación en los términos que acuerden desde podios equivalentes y por turnos; cada uno, habiéndose acordado con el otro, ofrecerá el recuento de lo discutido según lo estime necesario al conocimiento del país.
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¿Qué pudieran decir en una primera declaración del Diálogo 2.0?
Lo primero es un mutuo reconocimiento hegeliano. La Mesa de la Unidad Democrática, por boca de Aveledo, debe ofrecer un reconocimiento explícito de Nicolás Maduro como legítimo Presidente de la República, lo que no ha hecho hasta ahora, así como su difunta madre, la Coordinadora Democrática, nunca condenó el Carmonazo. El empresario Lorenzo Mendoza admitió esa legitimidad en la primera sesión de la Conferencia de la Paz, y en artículo de hoy en El Universal lo hace Ricardo Combellas: «Maduro es un presidente con indiscutida legitimidad de origen». Pero Capriles Radonski, como último orador de oposición en la sesión inicial del diálogo, fue imprudente al replantear el tema superado de las auditorías y los cuadernos de votación del 14 de abril de 2013. Él mismo solicitó al papa Francisco su mediación: «…el encuentro dio a conocer al sumo pontífice sus intentos por auspiciar un diálogo en Venezuela entre el gobierno y la oposición, para superar la polarización». (El Universal, nota del 6 de noviembre de 2013). ¿Cómo podría desear tal cosa con un gobierno que no fuera legítimo? Es hora de que esto se diga.
Luego, la Presidencia de la República debe reconocer respetuosamente que la Mesa de la Unidad Democrática es una organización seria que «trabaja por un cambio pacífico, democrático y constitucional en nuestro país». (Declaración de Aveledo a raíz de una de Roberta Jacobson en el Senado de los Estados Unidos). La MUD ha dado muestras suficientes de que ésa es su verdadera esencia. El gobierno no debe irrespetarla, mucho menos insultarla; debe tratarla como la entidad responsable que es.
Y pudieran Maduro y Aveledo anunciar una decisión portentosa: la convocatoria de un referendo consultivo para que sea el Poder Constituyente Originario el verdadero médico de Venezuela: «Las heridas venezolanas son tantas y tan lacerantes, que no hay modo de curarlas sin una apelación perentoria al poder fundamental y originario del Pueblo, a través de un Gran Referendo Nacional». (Gran Referendo Nacional, 5 de febrero de 2003; ver, también, Exposición de motivos, 11 de marzo de 2014). ¿Podrán entrar en razón Maduro y Aveledo, podrán hacerlo las formaciones políticas que representan, y que a duras penas se acercan a la mitad del país, para admitir que es el Pueblo, al que tantas veces dicen valorar, quien tiene la clave del asunto? Si en verdad lo valoraran en su plena majestad debieran considerar y acatar su opinión. La Corona puede expresarla en referendo, principalmente sobre el nudo de la cuestión: la deseabilidad de implantar en Venezuela un modelo socialista. El oficialismo sostiene que tal cosa fue autorizada con la reelección de Hugo Chávez el 7 de octubre de 2012, puesto que era el «Plan de la Patria» su programa de gobierno; la oposición que fue rechazada en el referendo del 2 de diciembre de 2007. Que no se discuta más; debe hacerse la pregunta sencilla e inequívoca al Soberano: “¿Está Ud. de acuerdo con el establecimiento en Venezuela de un régimen político-económico socialista?”
Si se quiere, puede añadirse otras preguntas importantes a la consulta, pero ésa es más sustanciosa y medular que la lista de exigencias que la MUD ha elevado a las instancias del Diálogo 1.0; ninguna otra es más central y definitiva. Por su parte, el gobierno presidido por Maduro no querrá contradecir una prédica original del chavismo: que el carácter protagónico de nuestra cacareada democracia participativa es el Pueblo Soberano. Negarse al referendo equivale a desconocerlo. LEA
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En marzo de 1921 se produjo la Rebelión de los Marinos en la base naval de Kronstadt, en las afueras de Petrogrado, donde tomaron un papel fundamental militares de tendencia anarquista, algunos de los cuales hablaban de una «tercera revolución». No obstante, aunque considerada como contrarrevolucionaria, y finalmente reprimida, fue uno de los principales elementos que condujeron al instante, en el mismo mes, al reemplazo de la política económica, adoptada durante el desarrollo de la guerra civil, denominada comunismo de guerra, por la llamada Nueva Política Económica (abreviada como NEP), en un intento por reconstruir la industria y especialmente la agricultura, y con ello finalmente la maltrecha economía, mediante la sustitución de la requisa de grano (prodrazviórstka, продразвёрстка), por parte del campesinado, por un impuesto (prodnalog, продналог) que alentase al crecimiento, y producción del mismo. A su vez, una parte de la propiedad privada fue restablecida. Con ello, las nuevas posibilidades de comercio privado y manufactura a pequeña escala, permitían el surgimiento de una clase comerciante de hombres de negocios, que condujo a una recuperación de la economía. (Wikipedia en Español).
Para descargar esta entrada en .pdf: Diálogo 2.0
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