Una culpa aplastante

 

Venezuelan President Nicolás Maduro’s government indicted opposition leader María Corina Machado this week for allegedly plotting to assassinate him. But the thing to remember about Machado is that she isn’t exactly the most competent anti-government operative. She’s best known for blunders like leading the 2005 opposition boycott of parliamentary elections. That essentially gifted the National Assembly to Venezuela’s ruling and radical socialist revolution, turning it into a rubber stamp for then-President Hugo Chávez. So if Machado really was planning to murder Maduro, it’s doubtful el presidente’s life was ever in much danger. (…) Machado’s crime is inept opposition leadership. Maduro’s incompetent governance is the genuinely indictable offense – and chances are he won’t be able to distract even 24 percent of Venezuelans in 2015.

Tim Padgett, Venezuela’s Truly Indictable Offense

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Los mecanismos de defensa psicológicos fueron descritos por Segismundo Freud, quien enumeró los tres que consideraba fundamentales. El primero y más elemental es la negación: yo no fui quien rompió el jarrón; el tercero y más refinado es la sublimación, por el que puede transformarse una culpa en un motivo superior. El segundo es la proyección: el culpable proyecta su culpa en otros, a quienes adjudica la responsabilidad de sus propias faltas. Es éste el procedimiento favorito del chavismo: «Este rasgo terrible y definitivo del modo de gobernar de Hugo Chávez se complementa con una ‘desconexión moral’—moral disengagement, otro concepto de Bandura—que le impele a fabricar excusas para su mala conducta, eludir la responsabilidad de sus consecuencias y culpar a sus víctimas. Las razones de Chávez son, mayormente, coartadas». (Nocivo para la salud mental).

Sus discípulos han continuado en la práctica proyectiva: «Aristóbulo Istúriz explica que no se puede eliminar el control de cambios, ‘una medida política, no una medida económica’, porque de hacerse ‘los tumbarían’, sin importar lo que convenga a los ciudadanos aquejados de inflación y desabastecimiento; Erika Farías reconoce que los problemas subsisten, pero dice que eso se debe a que quince años no son suficientes para resolver los que datan de hace tres mil (aparentemente ha logrado precisar cuáles serían, a pesar de que los indígenas que habitaban el territorio de Venezuela dos mil quinientos años antes de los españoles nunca tuvieron escritura y, por tanto, no dejaron registro de su inventario); Hugbel Roa, diputado del PSUV, recibe esta pregunta del semanario Quinto Día: Acerca de las últimas declaraciones de Diosdado Cabello, sobre las intrigas, chismes, grupitos. ¿Eso está planteado realmente a ese nivel?’, para contestarla de este modo incomprensible: ‘Efectivamente siempre se ha querido, cualquier situación que se presenta en nuestra organización, algunos actores sobre todo algunos medios de derecha intentan crear zozobra y mostrar al país y en el mundo que en el Partido Socialista Unido de Venezuela estamos divididos. No, no, nosotros estamos’. (?)» (El mercado político nacional).

El presidente Nicolás Maduro es ducho en esta práctica de la proyección. Las macroculpas, naturalmente, son siempre de la «Cuarta República»—en sí misma, una noción tramposa*—y el «Imperio». La más reciente transferencia de su responsabilidad ha consistido en postular la existencia de un «bloqueo financiero»; se queja de que el acceso a los medios externos de financiamiento es cada vez más oneroso para Venezuela.

Maduro denunció que el «bloqueo financiero» que se está ejerciendo sobre Venezuela no permite que se obtenga financiamiento. Responsabilizó de esto a las calificadoras de riesgo al sentenciar que «han puesto el riesgo país Venezuela como el más alto del mundo. Tenemos más riesgo país que otros que están en guerra. No voy a nombrar países para no ofender. Tenemos el doble de riesgo país que los hermanos países de África con Ébola».

Reiteró que se debe a causas políticas que Venezuela no tenga acceso a créditos: «Si vamos por allí a pedir 100 millones de dólares prestados para hacer una inversión en el metro o mantener las inversiones de las nuevas industrias, a un país le cobran 5, 8 o 9% de interés y a Venezuela le quieren cobrar 35%. Y hay venezolanos de la derecha metidos en esta jugada contra la patria. Los voy a denunciar».

Por otra parte, indicó que el dólar paralelo en la realidad económica venezolana «no existe» y aseguró que «nos lo quieren imponer como instrumento de guerra financiera, monetaria, psicológica y política».

Indicó que se pretendía una «guerra» al país que generara «hambruna y desempleo atroz», pero que «buena parte de nuestra pequeña y mediana industria está produciendo a 80%. Estamos teniendo un superávit histórico de lo que necesita el mercado nacional», según dijo Maduro recordando la cosecha de arroz. (El Universal: Maduro: Hoy llegó a 60,55 dólares el barril de petróleo venezolano).

Venezuela acaba de cambiar por liquidez inmediata con Goldman Sachs la deuda de República Dominicana por petróleo sin mayor problema, pero el punto es que las calificadoras de riesgo, aun si tuvieran (como las tienen) sus propias simpatías y antipatías políticas, no pueden inventar fábulas sin grave pérdida de credibilidad, imprescindible en su negocio. Venezuela está en serios problemas económicos, agravados por la baja de precios petroleros; tiene la mayor tasa de inflación del planeta, un déficit equivalente a dieciséis puntos del Producto Interno Bruto, una fase contractiva de su economía, un retraso en el cumplimiento de sus asignaciones de divisas… y pare de contar. ¿Quería Maduro que Moody’s o Standard & Poor o Fitch dejaran de considerar esta situación? Descartemos a esas agencias porque son del Imperio y preguntemos a los chinos—que por principio ven con más simpatía a los gobiernos socialistas—, a quienes debemos literalmente varias millonadas, por lo que no está en su interés que Venezuela tenga dificultades. Pero, reportó Víctor Salmerón el 13 de agosto en El Universal: «Principal calificadora china ve alto riesgo en Venezuela – Dagong degradó la calificación del país y proyecta déficit fiscal de 14.7% del PIB».

El problema de Maduro y su gobierno es que la ciudadanía venezolana ha aprendido a desentrañar en sus primitivos pretextos la proyección freudiana. Datanálisis ha encontrado en noviembre que 85,7% de los encuestados opina que es mala la situación del país. (¿Es que más de las cuatro quintas partes de nuestra nación han constituido una agorera agencia de calificación de riesgo que impide el acceso razonable a financiamiento externo?) También midió la encuestadora, por cierto, un rechazo de 72,2% al gobierno y 71,5% de quienes creen que el mandato de Maduro será revocado en 2016.

A pesar de lo cual, un terso José Vicente Rangel escribe: «Maduro ha demostrado condiciones para ejercer el cargo de Presidente de la República. Logró sortear con éxito este año 2014 y resolvió situaciones críticas con serenidad y firmeza. A esto se agrega el masivo apoyo de calle que tiene y la lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Por tanto, no hay razón alguna para que Maduro deje de ser presidente y Venezuela dé un salto al vacío cuya consecuencia sería el caos». (¿Por qué no está planteada una transición?)

Bueno, siempre se puede silbar en la oscuridad. (To be confident that something good will happen when it is not at all likely: She seems pretty sure she’ll win the title, but she may just be whistling in the dark. The Free Dictionary). Hay quienes silban en lo oscuro para moderar el miedo; para Rangel, 72, 2% de rechazo es ¡un «masivo apoyo de calle»! LEA

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*Fernando Luis Egaña explicó en 2004 lo que nos tragamos como marco lingüístico cada vez que admitimos la denominación «cuarta república». Como las primeras tres ocurren entre 1811 y 1830, y la quinta empezó propiamente el 15 de diciembre de 1999, entonces la «cuarta» comprende «los 168 años que incluyen el paecismo, la Federación, el dominio andino y el surgimiento de la democracia». Para la nueva enciclopedia del régimen «son un mismo magma tenebroso que separa la gesta libertadora de la ‘revolución bolivariana’. Semejante mamarracho historiológico no resiste el menor soplido y, sin embargo, es la ‘versión oficial’ que el actual régimen difunde a diestra y siniestra, con el conformismo escandaloso de buena parte de la opinión pública y publicada».

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