Capriles canta en coro con salidistas que querían clavarle un puñal

 

 

Some people at the demonstration worried about the low turnout. “There’s not a lot of people,” Diana Colorado, a 45-year-old electric engineer from Caracas, said at the march. “Everyone has become apathetic. They’ve lost faith in the politicians. The change they’d been hoping for never came.” At the Chacaito plaza where the opposition rally ended, a block from where Lopez was arrested last year, about a hundred young protesters remained at 2:45 p.m. and were surrounded by about twice as many riot police as they chanted “resistance.”

Venezuela Opposition March Ends After Police Scuffles (Bloomberg News, 24 de enero de 2015)

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Cada vez son más ralas las concentraciones de la oposición en Venezuela. (Las del oficialismo también). Sumadas todas las marchas y contramarchas convocadas desde que Jesús «Nos vamos p’a la calle» Torrealba se encargara como Coordinador de la Mesa de la Unidad Democrática, no alcanzan a igualar una manifestación mediana de las de 2002 a 2004. Esta vez, en un arranque de ingenio, a alguien se le ocurrió bautizar la de ayer como «de las ollas vacías», tal vez en alusión a las que cocinan la imaginación estratégica opositora. Antes de la exigua demostración, la MUD lanzó la consigna de cornetear y cacerolear en todo el país la «Memoria y Cuenta» de Nicolás Maduro—«Dios proveerá»—, quien ha vuelto a coger el avión para regresar corriendo a Arabia Saudita. Respuesta a tal convocatoria: silencio nacional.

Ya había pasado lo mismo con una invitación parecida del profundo estratega Antonio Ledezma, cuando prescribió cacerolas y corneteo para anular la aprobación de la Ley Orgánica de Educación, publicada en Gaceta Oficial el 15 de agosto de 2009. Para ser justos, debe anotarse que un análisis posterior le llevó a recetar algo más contundente (aunque imposible): “un referendo abrogatorio que derogue la Ley Orgánica de Educación ya firmada este sábado por el presidente de la República Hugo Chávez Frías”. Todavía ignoraba que la Constitución norma en su Artículo 74: «No podrán ser sometidas a referendo abrogatorio las leyes (…) que protejan, garanticen o desarrollen los derechos humanos…«, y no había meditado sobre la posibilidad de que el obsecuente Tribunal Supremo de Justicia sentenciara innecesariamente que la educación es un derecho humano, pues ya está dicho en el Artículo 102 del texto constitucional: «La educación es un derecho humano y un deber social fundamental…»

Luego de demostrar el 14 de enero que sus dotes oratorias han mejorado mucho—en una rueda de prensa fustigadora del gobierno e informándonos que hay carestía e inflación en Venezuela, lo que no sabíamos—, Henrique Capriles Radonski señaló el remedio: «debe haber una movilización reivindicativa; tenemos que lograr que el pueblo sea escuchado. De acuerdo a los planes que se organicen, yo acompañaré a esa movilización desde cualquier estado del país, y tenemos un conjunto de acciones que presentaremos en próximas horas», aclarando que las presentaría en primer lugar a los partidos políticos y después, of course, al pueblo. (Hasta en esto imita a Chávez; cuando se preparaba el proyecto de enmienda que le permitiría elegirse indefinidamente, el difunto líder concedió graciosamente: “Les doy mi autorización al Partido Socialista Unido de Venezuela y al pueblo venezolano [en ese orden] para que inicien el debate para la enmienda constitucional…»)

La olla de una manifestación vacía

La olla de una manifestación vacía

Bueno, el ingenioso récipe de Capriles se materializó en la «Marcha de las Ollas Vacías», que con su solo nombre prometía, en brillante ocurrencia táctica, tumbar a Maduro. (En la misma alocución del 14 de enero, el doble excandidato presidencial declaró que éste era «el momento perfecto para cambiar de gobierno»). Naturalmente, es de la suprema importancia que Capriles acompañe estas novedosas prácticas «desde cualquier estado del país»; su personal asistencia a estas cosas sería providencial. También anunció que se había puesto de acuerdo con los «salidistas» (sin aludirlos por este nombre); es decir, con quienes, según él, «muchas veces te ponen la mano en el hombro y después le están clavando el puñal en la espalda». (El 16 de enero de 2013, cuando tomaba posesión como Gobernador de Miranda, en declaraciones que cerró así: «Venezuela cuenta con el Flaco, con este servidor»). Trece años llevamos ya de manifestaciones, movilizaciones, marchas, concentraciones, protestas, corneteos y cacerolazos, pero ahora la cosa será dirigida por «el Flaco»; ahora estamos hechos.

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Desde diciembre de 1998, la dirigencia opositora venezolana no ha dado pie con bola ante el chavismo. Primero, se sumió en un estado catatónico, en una crisis de vergüenza. Cuando vinieron las votaciones de constituyente, Henry Ramos Allup intentó elegirse por el estado Apure ¡por iniciativa propia!; no quería que se le confundiera con un adeco. Luego, organizada en la Coordinadora Democrática—señora ya fallecida cuya única hija es la Mesa de la Unidad Democrática—, se dedicó a tropezar una y otra vez. El 19 de agosto de 2004 alguien escribió:

Si tuviéramos, Dios no lo permita, un pariente con tan grave dolencia que ameritara la atención de toda una junta médica; si este cuerpo de facultativos intentase primero una cierta terapéutica y con ella provoca a nuestro familiar un paro cardiaco; si a continuación prescribe un segundo tratamiento que le causa una crisis renal aguda; si, finalmente, aplica aún una tercera prescripción que desencadena en nuestro deudo un accidente cerebro-vascular, con toda seguridad no le querremos más como médicos. Y ésta es la estructura del problema con la Coordinadora Democrática. La constelación que se formó alrededor de ella, no sin méritos que hemos reconocido, nos llevó primero a la tragedia de abril de 2002, luego a la sangría suicida del paro, finalmente a la enervante derrota del revocatorio. (Para no agregar al inventario una nutrida colección de derrotas menores). No hay vuelta de hoja. No podemos atender más nunca a esa dirigencia. (Bofetada terapéutica, en la Carta Semanal #100 de doctorpolítico).

En la misma vena, ahora incluyendo en el juicio a la MUD, el mismo autor puso en Las élites culposas:

Y ésa es la tragedia política de Venezuela: que sufre la más perniciosa dominación de nuestra historia—invasiva, retrógrada, ideologizada, intolerante, abusiva, ventajista—mientras los opositores profesionales se muestran incapaces de refutarla en su discurso y superarla, pues en el fondo emplean, seguramente con mayor urbanidad, el mismo protocolo de política de poder afirmada en la excusa de una ideología cualquiera que, como todas, es medicina obsoleta, pretenciosa, errada e ineficaz. Su producto es mediocre.

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Acá se ha advertido insistentemente sobre este preocupante fenómeno. (Ver, por ejemplo, MUD: marca de camisas de fuerza o MUD, MUD, MUD, es hora de partir). Y también se ha sugerido una salida al problema en más de una ocasión; la más reciente es del 8 de octubre del año pasado: El mercado político nacional. Pero este año debe haber elecciones para una nueva Asamblea Nacional, y sería un golpe de viento afortunado que el oficialismo pierda el control del poder Legislativo Nacional. Es bastante probable que la oposición obtenga mayoría de curules, vistos los niveles de desaprobación del gobierno y su pernicioso y obsoleto modelo en las encuestas. De darse este resultado, tal cosa se lograría no porque los dirigentes opositores tengan algo en la bola, sino por la terca incompetencia de los socialistas. A pesar de tal cosa, se trataría de un obvio mal menor, y hay mucha gente que se conformaría con eso.

En el horizonte, sin embargo, aparecerán tarde o temprano voces no alineadas en la polarización, con discurso transideológico, el necesario en Venezuela y todo el mundo. Porque es que más que oposición, lo que se necesita es superposición. LEA

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