insuficiencia. 1. f. Falta de suficiencia. 2. f. Cortedad o escasez de algo. 3. f. Incapacidad total o parcial de un órgano para realizar adecuadamente sus funciones. Insuficiencia hepática.
esclerosis. 1. f. Med. Endurecimiento patológico de un órgano o tejido. 2. f. Embotamiento o rigidez de una facultad anímica.
Diccionario de la Lengua Española
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La insuficiencia política funcional en Venezuela no debe explicarse a partir de una supuesta maldad de los políticos tradicionales. Con seguridad habrá en el país políticos “malévolos”, que con sistematicidad se conducen en forma maligna. Pero esto no es explicación suficiente, puesto que en la misma proporción podría hallarse políticos bien intencionados, y la gran mayoría de los políticos tradicionales se encuentra a mitad de camino entre el altruismo y el egoísmo políticos. La explicación última de nuestra insuficiencia política funcional reside, pues, en la esclerosis paradigmática del actor político tradicional.
Dictamen, junio de 1986
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Llamo la «hipótesis de las tías» a la siguiente admonición, escuchada con alguna frecuencia: «No, mijito; no se meta en política. Mire que la política es muy cochina». Siempre tendrá uno alguna tía que ofrezca ese consejo al sobrino que manifieste precozmente una vocación política.
De alguna forma, la misma lectura reside en las explicaciones comunes del deficiente desempeño de los actores políticos tradicionales; sería su maldad—interés exclusivo en el poder, persecución implacable de adversarios, propensión a corromperse—la causa de los males sociales, y cuando se adquiere irreflexivamente una opinión cínica de la política se condena injustamente a todo aquél que haya nacido para ocuparse de los asuntos públicos.
Pero este desempeño insuficiente no obedece a mala voluntad, a malicia intencionada, a una especial maldad que sería intrínseca a la política. “La política es muy sucia”, hemos escuchado muchas veces, pero la verdad es que los políticos concretos somos seres humanos normales, con cuarenta y seis cromosomas, idénticos a quienes se dedican al deporte, a la ciencia, a la empresa, a la religión o las artes. No hay una mayor proporción de gente mala entre los militares que la que se encuentra entre los economistas o los mineros, los abogados o los carteros. La condition humaine es gaussiana; sigue una distribución normal que se expresa en todo oficio o profesión. Si medimos en una población lo suficientemente grande las estaturas de sus miembros, encontraremos que unos pocos, tal vez 5%, miden más de un metro con ochenta centímetros y que un porcentaje similar alcanzará menos de un metro sesenta. La gran mayoría tiene una altura intermedia entre esas dos marcas. Lo mismo observamos en la distribución de facultades tales como la inteligencia: la mayoría obtiene un cociente de inteligencia que está entre noventa y ciento diez unidades de Stanford-Binet; muy pocos rebasan los ciento cuarenta puntos del genio y, por fortuna, también muy pocos quedan por debajo del nivel limítrofe de la idiocia. Un moralímetro que desarrollaran Hewlett-Packard o LG registraría también una distribución de Gauss en la medición de cualidades morales. En una población cualquiera, la proporción de héroes o santos es exigua—hay una Teresa de Calcuta por planeta—y, gracias a Dios, también es muy pequeña la de malandrines a tiempo completo. La muy mayor parte de los grupos humanos está compuesta por individuos de producto moral promedio, que son capaces de un acto heroico cada doce años y cuatro meses y de sostenerlo por seis días seguidos, así como de echar una buena broma a sus compadres cada nueve años y siete meses. De resto, sus acciones se colocan, cotidianamente, tan lejos de la heroicidad como de la felonía. (En Interpretación y profecía, epílogo de Las élites culposas).
Es observable en prácticamente toda nación del mundo—EEUU, Brasil, España, Ecuador, Grecia, Venezuela—la inconveniente condición de insuficiencia política: las instituciones políticas resuelven insuficientemente los problemas públicos o, peor aún, los agravan. Ahora bien, dado que no es correcta la atribución de ella a una mítica maldad propia de los políticos ¿cuál es su causa? Creo desde hace más de treinta años que la etiología de la insuficiencia es de orden paradigmático: el endurecimiento de los marcos mentales, esencialmente ideológicos, desde los que los políticos ordinarios entienden su profesión.
Las ofertas provenientes de los actores políticos tradicionales son insuficientes porque se producen dentro de una obsoleta conceptualización de lo político. En el fondo de la incompetencia de los actores políticos tradicionales está su manera de entender el negocio político. Son puntos de vista que subyacen, paradójicamente, a las distintas opciones doctrinarias en pugna. Es la sustitución de esas concepciones por otras más acordes con la realidad de las cosas lo primero que es necesario, pues las políticas que se desprenden del uso de tales marcos conceptuales son políticas destinadas a aplicarse sobre un objeto que ya no está allí, sobre una sociedad que ya no existe. (Sociedad Política de Venezuela – Documento Base, febrero de 1985).
Un mes antes de la escritura de ese texto tuve el privilegio de ser invitado a conversar por Don Arturo Úslar Pietri, en la biblioteca de su casa en La Florida; allí le planteé esa noción de la obsolescencia de los marcos mentales del político convencional, tesis que entonces no quiso admitir. Casi siete años le tomaría postular en un artículo en El Nacional (30 de octubre de 1991): «…de pronto el discurso político tradicional se ha hecho obsoleto e ineficaz, aunque todavía muchos políticos no se den cuenta. Toda una retórica sacramentalizada, todo un vocabulario ha perdido de pronto significación y validez sin que se vea todavía cómo y con qué substituirlo… Hasta ahora no hemos encontrado las nuevas ideas para la nueva situación…”
Algo más tarde, la misma idea emergía en otras latitudes. En 1996, Amos Davidowitz escribió The Internet and the Transformation of the Political Process: MAPAM, a Case Study, donde asentaba:
A second-wave party provided THE ANSWER: socialism, capitalism, Marxism, fascism, assuming that if everyone followed its dictates all the world’s problems would be solved. Needless to say, all of the above agendas didn’t bring about the utopian era they heralded. (…) If in the past, the social movements offered a comprehensive total world view that promised an end to poverty, war, and social injustice, parties representing these ideas could muster peoples’ support around the world. People were willing to go to Spain and join the International Brigade or participate in the massive social revolutions of the first half of the century. Now parties in all the industrialized nations are witness to a decline in party membership and a deep mistrust by the body politic of the political system and its politicians.
Persistentemente, el mismo problema era entendido por una mente literaria, la de Carlos Fuentes: Madrid y Ciudad de México publicaron el mismo día de su muerte (15 de mayo de 2012) su último artículo. (Viva el socialismo. Pero…) En él preguntaba: «¿Cómo responderá François Hollande a este nuevo desafío, el de una sociedad que al cabo no se reconoce en ninguna de las tribus políticas tradicionales: izquierda, centro o derecha?»
Y, por supuesto, Daniel Bell había publicado en 1960 The End of Ideology, una colección de ensayos en la que argumentaba que las ideologías se han vuelto «irrelevantes para la gente sensata», y que la polis del futuro sería manejada por ajustes tecnológicos parciales del sistema existente. A pesar de estas cosas, Henri Falcón y Henrique Capriles Radonski proponen que la salida es una «nueva» ideología: el progresismo.
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Esta patología de la insuficiencia política requiere, como se manifestara en la segunda entrega de esta serie, una terapéutica menos simple y rápida que la que exige el tratamiento del chavoma; precisa, por un lado, la educación política en nuevos paradigmas más pertinentes: teorías de la complejidad y el caos, de los enjambres, de las avalanchas…
Los humanos pensamos dentro de marcos mentales (Daniel Kahneman & Amos Tversky) o paradigmas (Thomas Kuhn) que vienen proporcionados por las ciencias y crecen con elementos perceptuales simples o memes (Richard Dawkins) que se diseminan al modo genético. El marco mental más englobante es lo que los alemanes llaman Weltanschauung (concepción del mundo), y en él se insertan los más específicos. (La noción es más o menos equivalente a la noción de episteme de Michel Foucault—Les mots et les choses—: lo que puede ser pensado en una época particular). Muchos de los marcos mentales empleados en política son préstamos de la física newtoniana (espacios políticos, fuerzas políticas, etc.) o de concepciones estáticas, tales como la de “sectores”. P. ej. “…un Acuerdo Nacional para la Transición en el que esté representada la Unidad de todos los ciudadanos de Venezuela, a través de las visiones de los trabajadores, los jóvenes, los empresarios, los académicos, los políticos, los miembros de las iglesias y de la Fuerza Armada, en fin, de todos los sectores nacionales«. A partir de 1959 emerge en el campo de las ciencias un conjunto de disciplinas que pudieran llamarse ciencias de la complejidad: teoría del caos, teoría de los sistemas complejos, teoría de avalanchas, teoría de enjambres. Estas nuevas nociones—por caso, la idea de propiedades emergentes en un sistema complejo, o su sensibilidad a las condiciones iniciales—son más poderosas y pertinentes al discurso político que las ideas clásicas. Es de la mayor importancia que el político del siglo XXI comprenda esos conceptos. (Prospecto de un Taller de Política Clínica, mayo 2015).
Se trata de nociones entendibles suficientemente al nivel del ciudadano en general y, con algo de mayor profundidad, en el caso de políticos profesionales. Ya en 1985 se postulaba como primer objetivo de una nueva organización política—que portara un código genético distinto del de un partido convencional—la atención a ambos niveles: «La Asociación tiene por objeto facilitar la emergencia de actores idóneos para un mejor desempeño de las funciones públicas y el de llevar a cabo operaciones que transformen la estructura y la dinámica de los procesos públicos nacionales a fin de: 1. Contribuir al enriquecimiento de la cultura y capacidad ciudadana del público en general y especialmente de personas con vocación pública…» Eso es posible; Isaac Asimov podía explicar con transparencia de agua clara nociones de relatividad o cuántica al común de los mortales.
Pero es igualmente necesario el establecimiento de un nuevo espacio político, de esa organización política postulada hace treinta años. Tal proyecto ha sido actualizado para que tenga existencia primaria en Internet. Cuando fuera concebido, faltaba toda una década para que la red de redes alcanzara a Venezuela, pero ahora tiene el país 15 millones de internautas, de los que 70% corresponde a venezolanos que los sociólogos clasificarían en los «estratos» D y E.
Es tarea por hacer: tarde pero seguro. LEA
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