La prestigiosa etiqueta

La prestigiosa etiqueta

 

Un amigo inteligente, bien intencionado y proactivo, me escribe: «es una DICTADURA». Un importante venezolano acaba de declarar a un medio nacional: «Aquí está planteada una dictadura. Una dictadura pura y dura…» Se ha conseguido por fin la etiqueta definitiva, cuyo uso satisfará toda necesidad. Del otro lado de esta polarización que hace mucho más daño que bien, se ha empleado otras; la más reciente es una reciclada: «derecha fascista». El país puede respirar tranquilo, pues su problema político se habría esfumado con tales «descubrimientos»; su clase política opone una etiqueta a otra, cada actor enfrentado coloca una estrella amarilla de seis puntas en el abrigo del otro, como hacía Hitler en la Alemania que sojuzgó tan trágicamente. Problema resuelto.

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Mi señora me dice: «Es que lo que se busca es la aplicación a Venezuela de la Carta Democrática Interamericana». Bueno, lo peor que pudiera pasarle al país en tal eventualidad es ser suspendido de la condición de miembro de la OEA; más concretamente, que Bernardo Álvarez no podría hablar en Washington a sus colegas, los demás representantes permanentes de los países del continente ante esa organización. Claro que está la raya misma de la suspensión pero ¿qué es una raya más para un tigre? ¿Es que no está desde hace tiempo muy suficientemente desacreditado el gobierno venezolano en la opinión internacional? Con eso no va a caer el gobierno. Quienes se empeñan en buscar afuera la solución a nuestros problemas políticos, que no hemos sido capaces de idear siquiera, reproducen la táctica de una cuña televisiva del detergente Ariel, en la que una madre que lava ropa escucha la queja de uno de sus hijos, cuya voz en off gritaba: «¡Mamá, Federico me está molestando!»

Se me olvidaba: la decisión de suspender a un país miembro de la OEA de esa condición debe ser tomada por una mayoría de dos terceras partes de los Estados (Artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana). Le deseo suerte al Sr. Almagro, evidentemente excedido en sus funciones de Secretario General al haberse enfrascado en una lucha personal contra el gobierno de Nicolás Maduro; en los años recientes, sólo los Estados Unidos, Canadá y Panamá (país algo ajado a raíz de los Panama Papers) han votado contra Venezuela.

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La teoría de la información la define como aquello que cambia el estado mental de quien la recibe. Si anunciara ahora que Carlos Gardel ha fallecido, eso no constituiría información para nadie, puesto que tal hecho es universalmente conocido. No es noticia que el gobierno venezolano sea pernicioso; desde el 4 de febrero de 1992 se conoce que el chavismo es capaz de cualquier cosa, incluyendo el empleo de las armas para sus fines políticos. Adán Chávez, quien ahora acusa a Henry Ramos Allup, Julio Borges y Henrique Capriles Radonski “de llevar a toda su gente por el camino de la violencia y la locura”, declaraba el 27 de junio de 2011:

Nuestro proceso bolivariano se inició en esta etapa bicentenaria por la vía electoral, y queremos seguir por allí, por una vía pacífica que permita construir el socialismo bolivariano, pero conscientes de los peligros que nos acechan y seguros de que el enemigo no descansa, no podemos olvidar otros métodos de lucha. Sería imperdonable limitarse tan sólo a lo electoral y no ver otros métodos, incluso la lucha armada, para obtener el poder.

Ya en 2002 se redactaba, en un proyecto de Acta de Abolición del gobierno de Hugo Chávez, esta caracterización de su infortunado régimen:

…el gobierno presidido por el ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías se ha mostrado evidentemente contrario a tales fines [la prosperidad y la paz de la Nación], al enemistar entre sí a los venezolanos, incitar a la reducción violenta de la disidencia, destruir la economía, desnaturalizar la función militar, establecer asociaciones inconvenientes a la República, emplear recursos públicos para sus propios fines, amedrentar y amenazar a ciudadanos e instituciones, desconocer la autonomía de los poderes públicos e instigar a su desacato, promover persistentemente la violación de los derechos humanos, así como violar de otras maneras y de modo reiterado la Constitución de la República e imponer su voluntad individual de modo absoluto…

¿Calificar a Maduro de dictador añade algo? ¿Es que necesitamos, a catorce años de distancia, una caracterización más precisa que la antecedente? ¿Qué tal esta otra?

El término oncológico es apropiado para referirse a la dominación política instaurada en Venezuela a partir del 2 de febrero de 1999, puesto que no se trata de enfermedad inoculada por algún vector externo—un anofeles o chipo—sino de un proceso que residía en las entrañas del pueblo venezolano desde mucho tiempo antes de que hiciera eclosión. (…) Es por tal razón que son insatisfactorias las caracterizaciones del chavismo (del chavoma) como la mera llegada al poder de una nueva y delincuente oligarquía. Seguramente ha habido y hay entre jerarcas mayores y menores del régimen chavista-madurista gente corrupta y malhechora, verdaderamente forajida; tal vez en proporción mayor que la que hubiera en regímenes anteriores a 1999, acá y en toda otra nación del planeta. A fin de cuentas, los más radicales izquierdistas venezolanos nunca superaron electoralmente el “seis por ciento histórico” hasta el año del advenimiento de Chávez como Presidente de la República, y como en ellos había hambre longeva de poder y de prebendas, la corrupción actual supera la de quienes los precedieron. Pero es un juicio más ajustado a la realidad explicar el chavismo como el producto de la acusada decadencia de la política que lo anticipara, y su sustitución por una nueva hegemonía fundada en la creencia de que Marx tenía razón. La mayoría de los socialistas venezolanos cree seriamente que la explicación de todo mal social debe encontrarse en el afán de lucro de “la burguesía”; es decir, está profunda pero honestamente equivocada. Luego, el sistema chavista es claramente pernicioso, puesto que invade terreno propio de la sociedad y sus ciudadanos, como un cáncer que se extiende ocupando y destruyendo tejido de órganos imprescindibles del cuerpo que aqueja. La conjunción de su origen y su naturaleza autoriza que lo entendamos como proceso canceroso.

El párrafo precedente viene de un artículo en este blog del 19 de agosto del año pasado (¿Qué se debe hacer? (II)), aunque la designación de chavoma se empleó por primera vez en febrero de 2003; allí también se dijo:

La utilidad de etiquetar al régimen no pasa de proveer—a los héroes y heroínas de Facebook, Twitter y llamadas telefónicas a ciertos programas de radio—una fórmula simple y autosuficiente para denostarlo. Pero no sirvió de nada a los rusos, checos, húngaros, polacos, albanos, búlgaros, rumanos y alemanes orientales tomar conciencia de que vivían bajo dictaduras “comunistas”. Bautizar un problema no es lo mismo que resolverlo…

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¿Cuál es entonces la utilidad de la etiqueta negra? Absolutamente ninguna; su valor agregado es exactamente cero. Pero argumentarán quienes la reciclan—Luis Enrique Oberto predicó por más de un año, a partir de 2004, la necesidad de bautizar a Chávez como dictador (con ayuda de Hannah Arendt y Los orígenes del totalitarismo) en una conocida peña caraqueña—que lo que pasa ahora es que el Tribunal Supremo de Justicia, el Poder Ciudadano, el Poder Electoral y el Poder Ejecutivo Nacional desconocen e impiden a la Asamblea Nacional, sin considerar que Ramos Allup declaró la lucha frontal el 5 de enero al anunciar, en evidente exceso, el «compromiso no transable» de salir de Maduro en seis meses; tal cosa no es un propósito legítimo del Poder Legislativo Nacional. Dirán que ahora sí es verdad que el régimen «se ha quitado la careta», que es nuevo que se pretenda anular las decisiones de un cuerpo elegido por más de siete millones de electores—también más de siete millones de votantes eligieron al señor al que se le prometió la cesantía—, pero tampoco consideran las omisiones y descuidos de la Asamblea y su máximo dirigente, que han facilitado las cosas al TSJ oficialista y han desplazado desfavorablemente la opinión en sólo tres meses; el 8 de este mes, reportaba NBC News:

…the surge in support for the opposition has lost steam in the months since the elections. Dr. Gil Yepes points out that the figures of support for the opposition and the government are once again converging, with self-identified supporters of the government rising from 22 to 34 points, and self-identified opponents dropping from 50 to 38 points.

El país, que sufre agudos dolores y privaciones, está atrapado en la tenaza de la perniciosidad del gobierno y la incompetencia de la oposición, mientras ambos se pegan mutuamente etiquetas en las solapas: ¡Dictadura! ¡Fascismo!

Pobre país. LEA

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