A Don Yunis Zujur Meneses, quien hoy llamó mi atención en Facebook sobre el aniversario del nacimiento de Debussy
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El impresionismo musical tiene un patriarca indisputable: Claude Debussy (22 de agosto de 1862 – 25 de marzo de 1918). Fue él quien inventara, al borde del Romanticismo, un lenguaje musical enteramente nuevo, a partir de su experiencia con piezas exóticas durante la Exposición Internacional de París de 1889, cuando la inauguración de la Torre Eiffel, entonces amarilla, marcara el centenario de la Revolución Francesa en el Campo de Marte. Mi señora alude al mágico encuentro en su libro, Alicia Eduardo – Una parte de la vida:
La música, protagonista principal de la exposición, fue potenciada por las más nuevas tecnologías. Josefina disfrutó de la interpretación de algunas de las mejores óperas, en aparatos telefónicos de un centro experimental que mucha gente visitó, y pudo conocer el gramófono de Edison, por primera vez expuesto ante el público, y escuchar la música extranjera que transformó la exposición en calidoscopio de nuevos sonidos. Éstos impresionaron a Claude Debussy, especialmente la música de los grupos Gamelán, venidos de la isla indonesa de Java. El compositor tomó de esta música étnica, interpretada en instrumentos artesanales construidos con metales y maderas exóticas, cadencias y contrastes desconocidos en Occidente, que luego llevaría a sus propias composiciones, interpretadas más tarde por todos los rincones del mundo civilizado. Hasta en los músicos venezolanos llegó a causar un impacto importante esta corriente musical impresionista.
(Josefina Sucre era la bisabuela de mi esposa, y tocó valses venezolanos durante la monumental exposición en compañía de su amiga, una de mis tías bisabuelas: Graziella Calcaño).
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Fue el Preludio a la siesta de un fauno (1894), sobre poema de Stéphane Mallarmé—Prélude à l’après-midi d’un faune—, la obra que traería una nueva época de la música. (El canto inicial de la flauta por el fauno, aludido en la estampilla postal con ilustración de Jules Piel, fue imitado 19 años más tarde por Igor Stravinsky para inaugurar un ulterior idioma musical al comenzar Le Sacre du Printemps, sólo que en el fagote). De hermosura penetrante, la pieza de Debussy fue calificada por Pierre Boulez como el inicio de la música moderna: «la flauta del fauno trajo un nuevo aliento al arte de la música». Hela aquí por Claudio Abbado al frente de la Orquesta Sinfónica de Londres:
Très moderé
El término impresionista que se emplea para referirse a la música de Debussy y sus seguidores—Maurice Ravel, Erik Satie, Frederick Delius, Manuel de Falla, Joaquín Turina, Ottorino Respighi—es muy apropiado. Dice Michael Kennedy en The Oxford Dictionary of Music que esa música atmosférica «transmitía los estados de ánimo y las emociones suscitadas por el tema antes que una imagen tonal detallada». En efecto, el lenguaje del impresionismo musical se parece al de bordes difusos que evaden el detalle realista en los cuadros de los pintores impresionistas. Esto es evidente, por caso, en el primero de los Nocturnos para orquesta de Debussy, Nuages, evocador de las nubes de Eugène Boudin (1824-1898) en la Playa en Trouville. Son esas parsimoniosas nubes de sonido que escuchamos de la Orquesta Sinfónica de Chicago, dirigida por Sir Georg Solti:
Nuages
Y he aquí el segundo (Fêtes) y el tercero (Sirènes) del mismo grupo de Nocturnos. Esta vez, es su compatriota Pierre Boulez, importante compositor modernista él mismo, quien dirige a los músicos de la Orquesta de Cleveland y su coro:
Fêtes
Sirènes
Posiblemente sea La mer la obra más completa de Debussy para orquesta—Pelléas et Mélisande lo sería como ópera—, una suite en la que despliega toda la paleta con la que pintaba música; nadie antes ni después de él se atrevió a retratar el mar con tanta elocuencia. Sus tres movimientos llevan estos sugestivos nombres: De l’aube au midi sur la mer, Jeux de vagues, Dialogue du vent et de la mer. (La inclinación poética de Claude Debussy llegaba a los nombres de sus piezas, como se evidencia en el título de algunos de sus preludios para piano: La catedral sumergida, Eso que ha visto el viento del oeste o La niña de los cabellos de lino). El mar es interpretado acá por Roger Désormière en su conducción de la Orquesta Filarmónica Checa:
La mer
Pero es Clair de lune, de su Suite bergamasque, su obra más universalmente conocida. En Frankie y Johnnie, la película de 1991 en la que Michelle Pfeiffer y Al Pacino construyen difícilmente un amor inolvidable, el varón solicita con éxito a un locutor de radio neoyorquino que ponga de madrugada esa pieza de belleza incomparable—en versión combinada de orquesta y piano—para obsequiarla a su amada. Ésta es la escena final (que puede ser vista a pantalla completa):
Gracias, Claudio, en nombre de los amantes de todo el mundo. LEA
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Addenda. En El misterio de las 88 teclas incluí dos piezas para piano de Debussy de las que dije: «…fueron más descubiertas que inventadas; tanta es su lógica musical, su inevitable hermosura, que tenían por fuerza que existir: Rêverie y Arabesque».
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¡Gracias por la música! La influencia de Claude Debussy en la ópera se encuentra en las obras de Giacomo Puccini, en mi opinión. Creo que hay mucho de imitación de Debussy en las óperas de Puccini. Esas melodías súper sensoriales de Debussy se convirtieron en la herramienta preferida de Puccini para sus óperas del Verismo, poderosísimas para transmitir sentimientos cuando se combinan con la voz humana.
Gracias por el comentario. Nunca había hecho la comparación, pero creo que el lenguaje de Puccini, mi compositor de óperas preferido, es más romántico que impresionista, más estable armónicamente. Si hablamos de ambientes sonoros, El cisne de Tuonela, de Jan Sibelius, precedió por un año al Preludio a la siesta de un fauno.