Pero no creen el uno en el otro

 

El amable y bien intencionado Ramón Escovar León inició en Facebook un debate con la siguiente afirmación: «Los errores cometidos por la MUD no se corrigen cambiando a Chúo Torrealba sino modificando la estrategia, lo que que debe ser producto de una serena autocrítica». Varios de sus corresponsales añadieron comentarios tan sinceros como bien encaminados. Entonces intervine, para sugerir primeramente la lectura de ¿Jesús Gorbachov? (1º de octubre de 2014) y Otra confesión de parte (14 de abril de 2016). Luego añadí estas contribuciones adicionales:

Hace muchos años ya que asemejé la MUD a un bote salvavidas según una definición de Enrique Jardiel Poncela. (Carta Semanal #194 de doctorpolítico, 13 de junio de 2006). O, más tarde, en el Post scriptum a Leopoldo è mobile qual piuma al vento (3 de junio de 2015): “La verdad es que López—Primero Justicia Popular, Redes Populares, Voluntad Popular; muy popular el muchacho—juega por su cuenta (también Ledezma y Machado; ver Ma. Corina y Shakespeare), y que sus iniciativas entusiasman a quienes obtienen satisfacción ritual y cotidiana—sobre todo en Facebook con la fórmula consabida: ‘Fulano se las cantó claritas. Excelente artículo. No tiene desperdicio’—en el más agresivo discurso antigubernamental. (Ver en este blog La arrechocracia). La verdad es que no hay unidad opositora, que nunca la ha habido sino circunstancialmente. Ya en 2006 se había recordado acá, en caracterización de la MUD, la definición de bote salvavidas que Enrique Jardiel Poncela propusiera en Para leer mientras sube el ascensor: ‘Lancha que sirve para que se ahoguen juntos los que se iban a ahogar por separado’”.

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De la madre de la Mesa de la Unidad Democrática, la fallecida señora Coordinadora Democrática—ver La torta, 11 de octubre de 2012, para una comparación de su dotación genética—, dije el 19 de agosto de 2004 tras el fracaso revocatorio: «Si tuviéramos, Dios no lo permita, un pariente con tan grave dolencia que ameritara la atención de toda una junta médica; si este cuerpo de facultativos intentase primero una cierta terapéutica y con ella provoca a nuestro familiar un paro cardiaco; si a continuación prescribe un segundo tratamiento que le causa una crisis renal aguda; si, finalmente, aplica aún una tercera prescripción que desencadena en nuestro deudo un accidente cerebro-vascular, con toda seguridad no le querremos más como médicos. Y ésta es la estructura del problema con la Coordinadora Democrática. La constelación que se formó alrededor de ella, no sin méritos que hemos reconocido, nos llevó primero a la tragedia de abril de 2002, luego a la sangría suicida del paro, finalmente a la enervante derrota del revocatorio. (Para no agregar al inventario una nutrida colección de derrotas menores). No hay vuelta de hoja. No podemos atender más nunca a esa dirigencia». (Bofetada terapéutica). Nadie hizo caso; más de uno procedió a condenarme.

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Y para quien pudiera pensar que sólo critico, cotéjese ¿Qué se debe hacer? (I), ¿Qué se debe hacer? (II) y ¿Qué se debe hacer? (y III). Y no se trata de afán destructivo; así concluí Política natural (19 de marzo de 2009): «Una cierta forma de hacer política—reptiliana: agresiva, territorial, ritual, jerárquica—está muriendo ante nuestros ojos. (¿Cómo puede ser uno territorial en Internet? ¿Quién es su jefe?) El anacrónico experimento de Chávez representa los últimos estertores de una política vieja que agoniza. Es la política del poder, que él lleva a su exacerbación; es la autodefinición política sobre un eje izquierda-derecha que ya no existe, a pesar del último pataleo de Bernard Henri-Lévy. (Left in Dark Times, 2008). Pero es la muerte de gigantes, sin los que nunca hubiéramos divisado la tierra prometida. Como tales ¿por qué tendrían que sentirse mal por haber sido enormes e indispensables? Ellos construyeron las posibilidades que hoy tenemos. No se justifica entonces que entorpezcan el progreso, pretendiendo que lo que hacen, cada vez de eficacia menor, es lo único posible. Nos deben la libertad de crear, como ellos mismos en su momento lo hicieron, una cosa distinta».

LEA

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