A Melquíades Pulido García
La peña política más longeva de Caracas tiene como anfitrión al Ing. Luis Ugueto Arismendi, exMinistro de Hacienda del gobierno de Luis Herrera Campíns. Antes de los trancazos del novísimo arsenal táctico de la Mesa de la Unidad Democrática, se reunía los lunes; de hecho, era su nombre más o menos formal la «Peña de los Lunes». El lunes 16 de febrero de 2009 se reunió para una evaluación post mortem del referendo que autorizó la reelección indefinida de autoridades electivas, que interesaba particularmente a Hugo Chávez Frías. Al lunes siguiente, 23 de febrero, volvió a reunirse, y en esa nueva oportunidad tomó la palabra Eduardo Fernández para declarar: «Con estos partidos [los de la MUD] no vamos p’al baile. Tenemos que crear una nueva organización». («…no es que criticaba a los partidos sino que los desahuciaba, y entonces, según él mismo, denigraba de la democracia como sistema». Hijo de gato («tigre») caza ratón, 13 de junio de 2016).
Admito que al escuchar tales palabras quedé atónito; ésa era mi tesis explícita desde febrero de 1985, y por aquella lejana fecha Fernández se le oponía bautizándola de «conspiración satánica».
Por esos días [junio de 1985] publicó Eduardo Fernández un artículo que llamó “La conspiración satánica”, haciendo uso de la frase de Caldera de hacía unos meses. En este artículo, publicado en el diario El Nacional, Eduardo hacía una especie de retrato hablado de los “conspiradores”, advirtiendo contra quienes osaran cuestionar a los partidos, puesto que criticar a los partidos equivaldría automáticamente a denigrar de la democracia como sistema. No hacía más, pues, que repetir la falacia de la identificación de partidos concretos con democracia. (Comentario en Krisis: Memorias prematuras).
Tardé, pues, uno o dos días antes de llamarlo para preguntar: «¿Estás hablando en serio?» Siendo su respuesta decididamente afirmativa le dije: «Bueno, yo tengo un proyecto concreto. ¿Quieres que vaya a presentártelo?» De nuevo la respuesta fue un sí que pareció rotundo, y pocos días después estábamos en su oficina, donde monté en su computador personal una presentación del esquema actualizado de un proyecto desatendido, al que se le había negado apoyo veinticuatro años atrás. Una vez más pregunté si le parecía que lo que le presentaba pudiera funcionar; una vez más asintió. Entonces propuse reunir un grupo más amplio al que pudiera explicarse los conceptos de la cosa, lo que ocurrió en los predios de IFEDEC (que él preside) unas cuantas semanas después. La sesión matutina al efecto tenía dos partes, y Fernández se levantó excusándose y se ausentó al concluir la primera. Esa misma tarde supe por uno de los asistentes que un importante funcionario de IFEDEC le había dicho que lo que yo proponía tampoco «iba p’al baile». Meses después me enteré de que Eduardo Fernández procuraba constituir una «nueva» asociación política con las caras «nuevas» de Lewis Pérez y Luis Miquilena. (En su campaña de 1988, insistía en una «democracia nueva», con énfasis de voz en el adjetivo).
Pero antes de que supiera de esa tercera o cuarta muerte del proyecto de 1985, expuse en la Peña de los Lunes cómo creía yo que marchaba la cosa. Allí dije en la introducción: «Es ante este panorama que quienes se propongan actuar políticamente, para proporcionar al país tratamientos eficaces a sus problemas públicos principales y superar tan pernicioso proceso, deben reunir la claridad e inteligencia necesarias a una doble tarea: la superposición de un nuevo discurso y una nueva gramática política a través de una especie diferente de organización política y voces frescas, y la contención de la agresividad gubernamental cotidiana mientras lo primero se completa. Si bien la solución de fondo, la salida estratégica a plazo duradero es el establecimiento de la nueva organización mencionada, no puede ser soslayado que la Nación requiere una oposición eficaz de todos los días, la gestión táctica de la batalla cotidiana con mejores instrumentos y configuraciones». He aquí lo que ese día reporté sobre el tema de la nueva organización:
La necesidad estratégica:
Por debajo del proceso oncológico de la dominación chavista, hay una condición patológica que lo precede y lo permitió: una insuficiencia política crónica (al menos desde 1984) y grave causada por la esclerosis paradigmática del liderazgo político convencional. El paradigma político prevaleciente es todavía el que entiende la política como lucha por el poder, desde un partido que no puede entenderse sino ubicado en algún punto del intervalo definido por los polos de extrema izquierda y derecha extrema. El chavismo es la exacerbación de ese concepto: la práctica de la Realpolitik hasta sus últimas consecuencias desde un izquierdismo infeliz, extremo y sin destino.
Tal paradigma puede ser sustituido, como comienza en la práctica a ocurrir aun antes de que las elaboraciones teóricas parezcan existir. Es desarrollo conceptual fundamentalmente venezolano que el nuevo paradigma político, que sustituirá al prevaleciente, es de carácter clínico, y su aceptación está a punto, pues se percibe con claridad una reciente y creciente emergencia de su postulado fundamental y sencillo: que la Política sólo cobra sentido como el oficio de resolver los problemas de carácter público.
Pero la expresión efectiva de un paradigma político se lleva a cabo mediante el vehículo de una organización que lo practique y difunda. Es la construcción de una organización que porte y difunda ese paradigma la tarea política más importante del nivel estratégico.
En la actualidad, se inicia en el IFEDEC, en labor de ingeniería genética, el desarrollo de una opción para la organización requerida. Las siguientes son las hipótesis fundamentales que guían este desarrollo:
1. La organización no es un partido político convencional definido por una ideología, ni nace para oponerse o desplazar a los partidos. Se rige por una metodología y pueden pertenecer a ella miembros de partidos.
2. La organización no lo es de organizaciones, sino de ciudadanos.
3. La organización no se define como instrumento de la “comunidad opositora”, y su apelación universal pretende ayudar a subsanar el problema de un país dividido.
4. La misión fundamental de la organización es la de elevar la cultura política de la ciudadanía en general, y la de formar a personas con vocación pública en el arte de resolver problemas de carácter público, esto es, en Política.
5. La organización establecerá una unidad de desarrollo de políticas públicas, a ser sometidas a la consulta más amplia posible.
6. La organización facilitará la emergencia de actores idóneos para el ejercicio de las funciones públicas.
7. La organización será establecida inicialmente en los espacios de Internet. El país contaba con 7.167.000 internautas a fines de 2008 (desde el nivel de 5.500.000 a comienzos de año), de los que más del 60% se ubican en las clases D y E. El 90% de esta población usa conexión de banda ancha.
8. La organización deberá estar en condiciones operativas en un plazo no mayor de seis meses desde ahora, a tiempo para incidir determinantemente en las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional.
Mientras progresa el desarrollo de esta opción organizativa, el IFEDEC ofrecerá talleres para explicar con más detalle el concepto y su estado de elaboración.
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Pero también hablé del problema de la contención del gobierno, un tema que ante el mismo auditorio había introducido con antelación de una década:
Mucho antes, en abril de 1999, planteé a la Peña de Luis Ugueto Arismendi, y luego hasta la saciedad en otros sitios y escritos, que la oposición por negación de Chávez no funcionaría, que uno no negaba un fenómeno telúrico que tuviera ante los ojos, que no se negaba la existencia del Caroní, que la oposición eficaz debía proceder, en un nivel inmediato, por contención—“El problema de Chávez (…) es también, y muy importantemente, uno de contenerle. Urge encontrar el modo de tomarle la zurda muñeca que empuñará la llave inglesa y dificultarle el opresivo giro con el que querrá expandir su totalitaria y quirúrgica manera de gobernar”. (Bofetada terapéutica, 19 de agosto de 2004)—, pero más profundamente por superposición.
El 20 de julio de 2009 planteé a los asistentes a la peña lo siguiente:
La gestión de la batalla cotidiana:
La contención del avasallamiento oficialista es posible, y en más de una ocasión se ha revelado como eficaz. Hoy más que nunca, cuando el gobierno busca reducir a la impotencia los mandatarios estadales y locales que no le obedecen, y vulnerar o eliminar de un todo a importantes centros de poder económico, es preciso organizarse para esa contención. Dicho de otro modo, esta contención necesita un aparato especializado. Quienes asignan recursos financieros o comunicacionales deben propiciar su establecimiento y facilitar su acatamiento por actores autónomos.
Es este aparato el cliente necesario de una instancia que ha venido siendo propuesta con insistencia: la de una “sala situacional”. En verdad, conviene a un aparato de contención el auxilio de una función que recabe inteligencia, en posible anticipación de los movimientos del gobierno.
El aparato de contención debe responder a la guía de un jefe único. Al independizarse trece colonias del dominio de Jorge III de Inglaterra, no se produjo el nombramiento de trece generales en jefe, sino el de uno solo: Jorge Washington. Lo mismo debe hacerse en Venezuela ahora. La solución no es una instancia suprema colegiada, como se probó ya con poco éxito en tiempos de la Coordinadora Democrática. Al jefe del aparato deberá darse autoridad y recursos para que establezca el estado mayor y las unidades funcionales que hagan falta. Deberá ser persona inteligente y experimentada, que comprenda la verdadera naturaleza de la guerra y no sea meramente algún fanfarrón que sólo atine a predicar valentías radicales e inviables con envoltura moralista.
Esta jefatura no guarda relación alguna con una candidatura presidencial, y quien la ejerza no deberá pretender que ésta se desprende de su trabajo. Eisenhower fue candidato ocho años después que concluyera la guerra que su jefatura militar ganara en Europa, y su mando se rodeó de discreción. Patton, que estaba bajo su mando, y MacArthur que operaba en el Pacífico, hasta Marshall en su momento, tuvieron más exposición pública que Eisenhower.
El aparato no debe exigir a gobernadores y alcaldes de oposición su participación en la lucha. Éstos deben en principio restringirse al cumplimiento de las funciones para las que fueron electos, y a la defensa de sus administrados y sus atribuciones, en ocasiones federados con colegas amenazados. Si el oficialismo abusa de los cargos que acumula involucrándolos en el combate partidista, no debe reproducirse esa conducta de este lado. El aparato puede y debe, eso sí, facilitar información a los gobernadores y alcaldes de oposición y defenderles.
El aparato de contención hará bien en alejarse del protocolo de acusación ritual que cada día añade unas cuantas páginas al prontuario del régimen, sin atinar a refutarlo. El trabajo de fondo es el esbozado en la sección anterior: superponer al discurso chavista uno de nivel superior, capaz de extinguirlo. Pero mientras eso está disponible, es preciso construir refutaciones.
Un método para producir metódicamente las refutaciones necesarias es la de marcación individualizada sobre cada funcionario o vocero importante del gobierno, incluyendo, por supuesto, al propio presidente Chávez. “Los dispositivos de defensa en la práctica del fútbol adoptan básicamente una de dos configuraciones: la llamada marcación o defensa de zonas, por la que se asigna a cada jugador la responsabilidad de cubrir un determinado territorio del campo de juego, o la usualmente más eficaz marcación de hombre por hombre… En el fragor de la presente lucha política nacional pareciera que los opositores al gobierno han optado por una marcación de zona. Todo el mundo se mete con todo el mundo… Tal vez valga la pena intentar ahora una marcación hombre a hombre”. (Carta Semanal #77 de doctorpolítico, 11 de marzo de 2004).
Es claro que la labor de contención no se limita a la refutación del discurso oficial, y que debe incluir operaciones de otra naturaleza, incluyendo publicaciones, emisiones radiales y televisadas, protestas y otras acciones de calle, así como presiones sobre las instituciones públicas—a pesar de su obsecuencia—y comunicaciones e interacciones con actores internacionales.
Creo que unas cuantas de las prescripciones recomendadas hace ocho años en la Quinta Matabel aún no alcanzan su fecha de vencimiento. LEA
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Nota final: Nunca me pensé en el papel de Washington. Las notas de mi exposición ante la Peña de los Lunes del 20 de julio de 2009 incluían estas apostillas:
1. Es ya de cultura general la útil fórmula 80-20 de una “distribución de Pareto”: en términos gruesos, que usualmente el 20% de los factores produce el 80% de los resultados. A pesar de que la labor de construcción de una organización política, de código genético distinto del de un partido convencional, es la avenida estratégica de mayor profundidad, ineludible para la superación del actual y muy preocupante estado de cosas, y a pesar de que el suscrito está involucrado precisamente en esta tarea, es su recomendación que el 80% de los recursos obtenibles sea dedicado a la labor inmediata de contención. La tarea estratégica debe asumirse desde una compacta estructura de costos, informatizada, ágil, hasta que en operación normal pueda captar sus recursos de la Red. El 20% del “diezmo” debiera serle más que suficiente. Aprovecho aquí para ofrecerme como soldado para misiones que el jefe del aparato estime que pueda realizar. Esto es, por más que quiera trabajar en el largo plazo, estoy dispuesto a labores de contención en lo que sirva.
2. Melquíades Pulido escribió hace poco a alguien: “Continuamos en la búsqueda de la letra de la ‘tesis política’.” A continuación añadió: “Esperemos que surjan los cantantes. La ventaja tuya es que puedes ser un cantautor”. Y es éste un concepto atinadísimo. No existe el programa de gobierno del Partido Republicano, como no existe el del partido Demócrata. Existen y existieron las plataformas de McCain y Reagan, las de Clinton y Obama. Las tesis políticas vienen encarnadas, por lo que es probablemente ilusorio componer la canción y su letra en un laboratorio para que luego cantantes que no la hicieron la interpreten. Si desplazamos el esfuerzo de un diseño consensual de la tesis, para buscar figuras concretas (cantautores) que de una vez traigan algo en la bola, resolveremos de un golpe el tema de la tesis y al mismo tiempo el “problema de la contrafigura” (You can’t fight somebody with nobody).
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