El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbio, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.
Rubén Darío – Los motivos del lobo
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Nada más distinto a un lobo que Víctor Wolf Petzall, pues tenía corazón de lis, alma de querube y lengua celestial. Si hubo en la tierra alguien bondadoso alguna vez, ése fue Víctor. A él le debo ayuda personal discreta y generosa en momentos de privación, pero también guía y apoyo profesional en los dos territorios corporativos que compartimos: Corimón y PDVSA.
Lo conocí a comienzos de 1963; poco después del estreno de Matar un ruiseñor, la maravillosa adaptación al cine de la novela de Harper Lee que nos enseñó la sustancia del racismo estadounidense. Víctor condujo un cineforo sobre la película en Monteávila, la segunda sede del Opus Dei en Venezuela. (Él y su esposa Cecily eran supernumerarios de «la Obra»). Mi entusiasmo me impulsó a acompañarlo en una segunda sesión similar, en esta ocasión en el Colegio San José de Tarbes en El Paraíso ante un auditorio repleto.
Tres o cuatro años pasaron hasta que lo encontrase de nuevo; Víctor era geólogo de profesión y trabajaba para la Creole Petroleum Corporation, pero por su espíritu cívico se involucraba en proyectos de la Fundación Creole en la época dorada de la actividad social de la libre empresa en Venezuela, los años sesenta. Entonces consolidamos la amistad. A fines de 1974 fue contratado en la Corporación Industrial Montana (Corimón) para aprovechar su experiencia gerencial y su ciencia, pero también su rectitud, lo que era no menos importante para esa empresa. Víctor (o Wolf, como le decíamos indistintamente), era una brújula ética infalible. De allí lo sacó Humberto Calderón Berti para llevarlo al Directorio de Petróleos de Venezuela en calidad de Segundo Vicepresidente, y en ese cargo su inteligencia y su bonhomía potenciaron su utilidad al país. Una vez jubilado, me recibía en su casa para escuchar de mis andanzas y, puedo decir con orgullo, para aprobarlas (más bien, sentía yo, para bendecirlas).
Wolf, viudo, ha muerto anteayer de madrugada. Es sólo que un gigante se ha ido a descansar entre los santos, pero estoy un poco triste. LEA
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Mis sentidas palabras de condolencias, QEPD.
Gracias, las aprecio.