Padre e hijo

«Tigre» y tigrito mano gorda

Hace más de un año hice una advertencia a Pedro Pablo Fernández de que publicaría lo que sigue, y éste no ha hecho caso de ella. Creo que le he dado tiempo suficiente. Procedo. LEA

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Como es mi costumbre, por creerlo deber elemental envié a Eduardo y Pedro Pablo Fernández avisos y enlaces de Un reconocimiento mezquino, el resuello por la herida de Fernández padre por la falta de apoyo de Rafael Caldera en 1988, y de Hijo de gato («tigre»)… nota del hijo que promueve la receta de un «gobierno de unidad nacional».

Seguramente el primero no había leído la crítica que le dediqué al escribirme: «No entiendo por qué te parece mezquino. La mayoría de los comentarios que he recibido lo califican más bien de muy generoso. Yo lo considero ‘justo’, por eso lo escribí». A eso repuse: «Es clarísimo por qué llamo así a un artículo que resalta por repetición (tres veces destacas) ‘la parte impura que cabe en el alma de los grandes’. Esa insistencia desvaloriza mucho los elogios. Es inelegante, por decir lo menos». Allí se detuvo el intercambio.

Pero su hijo sí había leído completa mi evaluación de su pieza y me envió una reacción más extensa; la copio de seguidas y luego mi réplica inmediata. LEA

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(De Pedro Pablo Fernández para el suscrito)

Es natural que tengamos diferencias, pero hay varias cosas en tu escrito que denotan mala fe.

Hay un evento infortunado y es el hecho de que por un error humano EF manda mi artículo. Tu que recibes todos mis artículos te habrás dado cuenta de que los mando yo mismo. Ese error sirvió para que pudieras ridiculizarlo identificando al papito con su hijito.

Tú dices: “Ahora esgrime P. P. otra vez una tesis paterna: “Un gobierno de Unidad Nacional es la mejor apuesta que podemos hacer todos”. Naturalmente, siempre y cuando lo presida su progenitor, el papá de P. P.”

Yo quiero que tu me digas en que parte del escrito yo sugiero algo que tenga que ver con EF. Es un comentario sin sentido que solo se puede explicar en la mala fe.

Escribes mas adelante: “¿No es Fernández el joven el director de una película que “domina el desenlace de la trama y escoge un final feliz” para él y su padre?”

En ninguna parte de mi escrito hay si quiera una sugerencia de trama, ni una especulación sobre cómo puede ser el final. La trama y el final feliz es pura especulación tuya.

La crítica a los partidos fue más que merecida y sigue siéndolo. Los partidos se prostituyeron, se pragmatizaron y se convirtieron en asociaciones para alcanzar el poder. Yo no solo creo eso, he escrito varios artículos afirmándolo. Los considero responsables de una cultura populista que malbarató una formidable renta petrolera. La campaña sistemática contra el sistema es otra cosa.

La extraordinaria novela “Por estas calles” se convirtió en un instrumento al servicio de objetivos políticos concretos. Es bueno leer la entrevista que le hace Marta Rivero a Ibsen Martínez, que aparece en el libro “La rebelión de los náufragos”, para darse cuenta de hasta qué punto se utilizó con fines muy personales.

Yo siempre he tenido el mejor concepto de ti, de tu capacidad intelectual, de tu profundidad y de tu cultura. Este artículo tuyo es una decepción. No porque te metas conmigo sin necesidad, sino por la falta de honestidad. Pones en boca mía cosas que no dije y presupones posiciones sin tener ningún elemento que confirme tus hipótesis. Leíste ese artículo desde una posición completamente prejuiciada.

El artículo que escribí iba dirigido a hacer una reflexión que tiene que ver con cosas que tú y yo compartimos. Dedicarte a descalificar y a ridiculizar al que lo escribió y a su papá no creo que contribuya en nada.

Yo no soy para nada susceptible a las críticas, todo lo contrario. La forma como me ha afectado tu artículo me produce una molestia enorme más conmigo que contigo.

Yo acabo de leer el artículo de nuevo. Si tú tienes la honestidad de volverlo a leer te darás cuenta de que tus comentarios no responden para nada a lo que el artículo dice.

Esta carta que te mando es un desahogo y probablemente una estupidez al mismo tiempo.

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(Mi respuesta)

Pedro Pablo: la Política no será algo serio si sus practicantes actúan con base en conjeturas sin fundamento. No te consta en absoluto que mi motivación haya sido la mala fe. (DRAE: 1. f. Doblez, alevosía. 2. f. Der. Malicia o temeridad con que se hace algo o se posee o detenta algún bien). No penetras ni mi corazón ni mi mente, y por tanto no tienes derecho a postular la existencia en mí de tan feo e inferior motivo. Se trata de algo que me es enteramente desconocido; jamás en mi vida he actuado de mala fe.

Por supuesto que un cierto estado emocional tiñó la redacción de mi artículo: el desagrado. Primero, hacia la excusa de una tal “campaña antipolítica para destruir a los partidos, con Marcel Granier a la cabeza, pensando que iban a ser ellos los llamados a salvar a la patria a la caída del sistema”. He argumentado suficientemente, en el texto que explicablemente te ha caído mal, acerca de la inadecuación de ese pretexto, y ahora traes una evaluación que contradice sus implicaciones, al escribirme “La crítica a los partidos fue más que merecida y sigue siéndolo”.

El autor de Más y mejor democracia

El autor de Más y mejor democracia

Granier ha luchado más que muchos contra Chávez, y con costos superiores, como para que se ponga, en palabras tuyas, que esa “campaña antipolítica para destruir a los partidos” no imaginó que “el llamado sería el Teniente Coronel nacido en Sabaneta”. Discrepo de varias cosas sostenidas por Granier, pero él tenía todo el derecho de hacer su propia política, objetivo límpidamente patente en sus libros a partir de 1984. Que buscara sus legítimos objetivos fuera de los partidos actuantes no es lo mismo que hacer “antipolítica”, que fue lo que sugeriste y lo que tu padre argumentó en 1985: “que criticar a los partidos equivaldría automáticamente a denigrar de la democracia como sistema” (como registré en mi primer libro, en el que añadí a continuación: “No hacía más, pues, que repetir la falacia de la identificación de partidos concretos con democracia”). Jamás hizo Granier «campaña sistemática contra el sistema»; por lo contrario, predicó «más y mejor democracia», concepto que tu padre repite por estos días a cada rato sin atribuirlo a Marcel, así ganando indulgencias con escapulario ajeno.

Como dijera Newton, hypotheses non fingo; tampoco penetro yo tus neuronas para saber si eso de “campaña política para destruir a los partidos, con Marcel Granier a la cabeza” procede de una mala fe de tu parte. Pero no es verdad que lo político sea únicamente lo que hacen ciertos partidos específicos y nadie más. Poco antes de La conspiración satánica (Eduardo Fernández), yo escribía (febrero de 1985):

Intervenir la sociedad con la intención de moldearla in­volucra una responsabilidad bastante grande, una responsa­bilidad muy grave. Por tal razón, ¿qué justificaría la constitución de una nueva asociación política en Venezuela? ¿Qué la justificaría en cualquier parte? Una insuficiencia de los actores políticos tradicionales sería parte de la justificación si esos actores estuvieran incapacitados para cambiar lo que es necesario cambiar. Y que ésta es la situación de los actores políticos tradicio­nales es justamente la afirmación que hacemos. Y no es que descalifiquemos a los actores políticos tra­dicionales porque supongamos que en ellos se encuentre una mayor cantidad de malicia que lo que sería dado esperar en agrupaciones humanas normales. Los descalificamos porque nos hemos convencido de su in­capacidad de comprender los procesos políticos de un modo que no sea a través de conceptos y significados altamente inexactos. Los desautorizamos, entonces, porque nos hemos convencido de su incapacidad para diseñar cursos de acción que resuelvan problemas realmente cruciales. El espacio in­telectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los ver­daderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. Así lo revela el análisis de las proposiciones que surgen de los actores políticos tradicionales como supuestas soluciones a la crítica situación nacional, situación a la vez penosa y peligrosa. Pero junto con esa insuficiencia en la conceptualización de lo político debe anotarse un total divorcio entre lo que es el adiestramiento típico de los líderes políticos y lo que serían las capacidades necesarias para el manejo de los asuntos públicos. Por esto, no solamente se trata de enten­der la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experien­cias y conocimientos distintos. Las organizaciones políticas que operan en el país no son canales que permitan la emergencia de los nuevos actores que se requieren. Por lo contrario, su dinámica ejerce un efecto deformante sobre la persona política, hasta el punto de imponerle una inercia conceptual, técnica y actitudinal que le hacen incompetente políticamente. Hasta ahora, por supuesto, el país no ha conocido opciones diferentes, pero, como bien sabemos, aún en esas condiciones los registros de opinión pública han detectado grandes desplazamientos en la valoración popular de los actores políticos tradicionales, la que es cada vez más negativa.

Además de lo que por la época hiciera Granier, quizás esas palabras, que él conocía, estuvieran en la mente de tu padre cuando escribió su deplorable artículo. No sé; hypotheses non fingo. Insisto, entonces añadía: “…el país no ha conocido opciones diferentes, pero, como bien sabemos, aún en esas condiciones los registros de opinión pública han detectado grandes desplazamientos en la valoración popular de los actores políticos tradicionales, la que es cada vez más negativa”. Tal estado de opinión era independiente de lo que gente como Granier o yo escribiéramos, aunque él influía mucho más que yo en esa opinión, en virtud de su poder comunicacional.

Lo que ahora me dices—“La crítica a los partidos fue más que merecida y sigue siéndolo”—es bien distinto de lo que escribiste, y sigue siendo verdad esto que puse: «Es realmente irónico que quienes fueron los principalísimos responsables de la llegada de Hugo Chávez Frías a Miraflores quieran cargar la culpa a los que se preocuparon de advertir a tiempo la necesidad de corrección, que pretendan pasar factura a Ibsen Martínez y RCTV por la transmisión de un registro de la realidad: la magnífica telenovela Por estas calles».

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Para reivindicar a CAP

Para reivindicar a CAP

Mirtha Rivero, que yo sepa, no posee el don de infalibilidad cuando habla ex cathedra de política y costumbres. Todo su libro es un intento por reivindicar a Carlos Andrés Pérez; así lo admite tácitamente al publicarlo con prólogo de Alonso Moleiro, que certifica: “…comienza a emerger una corriente de pensamiento que aspira a restituir los méritos al primer Presidente reelecto por el voto popular en la historia venezolana. El volumen que tiene usted en sus manos no es el primero que apunta en esa dirección, pero seguramente es uno de sus intentos más acabados (…) un libro como La rebelión de los náufragos se entrega a la causa de la reivindicación…” Y en la Carta Semanal #350 de doctorpolítico (25 de septiembre de 2009) me ocupé de asentar: “La verdad es que los partidos venezolanos, especialmente Acción Democrática y COPEI, que alternaron en el poder suministrando seis personalidades para ejercer ocho presidencias entre 1959 y 1999, no necesitaron ayuda para deteriorarse ante la opinión pública, no necesitaban que Ibsen Martínez expusiera sus defectos en una telenovela que fue posible porque copió de la realidad política, a pesar de que recientemente él haya llegado a pensar que se le fue la mano y se sienta, sin motivo, culpable de la venida de Hugo Chávez por haber atizado la antipolítica”. (¿Necesito repetir que Por estas calles inició sus transmisiones cuatro meses después del 4F?)

Pero si la tomáramos como oráculo infalible, habría que admitir la verdad de lo siguiente:

La incorporación de Copei al gobierno [de Pérez] tampoco fue tarea fácil. Casi inmediatamente después del golpe se había planteado el tema, e inclusive a finales de febrero el ex presidente Luis Herrera Campins llegó a sugerirlo, pero en los copeyanos había demasiado rechazo a participar, y cuando por fin decidieron incorporarse al gobierno lo hicieron a regañadientes. Aunque Eduardo Fernández, como secretario general de su partido, afirmó ese día que el país estaba por encima de las diferencias, en la votación que hizo el Comité Nacional de Copei para decidir el asunto, casi todos los organismos funcionales votaron en contra, y muchos dirigentes hablaron muy mal del futuro de un gobierno «de unidad nacional», como preferían llamarlo los socialcristianos en sus comunicados oficiales. (Pág. 263 de La rebelión de los náufragos).

No es de ahora la inclinación de tu padre hacia los gobiernos «de unidad nacional».

Y también dice Rivero lo siguiente (pág. 261): «Eduardo Fernández reiteró su llamado a una Asamblea Constituyente…» La única vez que tu padre me hablara airadamente fue en el acto inaugural de la Fundación Venezuela Positiva (1995), en lo que fue el auditorio del Banco Consolidado; me reclamó muy molesto porque yo había resaltado que él se había sumado a la causa constituyente en declaraciones que diera en Valencia después de la intentona de Chávez y me dijo que tal cosa no era verdad. Claro, no le convenía que se ventilara tal contradicción de su habitual prédica contraria.

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No me chupo el dedo, Pedro Pablo. Tengo motivos, históricos y biográficos, para suponer que tu padre cree que puede, y aspira con todo derecho como puse hace ocho días en Un reconocimiento mezquino—sobre reciente artículo suyo acerca de Caldera—a presidir un “gobierno de unidad nacional”, que es la “salida muy sencilla” que postulas en tu artículo. Lo vi muy satisfecho en reciente entrevista que le hiciera Pedro Penzini López por Globovisión, en la que precisamente eso fue claramente planteado sin negación del entrevistado. Fue algo muy diferente a su respuesta en la entrevista que mencioné al final, cuando contestó, según la nota de Noticias 24: “Al ser consultado sobre la posibilidad de poner a la orden su nombre para ser considerado un posible candidato a la presidencia, Fernández no dudó en responder: ‘Mi reacción inicial sería decir que no, pues no estoy seguro que mi nombre sirva’. No obstante, manifestó su disposición para promover el consenso”. [Negritas de Noticias 24; nótese lo de reacción «inicial». Es decir, a lo mejor después diría que sí]. Una vez más, no hago hipótesis, pero sí puedo imaginar, porque no me chupo el dedo, que padre e hijo han hablado muchas veces de esa posibilidad. ¿Querrás negarlo?

No tiene nada que ver el “error” de la procedencia del correo que recibí (con tu artículo) mi reacción al mismo; habría sido idéntica si lo hubiera recibido de tu parte.

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La pregunta que pongo al cierre—¿No es Fernández el joven el director de una película que “domina el desenlace de la trama y escoge un final feliz” para él y su padre?está enteramente justificada; tú escribiste, refiriéndote a los que “ridiculizas” porque plantean “salidas muy sencillas” (no mucho más sencillas que “un gobierno de unidad nacional”): “Actúan como que fueran los directores de una película que dominan el desenlace de la trama y escogen el final feliz”. No he hecho otra cosa que aplicar a tu muy sencilla salida tu propia analogía. Me has reclamado así: «quiero que tu me digas en que parte del escrito yo sugiero algo que tenga que ver con EF». No es necesario; hay algo que se llama subtexto: «El subtexto o matiz es el contenido de una obra que no se anuncia de manera expresa por los personajes (o por el autor), pero está ‘implícito’ o se convierte en algo comprensible para el observador a través del desarrollo de la misma. (…) El subtexto es el contenido que no se enuncia en un texto, pero que se expresa por medio del comportamiento del personaje a través, por ejemplo, del ocultamiento y los sobreentendidos». (Wikipedia en Español).

Si me atreviera, como tú lo haces conmigo, a psicologizar tu reacción, diría que he metido el dedo en la llaga, que he tocado un punto sensible.

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Rechazo de plano estas palabras: “Este artículo tuyo es una decepción. No porque te metas conmigo sin necesidad, sino por la falta de honestidad. Pones en boca mía cosas que no dije y presupones posiciones sin tener ningún elemento que confirme tus hipótesis. Leíste ese artículo desde una posición completamente prejuiciada”. Pues no, Pedro Pablo, leí tu artículo desde una posición suficientemente informada y puse en tu boca lo que tú mismo dijiste. ¿Tienes tú elementos que confirmen tu hipótesis de que era la intención de Granier «destruir a los partidos»? ¿Es que cuando se trata de tus propias conjeturas es obligatorio aceptarlas como verdades incontrovertibles? Atribuirme falta de honestidad es un irrespeto y una ofensa que no te admito. Espero que tengas el valor viril de retirar esa injusta acusación y ofrecerme tus disculpas. De lo contrario, me veré impelido a publicar nuestra correspondencia en mi blog, un espacio público. Tú verás.

Luis Enrique Alcalá

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En artículo posterior (Últimas Noticias, 15 de junio de 2016), Pedro Pablo Fernández escribe ya sin careta: «Apoyar e impulsar al gobierno para que profundice las medidas que viene tomando es lo mejor que podemos hacer en beneficio del país, del gobierno, y sobre todo, en beneficio de los que pretenden sucederlo, porque las medidas que no se tomen hoy se tendrán que tomar mañana a un costo político mayor». ¿Querrá decir, por ejemplo, apoyar, impulsar y profundizar los CLAP?

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