Actualizado con video al final

Mecanismo del Colt AR15 (600 tiros por minuto), una de las 23 armas usadas por Stephen Paddock en Las Vegas

 

A Marilén Alezones

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Clinton Richard Dawkins se dedica a la biología evolutiva y la etología y es un ateo declarado. De nacionalidad británica, nacido en Nairobi, Kenya, introdujo el concepto de “meme” como analogía genética en su libro The Selfish Gene (El gen egoísta, 1976), y lo define como una “unidad de información cultural” que una mente transmite a otra verbalmente o por otra demostración. Tal vez por eso el espacio de Twitter, donde puede ser tan imprudente como Donald Trump en mensajes fugaces como un disparo, le sea muy conveniente; The Washington Times y otros medios reprodujeron dos de los que descargase ayer (simulando la pronunciación sureña):

Durn tootin’, great shootin’. Cool dude sertin’ he’s 2nd Mendment rahts. Hell yeah! — Every country has its psychopaths. In US they have guns.

Los últimos memes de Dawkins aluden, naturalmente, a la masacre en Las Vegas (59 muertes y 527 heridos reportados) del domingo 1º de octubre, la más reciente de las muchas escenificadas en los Estados Unidos, que tercamente mantienen el derecho constitucionalmente establecido para cada uno de sus ciudadanos de poseer y portar armas de fuego. El tema ha sido tratado varias veces en este blog; por ejemplo, el 10 de enero de 2011 (By the time I get to Tucson), en momentos cuando Gabrielle Giffords, Representante de Arizona en la Cámara Baja del Congreso de los Estados Unidos, yacía en coma provocado por una bala que penetrara su cráneo en la sala de cuidados intensivos del Centro Médico de la Universidad de Arizona, en Tucson. Sarah Palin era entonces candidata a la Vicepresidencia de los Estados Unidos:

Palin, entusiasta de las armas de fuego y la cacería de grandes animales, emplea regularmente un léxico incendiario. Para animar a sus partidarios les aconseja, por ejemplo: «No se retiren; recarguen». (Do not retreat; reload). En la oportunidad de las recientes elecciones legislativas, Palin señaló por nombre y apellido a veinte representantes demócratas, cuyos circuitos destacó en un mapa—sólo retirado este fin de semana, después de la balacera en Tucson—bajo el símbolo de mira de un arma de fuego, como blancos que debían ser obliterados. Uno de los blancos marcados era Gabrielle Giffords quien, sintiéndose amenazada, comentó: «Estamos en la lista de blancos de Sarah Palin. Pero el asunto es que la forma en que ella la exhibe tiene la cruz en la mira de un arma de fuego sobre nuestro distrito. Cuando la gente hace eso, tiene que darse cuenta de que tiene consecuencias”. Tenía razón; en su caso, las consecuencias fueron la herida en su cabeza y el insulto a su cerebro.

Más adelante en esa entrada, se argumentó así:

Gente como Sarah Palin, John Wayne, Barry Goldwater, Mel Gibson (que aparentemente golpea mujeres), pero también el ocasional izquierdista, como Michael Moore, es la que provee la mayor parte de los cuatro millones de miembros de la National Rifle Association (NRA) el más influyente de los lobbies en los Estados Unidos. La misión principal de esta asociación es la defensa de la Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que en la interpretación estándar sostiene el derecho de todo estadounidense a portar armas de fuego.

Este lobby es tan poderoso que ha impedido lo que obviamente es la lectura correcta de la mentada enmienda. En 1791, al ser ratificada, los Estados Unidos eran una nación recién nacida, cuya independencia fue conseguida en guerra que duró de 1775 a 1783, cuando el Ejército Continental que Jorge Washington dirigiera, y que de todos modos debió ser complementado por milicias locales, fue desbandado. Era, pues, la doctrina militar de la incipiente nación que esas milicias eran, como lo justifica la letra de la enmienda, necesarias para su seguridad.

Hace mucho que cualquiera milicia de alguno de los estados de esa unión, considerablemente aumentada con el tiempo, haya participado en la “defensa” de los Estados Unidos. La muy larga serie de conflictos militares en los que ese país se ha involucrado a lo largo de su historia se ha desenvuelto prácticamente toda fuera de sus fronteras, sin milicianos. El comodoro Perry que llevó la presión estadounidense al Japón del siglo XIX no comandaba milicianos, sino militares de profesión llevados tan lejos en una flota profesional. No se constituye con milicianos el Comando Aéreo Estratégico de los EEUU, ni son milicianos los tripulantes y operadores de sus buques de guerra. La premisa de la Segunda Enmienda ha desaparecido y, en consecuencia, también debiera desaparecer su corolario. Una nación racional no debe sostener como derecho de ningún ciudadano, esté o no en sus cabales, la libre adquisición y porte de armas. La Segunda Enmienda debe ser repelida. (Ya los Estados Unidos han hecho esto antes: la Décima Octava enmienda de 1919, que desató la epidemia gangsteril con la Prohibición, fue repelida por la Vigésima Primera, en 1933).

El censo de abril de 2010 reportó que los Estados Unidos tienen 308 millones de habitantes; 304 millones de ellos no son miembros de la NRA.

(La Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, adoptada el 15 de diciembre de 1791 como parte de su Estatuto de Derechos—Bill of Rights—, estableció: «Siendo necesaria a la seguridad de un Estado libre una Milicia bien regulada, no deberá infringirse el derecho del pueblo de guardar y portar Armas»).

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Hace prácticamente tres años (el 11 de octubre de 2014) se reprodujo en el programa #114 de Dr. Político en RCR partes de una conversación de Isabel Allende con Andrés Oppenheimer, quien planteara a la exitosa escritora que viviera unos años en Venezuela el tema de la cultura estadounidense de las armas; he aquí el fragmento correspondiente a ese tema:

Pero la Casa Blanca dijo ayer—por boca de Sarah Huckabee Sanders, Secretaria de Prensa—que «no era el momento» para reabrir el debate sobre control de armas; a fin de cuentas, la cosa no es epidémica sino endémica. El Washington Examiner recordó el mismo día:

Trump apoyó con fuerza los derechos a las armas durante la campaña, cuando advirtió a los votantes que Clinton buscaría quitarles sus armas si se convertía en presidente. Desató una controversia el año pasado cuando pidió a la «gente de la Segunda Enmienda» que impidiera a Clinton alcanzar el cargo e instalar jueces anti-armas, un comentario que muchos críticos interpretaron como una incitación a la violencia contra la candidata demócrata.

Quizás sea mejor esperar a otra masacre, para que el presidente del país que actúa como juez moral de otras naciones vea el problema con algo de racionalidad, si es que es capaz de tal hazaña. Que no tarde mucho; la última vez que se habló en los Estados Unidos de control de armas, a raíz de otra matanza masiva, las tiendas que las expenden debieron afrontar una demanda inusitada. LEA

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Por gentileza de Orlando Amaya, se inserta este elocuente video:

 

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