A Don Yunis Zujur Meneses, que hubiese querido cantar Au fond du temple saint con Bjoerling
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Justo entre Navidad y Año Nuevo, el Cantique de Noël compuesto por Adolphe Adam (1803-1856) es un pretexto para escuchar de nuevo la impar voz de Johan Jonatan «Jussi» Björling (1911-1960). Adam, famoso por el ballet Giselle, compuso la canción en 1847 para musicalizar los versos de Minuit, chrétiens (Medianoche, cristianos) del comerciante de vinos y poeta Placide Cappeau (1808-1877). Fuera de Francia se la conoce como Oh Holy Night o, entre nosotros, se la llama Oh Santa Noche. Acá la canta en sueco el incomparable Jussi:
Cantique de Noël
Establecida la coartada decembrina, ahora traigo arias cantadas por Björling (o Bjoerling) que no he puesto antes en este blog (en La voz de titanio, Voces de varón, Porque sí, Messa da Requiem, La música pictórica, El tío meloastroquímico, La voz de la serenidad, Ad nauseam).
La primera vez que oí la voz de Jussi fue la primera vez que escuché alguna ópera; mi tío meloastroquímico, Edgar Corothie, me sentó a escuchar a mis catorce años, y en sucesión (ambas venían en el mismo álbum de RCA Victor), Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, y Pagliacci, de Ruggiero Leoncavallo, dos óperas breves que compitieron por el gusto del público entre 1890 y 1892. A continuación canta la voz de titanio en siciliano O Lola, el preludio a la acción de la ópera de Mascagni, y luego podemos escucharla en la de Leoncavallo, en compañía de Victoria De Los Ángeles y Leonard Warren, a cargo de Un tal gioco, credetemi, Vesti la giubba y Non, Pagliaccio non son, aria esta última que lleva a la conclusión con la frase de Tonio, La commedia è finita!:
O Lola
Un tal gioco, credetemi
Vesti la giubba
No, Pagliaccio non son!
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Mario Cavaradossi estaba enamoradísimo de Floria Tosca, y en la ópera de Giacomo Puccini alterna entre la pasión y la dulzura al recordar a su amante; es la última emoción la que aflora en O dolce mani:
O dolce mani
Es del ruso Nikolai Andreievitch Rimsky Korsakoff la sedosa Canción de la India, de su ópera Sadko; hela aquí en una vieja grabación de Bjoerling en un disco de 78 r. p. m.
Canción de la India
Es, en cambio, de su grabación más reciente—del año mismo de su prematura muerte a sus 49 años—su rendición del papel de Calaf, en la última ópera de Puccini: Turandot. Bjoerling la grabó con Giorgio Tozzi (Timur, su padre), Renata Tebaldi (la esclava Liù) y Birgit Nilsson (Turandot), bajo la dirección de Erich Leinsdorff; un elenco imbatible. En Non piangere, Liù la voz paterna y la de la esclava insertan comentarios:
Non piangere, Liù
Un Do de pecho era pan comido para Jussi Bjoerling; el poderosísmo que cierra Nessun dorma en Turandot puede ser escuchado acá al final de La voz de titanio, pero asombra cómo canta sin el menor esfuerzo el de una de las más famosas arias operísticas: La donna è mobile, del Rigoletto de Giuseppe Verdi. (El maestro sabía que había compuesto un éxito digno de los Top Ten, e hizo jurar al tenor Raffaele Mirate que no cantaría o siquiera silbaría la melodía del aria antes del estreno). Todos hemos aprendido, frecuentemente en la juventud, la frase La donna è mobile qual piuma al vento («La mujer es mudable como pluma al viento»), pero no es conocimiento común que el libretista de Giuseppe Verdi, Francesco Maria Piave, tomó esa imagen del Filostrato (abatido de amor) de Giovanni Boccaccio, que el poeta joven y enamorado dedicara—en 1335 o 1340—a su Fiammetta, la rubia Maria D’Aquino, hija natural de Roberto el Sabio, Rey de Nápoles. La vio por vez primera en misa de Sábado Santo de 1331 y su rostro se convirtió en obsesión para él.
El plagio—¿la elogiosa alusión?—se disimula algo al comparar el verso en Rigoletto con la metáfora del autor del Decamerón, que puso: Giovane donna è mobile… Volubil sempre come foglia al vento. Maria hizo de su esposo, el Conde de Aquino, un frondoso cornudo, antes y después de rendirse al asedio de Boccaccio; Piave generalizó la liviandad a todas las mujeres y sustituyó la hoja por una pluma. Oigamos cómo se canta el aria con pasmosa naturalidad:
Bueno, Verdi especificó otro Do de pecho para una ópera menos emproblemada que Rigoletto, que tuvo que sortear con dificultad los censores de una época en la que CONATEL no existía (por la implícita crítica a los poderosos en la obra teatral que sirvió de base al libreto: Le Roi s’amuse, de Víctor Hugo, prohibida a raíz de su primera representación el 22 de noviembre de 1832, diecinueve años antes de la ópera). En Di quella pira, de su Il trovatore, se encuentra otra nota agudísima que Giacomo Lauri-Volpi entonaba sin mayores dificultades como Re sobreagudo. Acá lo hace Bjoerling como lo pedía Verdi:
Añadamos una reivindicación de las señoras (y de los amantes en general). La bohème, de Giacomo Puccini, narra el trágico amor de dos enamorados fieles, Rodolfo y Mimí. En el Acto I de la entrañable ópera, el poeta (ya no Boccaccio), se describe a sí mismo con sinceridad conmovedora, a la espera de la aceptación de la dama. Su elocuencia la convence, y en la noche de Navidad consuman su amor luego de festejar en el Barrio Latino de París—¡nada menos!—con la cuerdita de amigos del varón. Es una de las versiones más refinadas de la dulce aria ésta del Rey de los Tenores, Jussi Bjoerling:
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Habiendo pasado los venezolanos una menesterosa Navidad, que 2018 sea, si no próspero, al menos no peor que el año que cierra. Por si acaso, consintámonos derramar Una furtiva lagrima (Gaetano Donizetti, L’elisir d’amore, 1832) acompañando a Jussi:
Hagamos para Venezuela un Feliz Año. LEA
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