Siendo que Chávez tiene el mayor control del poder posible en Venezuela—político, militar, económico—una oposición al estilo cacical debe fracasar. Es un brujo, no un cacique, quien puede suceder a Chávez a corto plazo. (2006). No es otro “tío tigre” menor que pretenda discutirle la posición alfa a Tío Tigre en su manada. Es Tío Conejo.
Carta Semanal # 131 de doctorpolítico, 31 de marzo de 2005
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El epígrafe de esta entrada, repetido el pasado 6 de diciembre en ¿Dónde está Tío Conejo?, fue empleado en ese mismo carácter para encabezar Tío Conejo como outsider, un capítulo del libro que editara Fausto Masó (Libros Marcados) a fines de 2005. Allí se expuso:
Un imperio maléfico está a punto de coronar su totalitario dominio sobre toda la galaxia, al que escapa, por ahora, un pequeño enclave republicano y democrático del que la princesa Leia es su líder. Es decir, la propia guerra asimétrica. La Estrella de la Muerte es la mortífera nave imperial que se aproxima inexorablemente hasta el planeta rebelde, en el que un último movimiento de resistencia está a punto de perecer. Desde aquí se lanza una oleada de interceptores y bombarderos con la esperanza de atinar en el único punto débil de la masiva y acorazada nave de guerra: un agujero por el que debe penetrar un misil explosivo hasta el corazón del monstruo. La tarea es endemoniadamente difícil: los aviones de ataque democráticos deben ingresar a toda velocidad en una trinchera estrecha de la superficie descomunal de la esfera y, mientras eluden la artillería enemiga y el más preciso y letal contraataque del mismísimo Darth Vader (escoltado por dos cazas), disparar un cohete en el instante exacto para que penetre por el vulnerable hueco. Es de conocimiento común en nuestra galaxia que Luke Skywalker logra la improbabilísima hazaña y desintegra así a la Estrella de la Muerte; claro está, con ayuda de “la Fuerza”.
En términos objetivos clásicos la dificultad de derrotar electoralmente a Hugo Chávez en 2006 es equivalente a la confrontada por Skywalker al final de Una Nueva Esperanza. El Darth Vader venezolano las tiene prácticamente todas consigo: no sólo tiene el control de todo el aparato estatal—desde el nivel nacional hasta el municipal en lo ejecutivo, y transversalmente en lo legislativo, judicial, electoral y el “poder ciudadano”—lo que incluye casi todo aparato represor—militar convencional y de reserva junto con lo policial (salvo unos pocos municipios)—sino por supuesto los recursos financieros públicos, que en el año electoral han sido presupuestados en nada menos que 85 billones de bolívares. (Más de cuatro veces, en bolívares corrientes, lo que manejara en su primer año de gobierno). Por si fuera poco, usará este poder desde una plataforma de apoyo electoral que oscila, según las encuestas, entre 45% y 60%—veinte o cuarenta puntos sobre su más cercano competidor—y, para coronar, ha adquirido una estatura mundial que, independientemente de su corrección, es superior a la de cualquier candidato emergido o emergente y a la de cualquier otro presidente venezolano de la historia, en verdad segunda sólo tras la de Bolívar.
Maduro no es Chávez, por supuesto; no se da en él la «estatura mundial» de su padre político y tampoco disfruta de sus preferencias electorales un año antes de que derrotara convincentemente a Manuel Rosales en diciembre de 2006. Sin embargo, Venebarómetro midió entre el 27 de octubre y el 15 de diciembre pasados estas asombrosas preferencias:
Al presentar la lámina precedente en ¿Dónde está Tío Conejo? (6 de diciembre de 2017), se dijo: «En las clases A y B, Maduro saca casi cuatro puntos de ventaja sobre Leopoldo López, trece y pico sobre Henrique Capriles, casi diecisiete sobre Henry Ramos Allup y veinticinco puntos sobre Henri Falcón. La conclusión estratégica es tan clara como ineludible: para derrotar a un Maduro repotenciado, hay que poner en el campo a un candidato competente y atractivo que no provenga de la Mesa de la Unidad Democrática».
Claro que la pregunta de la encuestadora es inducida: «Si… los candidatos fueran los que a continuación le menciono…» Igualmente inducida—«De la siguiente lista que le voy a mostrar a continuación»—, pero de resultados bastante contradictorios es la medición de Datanálisis entre el 10 y el 23 de noviembre de 2017:
Las listas inducidas de Datanálisis y Venebarómetro no incluyen una figura que no obstante aparece en nominaciones espontáneas, como ésta del mismo estudio de la segunda firma:
La figura a la que me refiero es, por supuesto, la de Lorenzo Mendoza, que por estos días emerge como fenómeno en las preferencias de una significativa fracción de electores. Esta posibilidad es digna de tomar en cuenta, porque parece ser una matriz de opinión que se consolida la preferencia por un candidato no chavista que tampoco venga de la Mesa de la Unidad Democrática o de algún partido de los que la componen (o descomponen). Ambos estudios registraron una evaluación negativa de la MUD; Datanálisis en 60,9% de su muestra, Venebarómetro en 65,7%, y este deterioro se refleja en las precandidaturas de oposición provistas por sus partidos afiliados.
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Apartando las mediciones, el juicio de algunos opinadores refuerza la prescripción de una candidatura no oficialista que tampoco sea de la oposición profesional. Werner Corrales ya escribió en Facebook (10 de noviembre de 2017): “Hablando en serio, creo que la circunstancia política de Venezuela requiere de un candidato o candidata a quien muchos venezolanos aprecien mucho, que genere una unidad de los venezolanos que quieren el cambio, lo que significa que no puede ser de un partido político de oposición. Además debe ser una persona capaz de gobernar si es elegida. Estas dos ideas son las que nos deben guiar para escoger a esa persona”. El día antes, Luis Ugalde S. J. se había pronunciado, en forma muy similar pero con abundamiento, en entrevista que le hiciera César Miguel Rondón por el Circuito Éxitos:
Cuando una familia está convencida de que al enfermo hay que operarlo, por lo menos los médicos están convencidos. Pero no quieren la operación de ninguna manera, y cuando hay un episodio de agravamiento se termina aceptando lo que no se aceptaba antes. Ahorita en Venezuela tenemos la derrota de la oposición democrática y tenemos una derrota brutal del gobierno en el cometido fundamental de hacer vivible la vida en Venezuela. La derrota de la oposición democrática ha dejado en evidencia cosas que sabíamos pero que no eran tan evidentes. El problema del país es de tal gravedad que los que creían que esto era un simple catarro que se resuelve pues hoy en día no están convencidos. Hay que escoger un candidato unitario que se salga de lo normal, que no sea de ningún partido político y que vaya con todo el respaldo de los partidos políticos; creo que eso es posible. Venezuela recibiría con un aplauso increíble el lanzamiento de un candidato que tiene la capacidad de responder a la gravedad de la situación y de reentusiasmar a la población. En cuanto aparezca una luz la gente se va a agarrar a eso, y esa luz puede aparecer si nos exigimos de verdad verdad con los pies en la tierra y sin hacernos ilusiones. El trabajo primero no lo tiene que hacer la población sino la dirigencia: hacer una propuesta que no esté desgastada, que sea sorprendente positivamente e inmediatamente la esperanza se dispara.
Primero, una enmendadura de plana a Ugalde; antes que un «candidato unitario» que significaría uno aceptado por todos los partidos («con todo el respaldo de los partidos políticos», como él lo pone) lo que se requiere es un candidato capaz de unir al país. Cuando se iniciaba el papel de Jesús Torrealba como principal ejecutivo de la MUD, se señaló en este blog—¿Jesús Gorbachov?, 1º de octubre de 2014—lo siguiente:
El trabajo metamórfico es éste: convertir la Mesa de la Unidad Democrática en el Movimiento de la Unidad Democrática. No sólo se trata de preservar las siglas; el asunto es dejar atrás el esquema de organización de organizaciones, de “movimiento de movimientos”, para establecer un movimiento de ciudadanos. Si el objetivo no fuera el de unir a la oposición sino el de unir al país, toda la cosa cobraría un sentido profundo y podría augurársele éxito.
Luego, con doce días de antelación a la receta Corrales-Ugalde, el suscrito había expuesto en el programa #272 de Dr. Político en RCR (28 de octubre) los mismos criterios de competencia y procedencia, al indicar que el candidato a suceder a Nicolás Maduro debía ser «capaz de gobernar» o «de responder a la gravedad de la situación» y que no debía provenir del oficialismo, por supuesto, ni tampoco de la oposición (MUD o cualquiera de sus partidos). Pero en esa misma transmisión se reprodujo la primera formulación de este último criterio el 18 de noviembre de 2014, en programa especial de Y así nos va grabado en tal fecha y transmitido por Radio Caracas Radio el siguiente 30 de diciembre; esto es, con un adelanto de tres años. He aquí el fragmento pertinente (menos de tres minutos) de esa conversación entre Nehomar Hernández y el suscrito:
Y así nos va – 18 de noviembre de 2014
Dos cosas de esa anticipación trianual merecen ser comentadas; la primera es la cuestionable sabiduría de pasar de un polo al contrario súbitamente (de Chávez a Carmona o de Maduro a Mendoza); si algo es opuesto al socialismo—Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes (Diccionario de la Lengua Española)—es un empresario privado como Lorenzo Mendoza, que además sometería la supervivencia de la empresa que dirige al grave peligro de estatización con un enfrentamiento directo este mismo año. Seguramente Mendoza está consciente del grave riesgo y parece renuente a su candidatura, según nota publicada hace dos días en la web de Noticias al Día y a la Hora:
El semanario Quinto Día señaló este viernes en sus exclusivas de última página que el Movimiento Independiente Nacional de Alianza Sociales (Minas) ofreció la candidatura presidencial al dueño de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, pese a que éste “ha dicho una y mil veces, que no tiene interés de la actividad política”. El medio indicó que Mendoza ha insistido entre su círculo de amigos que “su compromiso es la industria que dirige y con sus trabajadores”.
La segunda cosa: a fines de 2014 parecía que la cesantía anticipada de Maduro daría paso a un período incompleto, lo que en sí mismo prestaría un carácter transicional al inmediato sucesor. Esto último puede darse, aun si este sucesor asumiera la Presidencia de la República al inicio de un nuevo período constitucional de seis años, si prefiriese realizar una labor corta de transición y renunciara en un lapso no mayor de dos años, tal vez menor. Entonces su propio sucesor completaría el período con al menos cuatro años de ejercicio. (Quizás, desaparecido el peligro que Maduro representa para Empresas Polar, se interesara Mendoza en ejercer la Vicepresidencia Ejecutiva del nuevo gobierno, quedando bien posicionado para su propia candidatura).
En todo caso, la emergencia política de su figura, crecientemente apetecida por electores venezolanos, es expresión de un persistente rasgo de la opinión venezolana: que el segmento político más importante del país está integrado por ciudadanos que no se alínean con el oficialismo y tampoco con la oposición. En mayo de 2015, Datincorp preguntaba a sus encuestados de dónde vendría la solución de los problemas del país; 17% de ellos contestó que del oficialismo, 18% que de la oposición y ¡56% que vendría de nuevos liderazgos! LEA
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Como solía decirse, «cada minuto nace una estrella». Tu muy vigente análisis encara el problema de fondo de la conducción actual y futura de la República: la sucesión presidencial en el 2018.
Las recientes declaraciones de Rafael Ramírez trastocan el tablero electoral al aparecer la figura de un nuevo «insider» para competir con el «outsider» que tú acertadamente configuras.
O sea, estamos por ver una cría de Tío Conejos disputándose las riendas del poder
Y no hay que eliminar la opción de una auto-sucesión.
Tienes razón; no parece estar definida aún la candidatura oficialista. Cabello también ha dicho que ésa es la situación, pero creo que Ramírez se va a quedar con los crespos hechos; Maduro lo ha señalado como el director de la debacle en PDVSA.
Igualmente debe considerarse la postura de Luis Almagro, quien acaba de declarar que las próximas elecciones presidenciales sólo conducirán a «seis años más de dictadura». (Como en su momento Capriles—»Quedó demostrado que la ruta no es electoral»—antes de desdecirse). Supongo que acoge la tesis invasora de Ricardo Hausmann.