Hay que dejar espacio entre los melindrones para que no se peguen entre ellos.
Bizcochos de Soletilla o Melindros
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Es del todo repudiable el atentado del sábado último contra el presidente Nicolás Maduro, afortunadamente ineficaz, pero mi memoria fue a algo escrito en 2002 (Tragedia de abril, 14 de junio de 2002), poco después del golpe de Estado cuyo mascarón de proa fuera Pedro Carmona Estanga:
En Para leer mientras sube el ascensor, colección de textos humorísticos por el español Enrique Jardiel Poncela, se encuentra una narración muy preocupante. Dos amigos discuten. Uno de ellos ha propuesto la siguiente descripción: “El hombre lleva siempre a la fiera atroz en su interior”. La discusión lleva a una apuesta. Quien sostiene la tesis asegura que logrará hacer surgir tal bestia de dos tranquilos viejecitos, que conversaban sentados en un banco del parque protegidos por una verja de hierro. Allí va a molestarles, llamando su atención con un bastón y constantes gritos: “¡Eh, fieras!” Al principio, los ancianos respondían con gran paciencia y dulzura, siempre con calma, y argumentaban que puesto que sólo eran dos ancianos inofensivos se les permitiera conversar en paz. Al final, luego de un larguísimo período de hostigamiento, los ancianos rugían, echaban espuma por la boca, mordían los barrotes de la verja y amenazaban con la peor de las muertes a su torturador. Asunto demostrado.
El cuento viene al caso porque sobre el 11 de abril hay más de una interpretación y, más fundamentalmente, porque varios procesos coexistieron en paralelo el 11 de abril. Esto es, no hay una explicación lineal, unidimensional, del 11 de abril. Pero aun si lo que hubiera ocurrido fuese tan sólo lo que el gobierno de Chávez pretende vender como única verdad, que el 11 de abril solamente ocurrió un golpe de Estado en Venezuela, esa ocurrencia sería resultado de las pasiones que Hugo Chávez se cuidó muy bien de excitar por todos los medios a su alcance. Hugo Chávez estuvo buscando la fiera atroz que anidaría, según Jardiel Poncela, en el alma de cada venezolano, desde el instante mismo que tomó posesión del gobierno y aun mucho antes. Por mucho menos de lo que ha hecho Chávez, muchos presidentes recibieron un golpe de Estado.
Resulta verdaderamente lamentable que la inepta y desalmada gestión de Maduro haya suscitado la tentación criminal. No dispongo de información suficiente acerca del incidente peligrosísimo para el país—»Es en todo tiempo y lugar moralmente erróneo que cualquiera crea en algo sobre la base de evidencia insuficiente», asentó William Clifford en La ética de la creencia—, pero tampoco puedo negar la existencia de la locura en focos más o menos autónomos de la oposición. En Huele a humo, 27 de junio de 2017, acerca de los explosivos lanzados por Oscar Pérez desde un helicóptero sobre el techo del Tribunal Supremo de Justicia, opiné: «…lo que es cierto es que esto es el país esculpido por Nicolás Maduro Moros». En esa misma entrada dejé esta constancia:
…en la quincuagésima emisión del programa Dr. Político por Radio Caracas Radio (29/06/13), sugerí al presidente Maduro la utilidad de verse en el espejo egipcio, cuatro días antes de que los militares depusieran el gobierno de Mohamed Morsi, que el domingo pasado cumplió escasamente un año de haber sido electo. Ayer, diecisiete millones de egipcios protestaban su gobierno en muchas de las ciudades de Egipto, y ese enorme enjambre ciudadano forzó su término y la transición en circunstancias que llaman a la preocupación. Wael Ghonim, un respetado ícono cívico en Egipto que había apoyado a Morsi hace un año, lo acusó de polarizar y paralizar al país, y opinó así: “Ningún país avanza cuando la sociedad está dividida de este modo, y el principal papel del Presidente de la República es unir, pero, desafortunadamente, el Dr. Morsi, el Presidente de la República, ha fracasado miserablemente en este objetivo”.
Es Nicolás Maduro quien no ha dejado de citar al toro del atentado y… los toros embisten. LEA
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