Ayer trajo El Nuevo País esta noticia: «Nicolás Maduro ya se encuentra en los Estados Unidos para participar en la 73 Asamblea General de la ONU, en donde llevaría, nada más y nada menos, la propuesta de hacer elecciones generales en Venezuela. Varias fuentes, de muy alto nivel, confirmaron a El Nuevo País esta información en la cual el Inquilino de Miraflores espera hacer directamente el planteamiento a Donald Trump».
No es sabiduría desestimar advertencias de esta clase; en octubre de 2017, por ejemplo, Nelson Bocaranda anticipaba en uno de sus Runrunes: “las pretensiones de acelerar los procesos de alcaldías y consejos legislativos (¿hasta las presidenciales?) para aprovechar el desencanto y la depresión de los votantes por la democracia. El impulso de la abstención por parte del régimen le dio sus resultados. Lo continuarán mientras les funcione”. Eso fue exactamente lo que ocurrió: el 20 de mayo de este año hubo una elección presidencial y Maduro resultó electo, con una abstención desusada de 54%. La mayor parte de la oposición, totalmente sorprendida como lo estuviera el año anterior ante la convocatoria de constituyente, decidió no participar, refugiándose en una falsedad para adjudicar al evento la etiqueta de moda: una elección fraudulenta: más de un vocero notable (los rectores de la UCV y la UCAB, Cecilia García Arocha y José Virtuoso S. J., por ejemplo) argumentó que el adelanto de la fecha habitual violentaba lo dispuesto en la Constitución (que no habla de fecha en ninguna parte).
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Si llegare a materializarse la iniciativa anunciada por El Nuevo País, pudiéramos estar ante una jugada maestra del oficialismo, que desarmaría la tesis generalizada de que el régimen venezolano no ofrece salidas democráticas. En momentos cuando el gobierno torna a proponer un diálogo con la oposición, Luis Ugalde y Benigno Alarcón Deza (Director del Centro de Estudios Políticos y Gobierno de la UCAB) hablan de una «salida negociada» y de prepararse para una elección presidencial. (Ver en este blog Dos enfoques, 24 de septiembre de 2018); antes (26 de julio), Baltazar Cardenal Porras preparó el terreno: “Es muy mala palabra hablar de diálogo en Venezuela por todo lo que ha ocurrido, pero los problemas se arreglan hablando”, en entrevista que le hiciera El Universal. (En esa ocasión dijo también: “tenemos que unirnos para responder mejor a las necesidades, ver mucho más lo que nos une y no lo que nos diferencia, se debe hacer con la participación de todos porque nadie tiene la verdad absoluta”).
La opción de elecciones generales la había propuesto tempranamente José Guerra hace casi dos años, en declaraciones a CNN. En nota al pie de Prontas elecciones (22 de octubre de 2016) se hizo constar:
Actualización 2: se me informa que el diputado José Guerra ha dicho hoy (25 de octubre) a CNN: “Hay una solución inmediata a la situación que vivimos: elecciones generales inmediatas. elecciones presidenciales, Asamblea Nacional (los diputados ponemos el cargo a la orden), gobernaciones y municipales”.
En ese momento, Maduro no había sido reelecto y las elecciones de constituyente no habían sido convocadas; la Asamblea Nacional electa el 6 de diciembre de 2015 no había cumplido siquiera un año en funciones.
Para que se den ahora elecciones generales hay dos vías: 1. tendrían que renunciar el Presidente (a su nuevo período) y los diputados (más los concejales y gobernadores si se incluye los niveles municipal y estadal), lo que puede ser el objeto de una negociación oficialismo-oposición; 2. pudiera la constituyente ordenar esas elecciones, lo que reforzaría la falsa noción de que ella es supraconstitucional, interpretando a favor de tal posibilidad el Artículo 349 de la Constitución: «Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente». La Constitución no está suspendida hasta que el Pueblo apruebe en referendo una que la sustituya, pero si el gobierno logra vender esa vía, obtendría en el proceso reconocimiento a una constituyente «fraudulenta». (No hay noticia confirmada de que el gobierno haya elevado formalmente la propuesta al gobierno de los EEUU y no hubo la reunión de Maduro y Trump a la que este último se había mostrado dispuesto, pero puede hacérsele llegar por canales diplomáticos ordinarios, así como a otros componentes de la «comunidad internacional». De aceptar esa segunda ruta, estos actores externos también reconocerían por ese mismo hecho a la ANC).
Más aún, pudiera estar el oficialismo preparando la cosa para el 9 del próximo mes de diciembre (la fecha prevista para las elecciones municipales), con la misma perentoriedad con la que convocara la elección de constituyente y la presidencial de este año, asegurando así una ventaja más a su favor en esta posibilidad.
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En ese escenario de una nueva elección presidencial como parte de elecciones generales, Maduro debe pensar, no sin razón, que sería reelecto de nuevo. La oposición no está mejor que lo que estaba el 20 de mayo y, ante unas megaelecciones comparables con la «relegitimación de poderes» del 30 de julio de 2000, ya no tendría ni la unidad ni los recursos de 2015 para superar el previsible avasallamiento gubernamental. Además, de darse elecciones primarias para la determinación de su candidatura presidencial (tal vez siguiendo el método propuesto por Alarcón) lo más probable es que María Corina Machado resulte ser la candidata:
El gobierno debe disponer de municiones suficientes para un despiadado ataque contra la líder de Vente Venezuela y Soy Venezuela, a la que representaría como longeva conspiradora. Adicionalmente, su agresivo distanciamiento de buena parte del liderazgo opositor le significaría un apoyo reducido. Ella misma, por otra parte, ha argumentado que la salida no es electoral sino «por la fuerza»; no es seguro que se avenga a medirse contra Maduro en las condiciones actuales, a pesar de que es obvio que últimamente anda en intensa campaña por la Presidencia de la República. No es probable, por último, que la oposición repita el sorprendente desempeño de 2015 en nuevas elecciones de Asamblea Nacional, para no hablar de municipios y gobernaciones.
En suma, un negocio redondo. Aun si la oposición no acepta esas megaelecciones y tampoco los actores extranjeros, la vía constituyente permanece. La elección presidencial del 20 de mayo fue convocada en último término por el Consejo Nacional Electoral, pero sólo en acatamiento a una previa disposición de la ANC. También sin tales aquiescencias, la jugada se pinta favorable al gobierno de Maduro, como un tiro al piso.
Cosas veredes, amigo Sancho, que non crederes. (Incluyendo la falsa atribución de esa cita al ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, o las especies igualmente falsas de que la Constitución exige un referendo que autorice la convocatoria de una constituyente y que las elecciones presidenciales se celebren en diciembre). LEA
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