Era práctica ritual de muchos economistas venezolanos reunirse en diciembre de cada año durante el segundo período de Caldera—usualmente en el IESA—para echar predicciones sobre la inflación y la tasa de cambio del año siguiente. Los periodistas hacían su agosto, pues cada economista de alguno de estos “paneles de expertos” estaba muy dispuesto a conceder declaraciones. La declaración estándar era algo más o menos como lo siguiente: “Lo que propongo es un verdadero programa económico integral, armónico, coherente y creíble”. Ya el mero hecho de que tal afirmación se compusiera de un solo sustantivo y cinco adjetivos debía llamar a la sospecha. Pero, por otra parte, una sencilla prueba podía evidenciar que se trataba, en realidad, de una seudoproposición. La prueba consiste, sencillamente, en construir la proposición contraria, la que en este caso rezaría así: “Propongo un falso programa económico desintegrado, inarmónico, incoherente e increíble”. Resulta evidentísimo que nadie en su sano juicio se levantaría en ningún salón a proponer tal desaguisado. Ergo, la proposición original no propone, en realidad, absolutamente nada.
Consenso bobo – 20 de noviembre de 2003
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Suele escribir artículos para los viernes Eduardo Fernández, y casi siempre son buenistas. El Diccionario de la Lengua Española define buenismo como la «actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia», pero tal vez más comúnmente se aplique esa palabra a quienes, simplemente, predican que la solución final de los problemas consiste en portarse bien, en ser bueno. El papa Francisco es muy dado a esa práctica; hace dos días, dijo en la Plaza de San Pedro: «Si vas con la verdad, con la verdad en tu corazón, la verdad y la sinceridad, y vas con amor, todos te entenderán. Aunque no puedas hablar, te entenderán con una caricia verdadera y cariñosa”. Utilísimo.
Hoy se ha publicado en Noticiero Digital la pieza que Fernández titulara ¿Y ahora…?, que será reproducida de inmediato para practicar sobre ella el ejercicio delineado en el epígrafe. He aquí su texto:
¡Seguir luchando! No podemos dejar que nos roben la esperanza. Venezuela y los venezolanos nos merecemos un destino mejor. ¡Seguir luchando! Renovar nuestro compromiso con la gente, con los ciudadanos, con los que sufren, con los más vulnerables. Renovar nuestro compromiso con la democracia, con el estado de derecho, con los derechos humanos, con la justicia social, con el desarrollo económico, con la igualdad de oportunidades, con la educación, la ciencia y la tecnología, con la salud, con la dignidad de la persona humana, de cada una de las personas y con el conjunto de los ciudadanos.
¡Seguir luchando sin descanso! Evaluar lo que hemos hecho, los aciertos y las equivocaciones. Profundizar los aciertos, corregir las equivocaciones. Apostar siempre por la inteligencia, por la unidad, por la paz, por la justicia, por la fraternidad entre todos los seres humanos, por la inclusión, por el futuro.
Venezuela necesita recomponer su estructura institucional: un gobierno que gobierne. Un parlamento que legisle y que controle la marcha de la administración pública, unos tribunales que administren justicia con seriedad, con imparcialidad y con apego a la constitución y a las leyes.
¡Tenemos que seguir luchando! Nada de resignación. Nada de conformismo. Convocar a la lucha infatigable por construir una Venezuela mejor. Convocar a la unidad de todos los venezolanos detrás de un programa compartido. Organizar a los ciudadanos. Educar en democracia, en tolerancia, en valores cívicos y éticos. Trazar caminos de progreso. Organizar a los ciudadanos para alcanzar las metas. Educar para la convivencia y la civilidad. Apostar a una estrategia inteligente para salir de un gobierno que ha hecho mucho daño y sustituirlo por un gobierno que encarne los valores que el actual gobierno ha maltratado y desconocido.
No a la violencia, no a la desesperanza, no a la resignación. Los venezolanos esperamos una convocatoria positiva, ilusionante, esperanzadora. Vamos a luchar por la tierra prometida. Ojalá surjan líderes políticos y organizaciones políticas que nos convoque a la grandeza, que nos saquen de la mediocridad, que podamos superar los insultos y la diatriba y avanzar con paso firme y resuelto hacia una Venezuela unida, prospera, feliz y optimista. Todo eso podemos lograrlo. ¡Hay que seguir luchando!
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Ahora lo que habría que escribir si se quisiera oponerse a Eduardo Fernández, nuestro máximo buenista:
¡Seguir rindiéndonos! Podemos dejar que nos roben la esperanza. Venezuela y los venezolanos no nos merecemos un destino mejor. ¡Seguir rindiéndonos! Renovar nuestro compromiso contra la gente, contra los ciudadanos, contra los que sufren, contra los más vulnerables. Renovar nuestro compromiso contra la democracia, contra el estado de derecho, contra los derechos humanos, contra la justicia social, contra el desarrollo económico, contra la igualdad de oportunidades, contra la educación, la ciencia y la tecnología, contra la salud, contra la dignidad de la persona humana, de cada una de las personas y contra el conjunto de los ciudadanos.
¡Seguir rindiéndonos sin trabajo! Ignorar lo que hemos hecho, los aciertos y las equivocaciones. Hacer superficiales los aciertos, reiterar las equivocaciones. Nunca apostar por la inteligencia, por la unidad, por la paz, por la justicia, por la fraternidad entre todos los seres humanos, por la inclusión, por el futuro.
Venezuela necesita descomponer su estructura institucional: un gobierno que desgobierne. Un parlamento que no legisle y que no controle la marcha de la administración pública, unos tribunales que no administren justicia con seriedad, con imparcialidad y con apego a la constitución y a las leyes.
¡Tenemos que seguir rindiéndonos! Todo de resignación. Todo de conformismo. Convocar a la rendición con cansancio de construir una Venezuela mejor. Convocar a la desunión de todos los venezolanos tras un programa no compartido. Desorganizar a los ciudadanos. Educar contra la democracia, contra la tolerancia, en contra de valores cívicos y éticos. Trazar caminos de involución. Desorganizar a los ciudadanos para no alcanzar las metas. Educar para la separación y la incivilidad. Apostar a una estrategia estúpida para mantener a un gobierno que no ha hecho mucho daño y sustituirlo por un gobierno que encarne los valores que el actual gobierno ha tratado bien y protegido.
Sí a la violencia, sí a la desesperanza, sí a la resignación. Los venezolanos esperamos una convocatoria negativa, desilusionante, desesperanzadora. Vamos a renunciar a la tierra prometida. Ojalá surjan líderes políticos y organizaciones políticas que nos convoquen a la bajeza, que nos saquen de la excelencia, que no podamos superar los insultos y la diatriba y retroceder con paso tembloroso e irresuelto hacia una Venezuela desunida, pobre, infeliz y pesimista. Todo eso podemos lograrlo. ¡Hay que seguir rindiéndonos!
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Resulta evidentísimo que nadie en su sano juicio escribiría un desaguisado tal. Ergo, el último artículo buenista de Fernández, lleno de verdades de Perogrullo—»Lo que no puede ser, no puede ser… y además es imposible»—, no propone, en realidad, absolutamente nada. Es como si fuera uno al médico para participarle que nos sentimos mal y queremos curarnos y él nos respondiera, luego de examinarnos y antes de cobrarnos honorarios en dólares, que estamos enfermos y debemos curarnos. Eso ya lo sabíamos antes de ir a la consulta; precisamente por eso fuimos. LEA
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