Entrada actualizada al final
Por estos días es noticia destacada la contratación de cabilderos canadienses por Henri Falcón, quien habría dispuesto doscientos mil dólares para asegurarse de que tales expertos lo posicionen favorablemente ante el gobierno estadounidense como sucesor de Nicolás Maduro. Reporta Tal Cual digital:
Henri Falcón nuevamente está en boca de la opinión pública por sus acciones. El opositor, exgobernador y excandidato presidencial es señalado de contratar una firma canadiense de cabildeo (o lobby, su término en inglés) para ser promovido en Estados Unidos, Rusia y otros países como futuro candidato presidencial venezolano en una posible elección. La información fue publicada por el medio estadounidense Politico, tras un seguimiento a la firma Dickens & Madson Canada, Inc, y en especial a su jefe Ari Ben-Menashe. En la nota del medio, se afirma que el lobista canadiense fue contratado para hacer contacto con varios países, en especial en Washington, para que apoye una candidatura presidencial de Falcón. En particular, la firma fue contratada por el partido Avanzada Progresista, fundado y liderado por el exgobernador, por un monto de 200.000 dólares, según consta en el documento que pudo revisar Politico.
Francisco Rodríguez, asesor económico de Falcón, intentó enderezar el entuerto con la explicación de que lo que dice el registro legalmente obligatorio del cabildero—“Intents to pursue Henry Falcon´s election as President of Venezuela»—se debió «a un error administrativo que está siendo corregido”. (?) El Cooperante se permitió comentar: «Quizás el partido de Henri Falcón debió buscar la asesoría de la empresa canadiense para que les ayudase a elaborar un desmentido más convincente».
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Poco antes de la elección presidencial del 20 de mayo de 2018, había cambiado mi postura de siempre ante una candidatura presidencial de Henri Falcón, seguramente impactado por una frase en artículo de Román Ibarra: «A mí que me roben mi voto, pero no lo regalo». Así puse en Lo que a todos conviene (29 de abril de 2018):
Pudiera ser que se extienda el consenso de que un gobierno presidido por Henri Falcón sería suficientemente mejor que una nueva presidencia de Nicolás Maduro y que, a pesar de las numerosas y justificadas reservas acerca de la elección presidencial del 20 de mayo próximo, suficientes electores vayan a votar en esa fecha para asegurar tal resultado y oponer un obstáculo prácticamente insalvable a cualquier tentación de adulterarlo.
La nueva postura, explicada a los oyentes del programa #295 de Dr. Político en RCR, era el resultado de una «opción trágica»: la selección de un mal menor cuando todas las opciones eran de previsible resultado negativo, inconveniente. Prediqué el voto por Falcón a regañadientes, como se desprende de la constancia que dejé en Hallado lobo estepario en el trópico el 28 de mayo de 2011:
Un amigo editor de periódicos llamó un día a mi celular—el 24 de mayo de 2007—para reclamarme que hubiera desmontado la novísima postura de Margarita López Maya, historiadora que se complacía en ridiculizar a quienes nos opusiéramos a Chávez y entonces había descubierto que éste es dañino. (Tomar partido). El mismo editor me invitó el año pasado a su casa con un único propósito: pedirme que, como lo que yo escribo de política “es muy influyente”, no criticara a la creciente disidencia del chavismo y le abriera los brazos, pues a su criterio ahí podía estar la clave de una derrota de Chávez. Estaba clarísimo que se refería específicamente a Henri Falcón y al PPT, tienda bajo la que corrió a refugiarse al distanciarse del gobierno. (Ya yo había escrito, el 21 de marzo de 2010, Qué cresta la de Falcón). Era comprensible que su propio izquierdismo lo inclinara naturalmente a simpatizar con Falcón, pero no le hice caso; desaté no uno sino varios artículos para desmontar el discurso insuficiente y engañoso de Falcón, que insiste en llamarse socialista, sólo que “ético y productivo” (?): Ford Falcón modelo PPT, Exégesis falconiana (I), Exégesis falconiana (II), Exégesis falconiana (y III). ¿A qué venía tal saña contra Falcón? Bueno, los tres artículos exegéticos fueron producidos en lugar de una sola pieza—el análisis de unas declaraciones suyas en las que se presentaba como el líder de los no alineados políticamente—que hubiera resultado demasiado larga. Pero el grupo de cinco artículos críticos buscaba destapar la artificiosa, aunque astuta, pretensión falconiana: sabedor de que la mayoría de nuestros conciudadanos no está alineada ni con el gobierno ni con la oposición, ambicionaba ser tenido por el líder indicado para tan enorme contingente, aunque hubiera estado con Chávez por más de una década. Esto era un remedio postizo, una falsificación—desconfía de las imitaciones—, y había que acabar con el engaño en cuanto nacía. Es verdad que “habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”, pero una cosa es abrazar a Falcón y congratularlo por su reciente lucidez y otra muy distinta admitir que quiera conducirnos.
En verdad, es un aspecto estructural de nuestra opinión pública, desde hace un buen número de años, que el segmento mayor de ella no está alineado con el oficialismo ni con la oposición. Una medición ilustrativa es la de Datincorp en mayo de 2015; preguntó a sus encuestados «Las soluciones a los problemas del país ¿vendrán de…?» Las respuestas: del oficialismo, 17%; de la oposición, 18%; de nuevos liderazgos 56%. Pero Henri Falcón no tiene títulos para presentarse como desalineado:
Ha marcado Falcón distancias estilísticas con Chávez, obviamente, pero tampoco es que ha manifestado frontal desacuerdo con ninguna de las ejecutorias presidenciales de los últimos once años, que son muchísimas, por supuesto, la mayoría terribles. Al comentar su reelección de 2008, Falcón se cuidó al decir: “Recibo este triunfo con mucha humildad y sólo pido que me dejen trabajar de la mano del Presidente de la República, Hugo Chávez Frías”. (Qué cresta la de Falcón, 21 de marzo de 2010).
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Naturalmente, Henri Falcón percibe una oportunidad para colarse entre las previsibles candidaturas de Héctor Rodríguez, oficialista, y Juan Guaidó, opositor.* Es éste último quien se ha puesto en evidencia por su estrecha coordinación con el gobierno de los Estados Unidos, presidido por Donald Trump, y es precisamente esa cooperación lo que Falcón quiere debilitar—luego de la reportada frustración con los fracasos de Guaidó—, ofreciendo la alternativa que vendería Dickens & Madson Canada, Inc. Pero no son los Estados Unidos los llamados a escoger un presidente para Venezuela sino nosotros, y esos tres nombres—Falcón, Guaidó, Rodríguez (en orden alfabético)—son prototipos de la política que debe dejarse atrás: la lucha por el poder justificada por la coartada ideológica. Si algo provee la profunda crisis política venezolana es la oportunidad de instalar algo que trascienda a la mera sustitución del chavismo-madurismo por su oposición:
…desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del Pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución. (Retrato hablado, 30 de octubre de 2008).
Eso sí sería una opción futurista verdaderamente eficaz, un liderazgo verdaderamente nuevo, no la falsificación falconiana.
Stafford Beer decía, refiriéndose a la sociedad inglesa de hoy, que su problema era que “los hombres aceptables ya no son competentes, mientras los hombres competentes no son aceptables todavía.” (…) Para aquellos para los que la abrumadora acumulación de evidencias no sea suficiente para creer que la crisis no es de carácter coyuntural y pasajero, será lo indicado negar su apoyo al outsider. Sólo aquellos que ya se hayan convencido de que la crisis es estructural y requiere por tanto terapias no convencionales, podrán pensar como el buen jugador de dominó (o de bridge) que carezca de la información completa sobre la localización de las piezas o cartas claves. En esas condiciones un buen jugador identificará cómo tendría que darse esa ubicación de piezas para poder ganar la mano. Entonces jugará como si en verdad la disposición fuese esa única forma de ganar, rogando para que así sea. (Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela, 22 de septiembre de 1987).
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* Juan Guaidó acaba de declarar que «el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) no tiene nada que ver con el uso de la fuerza y aclaró que principalmente se refiere a cuestiones de asistencia humanitaria». (El Nacional, hoy). Esto nos informa Wikipedia de ese tratado: «Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), también llamado Tratado de Río, es un pacto de defensa mutua interamericano firmado el 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro. (…) Según el artículo 3.1 en caso de (…) un ataque armado por cualquier Estado contra un País Americano, será considerado como un ataque contra todos los Países Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas». Pudiera Guaidó pedir a Falcón que le preste a Francisco Rodríguez, para que «aclare» que lo recogido por El Nacional es en realidad «un error administrativo que está siendo corregido”.
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Actualización: Con fecha de hoy, 23 de julio de 2019, la Asamblea Nacional, que sesionaba en la Plaza Alfredo Sadel de la Urbanización Las Mercedes de Caracas (la misma en la que nombró inconstitucionalmente en 2017 un Tribunal Supremo de Justicia «legítimo»—sin la participación del Poder Ciudadano que exige el Artículo 264 de la Constitución—bajo la presidencia de Julio Borges), aprobó la moción de urgencia introducida por su Presidente, el diputado Juan Guaidó, para «la aprobación en segunda discusión de la ley de reincorporación al TIAR, la cual fue aprobada inmediatamente por unanimidad de todos los presentes». (El Universal). El Artículo 246 establece en su numeral 4 que es atribución del Presidente de la República «Dirigir las relaciones exteriores de la República y celebrar y ratificar los tratados, convenios o acuerdos internacionales». El previo Artículo 187, relativo a las atribuciones de la Asamblea Nacional, prescribe en su numeral 18 que corresponde a ella «Aprobar por ley los tratados o convenios internacionales que celebre el Ejecutivo Nacional, salvo las excepciones consagradas en esta Constitución». El Sr. Guaidó no es el Presidente de la República. En nota al pie de TIARde piaste, pajarito: «Los ‘más de 50 países’ que reconocen a Juan Guaidó como Presidente de la República de Venezuela disponen de cancillerías que no se toman el trabajo de leer nuestra Constitución; si lo hicieran, constatarían que el único caso en que nuestro texto fundamental atribuye la Presidencia a quien ocupe el cargo que Guaidó ostenta legítimamente es el siguiente: ‘Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional’. (Art. 233) ¿Quién era el Presidente electo cuya falta absoluta se hubiera producido ‘antes de tomar posesión’? Nadie. José Ignacio Hernández, el ‘Procurador Especial’ nombrado inconstitucionalmente por Guaidó, escribió el 11 de enero de este año: ‘…el supuesto de hecho del artículo 233 es distinto a los hechos actuales. Con lo cual, y al contrario de lo que parece creerse, el artículo 233 de la Constitución no es la norma aplicable a la crisis actual'». Luego argumentaría falsamente que correspondería a la Asamblea Nacional interpretar ese artículo para «ajustarlo» a la situación real, cuando el Artículo 336 establece inequívocamente: «El Tribunal Supremo de Justicia garantizará la supremacía y efectividad de las normas y principios constitucionales; será el máximo y último intérprete de la Constitución y velará por su uniforme interpretación y aplicación». Guaidó reincidió hoy en su más reciente patraña: “El TIAR es un tratado interamericano, en sus grandes líneas, de asistencia humanitaria. Dicen que tiene que ver con el tema del uso de la fuerza. No es así. Principalmente afecta a cuestiones de asistencia humanitaria”. Quienes «dicen» que el TIAR «tiene que ver con el tema del uso de la fuerza» son los países que lo suscribieron en 1947; desde entonces no ha sido modificado. Wikipedia informa, por ejemplo: «La firma del TIAR fue una de las razones por las que Costa Rica disolvió su ejército en 1948, al considerar a las previsiones del Tratado como garantía suficiente para asegurar su defensa nacional». ¿No es eso, acaso, un tema del uso de la fuerza? Es lamentable constatar que el diputado Guaidó miente a conciencia, haciendo creer a compatriotas desprevenidos, que dan su palabra por buena, la falsedad que arguye con la mayor tranquilidad.
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