Mariss Jansons, un superdotado de la dirección musical

 

A Oscar Álvarez Sylva, mi compinche insustituible

 

Hoy me ha hecho una falta enorme Rafael Sylva, al descubrir una grabación de la Segunda Sinfonía en Do menor (Resurrección) de Gustav Mahler, el compositor que supe apreciar gracias a sus lecciones, por la que fuera su orquesta favorita: la Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. Por la época en la que oía música y recibía sus enseñanzas en su casa, sólo llegamos a comparar la versión de Georg Solti frente a la Orquesta Sinfónica de Chicago y la de Leonard Bernstein con la Orquesta Filarmónica de Nueva York; era ésta la que prefería,* esencialmente por un fugaz pasaje tormentoso que emerge en el primer movimiento de la obra (a los 12′ 09″ del audio colocado abajo). Fueron muchas las veces en que puso, en su estupendo equipo de sonido, ese movimiento de la pieza para adoctrinarme. No llegamos a degustar juntos, sin embargo, la rica versión de la orquesta holandesa (que desde hace décadas la revista inglesa Gramophone ubica de primera en su autorizada lista de las mejores orquestas del mundo). El grado de detalle artesanal que logran sus ejecutantes es evidente en esta grabación de ese movimiento del que Rafael conocía hasta la última nota:

 Allegro maestoso

Quien marca la pauta es Mariss Jansons, el Director Principal de esa orquesta filigrana desde septiembre de 2004 hasta marzo de 2015, un músico tan increíble como los que guiaba con su batuta y sus gestos. De ellos dijo: «De pie en el podio delante de los músicos, siempre aprecié cuán especiales eran. Su aproximación a la hechura de la música va mucho más allá de cuestiones de sonido; es tan profunda, tan honda, tan noble… crean una atmósfera única, haciéndote sentir que has entrado en un mundo muy especial».

Jansons está doblemente vivo de milagro. Casi murió de un infarto del miocardio en Oslo en 1996, a punto de concluir su dirección de La bohème, de Giacomo Puccini. (Su padre, Arvīds Jansons, igualmente director de orquesta, falleció por lo mismo doce años antes mientras dirigía la Orquesta Hallé, de Manchester). Hoy en día, Mariss Jansons porta en su pecho un desfibrilador encargado de reactivar su corazón en caso de falla. Pero su existencia misma es casi milagrosa: su madre, Iraida, era judía, y debió parirlo escondida, prácticamente contrabandeada fuera del Gueto de Riga (Letonia), donde su padre y su hermano fueron asesinados por los nazis.

Este asombroso director de orquesta es todavía (desde 2003) el Director Principal de la finísima Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera—sexta en la lista de Gramophone—, de la que ha dicho que conducirla es como manejar un Rolls Royce: «He aquí una orquesta que no sólo es muy brillante, sino que no tiene ninguna debilidad, compuesta de ejecutantes enormemente espontáneos y emocionales, que tocan cada concierto como si pudiera ser el último». Antes se desempeñó un año (1979-1980) como Director Musical de la Filarmónica de Oslo, y es esta orquesta la que dirige acá en los poderosos y nobles compases de cierre del primer movimiento de la Sinfonía Manfredo de P. I. Tchaikovsky.

Manfredo – Final del 1er. mov.

Un paseo

He traído acá este fragmento no sólo porque es uno de mis pasajes musicales favoritos, sino porque sigo esperando resultados de la gestión noruega a favor de la apertura de una salida negociada a nuestra enmarañada situación política. De Riga a Oslo, para los nórdicos, es un paso, pero como de Oslo a Caracas el viaje es mucho más largo, los noruegos se habían mudado a Barbados. (Ver De Oslo a Bridgetown).

El diálogo y la música son más fuertes que el odio. «Ohne Musik wäre das Leben ein Irrtum» (Sin la música, la vida sería una equivocación), dijo Federico Nietzsche, y la política es evidentemente parte de la vida. LEA

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*Ésta es la concepción de Bernstein para la erupción musical contra la que Rafael Sylva medía toda otra interpretación de la Segunda Sinfonía de Mahler:

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