Los !Kung, también escrito !Xun son un pueblo San, que viven en el desierto de Kalahari entre Botsuana, Namibia y Angola. (…) Históricamente, los !Kung vivían en campamentos semipermanentes de entre 10 y 30 personas, dispuestos generalmente cerca de una extensión de agua. Una vez que el agua y los recursos se agotaban en el entorno del poblado, el grupo o banda se trasladaba a nuevas zonas ricas en recursos por explotar. Vivían en una economía basada en la caza-recolección, siendo los hombres los responsables de proveer de carne, producir herramientas y mantener una provisión de flechas y lanzas envenenadas. Las mujeres proporcionaban la mayor parte de la comida, pasando entre dos y tres días a la semana forrajeando raíces, frutos secos y bayas en el desierto de Kalahari. Como sociedad de cazadores-recolectores, eran muy dependientes entre ellos para sobrevivir. El acaparamiento y la tacañería estaban mal vistas. El énfasis de los !Kung estaba puesto en la riqueza colectiva de la tribu, y no en la riqueza individual.
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Lo que sigue es una traducción de porciones del capítulo 18 de una obra de Carl Sagan, El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad (1995), de la que dijera The Sciences (la extinta revista de la Academia de Ciencias de Nueva York): «Es un testimonio del poder de la ciencia y una advertencia contra los peligros de una credulidad sin límites». En efecto, el propósito de Sagan no es otro que el paciente, ameno e informado desmontaje de aseveraciones falsas que un gentío traga vorazmente, crédulamente, sin el menor análisis crítico. (Conozco una dama caraqueña que vendió todos sus enseres y su apartamento para mudarse a una granja «protegida» de cataclismos en Argentina, y así escapar al fin del mundo «predicho» por los mayas para el solsticio de invierno de 2012. Claro, si los mayas lo dijeron tenía que ser verdad, pues fueron gente «muy avanzada», pero eso no impidió que ella tuviera que regresar con las tablas en la cabeza y muy empobrecida).
En el fondo de todo está una particular disposición, una postura que caracteriza a la actividad científica: el examen paciente y crítico de la evidencia experimental. En el capítulo que nos ocupa—El viento hace polvo—se lee:
El impedimento al pensamiento científico no es, creo, la dificultad de su objeto. Las hazañas intelectuales complejas han sido alimento habitual de, incluso, culturas oprimidas; los chamanes, los magos y los teólogos son altamente competentes en sus intrincadas y arcanas artes. El impedimento es político y jerárquico. En aquellas culturas que carecen de retos poco usuales, externos o internos, donde no se necesita un cambio fundamental, no es necesario estimular ideas nuevas. (…) Pero bajo circunstancias ambientales, biológicas o políticas variadas y cambiantes, la mera reproducción de las viejas costumbres simplemente ya no funciona. (Pág. 311).
Siguiendo la lógica de Sagan, los venezolanos necesitamos ideas políticas nuevas; es decir, necesitamos una política basada en la ciencia, no ideológica, no de mera lucha por el poder. Dejémosle la palabra, para que nos enseñe que esa disposición analítica es una postura que gente muy «primitiva» es perfectamente capaz de asumir en lo cotidiano. LEA
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The Wind Makes Dust
La pequeña partida de caza sigue el rastro de huellas de pezuñas y otros indicios. Se detiene por un instante al lado de un grupo de árboles. En cuclillas, examina la evidencia con mayor cuidado. El rastro que ha venido siguiendo ha sido cruzado por otro. Rápidamente, se pone de acuerdo acerca de los animales responsables, cuántos son, de qué edades y sexos, si algunos están heridos, cuán rápidamente viajan, hace cuánto tiempo pasaron, si otros cazadores los persiguen, si la partida puede alcanzar las presas y, de ser así, cuánto tiempo sería requerido. Se toma la decisión, chasquean sus manos sobre el camino que seguirán, producen un sonido como el viento con sus dientes y arrancan. A pesar de sus arcos y flechas envenenadas, continúan a velocidades de maratón durante horas. Casi siempre, han leído correctamente el mensaje del suelo. Los ñus, los antílopes o los okapis estaban donde creían, en la cantidad y condiciones que habían estimado. La cacería es exitosa. La carne se lleva de regreso al campamento provisional. Todo el mundo festeja.
Esta viñeta de cacería más o menos típica es provista por el pueblo !Kung San del Desierto del Kalahari, en las repúblicas de Botsuana y Namibia, que ahora está trágicamente a punto de extinción. Durante décadas, ellos y su modo de vida han sido estudiados por los antropólogos. Puede que los !Kung San sean típicos del modo de existencia de cazadores y recolectores en el que los humanos hemos pasado la mayor parte del tiempo—hasta hace diez mil años, cuando se domesticara las plantas y los animales y la condición humana comenzara a cambiar, quizás para siempre. Ellos eran seguidores de rastros de tan legendaria competencia que fueron alistados en el ejército de la Sudáfrica del apartheid, para cazar presas humanas en sus guerras contra los «estados fronterizos». Este encuentro con los militares de la Sudáfrica blanca aceleró de diversas maneras la destrucción de la forma de vida de los !Kung San que, en todo caso, había venido deteriorándose poco a poco, a través de los siglos, con cada contacto con la civilización europea.
¿Cómo lo hacían? ¿Cómo podían saber tantas cosas con una sola mirada? No explica nada decir que eran agudos observadores. ¿Qué hacían en realidad? Según el antropólogo Richard Lee, escrutaban la forma de las depresiones. Las huellas de un animal que se mueve rápidamente muestran una simetría más alargada. Un animal cojo favorece la pata afectada, pone menos peso sobre ella, y deja una impresión más débil. Un animal más pesado deja una hendidura más profunda y ancha. Las funciones de correlación residen en las cabezas de los cazadores.
En el curso de un día, las huellas sufren algo de erosión. Las paredes de la depresión tienden a desplomarse. La arena que es soplada por el viento se acumula en el fondo de la hendidura. Tal vez trozos de hojas, pequeñas ramas o hierba son soplados dentro de ella. Mientras uno más espera, más erosión se encuentra.
El método es esencialmente idéntico al que los astrónomos planetarios emplean para analizar los cráteres que dejan los impactos de meteoritos; apartando otros factores, mientras más llano es un cráter más antiguo es. Los cráteres con paredes más hundidas, con una proporción modesta entre profundidad y diámetro, con partículas finas acumuladas en su interior, tienden a ser más antiguos, puesto que tuvieron que existir lo suficiente como para que tales procesos erosivos se pusieran en juego.
Las causas de la degradación pueden variar de un mundo a otro, de desierto a desierto, de época a época. Pero uno puede determinar bastantes cosas de lo preciso o borroso de un cráter. Si hay trazas de insectos u otros animales superpuestas sobre las huellas de pezuñas, esto también niega que sean frescas. La humedad bajo el suelo y la velocidad con que éste se seca luego ser pisado por una pezuña, determinan cuán propensas a desplomarse son las paredes del cráter. Todos estos asuntos son cuidadosamente estudiados por los !Kung.
Un rebaño galopante detesta el Sol caliente. Los animales usan toda la sombra que puedan encontrar. Cambiarán de dirección para aprovechar la sombra de una aglomeración de árboles. Pero la localización de la sombra depende de la hora del día, puesto que el Sol se desplaza por el cielo. Por la mañana, cuando el Sol nace al este, las sombras están al oeste de los árboles. Después, por la tarde, cuando el Sol se pone al oeste, las sombras se proyectan al este. Del viraje en las huellas, es posible decir hace cuánto tiempo pasaron los animales. Tal cálculo varía en diferentes estaciones del año, así que los cazadores deben llevar en sus cabezas una especie de calendario astronómico que prediga el movimiento solar aparente.
Para mí, todas esas formidables habilidades de seguimiento forense son ciencia en acción.
No sólo son los cazadores-recolectores expertos en las huellas de otros animales; asimismo conocen muy bien las huellas humanas. Cada miembro de la banda es reconocible por sus huellas; son tan familiares como sus rostros. Laurent van der Post refiere:
[M]uchas millas lejos de su hogar y separados del resto, Nxou y yo, tras la pista de un astado herido, encontramos de repente otro juego de huellas y rastros que se unían a las nuestras. Él soltó un profundo bufido de satisfacción y dijo que eran las huellas de Bauxhau, dejadas hacía pocos minutos. Declaró que Bauxhau estaba corriendo rápidamente y que pronto le veríamos a él y al animal. Superamos la duna que teníamos enfrente y allí estaba Bauxhau, ya desollando a su presa.
(…)
No hay el menor indicio de que los protocolos de caza de los !Kung se basen en métodos mágicos—el examen de las estrellas la noche anterior o las entrañas de un animal, o el lanzamiento de dados, o la interpretación de sueños, o la conjura de demonios o nada de la miríada de espurias pretensiones de conocimiento que los humanos han considerado intermitentemente. Aquí hay una pregunta específica y bien definida: ¿adónde fue la presa y cuáles son sus características? Se necesita una respuesta precisa que la magia y la adivinación simplemente no pueden ofrecer, o al menos no con la suficiente frecuencia como para eludir la inanición.
Carl Sagan
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