El diario El Universal reproduce hoy una nota de Europa Press que así comienza:
El expresidente del Gobierno español, Felipe González, advirtió este martes, que el «diálogo por el diálogo» en Venezuela solo beneficia la supervivencia de la «tiranía» de Nicolás Maduro, del que asegura «ha llevado a este país a un Estado fallido en tiempo récord».
Es de suponer que Felipe ha confiado en que nadie recordaría la fotografía que abre esta entrada, tomada el 2 de febrero de 1989 poco antes de la «coronación» de Carlos Andrés Pérez en el Teatro Teresa Carreño, que inauguraría su segunda y fallida presidencia. (Tal vez González la haya olvidado él mismo). Entonces no tenía mayor inconveniente en sentarse al lado de Fidel Castro, quizás porque éste no le parecía entonces un tirano censurable.
Y es del 13 de mayo de 2011 una entrada en este blog, Manifiesto que algunos quisieran olvidar, que incluye este párrafo:
La presencia de Fidel Castro fue, en esa oportunidad, muy importante para algunos. Casi un millar de trabajadores intelectuales del país, la mayoría de ellos ligada a la Universidad Central de Venezuela, se retrató en grupo con su firma al pie de un manifiesto que lo declaraba “entrañable referencia”. El texto fue publicado en el diario El Nacional el 1° de febrero de 1989 y cuarenta y ocho horas más tarde en el diario 2001. Resulta muy interesante repasar esa nómina de admiradores, en la que ciertos nombres son los esperados; otros, en cambio, pescuecean hoy para ser aplaudidos como heroicos combatientes del chavo-castrismo. Una de esas firmas elogiosas del déspota cubano esperó dieciséis años para escribir en 2005: “…las fotografías del presidente Hugo Chávez con Fidel Castro producen esa terrible desazón porque son el emblema del descaro con que el gobierno autoritario de Venezuela procura y paga a precio de oro una intervención extranjera, que, encima, lleva la marca de una dictadura ferozmente represiva, sanguinaria y empobrecedora…” (Milagros Socorro. Ya Castro no le parece tan entrañable).
Fueron 911 los firmantes* de un texto que aseguraba: «En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted [Fidel Castro] representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos. Hace treinta años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de una victoria ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal colectivo. Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria».
Un año antes de la publicación en este espacio del extraviado manifiesto, se reprodujo una nota del diario argentino La Nación (4 de abril de 2010) que daba cuenta de la polémica entre Susan Sontag y Gabriel García Márquez, suscitada por el longevo apoyo de este último a la dictadura de Fidel Castro:
La voz independiente de Susan Sontag fue de las primeras en censurar el viraje hacia el autoritarismo de la revolución cubana. La autora de Contra la interpretación, fallecida en 2004, luchó desde la izquierda contra todos los totalitarismos. Poco después del fusilamiento de los tres cubanos que habían secuestrado una embarcación de pasajeros para llegar a EE.UU., Sontag asistió a la Feria del Libro de Bogotá, en abril de 2003. Fue allí donde la norteamericana exigió públicamente que Gabriel García Márquez explicara su adhesión al régimen cubano. Gabo le contestó por medio de una declaración en el diario El Tiempo : “Estoy en contra de la pena de muerte en cualquier lugar, motivo o circunstancia”, se excusó. Y agregó: “Yo mismo no podría calcular la cantidad de presos, de disidentes y de conspiradores que he ayudado en absoluto silencio a salir de la cárcel o a emigrar de Cuba en no menos de veinte años”. Unos meses más tarde, Sontag declararía al diario El País que la respuesta de Gabo le había parecido “lamentable”: “¿Es ése un régimen que merezca ser defendido? ¿Un régimen en el que tienes que ayudar a que la gente escape?”. La admiración confesa de Sontag hacia García Márquez no le impidió reprocharle su silencio ante los atropellos del régimen: “No puede seguir siendo amigo de Castro y a la vez calificarse a sí mismo de periodista”. A la gran ensayista norteamericana le irritaba que algunos sectores de la izquierda se abstuvieran de criticar al régimen cubano bajo el pretexto de no darle munición a Washington. “Me opongo a que se utilice la crítica al imperialismo americano, muy justificada, para defender una dictadura horrenda”, solía decir.
Para Felipe González, siempre fue Fidel Castro «una entrañable referencia». Nicolás Maduro** no lo es. LEA
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* Algunos nombres que aparecen al pie del manifiesto procastrista del 1º de febrero de 1989 son los de Pedro Beroes, María Teresa Boulton, Manuel Caballero, María Teresa Castillo, Humberto García Arocha, Gonzalo García Bustillos, Francisco Herrera Luque, Luis Lander, Antonia Palacios, Elías Pino Iturrieta, Milagros Socorro y Arturo Sosa. (Sí, el jesuita, el Papa Negro).
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** «Es frecuente escuchar que Maduro es el jefe de una ‘dictadura comunista’. Si lo fuera, es de las más benévolas de esa clase. Comparemos con Cuba; en el primer año y medio de la revolución, se había fusilado a unos 700 opositores o antiguos enchufados de Batista, y no quedaba una sola empresa privada en pie. ¿Es ése nuestro caso? Comparemos con Rusia, la soviética, con cifras más altas: se atribuye a Stalin la muerte de 9 millones de prisioneros políticos, sus compatriotas. Comparados con esos casos reales de ‘dictadura comunista’ lo que nos acontece es una verbena». (Diálogo digital, 15 de febrero de 2019).
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