A Francisco Javier González, quien no se cansa de descubrir música
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Acá apuesto a que los lectores disponen de tiempo para disfrutar una nutrida ofrenda musical. Las piezas son todas del maravilloso compositor armenio (Tiflis 1903) Aram Khachaturian (pronunciado Jachaturián), que falleciera en Moscú en 1978. Para que sepamos de quién hablamos, pongamos de una vez la pieza que hemos oído todos, la vigorosa y vivaz Danza de los sables del ballet Gayané, a cargo de Simon Rattle y la Orquesta Filarmónica de Berlín:
Danza de los sables
Ese ballet tiene más de un número venerable; su Adagio, por caso, que Stanley Kubrick utilizara en la musicalización de su magistral película 2001: Odisea del espacio, cuando logró que Gennadi Rozhdestvensky se pusiera al frente de la Orquesta Filarmónica de Leningrado, una conjunción perfecta que lo interpreta a continuación:
Adagio
De Gayané es asimismo esta hermosa Canción de cuna, llena de los giros armónico-melódicos característicos de la música de Khachaturian, obviamente cercano-orientales, evidentemente armenios. Nos la regalan la Orquesta Sinfónica de Londres y nadie menos que Antal Dorati como director:
Canción de cuna
Hablando de esos giros, acá son evidentes en las Danzas armenias I y II de nuestro compositor de hoy, tocadas por el Conjunto de Vientos Eastman que conduce Frederick Fennell:
Danzas armenias (I & II)
Mascarada es música incidental para una obra de teatro del mismo nombre, escrita por Mikhail Lermontov. De aquélla extrajo Khachaturian una suite sinfónica de cinco movimientos, de los que ponemos acá dos: su Vals—a juicio de quien escribe, el vals más sabroso del mundo, que parece al inicio no decidirse a arrancar—y su vibrante Mazurca, igualmente sabrosa. (¿Qué tiene de malo la sabrosura?) El primero es interpretado aquí por Kiril Kondrashin al frente de la Orquesta de la RCA Victor; la segunda por la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la conducción de Stanley Black:
Vals
Mazurca
Khachaturian no sólo compuso para ballet o para acompañamiento de obras de teatro; su producción incluye también sinfonías (tres) y conciertos (de piano, de violín y de violonchelo), obras para voces y orquesta, una colección de piezas para piano y varias de musicalización de películas. La segunda de sus sinfonías, en Mi menor, lleva por nombre Sinfonía de la Campana, de la que ofrezco su cuarto y último movimiento: Andante mosso – Allegro sostenuto, maestoso, cuyo cierre explica la designación indicada. El propio compositor manda a los virtuosos ejecutantes de la Orquesta Filarmónica de Viena:
Andante mosso – Allegro sostenuto, maestoso
Y de su Concierto para violín y orquesta en Re menor—hay una versión en la que la flauta toma el lugar del violín—escuchemos su hermosísimo segundo movimiento (Andante sostenuto), el que incluye un espectacular e inesperado clímax—acá irrumpe el sobrecogedor tutti orquestal a los 10′ 13″—, en la lujosa ejecución de Leonid Kogan con el acompañamiento de la muy fina Orquesta Sinfónica de Boston bajo la batuta del gran maestro Pierre Monteux:
Andante sostenuto
Volvamos a su música para ballet, especialísima. Espartaco es una composición de 1955, y de ahí traigo dos de sus números; primeramente, la Variación de Aegina y bacanal, con el autor de nuevo como director de la Orquesta Filarmónica de Viena (la misma combinación en el número que sigue, la pièce de résistance).
Variación de Aegina y bacanal
El cierre (con bis, advierto a tiempo): el Adagio de Espartaco y Frigia, seguramente el más hermoso de sus excepcionales temas, cuya belleza exigía el clímax que se construye a partir de los 6 minutos con 34 segundos de esta versión inigualable de la Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Aram Khachaturian:
Bis, encore, advertí. El mismo Adagio por la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por el rumano Ion Marin. Algo, no mucho, más lenta que la conducción del propio compositor, pero en una extraordinaria experiencia audiovisual registrada en 2010 en el escenario del descomunal Waldbühne (Escenario del bosque), el anfiteatro construido en 1936 en las afueras de Berlín con capacidad para 22.000 asistentes. Recomendación: es para ver el video a pantalla completa.
Valía la pena escuchar esa belleza por segunda vez. ¿No es así? Nadie como el inconfundible Khachaturian ha pintado musicalmente el amor de hombre y mujer. LEA
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¡Actualización de emergencia! Una turba fuera de control optó por ignorar el distanciamiento social e hizo airada presencia en la calle frente a mi casa, para protestar porque no hubiera incluido en esta entrega el Concierto para piano y orquesta en Re bemol mayor de Khachaturian. He decidido, por mi seguridad y la de los míos y a diferencia de Nicolás Maduro, oír al Pueblo, que en elocuente cabildo abierto expresó su inconformidad. No pienso arriesgarme poniendo, como en el caso de la Sinfonía de la Campana y el Concierto de Violín, sólo un movimiento, de modo que acá está entero. La versión acá colocada es la muy extraordinaria ejecución de Alicia De Larrocha—por aquello del «amor de hombre y mujer»—, acompañada por la Orquesta Filarmónica de Londres, conducida por el también español Rafael Frühbeck de Burgos. (Oí este concierto por primera vez en el Teatro Municipal, con el competente venezolano Humberto Castillo al piano y Pedro Antonio Ríos Reyna como director de la Orquesta Sinfónica Venezuela).
No es común escuchar la presencia de una «sierra musical—especificada por el compositor en el segundo movimiento—, de modo que esta versión es enteramente fiel a la orquestación original. («La sierra musical u hoja sonora es una lámina de acero que, frotada con un arco, produce un sonido que puede ser modulado por la tensión y la curvatura de la sierra a partir de la presión de la mano». Wikipedia en Español). Puede escuchársela desde los 2 minutos y 41 segundos del inicio del movimiento hasta los 4 minutos y 22 segundos.
Allegro ma non troppo e maestoso
Andante con anima
Allegro brillante
¡Qué vao!
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