En recuerdo de mi hermana María Elena Alcalá Corothie, fallecida un día como hoy hace nueve años, se reproduce abajo la crónica que mi esposa escribiera en su antiguo blog del día de su cremación, junto con los comentarios que suscitara y sus respuestas.

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La cremación de la magnolia

por Cecilia Ignacia Sucre Anderson | abr 30, 2011 |

 

Bromelia florecida en mi casa ante la Sma. Trinidad, por primera vez a la muerte de ME

La entrada al estacionamiento del crematorio estaba obstruida por busetas llenas de gente. En aquellos minibuses apiñados en la vía se leía, escrito con pintura blanca sobre sus ventanas: “Te queremos, Robocop. Nunca te olvidaremos. Adiós, Robocop”, y otros mensajes parecidos.

Cuando yo me preguntaba de dónde había salido ese gentío, Beatriz, que me había llevado en su carro a comprar algo de tomar, dijo:

—¡Qué rabia que no traje la cámara! Es la despedida perfecta.

—Sí. Típico de ME. Se va con Robocop—dije yo, divertida.

Bea tuvo que mentirle a una persona que trataba de impedir nuestro paso al estacionamiento:

—Es que traigo a mi mamá con muletas—le dijo, mientras yo intentaba poner cara y piernas de circunstancia. Sólo por eso pudimos bajar la cuesta del cementerio tras la carroza mortuoria. Bea, burlándose, comentó que ahora yo tendría que usar la muleta que estaba en el carro desde que su esposo, practicante de ciclismo extremo, hubiera tenido su último accidente. Estábamos impresionadas por el espectáculo que se escenificaba delante de nosotras. Un tragicómico personaje, con camisa amarilla y cara de loco, dirigía el tráfico haciendo gestos exagerados con sus brazos largos, apartando a la gente que acompañaba a pie el cortejo fúnebre de Robocop para que pasara su carroza. Parecía estar drogado o muy borracho.

—Mira, mami: llevan botellas de anís—dijo Beatriz, señalando a varios de los hombres que en ese momento abrían la portezuela trasera y sacaban al muerto con riesgo de tumbar la urna.

—Bueno, están mejor que nosotras, que lo que traemos es una botella de agua de coco y una cocada helada. Seguro que a ME le hubiese gustado tener además alguna de ésas.

Bea, con alma de cineasta,  pronosticó:

—Seguro que bailan al muerto.

Pero era empinada la subida al horno. Lo que bailó fue la borrachera de los seis que lo cargaban llorando.

Ese Miércoles Santo, 20 de abril de 2011, María Elena Alcalá Corothie subió con Robocop al cielo. Fue un día nublado, de calor y bochorno; nunca salió el sol. Cuando ella era llevada al crematorio, una lluvia cerrada de gotas grandes se hizo eco de nuestra despedida.

Su velorio, a pesar de ser en Semana Santa, estuvo lleno de gente. Las personas, los amigos y familiares que fueron, llegaban con los ojos rojos y el rostro azorado. Muchos se quedaron con nosotros todo el día. Las diferencias que pude ver entre ellos son reflejo de la riqueza de la personalidad de ME, de la variedad de sus intereses y la calidad de su alma.

Sus compañeros de trabajo, muchos ahora jubilados, coparon la pequeña capilla de velación y atestiguaron cómo ella estaba siempre contenta, siempre atrayendo la risa, la diversión. Una de ellos, que trabajó frente a su escritorio por años, me contó cómo María, a la que nunca vio desanimada, organizó un coro para una fiesta en el Instituto Universitario Tecnológico de la Región Capital, escogiendo adrede a quienes cantaban peor. Por la calidad de sus voces, lo bautizó Las Toses Blancas y lo dirigió ella, por supuesto. Cantaron con orgullo y los corbatines de papel rayado en el cuello, que María Elena diseñó y fabricó para la ocasión.

Los profesores del instituto, sus colegas, la admiraban tanto por su inteligencia y amor por su trabajo, como por su espíritu y su calidad humana. Una profesora nos contó lo que sucedió cuando murió su esposo. María, quien nunca había estado en su casa, se presentó un día allá y se puso a conversar con ella y con su hija, que estaba muy triste por su pérdida. Esa tarde, nos dijo, terminó su hija riendo a carcajadas con los cuentos de ME sobre los juegos en la casa de su infancia, en Las Delicias de Sabana Grande. Con sus cinco hermanos y algunos vecinos de la cuadra jugaban a Combate, la popular serie de televisión de los sesenta, con todas las luces de la casa apagadas. Unas medias enrolladas hacían las veces de granadas, y hasta con fuego llegaron a jugar. La muchacha estaba divertidísima con la forma cómo María relataba su recuerdo, tanto así que días después todavía sonreía rememorando la historia.

Alejandro, su sobrino y alumno, contó cómo el primer día ella les exigió que al entrar a su clase, al saludarla, debían decir, “Buenos días profesora linda, inteligente y bella”; y si no, no entrarían. El segundo día, cuando los muchachos entraban saludando normalmente, olvidados de la advertencia, ella los paraba y les preguntaba frente a todos en el salón:

—¿Cómo es que tienen que saludarme? Repeat after me: Buenos días, profesora linda, inteligente y bella—lo que repetían todos a coro.

Solía entrar a clase con una taza de café grande, un cigarro encendido en una boquilla y en la cabeza, con mucha frecuencia, una gorra de los Leones del Caracas. Muy pronto, los muchachos sabían qué tipo de profesora tenían y ella también pretendía saber cosas de ellos. Era muy importante averiguar qué equipo de béisbol preferían, y hacerles saber que ella era una verdadera fanática del Caracas. En ocasiones, cuando perdía su equipo, se vestía de negro de pies a cabeza y daba la clase con anteojos oscuros y cara de luto. Yo, que soy magallanera a muerte, sufrí por muchos años esta diferencia con ella aunque juro que para esta última temporada, y sólo por la enfermedad de ME, no me habría importado que ganaran los Leones.

Alejandro contó también cómo María, sin previo aviso, hacía levantar a sus alumnos en mitad de alguna clase y los ponía a hacer calistenia en el salón, lo que producía el alboroto predecible. Quizás pensaba que ayudaba en la concentración o que, simplemente, era divertido.

Basta ver los mensajes de sus alumnos en Facebook para darnos cuenta de la calidad de profesora que fue:

“Con tu forma de vivir la vida y tu EXCELENTÍSIMA calidad humana, lograste LA PROBABILIDAD de que siempre te llevemos en nuestros corazones y de que tratemos de parecernos a ti por tu ejemplar apego AL DEBER SER”

“…pero haberte conocido y haber sido tu alumna fue un privilegio de algunas personas de esta ciudad y de este país… para mí tu nombre significa amistad, mística… alegría. Ojalá algún día llegue a parecerme un poquito a ti, profe”.

“Una despedida a quien me enseñó lo más útil que he tenido en mi vida profesional. Gracias, María Elena; mis estadísticas son muy buenas gracias a ti… nunca olvidaré que una probabilidad no es mayor que 1 y que los Gloriosos Leones siempre estaban en esa probabilidad de ganar. Nunca olvidaré ni los valores absolutos, ni los valores porcentuales, ni mucho menos los valores morales… QEPD. Dios te acoja con esa alegría que siempre tuviste… Gracias, Dios, por haber permitido que tú fueras una de mis Educadoras, ¡¡¡qué honor!!! Siempre estarás en nuestros corazones…  IUTRC 1984 – 1987. Oki Doki. Sale y Vale”.

Yo misma fui testigo de cómo amaba María Elena al IUT, y con qué bríos lo representaba en las competencias nacionales. En Maracaibo, en las vacaciones de 1989, la llevaba tempranito al estadio “Pachencho” Romero, cuyo nombre pronunciaba ella en el estilo altisonante de las promociones de Venevisión. Por la noche, ME llegaba a mi casa destruida pero a celebrar, colorada, sudando, cargada de medallas, muchas de ellas de oro. En verdad, como acuñó divertidamente, lo que ganaba era “u oro u plata”. Mis hijos, que eran chiquitos, la admiraban como a una verdadera campeona, la apasionada deportista que era.

En Miércoles Santo se acercaron también a despedirla sus compañeras de estudio de Psicología. La Nena Bracho me contó una historia de comienzos de los setenta, cuando María Elena, que tenía una “Renoleta”—un pequeño Renault cuya palanca de cambios parecía la de un tranvía—, buscaba a todas las amigas que podía para darles la cola a la universidad en Montalbán. Adelante iba un compañero que era grandísimo; no cabía en otro lado. Luego, atrás, se metían hasta cinco de las alocadas amigas. Ninguna puede olvidar las risas, los cantos y las aventuras que vivieron montadas allí. Eran felices, como dijo la Nena.

Entre esas amigas de la época de la universidad, las mas íntimas formaron un grupo, un clan: Las Magnolias. A ellas las adoraba. Con ellas se reunía una vez a la semana, como mínimo, a jugar mahjongg. Se querían tanto, que María esperó a recibir una magnolia en flor para decir adiós.

Su primer novio la despidió con un abrazo, desde los Estados Unidos la recordó un admirador que se enamoró de ella a los nueve años y el Negro Carrillo, su mejor amigo, su pareja de tango campeonil, cumplió lo prometido: no estar triste en su despedida. Esa tarde la sentí presente en el crematorio. Hubo risas contenidas cuando Sylvia descubrió un zancudo dentro del ataúd y de inmediato pidió ayuda para mover la tapa y sacar al bicho. La cruz que estaba sobre la urna salió volando y sólo el ágil movimiento de María Fernanda, su sobrina, evitó que cayera al suelo. Lo que no se pudo evitar, por fortuna, fue que quedara regado en el piso un montón de pétalos. Irónicamente, el mosquito volvió a meterse—o nunca salió—y la volvieron a destapar. Esta vez levantaron antes la cruz, que luego la prima Morella preservó para llevarla en ofrenda hasta la tumba de María Josefina Corothie de Alcalá.

Las anécdotas, impertérritas, continuaron fluyendo una tras otra; tantas, que se piensa ampliar el libro de la familia Alcalá-Corothie—¿Por qué somos tan locos?—, que escribió María Elena y recoge las que ella quiso contar. El Negro, por ejemplo, nos refirió una madrugada con ella en la arepera Las Tres Esquinas: ME, que estaba a dieta como tantas veces, pidió sólo una ración de queso blanco. El mesonero le respondió que no podía servirle lo que pedía.

—Pero tienen arepa de queso—dijo ella, mirando el menú.

—Sí, pero no puedo venderle sólo el queso.

—Bueno, entonces tráigame una arepa de queso blanco. Me le quita la masa y me le bota la concha. Ah… eso sí: con bastante queso.

Los presentes de Alma Nueva, que innumerables veces cantaron con ella, nos alegraron el alma interpretando, a capella y a cuatro voces, algunas bellas canciones venezolanas. Sylvia los exhortó a que no desafinaran porque, si eso sucedía, era posible que ME se levantara a poner orden. Por tanto, ensayaron y afinaron en sus tonos para complacerla. Casi al final de la tarde, la viola de Andrés Maurette dejó salir el dulce tema de la película Romeo y Julieta de Zeffirelli, el tango Por una cabeza y otro tristísimo de Piazzolla. Las lágrimas fueron entonces incontenibles, no de dolor sino por la emoción que produjo la buena música que ella tanto disfrutaba.

What is a youth, tema de Nino Rota para Romeo y Julieta de Franco Zeffirelli.

A rose will bloom
It then will fade
So does a youth
So does the fairest maid

A última hora, el sacerdote que tenía que rezar las exequias no llegó. Fue una de sus amigas, muy bella y realmente conmovida, quien orientó el réquiem. Logró un momento de recogimiento y fuerza en la oración que nunca podré olvidar.

El último guardián de María Elena

Si alguien me preguntara cómo imagino el tránsito de María Elena a la otra dimensión, le diría que la vi decir adiós por la ventanilla, satisfecha, muy divertida con su ceremonia de despedida y brindando, con una maraquita de anís y hielo picado, junto a Robocop, quien ya para entonces está encantado con ella, dispuesto a defenderla por toda la eternidad.

NS

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17 Comentarios

    1. Luis Enrique Alcalá de 1 mayo, 2011 a las 11:54 AM

Certifico que esta crónica de mi esposa es reflejo fiel del insólito velatorio de mi hermana María Elena. Como su cruz de flores dejó pétalos regados por el piso, así su vida esparció inmarcesibles actos de amor. Ya Marilén Alezones de Alcalá ha admitido que al leer La cremación de la magnolia, desde lejos, se sintió presente en Miércoles Santo.

    1. Evelyn de 2 mayo, 2011 a las 3:10 PM

… digna crónica de un personaje como ME, a quien si apenas vi dos veces, fue suficiente para sentirla y, por ende, muy poco para disfrutarla.

Desde esta otra esquina redonda del planeta, agradezco haberlos acompañado a través de tu pluma, Nacha. Exquisito relato.

Nunca he sido “políticamente correcta” y, por lo tanto, me he escabullido de cuanto funeral he podido. Pero lo de ME no fue uno de “ésos”. Fue, como me llega que siempre era lo suyo, otra “joda creativa”, como merece.

Inspiradora transición la de ME. Cuando sea grande y decida irme, quiero irme como ella.

Sonrisas del corazón,

Eve

nacha de 4 mayo, 2011 a las 5:38 PM

Estoy segura de que a ella también le hubiese gustado que estuvieran presentes.

    1. Wilfredo de 2 mayo, 2011 a las 10:23 PM

Nacha: no pudiste describirla mejor. ME dejó en el corazón de todos muchos cosas, y creo que lo más importante fue el vivir, vivir cada día como si fuera el último. Tuve la suerte de conocer a ME hace más de 20 años, en el IUT, y siempre la recuerdo chévere, alegre, p’alante… la verdad, echamos mucha vaina juntos. Pero, también, nos enseñó el sentido de la responsabilidad y el cumplir lo que se promete. Siempre recuerdo uno de esos viajes a la playa, donde ME nos obligaba a estudiar antes de salir de la casa; son muchas las historias, y todas buenas.

Muchas gracias por compartir este mensaje; seguro ME estará feliz de saber cuánto se le quiere.

Wilfredo

nacha de 4 mayo, 2011 a las 5:39 PM

Sí, estoy de acuerdo. Ella era sumamente responsable, hasta con las pequeñas apuestas de juego.

    1. Milagros Porras de Mendible de 4 mayo, 2011 a las 10:44 AM

Ciertamente hay mucho más que contar de ME.
Bendita la intuición que nos hizo ser amigas durante más de cuarenta años.

nacha de 4 mayo, 2011 a las 5:41 PM

Podrías contar, si quieres en este mismo espacio, las cosas que recuerdas de ella. Como ya dije, se quiere ampliar su libro de anécdotas.

    1. rosa parada de 15 mayo, 2011 a las 8:57 AM

Estaba de viaje y no pude estar presente el día de su funeral. Pero esta crónica me ha permitido vivir ese día como si hubiese estado presente. Mejor descripción de su personalidad, ¡imposible! María Elena vivirá por siempre en nuestros corazones y siempre la recordaremos como era: vital, alegre, fiestera, inteligentaza y siempre de buen humor. Gracias por escribir tan bonito… Rosa

nacha de 15 mayo, 2011 a las 12:48 PM

Querida Rosa: me encanta que te haya gustado la crónica de la despedida de ME. Sé del cariño que ella te tenía y, como tú bien dices, siempre la recordaremos como la describes.

    1. Maria Teresa Garcés de 15 mayo, 2011 a las 3:46 PM

¡Uao! ¡Excelente crónica y sublime relato! No estuve ese día del funeral, pero acabo de estarlo ahora… No fui su amiga, y menos su alumna, sólo su enfermera, y aún estoy impregnada de su esencia. Las anécdotas compartidas con ella fueron intensas, graciosas y muy vitales, atípicas en un proceso del bien morir.

Cuando llegó a mi cuidado se suponía que no podía hablar ni expresar emociones y tal vez ni pensar. Me imagino que quizás lo vio como una apuesta con la vida y la ciencia, pues resultó ser telépata. Yo podía oírla perfectamente; rió todas las veces que se pudo y, hasta su último minuto, pensó todo cuanto le apeteció. Quizás soy una de las pocas personas que la vio llorar, y les comento que aun en ese momento no expresaba tristeza. Sólo puedo agregar que los dieciséis días que pasé junto a ella fueron grandiosos e imborrables, como su existencia e influencia en todos a quienes contactó.

nacha de 15 mayo, 2011 a las 4:00 PM

Estimada María Teresa: tu comentario me conmueve, porque fui testigo del amor y eficacia con los que cuidaste a María Elena en sus últimos días. Toda la familia se siente muy agradecida contigo, y también con tu colega. Este testimonio tuyo tiene un gran valor para nosotros, y corrobora lo especial que había en nuestra querida ME y la empatía que logró contigo. Eres una gran profesional.

Responder

    1. María Eugenia Cordido de 24 mayo, 2011 a las 4:54 PM

Hola, Nacha. ¡Qué hermoso todo lo que has escrito! Verdaderamente que María Elena tuvo una vida excepcional; hizo tanto, disfrutó al máximo, enseñó y compartió con desprendimiento y siempre con esa alegría por delante. Y trascendió. Todas esas manifestaciones de cariño y agradecimientos lo demuestran.
Siendo yo mayor que ella, siempre la admiré, desde que eramos niñas. Era tan graciosa, irreverente y audaz ¡y tremendísima! A mí me encantaba verla. Nosotros vivíamos a escasas dos cuadras, y cierta vez que fuimos con mi mamá caminando, al llegar a la Alcalareña, la vimos: la calle estaba rota pues la estaban reparando, colocando tuberías o algo así. Ella estaba encaramada en lo alto de un montón de tierra, dando gritos, con un sombrero de vaquero, cartucheras al cinto y un revólver de juguete, al que le daba vueltas como toda una Annie Oakley en su dedo índice. Yo me derretí de asombro y envidia ante su maestría. Por supuesto, mi tía Josefina la mandó a bajar de allí inmediatamente para que viniera a saludar, cosa que hizo con una enorme sonrisa. Es una imagen que nunca olvidaré.
Hace muchos años hicimos un taller de Insight José Antonio y yo, y coincidimos con Francis y ME. El salón era enorme, pues éramos muchísimas personas. Para entrar en él cuando comenzaba el taller, empezaba a sonar In the Hall of the Mountain King, de la suite Peer Gynt de Grieg. Pues ME comenzaba a caminar a saltitos, llevando el ritmo de la música, recorriendo esa distancia que era bastante. La música comienza lento y luego va acelerando y se hace rapidisima. Yo no sé como hacía, pero llegaba a su silla justo en el acorde final con su gran sonrisa. Mi querida Fina Fina—así nos llamábamos la una a la otra—; siempre la recordaré con alegría, que fue una de sus innumerables cualidades.

nacha de 24 mayo, 2011 a las 11:01 PM

Mil gracias, María Eugenia. Las dos anécdotas que has aportado a la creciente leyenda de María Elena son invalorables, y la retratan tal como es. Algo que debemos a ME es esta ola de reunión de la familia en torno a su recuerdo.

Te saludo agradecida desde Sao Paulo, adonde viajé el domingo. Regresaré el 10 de junio, una semana justa después de su cumpleaños, que habría sido el último de sus cincuenta. En nuestro juego de dominó en la segunda Alcalareña, la piedra 3-6 fue y será siempre para nosotros el 3 de junio. La recordaré desde esta enorme ciudad.

8. CAROL de 3 junio, 2011 a las 3:36 PM

La conocí hace como 15 años, fui su alumna en el IUT. Siempre la miré con admiración… su alegría era contagiosa. Gracias por su vida y por haber pasado por la mía. Quisiera contagiarme de su esencia. Hoy, 3 de junio, es su cumpleaños y ahora mismo estoy meditando acerca de la alegría y del amor por la vida… Profe: siéntase satisfecha por su paso por este mundo; usted aún después de su partida es capaz de alegrar corazones.
Sra. Nacha: gracias por compartir este blog

nacha de 3 junio, 2011 a las 6:56 PM

Todos la hemos recordado precisamente hoy, todo el día. Me conmueve tu comentario y comparto tu percepción de ella. Gracias.

9. León de 28 marzo, 2014 a las 2:35 PM

Sra. Nacha: gracias por compartir este escrito a manera de homenaje de la Profesora María Elena, excelente en Estadistica, excelente en calidad humana y sobre todo excelente en lo que día a día transmitía… Tuve la dicha de ser su alumno a mediados de los 90′; repetí la materia con ella, hice calistenia muchas veces en plena aula, repetí muchas veces el “Buenos días, profesora linda y bella” , nos permitía al igual que ella fumar en el aula y pude aprender claramente que la calidad está por encima de todo, una calidad que pocos seres humanos son capaces de transmitir; hoy, siendo 28 de marzo, y luego de tanto tiempo sin saber de ella, me entero por casualidades de la vida que la profesora ME nos dejó para ir a una nueva dimensión. Finalmente, como anécdota puedo relatar que cada vez que teníamos un parcial permitía sacar cualquier apunte, cualquier libro, cualquier chuleta, cualquier nota; sin embargo, con todo y eso estaba en ti como alumno demostrar lo aprendido con calidad y no con cantidad en el examen, por lo que, así lo pasaras todo y los resultados fuesen lo que ella pedía o exigía el ejercicio al final te quitaba nota por trabajar de más. Tal como ella decía: “¿Por qué trabajaste así si lo podías hacer por este otro método? ¿Ves lo que te digo? Calidad muchachón, calidad…” Hasta pronto, Profe, y esperamos que no haya puesto a los angelitos a hacer calistenia!!!…

Cecilia Ignacia Sucre Anderson de 7 mayo, 2014 a las 4:20 PM

Gracias a Ud., León, por su comentario y por compartir la anécdota, típica de nuestra querida ME. Siempre la recordaremos con amor.

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Dos enlaces a entradas de este blog sobre la muerte de mi hermana María Elena:

María Elena o la dulzura

La belle au bois souriant

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