A eso de las siete de la noche del domingo 3 de enero de este año 2021, me encontraba tramitando una hallaca ante el mesón de la cocina de la casa cuando sufrí un desvanecimiento que me hizo reclinar la cabeza para posarla ante mi plato. El episodio sería luego diagnosticado como síncope vagal, causado por la ingesta inadvertida del doble de la dosis típica de sildenafil. Lo cierto es que perdí el conocimiento.

Mi esposa, alarmada, reclutó de inmediato la ayuda de nuestro hijo y nuestro yerno, que viven cerca de nosotros, y ellos me subieron a un carro que me llevó a una primera clínica, donde recuperé la conciencia y fui sometido a una batería de exámenes, que incluyó pruebas cardiológicas y tomografía axial computarizada del tórax. Esta última reveló la presencia de un nódulo en el vértice del pulmón izquierdo. El médico jefe requirió un examen ulterior que practicara un cirujano especialista, quien programó para el 26 de enero la resección del mismo, mientras se cumplía trámites requeridos por el seguro de salud que me ampara. Esta operación ocurrió en un centro médico distinto del inicial.

Ayer lunes, el cirujano me examinó y me declaró curado, luego de hacerme conocer el siguiente reporte citológico:

 

En síntesis, me fue extirpado un nódulo canceroso y suficiente tejido circundante para asegurar la remoción total de tejido maligno. El cáncer ha desaparecido, tanto así que no se programó ni radiaciones ni quimioterapia posteriores. Deberé reportarme dentro de tres meses.

Mi error, al ingerir el doble de la dosis máxima unitaria de sildenafil, condujo a la detección del nódulo pulmonar y su oportuna y total resección. Deo gratias.

LEA

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