Dámaso Pérez Prado es conocido sobre todo por sus aportes al género del mambo, que tiene sus orígenes en el danzón cubano y que daría pauta al surgimiento y desarrollo del chachachá, así como también de la música surgida a finales de la década de 1950 y conocida luego, desde principios de los años 1970 como salsa. No fue el creador del ritmo, que ya se tocaba en La Habana de finales de los años treinta, pero sí su mayor difusor a nivel internacional.
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Música es música, dije cuando puse en el programa #100 de Dr. Político en RCR (21 de junio de 2014) el Aria de las Variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach y Corazón Partío, de Alejandro Sanz, a las que llamé «dos piezas perfectas». Es confirmación de tal tautología la interpretación de tres mambos de Dámaso Pérez Prado por la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar dirigida por—¿quién más?—Gustavo Dudamel.
La interpretación de los jóvenes músicos venezolanos es sólo el transporte a una orquesta sinfónica de lo compuesto por Pérez Prado; no hay una nota que no haya compuesto él.
Es inevitable que recuerde a Dolores Margarita Sylva Moreno de Álvarez, la gran Loló, madre de mi compinche de infancia y primera juventud, Oscar Álvarez Sylva. Ella nos enseñó a bailar para el primer «picoteo» * de nuestras púberes existencias en su casa, en 1956. El mambo estuvo entre lo que debimos aprender bailando con ella.
¡Qué rico el mambo! LEA
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* Picoteo, en nuestro caso, viene del término pickup, que es como llamábamos a los tocadiscos en parejera designación derivada del idioma inglés. (parejero, ra 4. adj. Ant. y Ven. Vanidoso o presumido. Diccionario de la Lengua Española).
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