Esa presentación conduciría ese mismo año a un taller de cinco días sobre Política Clínica*

 

A Atenaida Escobar

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Lo que sigue ha sido tomado del capítulo final de Las élites culposas, libro del suscrito de mediados de 2012

 

Esencialmente, la Política Clínica es la práctica de la Política como un arte de carácter médico. De tan simple postulación, se desprende una buena cantidad de consecuencias.

Primero que nada, que la Política no es una ciencia; es un arte, un oficio, una ocupación, un métier, como la Medicina o la Ingeniería, que tampoco son ciencias, y mucho menos es la Política una ciencia deductiva, como la Geometría. (En un viejo y erróneo concepto, la Política se derivaría, como un teorema, a partir de primeros principios: las ideologías). Hay ciencias médicas, por supuesto—la anatomía y la histología, la fisiología y la fisiopatología, la bioquímica y la biofísica—como se habla de “las ciencias de la Ingeniería” (Matemática, Física, Ciencia de los Materiales). Pero el médico y el ingeniero no son investigadores que contestan preguntas y expanden el campo del conocimiento teórico; son profesionales que resuelven problemas. Son practicantes de un arte. Claro, porque quieren ejercerlo responsablemente buscan el auxilio de la ciencia, el modo más riguroso y serio de obtener conocimiento.

El arte de la Política es el de resolver problemas de carácter público. Muchos problemas humanos, la gran mayoría, encuentran solución en el intercambio privado: las interacciones de personas individuales que componen el reino del Derecho Civil o Mercantil. Otros adquieren una dimensión que escapa a esa capacidad de la interacción privada y afectan a grandes contingentes de personas, a pueblos enteros, incluso al mundo todo. Entonces se hacen necesarias las instancias que puedan tramitarlos, entenderlos y resolverlos: las instituciones públicas.

El diseño, la invención de las instituciones y su operación—mediante “las políticas”, ahora en plural—para resolver los problemas públicos, es la médula del arte de la Política. Ninguna otra cosa—otra vez—que la solución a esta clase de problemas justifica a los actores públicos: partidos y líderes, instituciones y ministros, estados y gobernantes. Es para eso, y solamente para eso, que las sociedades constituyen estados; ninguno se justifica sino por eso.

Por consiguiente, los dirigentes de los estados no son los jefes de los pueblos o sociedades; son quienes comandan un aparato institucional que resuelve problemas públicos, los que aquejan a las sociedades, a los pueblos. Un médico no es el jefe de sus pacientes; es su servidor, su consejero.

Las fuentes paradigmáticas más adecuadas a la Política Clínica están en la moderna Ciencia de los Sistemas Complejos, la que incluye la Teoría del Caos. Ella, a su vez, se maneja mejor con las llamadas “matemáticas fractales”, cuyo fundador consciente es Benoît Mandelbrot, matemático franco-americano nacido en Varsovia y autor de La Geometría Fractal de la Naturaleza (1982).

Un sistema complejo es un conjunto de muy numerosos componentes que interactúan entre sí. El clima de la tierra, por ejemplo, es un sistema complejo, como lo son el aparato circulatorio humano, la dinámica turbulenta de los fluidos, los mercados de valores, las sociedades en general y, naturalmente, el mismo universo entero. Las Ciencias Sociales clásicas procuraban construir modelos lineales y simples en imitación de la Física Clásica; ahora disponen de las estructuras conceptuales provistas por la Ciencia de la Complejidad, que son mucho más poderosas para modelar entes complejos como las sociedades y su desenvolvimiento histórico. Si Carlos Marx hubiera tenido a la mano la Ciencia de la Complejidad, nunca hubiera desarrollado su “materialismo histórico”.

Uno de los rasgos definitorios de los sistemas complejos es la presencia en el conjunto de “propiedades emergentes”, las que no están presentes en los componentes individuales y por esto son impredecibles a partir de ellos.

En ilustración de Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química: si ante un ejército de hormigas que se desplaza por una pared, uno fija la atención en cualquier hormiga elegida al azar, podrá notar que la hormiga en cuestión despliega un comportamiento verdaderamente errático. El pequeño insecto se dirigirá hacia adelante, luego se detendrá, dará una vuelta, se comunicará con una vecina, tornará a darse vuelta, etcétera; uno concluirá que esa hormiga no tiene la menor idea de adónde dirigirse. Pero el conjunto de las hormigas tendrá una dirección claramente definida, la propiedad emergente de su direccionalidad.

Para la economía clásica, la mano misteriosa del mercado estaba basada en la eficiencia del decisor individual. Se lo postulaba como miembro de la especie homo œconomicus, hombre económicamente racional. Los modelos del comportamiento microeconómico postulaban competencia perfecta e información transparente. El mercado era perfecto porque el átomo que lo componía, el decisor individual, era perfecto. La propiedad del conjunto estaba presente en el componente.

Hoy en día, no es necesario suponer esa racionalidad individual para postular la racionalidad del conjunto: el mercado es un mecanismo eficiente independientemente y por encima de la lógica de las decisiones individuales.

Es esta característica natural de los sistemas complejos el más sólido fundamento de la democracia y el mercado. A pesar de la imperfección política de los ciudadanos concretos, la democracia sabe encontrar el bien común mejor que otras formas de gobierno; a pesar de la imperfección económica de los consumidores, el mercado es preferible como distribuidor social. Tanto la democracia como el mercado, naturalmente, pueden enfermar.

No se trata de nociones tan abstrusas o hallazgos tan misteriosos que una persona común no pueda entender. La gente de CEDICE pudiera sustentar su defensa de la actividad empresarial sobre bases más actuales, y cualquier militante de Un Nuevo Tiempo o el PSUV podría aprender estas cosas si se lo propusiera, pero la dirigencia de ambos partidos insiste en que lo ideológico es lo fundamental. Son cosas como éstas las que hacen obsoleto el marco mental de los actores políticos convencionales, las que determinan su insuficiencia política.¶

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Estructura del taller (clic amplía)

 

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Nota necesaria

En Millar segundo (20 de marzo de 2019):

Hace unos días me escribió desde Los Ángeles un noble amigo—Leopoldo Hellmund Blanco—cuyo nombre de pila puse a mi hijo mayor, nacido en 1969. Este primer hijo ha sido apoyo fundamental, conceptual y tecnológico, del esfuerzo de treinta y seis años en mi peculiar política: me asistió en la escritura y diagramación de Krisis, mis «memorias prematuras» (1986), me animó en 2002 a producir lo que en un comienzo fue la Carta de Política Venezolana y luego—desde el #86 del 12 de mayo de 2004 hasta el #356 del 5 de noviembre de 2009—la Carta Semanal de Dr. Político. De hecho, fue él la fuente de tal denominación al instruirme en el concepto de «marca personal» (personal brand) que yo desconocía; me convocó una mañana a su casa para explicármelo y advertirme que mi marca personal debía expresar lo que yo era, lo que yo hacía. Respondiendo a su estímulo, sugerí que si lo que yo hacía era una política médica, clínica, tal vez Dr. Político fuera la marca adecuada. (Muchas veces he explicado que no tengo doctorado alguno, a pesar de nueve años de educación universitaria—tres en Medicina, uno de Estudios Internacionales y cinco de Sociología—; el «doctor» de mi marca es simplemente sinónimo de médico: «Vengo del doctor, el doctor me recetó»).

La explicación precedente fue ofrecida por mí a la Profra. Ana Blanco, promotora y organizadora del taller en la Escuela Luis Razetti, a pesar de lo cual fui presentado como «doctor» en materiales de promoción. El último día del programa dije que soñaba con obtener de la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela un doctorado honoris causa en Medicina. También que intentaría repagar, con la donación de mi cadáver a la escuela, los que había disecado en la Universidad de Los Andes en 1959-60.

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Me encuentro preparando una versión actualizada y aumentada de ese taller, con la esperanza de atraer principalmente a personas de oficio o vocación pública, aunque estará abierto a cualquier persona que se interese. Estaré informando de localización, fechas y requisitos de inscripción por este medio. LEA

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