Hace más de diez años que este blog publicara «notas del día«, breves textos sobre temas de actualidad, mayormente, o que por alguna razón quisiera proponer como pertinentes en el momento de su publicación. Luego de décadas de trabajo político, dejé esta constancia en Hallado lobo estepario en el trópico (28 de mayo de 2011): «Nadie (…) ha refutado mis tesis en veintiocho años de labor». Casi un año antes (5 de junio de 2010), publiqué una nota «del día»—con el mismo título de esta entrada—que sigo creyendo razonable; por eso la reproduzco entera en esta fecha, pues sigo esperando refutaciones eficaces a las cosas que propongo* desde hace décadas.

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Una Política Clínica no cree que “el maestro es el apóstol de la juventud”, como titulaba Luis Beltrán Prieto Figueroa uno de sus recordados artículos, ni tampoco que la universidad es “fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre”, como reza nuestra Ley de Universidades. Ese lenguaje hiperbólico no es bueno para fundar repúblicas, y ya Bolívar alertaba contra las que llamaba “aéreas”. Para ser político clínico no es necesario chuparse el dedo. Sólo unos pocos maestros pueden ser llamados apóstoles de la juventud.

Pero una aberración contraria, si queremos hacer dicotomías, es desconocer el altruismo en política. El político profesional serio debe ser, sin duda, realista. Esto no conduce a tener el realismo como sinónimo de cinismo. Nadie menos que Federico el Grande de Prusia quiso escribir un breve ensayo—corregido y ampliado por el cáustico Voltaire, su protegido—para refutar a Maquiavelo. En Anti-Maquiavelo (1740), Federico expuso que el italiano había ofrecido un punto de vista parcial y sesgado del arte del estadista. Además de reivindicar un lugar para un genuino interés por la prosperidad de los ciudadanos, el gran monarca apuntó agudamente cómo Maquiavelo había escamoteado la evidencia del término infeliz o desastroso de más de un gobernante malhechor por él alabado.

Y es que, asimismo, no es nada difícil recabar comprobación empírica de que la bondad es eficaz. La bondad funciona en la práctica. Los expertos en gerencia de personal ya abrazaban, a fines de los años sesenta del siglo pasado, la “Teoría Y”, que se oponía a una “Teoría X” que contemplaba cínicamente las motivaciones de los empleados de las empresas privadas. Sin darse cuenta de lo que hacían, eran, como Federico el Grande, antimaquiavélicos. Habían descubierto que, con mucho, era preferible ser amado que temido.

El líder temido, no cabe duda, puede ser muy eficaz. Con frecuencia logra sus propósitos. Pero para lograr metas más elevadas es necesario ser líder amado. No se puede convocar a grandes cosas desde el miedo.

Es en este sentido práctico, plenamente realista, que Don Pedro Grases, el gran catalán venezolano, afirmaba en su septuagésimo cumpleaños: “La bondad nunca se equivoca”. Para quien había logrado escapar de la muy real y concreta tragedia de la Guerra Civil Española, eso no era poesía, sino constatación práctica.

Una política fundada en ese sentimiento, a pesar de su hermosura, es perfectamente posible. (Y muy necesaria). LEA

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* Del Código de Ética (24 de septiembre de 1995) que rige para este blog:

5. Consideraré mis apreciaciones y dictámenes como susceptibles de mejora o superación, por lo que escucharé opiniones diferentes a las mías, someteré yo mismo a revisión tales apreciaciones y dictámenes y compensaré justamente los daños que mi intervención haya causado cuando éstos se debiesen a mi negligencia.

6. No dejaré de aprender lo que sea necesario para el mejor ejercicio del arte de la Política, y no pretenderé jamás que lo conozco completo o que no hay asuntos en los que otras opiniones sean más calificadas que las mías.

7. Reconoceré según mi conocimiento y en todo momento la precedencia de aquellos que hayan interpretado antes que yo o hayan recomendado antes que yo aquello que yo ofrezca como interpretación o recomendación, y estaré agradecido a aquellos que me enseñen del arte de la Política y procuraré corresponderles del mismo modo.

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