A la memoria de Argenis Martínez, quien dijera en 1997:
La característica general de la política venezolana hasta ahora es que si usted está mejor preparado en el campo de las ideas, es más inteligente a la hora de buscar soluciones y tiene las ideas claras sobre lo que hay que hacer para sacar adelante el país, entonces usted ya perdió las elecciones.
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El cuarto día de este mes leí una nota servida por Costa del Sol FM, que titulaba de este modo: El gran líder de Venezuela ahorita es “ninguno”. Esto decía:
¿Es la hora de un candidato ‘outsider’ para las presidenciales de 2024 en Venezuela?
El gran líder de Venezuela es “ninguno”, apunta el analista Luis Vicente León. No hay dirigentes políticos con más del 20% de valoración positiva, ni en el gobierno de Maduro ni entre sus opositores, advierten especialistas en sondeos.
El divorcio de los partidos políticos con millones de venezolanos ha generado un vacío de liderazgo que pudiera dar pie a la aparición de un candidato alternativo para las elecciones presidenciales de 2024 en esa nación, si bien hoy esa opción no tiene rostro ni nombre, según los expertos. (…) Una encuesta realizada el pasado fin de semana por la firma Datincorp revela que 63 % de los venezolanos considera que su presidente ideal para 2024 debe ser alguien sin alineación con la oposición ni con el chavismo. (…) “Hace 10 años, el 80 % de los venezolanos se dividía entre chavistas y opositores. Hoy, ambos bloques son una minoría. Sumados los dos, llegan a 29 %. Es un tercio de la población”. (…) El responsable de Datincorp insiste en que tanto el gobierno como la oposición “perdieron la calle” y que están “abiertas las puertas para un nuevo liderazgo”. (Gustavo Ocando Alex – Voz de América).
«Hace 10 años», en 2012, pero apenas tres años después—en mayo de 2015—la misma Datincorp había registrado lo siguiente:
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He aquí algunas anticipaciones de ese fenómeno:
Hace dieciséis años:
¿Será lo adecuado presentar una oferta que, entendiéndose a sí misma como trascendente de la vieja dicotomía izquierda-derecha, pueda ser comprendida por los electores como de centro? ¿Y será el candidato correcto ese caballero desconocido que responde al maracaibero nombre de Ninguno Nosabe Nocontesta?
El mero centro – 15 de junio de 2006
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Hace treinta y cinco años:
Hay un segundo sentido, más específico, en el que el candidato que pueda resultar la sorpresa debe ser un outsider. Debe serlo también en términos de estar afuera o por encima del eje tradicional del «espacio» político. Tal eje viene determinado por un continuum más o menos lineal, que va desde las posiciones de «izquierda» hasta las posiciones de «derecha». Esta es una división tradicional del campo político, pues responde al criterio de que el principal «problema social» (o político), consiste en distribuir la renta social: si se acomete este asunto con preferencia para «los pobres» entonces se es izquierdista; si esto se hace con preferencia por «los ricos», entonces se es derechista.
No es éste el sitio para describir otra noción política más moderna que considera obsoleto el planteamiento anterior, definitorio de «derechas» e «izquierdas». Pero el candidato que pretenda tener éxito en 1988 deberá ser outsider también en el sentido de no situarse en alguna posición del eje referido, sino en un plano diferente.
La segunda característica importante (a nuestro juicio más importante que la condición de outsider) que debe ostentar un candidato con posibilidades de «dar la sorpresa», es la posesión de tratamientos suficientes y convincentes para la crisis.
La base de esta condición consiste en poder partir de una concepción de lo político que comprenda importantes y hasta radicales diferencias con las concepciones convencionales. En la raíz de tal concepción está la necesidad de una sustitución de paradigmas políticos, en el sentido que Tomás Kuhn da al término paradigma. Es decir, nos hallamos ante una realidad social y política que ya no puede ser comprendida por los planteamientos y enfoques convencionales, lo que es la causa de fondo de la crisis de gobernabilidad. No es el caso que los políticos tradicionales tengan las recetas adecuadas y por «maldad» se resistan a aplicarlas. El punto es que no las saben.
Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela – 22 de septiembre de 1987
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Hace treinta y siete años:
El espacio intelectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los verdaderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. Así lo revela el análisis de las proposiciones que surgen de los actores políticos tradicionales como supuestas soluciones a la crítica situación nacional, situación a la vez penosa y peligrosa.
Pero junto con esa insuficiencia en la conceptualización de lo político debe anotarse un total divorcio entre lo que es el adiestramiento típico de los líderes políticos y lo que serían las capacidades necesarias para el manejo de los asuntos públicos. Por esto, no solamente se trata de entender la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experiencias y conocimientos distintos.
Las organizaciones políticas que operan en el país no son canales que permitan la emergencia de los nuevos actores que se requiere. Por lo contrario, su dinámica ejerce un efecto deformante sobre la persona política, hasta el punto de imponerle una inercia conceptual, técnica y actitudinal que le hacen incompetente políticamente.
Proyecto SPV – Documento base – 8 de febrero de 1985
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Nihil sub sole novum. El fenómeno, el problema, ya había sido diagnosticado y explicado con anticipación más que suficiente y Alexis de Tocqueville postulaba, en L’Ancien Régime et la Révolution (1856), que «el verdadero arte del Estado» consistía en «…una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro…» LEA
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