Mi padre compró innumerables libros que nutrieron la juventud de sus hijos: novelas de escritores que ganaron el Premio Nobel de Literatura, las obras completas de William Shakespeare y Oscar Wilde, las Memorias de un venezolano de la decadencia (José Rafael Pocaterra), todo Rómulo Gallegos, varios atlas geográficos… También compraba y traía a la casa revistas y periódicos, como las infaltables Selecciones del Reader’s Digest de frecuencia mensual. Los domingos, para multiplicarnos la diversión con suplementos, cuatro eran los periódicos que llegaban a la quinta Alcalareña: El Nacional, El Universal, La Esfera, El Heraldo. Fue, por supuesto, el Niño Jesús que me dejara al lado de la cama, a mis doce años, casi todos los libros de la argentina Biblioteca Billiken, y más tarde nos regaló una caja repleta de centenares de Cuentos de Calleja. Para comienzos de los años cincuenta, había incorporado la revista LIFE, en la que vimos el mismo año de 1953 las fotos del Everest conquistado por Tenzing Norgay y Edmund Hillary y la coronación de Isabel II de Inglaterra. Es natural que mis recuerdos hayan ido a ese año; cuando yo había cumplido diez años de edad supe por primera vez de la gran dama que falleciera hoy en el castillo de Balmoral, en Escocia. (Conjeturo que sabía que moriría pronto y fue a despedirse desde su residencia favorita).
De ella se han ocupado la prensa, el cine y la televisión. La película The Queen, por caso, que le valiera a Helen Mirren el Premio Oscar a la Mejor Actriz Principal en 2007, por su inolvidable encarnación de Isabel, o la serie de Netflix The Crown.
Isabel II sobrepasó a la gran Reina Victoria en longevidad reinante; el año que viene habría cumplido setenta años como monarca de los ingleses, escoceses e irlandeses. Toda su parábola fue trazada con valor e invariable honestidad.
Nació en Londres, siendo la hija mayor de los duques de York (más tarde, los reyes Jorge VI e Isabel) y fue educada en su casa a cargo de preceptores privados. Su padre ascendió al trono en 1936 tras la abdicación de su hermano Eduardo VIII. Comenzó a llevar a cabo funciones públicas durante la Segunda Guerra Mundial, al servir en el Servicio Territorial Auxiliar, la rama femenina del Ejército Británico de la época. Cuando su padre falleció en 1952, se convirtió en jefa de la Mancomunidad de Naciones y reina de los siete países independientes pertenecientes a la misma: Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Pakistán y Ceilán. La celebración de su coronación en 1953 fue la primera en ser televisada. Entre 1956 y 2021, la mitad de sus reinos, entre ellos Sudáfrica, Pakistán, Ceilán (posteriormente llamado Sri Lanka) y Barbados, obtuvieron su independencia y se convirtieron en repúblicas. (…) En 2007 se convirtió en la monarca más longeva en la historia británica al superar a su tatarabuela, la reina Victoria (Wikipedia en Español).
Adoptó el nombre de Isabel II para honrar a su madre, la reina consorte Isabel. Creo que cabe acá, en honor de su prolífica, digna y benéfica vida, escuchar la Marcha para el funeral de la Reina María*, del gran compositor del barroco inglés Henry Purcell. La interpreta el Equale Metal Ensemble que dirige John Eliot Gardiner:
Paz a sus restos. LEA
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* Los nombres de Isabel y María han estado navieramente hermanados en los transatlánticos Queen Elizabeth y Queen Mary, buques de importante historia. (Ver Wikipedia en Español).
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