Actualización: artículo en The New York Times en español sobre el mismo tema de esta nota.
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En aviso por correo electrónico de hoy, The New York Times me enteró de lo siguiente: «Gustavo Dudamel, uno de los más grandes maestros del mundo, dejará la Filarmónica de Los Ángeles para dirigir la Filarmónica de Nueva York. Dudamel, un carismático director de 42 años, tomará el podio de la Filarmónica en 2026, en un gran triunfo para la orquesta».
Hace un poco más de quince años, se reprodujo acá un extenso artículo de la revista del mismo periódico neoyorquino—Conductor of the People (DIRECTOR DEL PUEBLO)—escrito por Arthur Lubow. Al inicio asentaba:
En 2004, Gustavo Dudamel, que para ese entonces era virtualmente desconocido fuera de su nativa Venezuela, participó en la primera Competencia Internacional de Dirección Orquestal Gustav Mahler, para directores menores de 35 años. Uno de los jurados en Bamberg, Alemania, era Esa-Pekka Salonen, Director Musical de la Filarmónica de Los Ángeles. “Llegué un poco más tarde que el resto del jurado, y para las semifinales ya había mucha excitación con él”, dijo Salonen. A sus 23 años, Dudamel era no sólo un competidor inusualmente joven, sino que esa sesión con la Sinfónica de Bamberg marcaba la primera vez que dirigía una orquesta profesional. Lucía impertérrito. “Uno es joven e inexperto, pero de algún modo debe crear un aura de confianza y autoridad”, me explicó Salonen recientemente. “Gustavo no se preocupa por la autoridad. Se preocupa de la música, que es exactamente la aproximación correcta. La orquesta es seducida a tocar bien para él, en lugar de ser forzada”. Después de que el premio fuera concedido a Dudamel, Salonen telefoneó a Deborah Borda, Presidenta de la Filarmónica de Los Ángeles. “Me dijo: ‘Deborah, no vas a creer este muchacho de Venezuela que ganó la competencia’,” me refirió Borda. “Yo pregunté: ‘¿Cómo es él?’ Y me dijo: ‘Es un animal de la dirección. Consigámoslo de una vez para un concierto en la concha acústica’.”
Dudamel ni siquiera tenía un agente. Primero encontró uno, luego Borda lo contrató para un concierto de verano al aire libre en la Concha Acústica de Hollywood. “Cuando llegó nos acercábamos al final de la temporada en la concha, hacía 43 grados, la orquesta se aprestaba a sus vacaciones… y fue eléctrico”, recuerda Borda. De inmediato lo contrató para una fecha de suscripción regular en Disney Hall y, entretanto, se embarcó en lo que llama “una odisea de dos años” para verlo trabajar con orquestas por toda Europa. Para Borda, que buscaba candidatos que un día sucedieran a Salonen, el punto crucial llegó mientras observaba un ensayo de Dudamel con la orquesta de La Scala de Milán en la Quinta Sinfonía de Mahler (que era la pieza que había dirigido en la competencia de Bamberg). “Ésa es una gran orquesta de óperas, pero uno no piensa de ella que sea una gran agrupación para Mahler”, dice Borda de La Scala. “Cuando comenzaron a tocar sonaban a Verdi. Al final sonaban a Viena, con el verdadero sonido mahleriano klezmer, judío, grave. Eso fue peso pesado, un verdadero crisol para un director joven”. La única pregunta que quedaba en su mente era la de saber como le iría en Disney Hall cuando debutara, lo que ocurrió en enero de este año. Después de una entusiasta respuesta de los ejecutantes y la audiencia, le ofreció a Dudamel un contrato por cinco años como Director Musical, para comenzar en la temporada 2009-10.
Había la sensación de que ella se había alzado con el Man o’ War o el Secretariat de la pista de carreras de la música clásica. Dudamel, ahora con 26 años, es el joven músico más comentado en el mundo. Sir Simon Rattle, el Director Principal de la Filarmónica de Berlín, lo ha llamado “el director impresionantemente más dotado que yo haya conocido nunca”. En tiempos cuando las compañías disqueras recortan sus ediciones orquestales, Dudamel ha recibido un apetecible contrato con la Deutsche Grammophon y sacado dos CDs de sinfonías de Beethoven y Mahler. Siendo ya una presencia frecuente en las salas europeas, comenzará el próximo mes su más extensa aparición en los Estados Unidos, para presentarse en Los Ángeles, San Francisco, Boston y, por primera vez, en Nueva York, con la Filarmónica de Nueva York y, en Carnegie Hall, con su propia Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela.
¿Hay un riesgo en comprometer una orquesta con un líder que todavía está relativamente poco probado? En esta etapa de su carrera, Dudamel posee un repertorio limitado, enfocado en los familiares centroeuropeos (Beethoven, Mahler) y los poco interpretados latinoamericanos (Arturo Márquez, José Pablo Moncayo, Oscar Lorenzo Fernández). Tampoco está probada su capacidad para las tareas administrativas y de relaciones públicas que las orquestas norteamericanas requieren de sus directores musicales. Pero la Filarmónica de Los Ángeles tiene una historia de contratos con dinámicos directores jóvenes (Salonen tenía 34 cuando comenzaba allí, y Zubin Mehta sólo 26), de forma que uno pudiera decir que tomar riesgos es parte de su tradición. También tiene sentido un director latinoamericano en el condado de Los Ángeles, donde en términos gruesos la mitad de la población es hispana. “Es excitante para la gente de aquí”, dice Borda.
Al escoger a Dudamel, la Filarmónica de Los Ángeles se está aliando también con una impar y exitosa experiencia educativa, de la que su nuevo Director Musical es el producto más ilustre; esta semana la filarmónica anunciará planes de inaugurar un programa, la “Orquesta Juvenil de Los Ángeles”, que toma directamente su modelo de un prototipo venezolano. La Orquesta Juvenil de Los Ángeles comenzará con muchachos entre las edades de 8 a 12 años en un distrito desaventajado del centro de la ciudad, pero su meta última es mucho mayor: proveer un instrumento musical y un lugar en una orquesta juvenil a todo joven del condado de Los Ángeles que lo quiera. Borda dice haber sido inspirada por su visita a Caracas a fines del año pasado. En vívido contraste con la situación en los Estados Unidos, donde se ha suprimido de los currículos escolares los programas de educación artística, al tenerlos por ornamento innecesario, el sistema venezolano provee a los niños de todo el país una plaza en una orquesta, sin importar cuán pobres o problemáticos sean sus antecedentes. Y los resultados han sido asombrosos. Le pregunté a Borda si había sido sorprendida por alguna cosa durante su visita a Venezuela. Me dijo: “No había imaginado que derramaría tantas lágrimas como lo hice”.
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Y en Zitmangebouw de Caracas (22 de febrero de 2011) dejé esta constancia:
Hace poco [Cornelis Zitman] me escribió para solidarizarse con la defensa de José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel, asumida por Carolina Jaimes Branger. A pesar de su energía de titán, Cornelis se excusó con la más grande delicadeza por ser un holandés que no tendría derecho de opinar sobre asuntos venezolanos. A este gigante respetuoso le aseguré que él, que había escogido a esta tierra para poner sobre ella su hogar, dándonos pretexto entonces para el mayor orgullo, tenía más derecho y autoridad que muchos nacidos en ella. «Que haya gente o políticos entre nosotros que pueden ser tan radicales, estúpidos y atrevidos de criticar al amigo Maestro Abreu y su discípulo Gustavo Dudamel es una vergüenza nacional», había escrito.
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Basta de hablar de música y músicos. Oigamos a Dudamel dirigir el famoso Bolero de Maurice Ravel.
«La obra de Ravel es interpretada por la grande y noble Orquesta Filarmónica de Viena—siempre entre las mejores del mundo—, que sigue la batuta de Gustavo Dudamel. Es una brillante rendición, en la que es patente el genio del director venezolano al coaccionar a un gran ejecutante para que rinda una interpretación fuera de lo común. El solo del primer trombón de la orquesta vienesa, Dietmar Küblböck, que se inicia a los 9 minutos y 17 segundos, es un ejemplo de este talento de Dudamel para sacar lo mejor de un músico excepcional; lleva una calidad jocosa, un tumbao, diríamos en criollo, que habría hecho las delicias del compositor». Anticipo musical, 13 de julio de 2016).
Quod erat demonstrandum.
LEA
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