Gisela Marrero Santana, madrina de bautizo de mi segundo hijo varón, es una gran contadora de chistes. Hace unas décadas atrás, compuso una versión sintética del famoso cuento de La Caperucita Roja, la conocidísima narración recogida inicialmente por Charles Perrault y luego por los hermanos Grimm. Hasta Pyotr Illich Tchaikovsky le dedicó un número de un minuto y dieciocho segundos en el segundo de sus tres ballets, La Bella Durmiente.
Escuchemos la versión de Gisela, que cuenta la historia con las sílabas en orden inverso—«¡Ñoco! ¡Le bolo trao vez!», debe entenderse como «¡Coño! ¡El lobo otra vez!»—en 37 segundos y hoy me enviara para deleite de mi esposa y yo.
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