Conocí a Aquiles Nazoa por casualidad, mientras trabajaba en Corimón. Por mis labores en la Fundación Neumann debía supervisar la producción de libros en Editorial Arte, ya mudada de La Candelaria a Los Ruices Sur. En una tarde que se terminaba, todavía estaba en funciones cuando llegó Nazoa; extrajo un gurrufío y procedió a disertar acerca de su origen, pues su humor tenía mucho de costumbrismo. A partir de allí se hizo habitué de tertulias que pronto se celebraban los sábados antes del mediodía, y yo procuraba no faltar para consumir el vino blanco y escucharlo.
El texto transcrito abajo, un retrato de damas que calzan la definición de sifrinas,* incluido en el volumen Humor-y-amor-de-Aquiles-Nazoa, era uno de mis favoritos y lo había extraviado.
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En Sears una señora andaba como una hormiga loca sin resolverse por nada, cuando se topó con otra señora que también andaba como una hormiga loca.
—Guás, niña, óuh, tú por aquí! Yo te hacia en la vieja.
—¿Cuál vieja?
—La Vieja Uropas.
—Pues no. A última hora resolvimos dejar el viaje para el año retro-próximo venidero. ¿Y tús, qué haces por aquís?
—Ay niña, loca buscando un fulano papel tualé de Navidad que no se consigue. ¡No sé como van a hacer pupú esos niños este año!… ¿Y esos discos que llevas ahí, qué son?
—Música plástica. Tú sabes que a Freddicito le ha dado por la música plástica desde que vio el Valle Ruso en Nueva York. Aquí le llevo la Sí- filis de Chaplín, La Hipotética de Charcosqui, y una sinfonía de Schubert que me dieron más barata porque le falta un disco—¿Y eso fue todo lo que compraste? ¿Por qué no compraste la novela de Beethoven el Divino Sórdido?
—Ya la tenemos. Freddicito la compró en Nueva York tocada por la orquesta de Arturo Brinquinini. También tenemos El Mascanueces, El Lago de los Chismes, El Manubrio Azul, y una ópera que se llama Tristán y la Sorda de la Warner Bros.
—Niña, pero entonces ustedes tienen una discoteca completa.
—Y eso que tú no has visto la billoteca. ¡Tenemos una billoteca!… Todas las noches me pongo mis anteojos jazzband, abro una caja de manzanas y me acuesto a leer Don Cipote de la Mancha en inglés. ¡A mí me encanta Don Pipote!
—Tendrán muy buenos libros, ¿verdad?
—Naturalmente. Todos están forrados en cuero. Vamos hasta ahí, que estoy buscando unas velitas de vidrio de esas que tienen agua hervida por dentro y echan bombita.
—¿De esas que parecen unas ampolletas rosadas?
—Yes… ¿Verdad que son un sueño? Figúrate que Freddicito trajo dos cajas de Nueva York, ¿y tú crees que queda una para remedio?… Todas las hemos ido regalando entre nuestros amigos más ínfimos. Y a mí me dislocan esas condenadas velitas. Para ponérselas a las tortas de cumpleaños están soñadas. Uno las sopla y no se apagan como las otras.
—Ahí las tienes…
—Ah sí… (Llamando) Esteeem… ¡Mire, señorita! (Ahí viene, Pregúntale tú a cómo son).
—¿Very moch bólivar biutiful general electric merry critsmas?
—¿Cómo es el golpe?
—Ay, chica, como que no entiende. Esa mujer es nativa. Mire, señorita, ella le está preguntando que a cómo son esas velitas. (Qué horror, qué servicio tan pésimo; no sé cómo a estos americanos tan prácticos que son se les ocurre poner nativas a atender a uno. En Estados unidos todas las dependientas de tiendas saben hablar en inglés).
—¡Ay, mira quién viene allá!
—Ay, qué sorpresa. Cuchi Mogollón. Me privo. (Llamando) ¡Come jía, Cuchi!
—Jalou!… ¿Pero que hacen ustedes aquí? Yo las hacía en la Exposición de Huérfanos. ¿Ustedes no y que eran del Comité Organizador, pues?
—Yo sí, pero tuve que renunciar porque no me ha quedado tiempo para nada. Primero, despidiendo a William Guillermo que se fue para Mayami Flórida; después, recogiendo levitas viejas para los niños pobres: Total, no he tenido tiempo para nosing at oll.
—Yo también renuncie al Comité. No me he sentido muy bien después de aquella botella de ponche crema que nos tomamos el otro día en el desayuno. Bueno Cucky, ¿y cómo está tu marido?
—¡Guá, niña, en Estados Unidos. Tú sabes que a él lo mandaron en una Micción. Es que los dos gobiernos celebran el año el fifticentenario del Natalicio de la muerte del Libertador, y él va a pronunciar la oración lúgubre.
—¡Ay, prívense! ¡Miren aquella americana que viene allá!
—¡De veras, niña! ¡Que musiúa tan elegante! ¿Verdad que se parece a Majarete Truman?
—Bueno, yo las dejo. Voy a ver si me cambian un tráveler para comprar aquel juego de reinocerontes de yeso parados en dos patas. ¿Verdad que están soñados?
—Son fantásticos. Bueno, yo también me voy. Freddicito debe estar esperándome para ir a la piccina a practicar un poco de nutrición. Mañana damos un almuerzo criollo en casa. No dejes de ir por allá para que te tomes aunque sea una copita de mondongo. Babay…
—Gubay… —So long… —Ariós!… —Iúuju!… —Iuju… —Jasta luegou!… ¶
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- sifrino, a Ve. Referido a persona, lechuguina, de gustos sofisticados o fatuos, y con cierto aire despectivo frente a lo que considera socialmente inferior. pop.
Diccionario de americanismos – Asociación de Academias de la Lengua Española.
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