CS #356 – Tragedia verde

Cartas

Era el año de 1964. Como todos los años, como en todas las universidades, la comunidad estudiantil de la Universidad Católica Andrés Bello se aprestaba para elegir las directivas de sus centros de estudiantes y de su federación de centros. Por aquella época, quien escribe era independiente, aunque de tendencia socialcristiana. Algún trabajo hecho por el suscrito en el seno del Movimiento Universitario Católico de las universidades de Mérida y Central de Venezuela, llevó a Eduardo Fernández, entonces Secretario General de la Juventud Revolucionaria Copeyana, a pedirme que coordinara un comité de cinco personas que manejaría la campaña de los candidatos copeyanos en esas elecciones de la UCAB de hace cuarenta y cinco años.

En aquel tiempo, el grado de participación de la “base” en las decisiones de COPEI era bastante menor que la que sería posible después, por lo que la determinación de quién sería el candidato del partido a la Presidencia de la Federación de Centros de Estudiantes estaba prácticamente en manos del Secretario General de la JRC. Cuando faltaban cuarenta y ocho horas para el cierre de la inscripción de planchas, COPEI todavía no había determinado la persona que sería presentada como candidato a esa posición de dirigencia estudiantil y tampoco existía ni una sola línea escrita o pensada respecto del programa que ese candidato inexistente presentaría al electorado como su oferta de trabajo.

Ante esta situación reuní en mi casa paterna, en Las Delicias de Sabana Grande (relativamente vecina a Punto Fijo, la casa de la familia Caldera) a dos de los miembros del comité copeyano de coordinación electoral de la UCAB, los hoy economistas Alejandro Suels y Rafael Peña. (Los restantes dos jamás trabajaron en nada). Allí les planteé que a mi juicio constituía una irresponsabilidad del partido presentar un candidato a última hora e improvisar a toda prisa, en la última madrugada del plazo, un programa de actividades. Eso era, dije, muy poco serio y por tanto contrario a toda ética política o, por lo menos, a la ética política que COPEI, en tanto partido demócrata cristiano, decía sustentar. Mi argumentación resultó persuasiva, por lo que Alejandro y Rafael estuvieron de acuerdo con mi siguiente proposición: que COPEI se abstuviera de presentar candidato a la Presidencia de la Federación de Centros, restringiéndose a presentar candidaturas a los centros de estudiantes de cada facultad, donde sí podía hablarse de un trabajo meritorio y una preocupación real por los problemas estudiantiles.

Al conocerse esta decisión en la jefatura de la JRC, naturalmente, estalló una reacción inusitada. Comenzó a verse por los pasillos de la UCAB la figura de dirigentes copeyanos que no la visitaban desde hacía más de un año: Luis Herrera Campíns (a la sazón coordinador de las fracciones universitarias de COPEI), Edecio La Riva Araujo, y varios otros. Eduardo Fernández ordenó la celebración de una asamblea de militantes copeyanos de la universidad, que presidió Adel Muhammad, como medio de buscar una salida a la crisis planteada.

Muhammad, quien fungiera más tarde como Secretario de la Cámara de Diputados y antes como Presidente de CORPORIENTE durante el gobierno de Herrera Campíns, identificó el origen del problema en que Alex Suels y el suscrito tendríamos una “concepción beatífica de la política”. Pedí la palabra, mientras blandía en una mano el libro de Enrique Pérez Olivares, Principios de la Democracia Cristiana. Expliqué que COPEI me había pedido que yo impartiese cursos sobre este tema principista a nuevos militantes del partido, y que en tales cursos el libro de Pérez Olivares era el libro de texto. Busqué en el capítulo de “principios para la acción” y leí lo correspondiente a “moral política”, moral sin la cual una organización demócrata cristiana no lo sería. Recuerdo también haber preguntado en esa reunión de hace cuarenta y cinco años, retóricamente: “Si no se hace caso a este principio de moral política, ¿qué diferencia entonces a COPEI de Acción Democrática?”

Sorprendentemente, un joven copeyano, que décadas más tarde ocuparía un puesto de Director en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones del gobierno, otra vez, de Luis Herrera Campíns, (no lo identificaré en vista de la enormidad de lo que sigue), se levantó para proponer una solución práctica al problema. Su proposición consistía en redactar, reproducir y distribuir al estudiantado ucabista un comunicado en el que debía decirse que el retraso en la presentación de la candidatura copeyana se debía a maniobras obstruccionistas en el seno de la Comisión Electoral de la UCAB (su Consejo Supremo Electoral), la que estaría controlada por los oponentes. (Por aquellos años sólo había en la UCAB dos movimientos de cierta importancia: COPEI o Plancha 4, y la Plancha 2, de tendencia neoliberal y propiciada por Pedro Tinoco y la Electricidad de Caracas de la época, entre cuyos más notables miembros se encontraban los hoy doctores José Antonio Abreu y Marcel Granier. El candidato de la Plancha 2 a la Presidencia de la Federación de Centros era el bachiller Roberto Wallis Olavarría).

Obviamente, lo propuesto por el astuto protofuncionario de Herrera Campíns era una patraña, una vulgar calumnia, pues no otra cosa que la desidia copeyana era la razón del retraso en la postulación. En vista de la proposición pedí de nuevo la palabra para decir que si tal comunicado se redactaba y repartía yo mismo tomaría un megáfono para vocear por toda la universidad la falsedad del documento. Acto seguido, me retiré de la asamblea y pocos días después hice saber de mi apoyo a la candidatura de Roberto Wallis.

Este comunicado, por supuesto, nunca llegó a redactarse. COPEI presentó a su candidato a última hora, quien, como era de esperarse, resultó a la postre derrotado. Lo sintomático, sin embargo, era que un militante de COPEI pudiera con total libertad hablar en una asamblea del partido y proponer una cosa tan contraria a los principios de su doctrina sin que a nadie se le ocurriera pedir su pase inmediato al Tribunal Disciplinario.

………

Si el estilo inconfundible de la Realpolitik, de la política del poder por el poder, pudo entronizarse en tal grado en la práctica de la dirigencia copeyana, eso fue posible gracias al anquilosamiento de la función ideológica socialcristiana. En términos sobresimplificados, el esquema de actuación del político copeyano, en especial de su dirigencia, consistía en conocer los principios de la democracia cristiana—contenidos, como está dicho, en el libro de Pérez Olivares y en la obra posterior de Rafael Caldera: Especificidad de la Democracia Cristiana—procurarse un adiestramiento retórico y de oratoria y manejarse dentro de los estatutos y reglamentos del partido, anotándose en alguno de los “ismos” determinados por el liderazgo de alguna figura en particular: calderismo, herrerismo, eduardismo, oswaldismo. El supuesto simplista de este esquema residía en la idea de que los principios funcionarían como axiomas geométricos, a partir de los cuales sería posible deducir la política concreta.

Es así como, tan tarde como en 1985, Eduardo Fernández y Gustavo Tarre Briceño entendían las labores del Congreso Ideológico Nacional de COPEI como partiendo de un “nivel filosófico-principista” e incluyendo un “nivel de la política concreta”. Ambos niveles, pensaban, requerían un “puente sociológico” que les comunicase, lo que revelaba la dificultad con la que se habían topado: la incomunicabilidad entre principios y práctica política.

El problema era éste: no bastaba reflexionar intensamente sobre, digamos, el principio de la dignidad de la persona humana para extraer deductivamente una solución al problema de la deuda externa que fuese una solución demócrata cristiana.

Esa creencia en una relación deductiva entre principios y política es un rasgo bastante común del paradigma político clásico, y se manifestaba con particular intensidad en el pensamiento de los líderes de la democracia cristiana venezolana. Un destacado ejemplo lo constituyó el debate sobre el “agotamiento del modelo de desarrollo venezolano”, tema de moda por los comienzos de la década de los ochenta y en el que terció el Dr. Rafael Caldera con una tesis bastante típica de las formulaciones clásicas. Caldera argumentó, desde un discurso pronunciado en tierras mexicanas, que no era cierto que el modelo de desarrollo venezolano hubiese caducado; más bien, por lo contrario, el asunto era que no había sido llevado a la práctica, y que debía buscarse la descripción del susodicho modelo en el Preámbulo de la Constitución Nacional de 1961.

Una postura idéntica podía encontrarse en muchos otros discursos como, por ejemplo, en la estereotipada conferencia sobre “objetivos nacionales” del curso del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional: “Los Objetivos Nacionales se dividen en Objetivos Nacionales Permanentes y Objetivos Nacionales Transitorios. Los Objetivos Nacionales Permanentes están enumerados en el Preámbulo de la Constitución Nacional”.

Vale la pena transcribir acá el texto pertinente del Preámbulo de aquella constitución:

…con el propósito de mantener la independencia y la integridad territorial de la Nación, fortalecer su unidad, asegurar la libertad, la paz y la estabilidad de las instituciones; proteger y enaltecer el trabajo, amparar la dignidad humana, promover el bienestar general y la seguridad social; lograr la participación equitativa de todos en el disfrute de la riqueza, según los principios de la justicia social, y fomentar el desarrollo de la economía al servicio del hombre; mantener la igualdad social y jurídica, sin discriminaciones derivadas de raza, sexo, credo o condición social; cooperar con las demás naciones y, de modo especial, con las repúblicas hermanas del continente, en los fines de la comunidad internacional, sobre la base del recíproco respeto de las soberanías, la autodeterminación de los pueblos, la garantía universal de los derechos individuales y sociales de la persona humana, y el repudio de la guerra, de la conquista y del  predominio económico como instrumentos de política internacional; sustentar el orden democrático como único e irrenunciable medio de asegurar los derechos y la dignidad de los ciudadanos, y favorecer pacíficamente su extensión a todos los pueblos de la Tierra; y conservar y acrecer el patrimonio moral e histórico de la Nación…

Obviamente, el texto que antecede es un recuento de valores y criterios más que de objetivos, por lo que difícilmente puede llamarse al Preámbulo de la Constitución de 1961 un “modelo de desarrollo”.

Ante tales dificultades, llegó a hacerse doctrina del Instituto de Formación Demócrata Cristiana, IFEDEC, fundado por Arístides Calvani, la existencia de unos “planos de mediación”: pisos sucesivos de concreción mediante los cuales sería posible “descender” del techo de los principios hasta la planta baja de las políticas específicas. El invento era una elaboración de tesis formuladas en Chile, hacia la época de los años sesenta, por el padre jesuita Roger Vekemans, de gran influencia ideológica en la democracia cristiana continental.

Tales elaboraciones no hacían otra cosa, por supuesto, que complicar el problema, introduciendo una serie de pasos conceptuales que equivalía a correr la arruga una y otra vez. Una formulación alternativa, que les fue ofrecida, no contó con mucha acogida. (En 1985 ya les había sugerido que los valores no debían ser vistos como “objetivos”, sino como criterios de selección de tratamientos políticos. La idea subyacente, en este caso, es que la política no se deduce sino que se inventa. Frente a un determinado problema surge—dependiendo del “estado del arte” de las disciplinas analíticas—un grupo de soluciones diferentes, ante las que los valores son útiles para escoger aquella solución “más democrática” o “más justa” o que mejor parada deje a la “dignidad de la persona humana”).

Pero esta bizantina salida de postular la existencia—inobservable—de unos supuestos “planos de mediación” no obstaba para que en IFEDEC se admitiera que en política era inevitable “derramar sangre”, por lo que además del discurso principista y ético se manejaba una soterrada autorización a la práctica de la Realpolitik.

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Hoy COPEI no pasa de ser un fantasma del otrora poderoso partido; encuestas como la más reciente Ómnibus de Datanálisis (octubre de 2009) lo agrupan en la categoría “otros” para la pregunta “¿de qué movimiento o partido se considera?”, pues no alcanza la simpatía de siquiera 1% de los entrevistados.

¿Debe entonces emitirse la partida de defunción de COPEI?

A mediados de la década de los ochenta varias voces copeyanas expresaron la idea de que COPEI debía “volver a sus orígenes”. Oswaldo Álvarez Paz fue posiblemente el más elocuente expositor de esa noción. Vista en términos generales, se trata de una posición conservadora y tradicional. Las organizaciones humanas, en especial las políticas, deben mirar más al futuro que hacia el pasado. Los líderes que pedían un regreso a la “época dorada” de los comienzos se mostraban, en consecuencia, incapaces de formular una metamorfosis futurista del partido COPEI.

Pero hay un sentido en el que pudiera darse la razón a la proposición de Álvarez Paz, hay un sentido en el que lo indicado pudiera ser una vuelta al comienzo. A la fundación de COPEI, estas siglas designaban a un “Comité de Organización Política Electoral Independiente”. La designación de partido “socialcristiano” o “demócrata cristiano” fue una consideración posterior aunque, naturalmente, respondió a la ideología predominante entre los miembros fundadores, provenientes de institutos de educación católica. COPEI podría volver a pensarse a sí mismo como un comité de operaciones políticas y electorales, dejando a la dimensión personal de sus militantes el problema ideológico y ético de guiarse en la acción política por un código de criterios de inspiración cristiana o, más concretamente, de inspiración en la doctrina social de la Iglesia Católica.

Así, la dimensión ideológica, el compromiso con un código de valores, quedan en la esfera de la persona individual. Rafael Caldera o Eduardo Fernández no podían, como no podrían Luigi Sturzo o Konrad Adenauer redivivos, garantizar que un contingente humano heterogéneo, como era la militancia copeyana, fuera a comportarse “socialcristianamente”. Ellos podían garantizar esa conducta únicamente de sí mismos.

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La raíz primigenia de COPEI es conservadora, y por eso no le ha costado demasiado resbalarse del centro-izquierda (definición de Caldera, diciembre de 1963) hasta el centro-derecha de un “Partido Popular” en imitación y cortejo del partido de José María Aznar. Cuando surgía, en enero de 1946, hacía menos de un año que la revolución del 18 de octubre hubiera desplazado del poder a las generaciones andinas—Castro, Gómez, López Contreras, Medina—que habían gobernado a Venezuela en la primera mitad del siglo. Al emerger COPEI como oposición a Acción Democrática, muchos de los desplazados pusieron la mirada en las banderas verdes. Esto explica por qué los primeros bastiones electorales de COPEI se asentaron, nítidamente, en los estados andinos. Todavía en 1958, COPEI no había logrado prevalecer en algún otro estado fuera de Táchira, Mérida  y Trujillo. Algo del gomecismo, pues, penetró en COPEI.

La historia nos muestra, con implacable reiteración, la verdad de la falibilidad humana. No existe en el mundo en ninguna de sus épocas un movimiento político, un régimen o concepto gubernamental exitoso que no fuese luego presa de la entropía, de la tendencia al envejecimiento y el deterioro. No hace mucho, por ejemplo, Acción Democrática exhibía un discurso muy similar al de la Causa R y era vista como un partido revolucionario, pues sus raíces fueron, como se reconocía aún en documentos oficiales de 1958, de cepa marxista. Ahora se le percibe como el partido de la restauración borbónica por antonomasia. “La herejía de hoy es la ortodoxia del mañana”.

Pero también es posible al quehacer humano la metamorfosis de sus organizaciones. Para que esto sea posible en COPEI es necesario hacer algo más de lo que traslucen las intenciones y discursos manifiestos de sus actuales autoridades. Se necesita algo más que apósitos puntuales a unos estatutos superados. Sería preciso efectuar todo un proceso de rediseño, de reingeniería. Los tiempos del futuro próximo determinarán si COPEI es capaz de aprovechar una última oportunidad de transformación, o si desaparecerá definitivamente como factor de alguna significación en la actividad política en Venezuela.

luis enrique ALCALÁ

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CS #355 – A los pupitres

Cartas

La Política es un arte. A pesar de la legítima existencia de Ciencias Políticas, la Política no es en sí misma una ciencia, sino una profesión, un arte, un oficio. Del mismo modo que la Medicina es una profesión y no una ciencia, por más que se apoye en las llamadas Ciencias Médicas, la Política es la profesión de aquellos que se ocupan de encontrar soluciones a los problemas públicos.

Por tal razón, las soluciones a esta clase de problemas no se obtiene, sino muy rara vez, por la vía deductiva. La esencia del arte de la Política, en cambio, es la de ser un oficio de invención y aplicación de tratamientos. En este sentido, hay un “estado del arte” de la Política.

El paradigma así delineado se contrapone a una visión tradicional de la Política como el oficio de obtener poder, acrecentarlo e impedir que un competidor acceda al poder. Esta formulación, que los alemanes bautizaron con el nombre de Realpolitik, es el enfoque convencional, que en el fondo es responsable por la insuficiencia política—exactamente en el mismo sentido que se habla de insuficiencia cardiaca o renal—de los actores políticos tradicionales. El tránsito de un paradigma de Realpolitik a un paradigma “clínico” o “médico” de la política se hará inevitable en la medida en que la sociedad en general crezca en informatización y acreciente de ese modo el nivel general de cultura política de los ciudadanos y su presión y exigencia sobre los actores políticos concretos. Es una apuesta ganada a largo plazo, pero podría adelantarse sus ganancias en situaciones críticas como la nuestra.

De todos modos, ya se ha anunciado el deceso de la Realpolitik con bastante antelación. El texto ya clásico de John A. Vásquez, The power of power politics (1983, con edición ampliada en 1998), destaca la crisis de ineficacia explicativa y predictiva del paradigma que concibe a la actividad política como proceso de adquisición, intercambio y aumento del poder detentado por un sujeto de cualquier escala. (Individuo, corporación, estado.) Aun cuando su investigación se centra sobre la inadecuación de esa visión en el campo académico de las ciencias políticas, este fenómeno tiene su correspondencia en el campo de la política práctica. (A fin de cuentas, lo que la baja capacidad predictiva de ese paradigma significa es que en la práctica política el estilo de la Realpolitik parece, al menos, haber entrado en una fase de rendimientos decrecientes).

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Ahora bien, siendo que la política es una profesión, y de las más complejas (Albert Einstein: “La política es más difícil que la física”), se sigue que debe beneficiarse de una formación sistemática de educación superior, la que debiera ser impartida por una escuela universitaria de Política en la que pudiera ganarse una licenciatura y, posteriormente, grados superiores.

No son lo que se requeriría las escuelas de Ciencias Políticas. Los “politólogos” egresados de tales escuelas están preparados para el estudio y la enseñanza sobre los procesos políticos, no para hacer Política. Tampoco son la solución los postgrados en políticas públicas, encaminados a preparar para el rol de analistas—al estilo de instituciones tales como la Escuela Kennedy de Gobierno (Harvard) o el doctorado en policy analysis de la Corporación RAND—puesto que, de nuevo, sus egresados están en capacidad de servir como auxiliares científicos a la toma de decisiones públicas, y no como tomadores de decisiones ellos mismos.

Tradicionalmente—y sobre todo en Venezuela—el político profesional es un autodidacta, proveniente en mayoría del campo jurídico o el militar. Esas formaciones inciden de modo muy colateral—hasta deformante—sobre la profesión política propiamente dicha, y se da preferencia a destrezas o técnicas más relacionadas con el proceso de obtención de poder.

Así, la oratoria es una práctica apetecida por nuestros políticos, como lo es también el conocimiento de la técnica propagandística y demás instrumentos de análisis y manejo de la opinión pública. Una comprensión suficiente de los procesos de negociación y resolución de conflictos resulta, por supuesto, útil al modelo prevaleciente de política de poder y conciliación de intereses.

Este modelo prescribe, en consecuencia, que la legitimación de un actor político se da en función de su éxito como “combatiente» o «luchador”, en la medida de su éxito en el descrédito de un adversario, y muy poco en términos programáticos relacionados con la solución de problemas públicos. Por otra parte, las organizaciones que típicamente alojan a quienes compiten por el poder se parecen muy poco a las instituciones del poder público, por lo que el adiestramiento en la creación y mantenimiento de alianzas dista mucho de ser lo único necesario a la hora de dirigir un aparato público organizado de manera muy distinta. La coordinación de una marcha de protesta es asunto muy diferente a la toma de decisiones en gabinete, o a la formulación de una política exterior, por ejemplo.

Lo anterior no equivale a sostener que el know how en técnicas como las mencionadas sea totalmente impertinente al ejercicio político. A fin de cuentas, la emulación y la competencia son conductas connaturales a las personas. En este caso, sin embargo, es posible concebir una disciplina del combate, un encauzamiento del mismo con privilegio de una legitimación programática. A favor de esto argumentaba la Carta Semanal #51 de doctorpolítico (28 de agosto de 2003)

No se trata de eliminar el “combate político”, sino de forzar al sistema para que transcurra por el cauce de un combate programático como el descrito. Valorizar menos la descalificación del adversario en términos de maldad política y más la descalificación por insuficiencia de los tratamientos que proponga… Este desiderátum, expresado recurrentemente como necesidad, es concebido con frecuencia como imposible. Se argumenta que la realidad de las pasiones humanas no permite tan “romántico” ideal. Es bueno percatarse a este respecto que del Renacimiento a esta parte la comunidad científica despliega un intenso y constante debate, del que jamás han estado ausentes las pasiones humanas, aun las más bajas y egoístas. El relato que hace James Watson—ganador del premio Nóbel por la determinación de la estructura de la molécula de ADN junto con Francis Crick—en su libro La Doble Hélice (1968) es una descarnada exposición a este respecto… Pero si se requiere pensar en un modelo menos noble que el del debate científico, el boxeo, deporte de la lucha física violenta, fue objeto de una reglamentación transformadora con la introducción de las reglas del Marqués de Queensberry. Así se transformó de un deporte “salvaje” en uno más “civilizado”, en el que no toda clase de ataque está permitida… En cualquier caso, probablemente sea la comunidad de electores la que termine exigiendo una nueva conducta de los “luchadores” políticos, cuando se percate de que el estilo tradicional de combate público tiene un elevado costo social.

Por otra parte, debe aceptarse que una buena proporción del trabajo político tiene que ver con negociación y manejo de conflictos, así como es de mucha utilidad estar familiarizado con los principales protocolos y técnicas del análisis de políticas—diseño de escenarios, análisis de sensibilidad, etc. No es esto suficiente, sin embargo, y Tocqueville hizo un preciso apunte a este respecto, cuando comentaba cómo los políticos que servían a Luis XVI fueron incapaces de prever la Revolución Francesa:

Ningún gran evento histórico está en mejor posición que la Revolución Francesa para enseñar a los escritores políticos y a los estadistas a ser cuidadosos en sus especulaciones; porque nunca hubo un evento tal, surgiendo de factores tan alejados en el tiempo, que fuese a la vez tan inevitable y tan completamente imprevisto. (…) Las opiniones de los testigos oculares de la Revolución no estaban mejor fundadas que las de sus observadores foráneos, y en Francia no hubo real comprensión de sus objetivos aún cuando ya se había llegado al punto de explotar. (…) [E]s decididamente sorprendente que aquellos que llevaban el timón de los asuntos públicos—hombres de Estado, Intendentes, los magistrados—hayan exhibido muy poca más previsión. No hay duda de que muchos de estos hombres habían comprobado ser altamente competentes en el ejercicio de sus funciones y poseían un buen dominio de todos los detalles de la administración pública; sin embargo, en lo concerniente al verdadero arte del Estado—o sea una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro—estaban tan perdidos como cualquier ciudadano ordinario. (El Antiguo Régimen y la Revolución, citado en el #51 de la Carta Semanal de doctorpolítico).

A escalas tropicales vivimos en Venezuela un proceso análogo. El gabinete tecnocrático del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez no previó la reacción del “caracazo”. Un buen gerente no es lo mismo que un buen estadista.

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Tal vez sea aún más fundamental aspecto de este tema la ignorancia o, más bien, la desactualización epistémica de la inmensa mayoría de los políticos. (Aquí y en el mundo).

A través del análisis de las fracturas que se producen en los contenidos de ciertos campos del conocimiento cuando se pasa de una época a otra, Michel Foucault propone la noción de episteme, para referirse al núcleo de nociones básicas y centrales de una determinada época. (…) Foucault analiza en detalle el campo de la biología, el de la economía y el de la lingüística. Así llega a encontrar cómo hay una radical diferencia conceptual, una verdadera fisura de separación, entre la biología moderna y la clásica, la que ni siquiera se pensaba a sí misma como biología sino como “historia natural”. Igual discontinuidad se observa entre la economía y la ciencia que la precedió, la “teoría de las riquezas”, y entre la lingüística y la “gramática” que fue su antecesora. En cambio, logra demostrar la comunidad de imágenes e ideas que se da entre la historia natural, la gramática y la teoría de las riquezas, del mismo modo como encuentra nociones comunes a la economía, la lingüística y la biología posteriores. (De Un tratamiento al problema de la calidad de la educación superior no vocacional en Venezuela, estudio del suscrito de diciembre de 1990).

Nuestros políticos, como prácticamente todos los hombres, comprenden al mundo y a la sociedad desde una episteme, un conjunto de paradigmas que en el mejor de los casos corresponden a nociones prestadas de la Física clásica, a estas alturas superadas por el más fructífero de los siglos en Física teórica. Así lo revelan expresiones tales como “fuerzas políticas”, “vectores políticos”, “espacios políticos”. (Por ejemplo, en la clásica pregunta: “¿Hay espacio para una nueva fuerza política?”)

Y resulta que en los últimos cuarenta años la ciencia ha podido arribar a un conocimiento altamente pertinente al caso de la Política: se trata de la comprensión de los sistemas complejos con las teorías de la complejidad, de los fenómenos caóticos, del comportamiento de enjambres, de la autorganización, etcétera. Un político profesional que ignore estas nuevas estructuras para la interpretación de los sistemas complejos será incapaz de comprender las sociedades contemporáneas y, por tanto, de prescribir tratamientos a sus problemas.

El pénsum, en consecuencia, de una Escuela de Política, deberá componerse de un conjunto de materias que correspondan a la complejidad del campo profesional de ese oficio y la responsabilidad implicada en ejercerlo, pues la dimensión ética—deontológica—de la profesión política es de grandísima importancia. Hacer política es nada menos que entrometerse con la historia.

Pero los elementos esenciales de una nueva concepción de la Política pueden ser empacados en forma más compacta y elemental. Cursos de la nueva Política, hasta cursillos, más breves y sinópticos, pueden hacer una enorme diferencia en la inyección de nuevos paradigmas en cabeza de quienes sientan el llamado de lo político. Es esto una de las claves para la superación de la actual coyuntura nacional.

luis enrique ALCALÁ

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CS #354 – Dando y dando

Cartas

La oposición al gobierno que pudiera llamarse profesional está dividida—a pesar de la declarada fe en “la unidad”, y según se desprende de recientes manifestaciones de dos núcleos evidentemente separados—en torno a los modos y maneras de obtener candidaturas “unitarias” y el vehículo de su postulación. En esencia, uno de los núcleos, encabezado por Leopoldo López Mendoza, propugna la determinación de las candidaturas mediante elecciones “primarias” y el empleo de una tarjeta única; el otro, constituido por la Mesa de la Unidad Democrática, prefiere que aquéllas sean seleccionadas, según los casos, por elecciones como las mencionadas, por lo que registren las encuestas de opinión o por consenso de los partidos y otras organizaciones, y no ha mostrado mucha inclinación hacia la idea de la tarjeta única. (Se ha anunciado que cuatro de los partidos que conforman la Mesa, a saber, el MAS, La Causa R, Visión Emergente y Vanguardia Popular, estarían de acuerdo con la idea general de elecciones primarias).

Así, por ejemplo, en acto protagonizado por López Mendoza y, en menor medida, por Carlos Vecchio, el concejal Daniel Ceballos, del estado Táchira, argumentó que su exitosa candidatura y la del actual gobernador, César Pérez Vivas, habían surgido de primarias. Del otro lado, Omar Barboza, en nombre de la Mesa, se anticipó por un día al argumento de Ceballos al señalar que, si bien la candidatura de Pérez Vivas fue determinada por primarias, la de Carlos Ocariz fue decidida por encuestas y la de Antonio Ledezma por consenso. (Del que, por cierto, participó López Mendoza luego de haber sido inconstitucionalmente inhabilitado; antes de esto, su propia precandidatura en 2008 nunca fue determinada por primarias, como tampoco lo fueron las que lo llevaron a ser Alcalde de Chacao en 2000 y 2004. Menos aún provino de primarias la candidatura de Emilio Graterón, sucesor y favorito de López Mendoza, en contra de la propuesta por Un Nuevo Tiempo, partido al que éste aún pertenecía. Una “consulta vecinal” promovida por el bando de Graterón, arrojó resultados favorables para él: 4.884 de 6.370 votos válidos, equivalentes a sólo 8% de los electores de Chacao).

Pero los partidos agrupados en la Mesa de la Unidad cuidan sus propios y muy minoritarios intereses. Una tarjeta única les desdibujaría aún más en el seno de la opinión pública, y por esto preferirían candidaturas únicas en alianza perfecta; esto es, conservando cada uno su tarjeta. En teoría, sería una alianza que sería respaldada por sólo 10% de los electores, pues ésa es la proporción que alcanza la suma total de los partidos en las encuestas. Por esto se apuntaba acá—Carta Semanal #350 de doctorpolítico, 25 de septiembre de 2009—lo siguiente: “El primer deber de un partido político es el de leer la realidad honestamente y sacar las consecuencias que de ella se derivan; si la suma de los partidos de oposición sólo entusiasma a la décima parte de los electores venezolanos, una aplicación estricta del principio de representación proporcional de las minorías—que unánimemente defienden en su crítica a la LOPE—implicaría que sólo uno de cada diez diputados debiera provenir de su alianza perfecta. El país tendría que encontrar la manera de identificar los restantes nueve fuera de esos partidos”.

Las razones, pues, van de lado y lado de esta oposición profesional, y se aduce algunas de costo, de posibles efectos perniciosos tales como el causado por la infame “Lista de Tascón”, de democracia directa y participativa, de unidad, etcétera. En general, el debate parece atenerse principalmente a las venideras elecciones de Asamblea Nacional, aun cuando López Mendoza ha incluido también, en algunas presentaciones de su tesis, las elecciones de concejales y miembros de juntas parroquiales.

La ventaja en la opinión opositora pareciera estar del lado de López Mendoza (acompañado por Vecchio, David Smolansky, Victorino Márquez y Freddy Guevara) porque la cosa suena más como “de sociedad civil”. Una encuesta en el sitio web de El Nacional (19 de octubre) preguntaba: ¿Qué métodos debe usar la oposición para elegir a los candidatos a la Asamblea Nacional? Sobre un total de 3.187 votos—menos representativa aún, por tanto, que aquella “consulta vecinal” en Chacao—el 46% se pronunció a favor de elecciones primarias, 20% por el consenso entre los líderes de la oposición y 16% por las encuestas. (Un 18% pulsó la última opción ofrecida: “No importa el método que utilicen, Chávez arrasará”).

Y es que en esto los partidos de oposición reman contracorriente. Si hasta hace nada el opositor de a pie sostenía el postulado de que “sin partidos no hay democracia y por tanto no debe atacárseles”, ahora la moda prevaleciente en esa clientela política es justamente la contraria, y el rechazo a la imposición de decisiones cocinadas en los cogollos partidistas se ha generalizado bastante aunque, por supuesto, López Mendoza, Vecchio, Smolansky, Márquez y Guevara forman otro cogollo alterno.

………

Si sólo se discutiera de los diputados a la Asamblea Nacional, la nueva Ley Orgánica de Procesos Electorales ha acentuado la preponderancia de curules elegidas nominalmente sobre las escogidas por lista. Bajo la legislación anterior, de un total de 164 diputados debía elegirse 100 por la forma nominal y 64 por lista; ahora se escogería nominalmente a 112 diputados y 52 por lista. (Tampoco se trata de una gran revolución. En presentación de la Secretaría de Organización de Acción Democrática—cuyo autor fue el ingeniero y amigo Félix Arroyo—, poco antes de que la LOPE fuera definitivamente aprobada, se juzgaba que lo que terminó siendo el octavo artículo de esa ley no guardaba lo contemplado en el Artículo 63 de la Constitución. Pero lo que dice el Artículo 8 de la LOPE es: “Para la elección de los integrantes de la Asamblea Nacional, de los consejos legislativos de los estados, de los concejos municipales, y demás cuerpos colegiados de elección popular, se aplicará un sistema electoral paralelo, de personalización del sufragio para los cargos nominales y de representación proporcional para los cargos de la lista. En ningún caso, la elección nominal incidirá en la elección proporcional mediante lista”. Y lo que dice el Artículo 63 de la Constitución es: “El sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas y secretas. La ley garantizará el principio de la personalización del sufragio y la representación proporcional”. No se establece en el texto constitucional una proporción determinada entre personalización—nominalidad—y representación proporcional, y por ende el Artículo 8 de la LOPE no viola en modo alguno el Artículo 63 de la Constitución).

Habrá más diputados elegidos nominalmente que antes, por supuesto. (Doce más, para ser exactos, o 7,3% de incremento). Por tanto, la verdadera tarea es la de llevar los mejores candidatos a las elecciones, puesto que 112 diputados resultarán de quienes hayan obtenido la primera votación en sus respectivos circuitos. Esto, y no tanto el método de selección de las candidaturas no oficialistas es el verdadero quid de la cuestión. Y uno no ve que la Mesa de la Unidad o los defensores de las primarias hayan previsto, o discutido demasiado, la formación de candidatos idóneos, capaces y convincentes.

Ahora bien, llegado el momento, quienes pueden postular son tres entidades específicas (además de las comunidades u organizaciones indígenas): los propios candidatos nominales “por iniciativa propia”, los grupos de electores y los partidos (que ahora la ley llama “organizaciones con fines políticos”).

Las personas que deseen postularse por propia iniciativa tienen todo el derecho del mundo a procurar la expresión de su vocación pública, y no debe objetárseles que hayan decidido hacerlo fuera de canales partidistas o esfuerzos “unitarios”. Estas personas serían, por lo contrario, los candidatos más puros en términos de representación uninominal o personalización del voto y, por definición, no tendrían ningún interés en presentarse en elecciones primarias.

Luego están los partidos políticos y los grupos de electores, que para los fines de postulación de candidatos son equivalentes. (Con la diferencia de que estos últimos se constituyen en principio para cada elección, mientras que los partidos políticos son “agrupaciones de carácter permanente”, según definición del Artículo 2 de la Ley de Partidos Políticos, Reuniones Públicas y Manifestaciones, aún vigente). Si quienes resultaren electos como candidatos en primarias no fueren postulados por partidos, con o sin alianza, ¿cuáles serían los grupos de electores que los postularían? El “movimiento de las redes populares”? López Mendoza ha indicado que se trata de un movimiento “social” y por ende no puede inscribirlo en el Consejo Nacional Electoral. ¿Quién les postularía, entonces?

………

Buena parte de la discusión sobre los métodos competidores se ha centrado sobre la economía del asunto. Al reportar sobre el lanzamiento del programa “Todos Unidos”, El Universal dijo:

…David Smolansky, Carlos Vecchio, Leopoldo López, Victorino Márquez y Freddy Guevara se sucedieron en el uso de la palabra para explicar el por qué, cómo y cuándo ejecutar el plan, que tendría su culminación con la elección de todos los candidatos—principales y suplentes—para los 5.600 cargos para la Asamblea Nacional, concejos municipales y juntas parroquiales a finales de marzo, para impulsar la sanción de una agenda legislativa mínima de diez aspectos clave. (…) Aseguró López que “organizativa, logística, económica y políticamente”, las primarias son el método más democrático, y rechazó las críticas de quienes alegan que son muy costosas. Resaltó que son “diez veces más baratas que las encuestas”. El líder de las Redes Populares dijo que con 2.400 millones de bolívares fuertes se puede organizar unas elecciones para que participen los 18 millones de inscritos en el padrón electoral, mientras que [para] hacer, como mínimo, dos encuestas por cada municipio del país—a 30 millones cada una—se requerirían 19 mil 600 millones de BsF.

Como puede verse, la proposición de este grupo no se limita a las postulaciones para la Asamblea Nacional, que tendrían que proveer 164 cargos para los que debe preverse suplentes. Más de 5.000 postulaciones, entonces, son para cargos de concejal o miembro de una junta parroquial. Esta aspiración pudiera señalar una salida a la actual división de la oposición profesional venezolana. La Mesa de la Unidad pudiera aceptar que López Mendoza y su grupo—al que ciertamente se uniría la experiencia de Súmate—se encargara de la realización de primarias para la selección de las candidaturas municipales y parroquiales, apoyándole a este fin sin regateos y postulando candidatos para esas elecciones. Del resultado de este experimento se extraería conclusiones para la escogencia de candidatos a la Asamblea Nacional, cuya elección vendría después de los comicios municipales y parroquiales. Ambos lados de la presente desunión pudieran entonces dar una demostración de que están realmente interesados en la unidad que cada uno cacarea.

Un inconveniente, no obstante, pudiera levantarse a esta solución: que el Consejo Nacional Electoral opte por invertir el orden de las elecciones, y convoque primero a elegir diputados a la Asamblea Nacional y luego, en elección posterior, las elecciones municipales y parroquiales. (O que las combinara en una “megaelección”). Un insistente rumor dice que ése sería el orden preferido por Jorge Rodríguez, jefe ostensible del aparato electoral del PSUV. Hasta ahora el análisis político indicaba que sería más fácil al gobierno ganar las elecciones municipales y parroquiales que las de Asamblea Nacional, y por consiguiente le convendría que éstas fueran las segundas, para aprovechar la desmoralización opositora que se produciría con las primeras. El juego agónico de las facciones del oficialismo, una de las cuales dirige Rodríguez, determinará la presión final que se ejerza sobre el CNE.

Pero si terminare siendo el orden que ha sido previsto, un acuerdo como el descrito pudiera lograr la paz entre las dos facciones opositoras ahora enfrentadas.

Ha habido, sin duda, una buena cantidad de aprendizaje en el campo opositor. Hasta el Movimiento 2D, habitualmente crítico de los partidos, proclamaba el pasado domingo: “Consideramos que son los partidos políticos a los que corresponde tomar la iniciativa de generar un poderoso, invencible movimiento de unidad…”

¿No valdría la pena un almuerzo de Leopoldo López Mendoza y Ramón Guillermo Aveledo? Pudieran sufragar la factura a medias.

luis enrique ALCALÁ

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CS #353 – Quo vadis, mundo

Cartas

Beluga es un nombre familiar a los gourmets amantes del caviar, pues designa al esturión europeo, cuyas huevas constituyen la delicia más cara del mundo: 5.000 dólares el kilo en el mercado estadounidense. Al tema de hoy, sin embargo, la connotación que importa es la de un grupo naviero con sede en Bremen, ciudad hanseática alemana. Dos cargueros pesados del Grupo Beluga—el Fraternidad y el Previsión—completaron el 23 del pasado mes de septiembre una travesía comercial desde Ulsan, Corea del Sur, hasta Rotterdam, el señero puerto holandés. Pero los buques no siguieron esta vez la ruta convencional, que lleva del Pacífico al Atlántico por el paso del Canal de Suez; ahorrándose 4.000 millas náuticas (7.400 kilómetros) llegaron a su destino por la Ruta Marítima del Norte, o Paso Noreste. Es decir, bordeando el Océano Ártico a todo lo largo de la inmensa costa norteña de Rusia.

Nadie antes había atravesado el Paso Noreste para fines comerciales. Ese sendero extremo había estado cerrado a la navegación durante la mayor parte de cada año por el hielo. (Sólo seis puertos de la gélida costa rusa están abiertos todo el año). Los viajes por la Ruta del Norte siempre habían requerido el arduo servicio de los rompehielos, últimamente nucleares. En esta ocasión, sin embargo, actuaron únicamente como escolta en algunos tramos del recorrido; el Paso Noreste, que fue completado muy pocas veces antes—la primera vez en 1878 y una vez llamativa por un crucero alemán a comienzos de la Segunda Guerra Mundial para escapar de la persecución inglesa—es ahora transitable.

El secreto de esta travesía no era náutico, sino climático. El calentamiento global la hizo posible. Cada buque del grupo de Bremen ahorró 300.000 dólares en el relativamente más cálido océano, lo que de repente hace al Paso Noreste extraordinariamente atractivo desde el punto de vista económico. Ya el gobierno ruso se prepara para beneficiarse de la explotación de la ruta, aligerando las autorizaciones burocráticas y abaratando el alquiler de sus modernos rompehielos. Las gigantescas reservas árticas de Rusia en petróleo, gas y otros recursos naturales, esperaban por una forma práctica de transporte.

Que no se diga, pues, que calentar al planeta más de la cuenta carece de ventajas.

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El problema, sin embargo, es que el calentamiento global puede cambiar súbitamente todo. Un deshielo polar masivo, nada improbable a las tasas actuales de calentamiento, elevaría el nivel de los mares y desataría una descomunal inundación de las ciudades costeras. Los navegantes del Paso Noreste no conseguirían puertos para atracar.

Un fenómeno de magnitud tan impensable, pues, no ocurrirá gradualmente. Si algo tiene la capacidad de cambiar abrupta y repentinamente es un sistema complejo, y el clima de la tierra es ciertamente uno de esa clase. Ya ha ocurrido antes. Lo que fueron praderas se convirtió bruscamente en tundras durante las glaciaciones, de las que la tierra ha conocido varias. La dinámica de la complejidad incluye bifurcaciones, puntos críticos, tipping points a partir de los cuales la adición de algo minúsculo desencadena una transformación desproporcionada.

El concepto que corresponde a este tipo de fenómenos es perfecta y antiguamente conocido, y más de una figura del habla lo expresa. La gota que derrama el vaso o la última paja que quiebra el espinazo del camello. La dialéctica del materialismo marxista incluye la conversión del cambio cuantitativo en cambio cualitativo, y la moderna teoría del caos ha generado la metáfora del aleteo de una mariposa que desata un temporal. La precipitación es un proceso físico-químico que ha servido de parábola, incluso, para ilustrar lo que puede pasar en política:

En química, puede uno disolver más y más sólidos en una mezcla hasta que se alcanza el estado de saturación. Un solo cristal adicional puede entonces precipitar a todos los sólidos fuera de la solución. La historia reciente muestra que los eventos pueden ser precipitados en una forma análoga en sociedades en las que se acumulan demasiadas tensiones. Lo que se requiere entonces es sólo un catalizador. En Portugal puede haber sido un libro publicado por un general. En Irán, que también tenía un ejército fuerte y una implacable organización de seguridad interna, fue la voz de Khomeini, oída directamente (como del cielo) en cassettes de audio. En Polonia, el Papa, durante su reciente visita, pudo haber desencadenado casi cualquier conjunto de eventos según su escogencia”. (Bohdan Hawrylyshyn, Road Maps to the Future, Pergamon Press, 1980).

Pero la búsqueda humana de la estabilidad y el equilibrio prefiere una comprensión gradualista de las cosas. Son mayoría quienes acumulan, con mayor o menor habilidad, argumentos y teorías—muchos de los neoconservadores sobre el tema del calentamiento global, por ejemplo—que razonan persuasivamente para proponer que aquí no va a pasar nada grave. Es una estrategia muy peligrosa. Nassim Nicholas Taleb advierte:

Más allá de nuestras distorsiones de percepción, hay un problema con la lógica misma. ¿Cómo puede alguien que no tiene la menor idea ser capaz, sin embargo, de sostener un conjunto de puntos de vista perfectamente razonable y coherente, que se adapta a las observaciones y se rige por toda regla lógica? Considérese que dos personas pueden sostener creencias incompatibles a partir de exactamente los mismos datos. ¿Significa esto que que existen posibles familias de explicaciones y que cada una de ellas puede ser igualmente sólida y perfecta? Por supuesto que no. Uno puede tener un millón de formas para explicar las cosas, pero la explicación verdadera es única, esté o no esté a nuestro alcance… En argumento famoso, el lógico W. V. Quine mostró, en efecto, que existen familias de interpretaciones y teorías lógicamente consistentes que pueden corresponder a una serie dada de hechos. Ese hallazgo debiera advertirnos que la mera ausencia de sinsentido puede no ser suficiente para hacer a algo verdadero. (The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable, Random House, 2007).

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¿Hay nuevos datos sobre el problema del calentamiento global? En la edición del pasado 24 de septiembre de la revista Nature, escribe Johan Rockstrom, Director Ejecutivo del Instituto Ambiental de Estocolmo, acerca de nueve límites que, transgredidos por la actividad humana, pudieran causar verdaderos cataclismos ambientales. Uno de ellos es el de la concentración de carbono atmosférico. Rockstrom y sus colaboradores estiman que el límite seguro es de 350 partes por millón; por debajo de esta proporción la tierra debiera poder continuar en el “verano prolongado”—término empleado por los climatólogos para referirse al Holoceno, nuestro período geológico—que permitió la expansión de la humanidad desde unos pocos millones de miembros al comienzo del período (hace 10.000 años), mediante la estabilidad climática que sucedió a la última glaciación, hasta los 6.791 millones estimados por la Oficina del Censo de los Estados Unidos para el mismísimo día de hoy, 15 de octubre de 2009.

La concentración de carbono en la atmósfera terrestre era de unas 280 partes por millón al inicio de la Revolución Industrial; en la actualidad el índice va por 387 partes por millón, en exceso del límite propuesto por Rockstrom, y sigue en aumento. El límite de Rockstrom predice que por debajo de él la temperatura global no rebasaría un incremento de 2º C sobre la prevaleciente antes de la industrialización, pero que superarlo prolongadamente aumenta grandemente el riesgo de un cambio climático irreversible. En esta materia, así como en lo tocante al ciclo del nitrógeno y la pérdida de especies biológicas, Rockstrom estima que la humanidad ya se las ha arreglado para traspasar los umbrales de seguridad.

El estudio publicado por Nature tiene la ventaja de ofrecer guías para la toma de decisiones planetarias y nacionales de altísimo nivel. Éstas, por otra parte, se complican con el paso de los días, o el de los nacimientos. Si hoy somos 6.791 millones de habitantes del planeta, se estima que a la vuelta de cuarenta años más habremos alcanzado la pasmosa cifra de 9.000 millones, y eso suponiendo que el crecimiento poblacional se desacelere significativamente en los países en vías de desarrollo. Y ya 1.000 millones de los habitantes actuales padecen malnutrición crónica o hambruna pura y simple. El fantasma de Thomas Malthus ha reaparecido. (“El poder de la población es indefinidamente mayor que el poder de la tierra de producir subsistencia para el hombre. La población, cuando no se controla, aumenta en una razón geométrica. La subsistencia sólo aumenta en proporción aritmética. Una ligera familiaridad con los números mostrará la inmensidad del primer poder en comparación con el segundo”. An Essay on the Principle of Population, 1798).

La Universidad de Columbia administra el Programa de Agricultura Tropical y Ambiente Rural; allí su director, Pedro Sánchez, estima que sólo para mantener igual aquel número de desnutridos hasta 2050 se requeriría deforestar 900 millones de hectáreas adicionales para dedicarlas a la producción agrícola. No es una meta que parece asequible según el juicio de los expertos, que admiten la posibilidad de añadir no más de 100 millones de hectáreas a los actuales 4.300 millones de hectáreas bajo cultivo agrícola.

Pero la agricultura, por más natural y benigna que parezca, es de suyo la actividad del hombre que causa más impacto ecológico. Ella sola es responsable de una tercera parte de las emisiones de gases de invernadero—por la deforestación, por el metano producido por las deyecciones del ganado y los cultivos de arroz, por el óxido nitroso derivado de los fertilizantes—y consume al menos 85% de los recursos hídricos que hoy usamos en época de disminución de acuíferos.

Cuando un ganador verdaderamente meritorio del Premio Nóbel de la Paz (Norman Borlaug, el padre de la “Revolución Verde”) recibió su galardón en 1970, dijo en su discurso de aceptación: “No puede haber progreso permanente en la batalla contra el hambre hasta que las agencias que luchan por aumentar la producción de alimentos y las que luchan por el control de la población se unan en un esfuerzo común… El hombre está usando sus poderes para aumentar la tasa y el volumen de la producción de alimentos. Pero todavía no está usando adecuadamente su potencial para disminuir la tasa de reproducción humana. El resultado es que la tasa del aumento de población excede la tasa de incremento de la producción de alimentos en ciertas áreas”. Puro Malthus.

luis enrique ALCALÁ

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Intercambio electrónico

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Estimada suscritora, estimado suscritor: en el #352 de la Carta Semanal de doctorpolítico se hizo relación y comentario de una presentación a cuatro manos a la que asistí. En ella no se mencionaba a los protagonistas, pero por elemental deber de caballero, la hice llegar al encuestólogo-asesor que fue aludido, a fin de que conociera por mi iniciativa lo que había opinado.

Esta persona acusó recibo y me envió su respuesta, al final de la cual dice: «Con tu venia, quisiera enviarle esta respuesta a la lista de tus lectores…»

Complaciendo, pues, su deseo, remito a usted esa contestación del politólogo John Magdaleno, al cabo de la cual, muy naturalmente, transcribo mi propia contestación.

Con un cordial saludo

Luis Enrique Alcalá
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Estimado Luis Enrique, gracias por tu gentil envío.

Con todo respeto, considero muy distorsionada tu interpretación de mi análisis sobre la situación del país -desarrollado en casa del amable Luis Ugueto el lunes pasado con limitaciones de tiempo, una laptop que se apagó y un video-beam que nunca llegó-, para lo cual me ofrezco a explicártelo con detalle en persona, y así poder iniciar un debate más fructífero.

No tengo problema alguno en que estés en desacuerdo y lo digas públicamente, pero sabes que para criticar con fundamento, estimado amigo, hay que asegurarse, primero, de comprender bien los planteamientos de tu interlocutor. De lo contrario, a lo que asistimos -como suele suceder en Venezuela- es a un diálogo de sordos. Te puede estar pasando, a mi modo de ver, como quien lee por primera la «Crítica de la Razón Pura» de Kant, y arranca a criticarlo sin asegurarse primero de comprender bien la naturaleza y significación de sus planteamientos.

Sin pretender compararme con la talla intelectual de semejante figura, quisiera invitarte a que iniciáramos una reflexión conjunta, más profunda, sobre los temas que nos preocupan. Pero para ello, creo imprescindible exponerte algunas de las que, en mi opinión, son las inexactitudes o incomprensiones más graves contenidas en tu «carta»:

1. Sabes bien que no se ha dado, en estricto sentido, un debate público franco, abierto y de envergadura sobre los temas de coyuntura, entre otras cosas porque hay una hipersensibilidad tal en algunos círculos políticos que decir unas cuantas verdades es percibido como una herejía. Un análisis frío y objetivo, que examine con crudeza la actuación de la oposición durante estos 10 años, incluyendo el desempeño de actores sociales y políticos, ha quedado reservado para círculos privados y hasta íntimos. Entonces no me digas que nadie ha impedido el debate. Un debate serio y racional todavía no ha comenzado a una escala significativa, Luis Enrique. Lo que hay hasta ahora son, a mi modo de ver, aproximaciones menores, en audiencias reducidas o en medios de comunicación de poco alcance, y no un debate público de relevancia. Dimensionemos bien lo que es un debate público de altura. A esto me refería en mi intervención.

2. Cuando Petkoff abre el debate, concediéndote la razón en que ha fijado posición, lo ha hecho descalificando visiones distintas a la suya, como en efecto lo hizo al calificar de bizantina la propuesta de la tarjeta única. Quien te escribe, que conceptualmente ve como imprescindible a la alianza perfecta y valora en este momento como políticamente inviable la propuesta de la tarjeta única, no se aferra a esta última. De hecho, pienso que pueden convivir perfectamente la tarjeta de los partidos y una tarjeta que agrupe a diversas organizaciones políticas y sociales, siempre y cuando haya unidad perfecta. Lo que sí reclamo, como ciudadano y -digámoslo sin complejo- opinador, es un tratamiento más cauteloso de las diferentes posiciones. ¿Qué clase de debate es ese al que se ingresa descalificando a una de las opciones posibles?; ¿o es que crees que Teodoro ha sido, en este tema, un interlocutor meticulosamente respetuoso de las diferentes opciones estratégicas disponibles?

3. Sabes bien a qué me refiero cuando señalo que el principal soporte de la imagen del gobierno ha sido concentrarse en la agenda de lo social, por la vía de las Misiones y la publicidad oficial que las mercadea eficazmente, y que ello ha tenido un importantísimo impacto en los estratos bajos, que representan el 81% del país. Negar esto hoy en día, Luis Enrique, es resistirse a creer que el planeta tierra no es cuadrado. El discurso y la praxis política que se concentra, así se perciba superficial y efectistamente, en temas como salud, educación, vivienda y alimentación, le habla directamente a ese 81% porque versa sobre sus necesidades cotidianas y urgentes. Te pregunto si crees que la oposición lo ha hecho con la misma eficacia comunicacional y política que el gobierno y si, en tu opinión, ha llegado a plantear -ya sea como bloque o, al menos, individualmente algunos de sus actores- propuestas serias y atractivas para los más pobres, que hayan sido conocidas y digeridas por la mayor parte de la opinión pública. En este punto me temo que tenemos serias diferencias y, si te he entendido bien, creo que confundes las comunicaciones de la oposición con la existencia de propuestas reales y factibles.

Al margen de la «tarjeta Mi Negra» y el «Cesta Ticket Petrolero» propuestos por Rosales y Petkoff en la campaña de 2006, que en realidad eran propuestas de política social más desarrolladas en el terreno del mercadeo político que en el de la viabilidad técnica y presupuestaria, ¿crees que, por ejemplo, la oposición ha volcado sus esfuerzos a diseñar y proponer un sistema de protección social de avanzada?; ¿percibes como agotada y resuelta la necesidad de alterar la ecuación Estado-petróleo-pueblo en Venezuela?; ¿crees agotado y resuelto el debate alrededor de las propuestas de democratización de la renta petrolera (como la propuesta del Fondo de Regalías Petroleras que ha puesto sobre la mesa La Causa R)?; ¿ves, acaso, algún consenso mínimo en esta materia?; ¿o más aún, puede decirse, en este caso, que se ha dado un auténtico debate público de envergadura?; ¿crees que hay una propuesta novedosa y atractiva en materia de salud, para enfrentar el drama de los hospitales públicos del país y la deficiente atención de la red de atención primaria, que el gobierno ha intentado revitalizar con «Barrio Adentro», infructuosamente desde la perspectiva de la calidad del servicio?; ¿ha desarrollado y comunicado públicamente la oposición una propuesta seria para mejorar «agresivamente» el acceso y la calidad de la educación venezolana?

4. Claro que en alimentación no se puede competir con el Estado, amigo. Nadie desconoce eso. Pero si existieran propuestas serias, bien pensadas y masivamente comunicadas en materias como salud y educación, por señalar solo dos ejemplos, es mucho lo que la oposición hubiera podido avanzar durante estos años, pese al gigantesco impacto de Mercal. ¿Te das por satisfecho con lo que la oposición ha hecho en estas materias o crees que es hora de un examen profundo y desapasionado, que tome distancia de los afectos políticos, y que reconozca que se han invertido más horas, en los partidos de oposición, en designar candidaturas para elecciones que en proponerle cosas serias al país?

5. Es obvio que la oposición ha concentrado la mayor parte de sus esfuerzos en la defensa de las libertades democráticas. Y para que no se confunda mi posición, no veo en ello algo «ontológicamente» perjudicial. La pregunta de relevancia estratégica es, como la expresé ese día, si concentrarse en la agenda de la defensa de la democracia le facilita a la oposición la comunicación con los estratos D y E (que, repito, representan 81% de la población) y, más aún, la adhesión de estos a su causa.

Permíteme comunicarlo de otro modo, Luis Enrique: ¿no crees que la lucha por las libertades consustanciales a la democracia ha podido ser acompañada, profundizada y más eficazmente justificada para los estratos bajos haciendo esfuerzos por plantearles propuestas en la agenda social, e incluso, impulsando reivindicaciones en este terreno?; ¿o no ves, acaso, el impacto de las actuales luchas sindicales en la reconfiguración de la correlación de fuerzas políticas y sociales en Guayana?

Insisto: nadie discute la legitimidad de la defensa de las libertades públicas y las instituciones de la democracia. Mi análisis lo que sugiere es que, si el 50% percibe al gobierno interesado o preocupado por los temas de la agenda social y un 40% percibe a la oposición interesada en la defensa de las libertades y el Estado de Derecho, la oposición se está comunicando ineficazmente con los más pobres.

6. No desconozco que al hablar de opciones de política social estamos hablando, al final de cuentas, de política también. No olvides que soy Politólogo de pre-grado y post-grado, lo que trasciende la etiqueta de «encuestólogo». La distinción reproduce sencillamente la percepción existente en la opinión pública, amigo. Aquí confundes cuando hablo en mi nombre y cuando lo hago para facilitar la comprensión de la opinión pública venezolana. Es al 50% del país a quien tienes que reclamarle que perciba al gobierno concentrado en los temas de la agenda social (salud, educación, alimentación y vivienda), y no a mi, estimado amigo. Es a la opinión pública, de vuelta, a quien tienes que voltear a mirar para comprender por qué 40% la percibe concentrada en temas asociados a la defensa de los valores de la democracia y no en los temas de la agenda social.

Seguramente sabes, Luis Enrique, sobre todo en virtud de tu formación intelectual, que las distancias entre las percepciones de la población sobre lo público y las de los dirigentes o los intelectuales son enormes. Pues bien, ocurre que pese a que «lo social» es ciertamente un abordaje más de lo político, lo político a secas tiende a tener otras significaciones en la población. Y a eso es a lo que me refería en mi exposición del lunes.

7. Sabes bien la importancia de señalar «nunca hemos sido mayoría, salvo en el referéndum de 2007», en una audiencia de connotados opositores, porque ello busca, con base en la evidencia irrefutable de los estudios de opinión de las cuatro encuestadoras más prestigiosas del país, que se asuma de una vez por todas lo que no se asumió públicamente antes de 2006: que la oposición ha sido minoría. Y si señalo la expresión en el plural de la primera persona («nosotros») es para que esa audiencia entienda que lo dice alguien cuya opinión y comprensión del mundo y el país lo ubica «espitirualmente» cerca de ellos, al margen de los matices ciertamente existentes. Es un viejo recurso para generar rapport, que no debería escandalizar a nadie que conozca mis opiniones personales, legítimas por demás. Me extrañan las líneas que le dedicas a este asunto menor en tu carta, porque ello pudiese ser interpretado, por alguna mente neurotizada, como el deseo de que mi discurso sea portador de la neutralidad valorativa que se exige en los totalitarismos de cualquier signo, incluso los de orden metafísico.

8. Finalmente, Luis Enrique, pienso que he podido recibir un tratamiento más cortés en tu «carta», como corresponde a alguien con don de gentes e intelectualmente bien formado como tú. Lo que hice el lunes fue compartir con ustedes un análisis que he venido haciendo con motivo del examen de muchos estudios nacionales de opinión pública y la revisión de los acontecimientos políticos de estos 10 años a la luz de varios documentos de interés.

Ciertamente he compartido ese análisis con actores políticos y sociales, entre ellos Leopoldo López, pero no veo por qué ello debería escandalizar a nadie. Tu insistencia, en la «carta», en que mi análisis tuvo el propósito de «hacerle la cama» al discurso posterior de Leopoldo López, desconoce lo más elemental y que no se puede ocultar: que él comparte mi análisis y que está operando en la dirección de intentar colaborar en la reparación de algunas de las monumentales fallas de la oposición durante estos 10 años, de las que él no se excluye en su totalidad, como lo ha dicho públicamente al referirse a las elecciones parlamentarias de 2005.

Pero debes saber que López no es el único que comparte ese análisis. Que otros líderes políticos y sociales, formadores de opinión, empresarios, sindicalistas y estudiantes también, y que ya son miles de ojos y oídos los que han podido ver y escuchar la presentación entera, directamente, y que desafortunadamente no pude mostrarles con exhaustividad ese día, en virtud de los problemas técnicos ocurridos. ¿Piensas, aún así, que mi análisis es una caricatura reduccionista de la realidad, tal y como la dibujaste en tu «carta»?

¿Será, amigo, que abrimos un espacio para que veas la presentación, comprendas el análisis de fondo y lo asimiles con más calma?; ¿será que mi análisis exige «oídos más atentos»?; ¿será que merece más respeto…?

Con tu venia, quisiera enviarle esta respuesta a la lista de tus lectores y a los asistentes a la peña de Luis Ugueto, a quienes seguramente les enviaste tu «carta».

Saludos.

JM
……

Hola, John. Primero que nada, debo aclararte que supones mal: no me he ocupado de enviar mi carta #352 a los asistentes a la Peña de Ugueto. Algunos entre ellos son suscritores de la misma y por eso la reciben, pero si es tu voluntad no tengo inconveniente en remitir a mi lista el correo que me has hecho llegar; por supuesto, junto con esta respuesta que ahora compongo para que el asunto pueda ser entendido. Hay estimaciones que colocan el número de destinatarios finales en 170.000, no porque mi lista tenga ese tamaño, sino porque una buena cantidad de quienes reciben mi publicación directamente de mí la reparten viralmente y la cosa se riega. Avísame, pues, si ése es tu deseo.

Estoy seguro, por otra parte, de que en tu pensamiento y análisis hay mucho más que lo que expusiste, pero mis comentarios se limitaron a concentrarse sobre esto último: lo que dijiste y cómo lo dijiste. Tomé notas. No estoy, pues, interpretando tu análisis y tampoco distorsionándolo; estoy comentando exactamente lo que te escuché, dicho por ti con énfasis y vehemencia suficientes como para que se entendiera con toda claridad. Para que hubiera habido distorsión habría tenido que reportar cosas distintas de las que dijiste, y esto no lo he hecho; cada una de las afirmaciones comentadas por mí las dijiste tú. En cuanto a las limitaciones de tiempo, tú conoces bien las reglas de la Peña de Ugueto: dos horas en total para toda ella, de las que ustedes, López y tú, ocuparon una hora y cuarenta minutos. Si hubo limitación temporal fue para quienes hubiéramos querido debatir lo que oímos; en cuanto el anfitrión indicó que las intervenciones posteriores sólo serían para hacerle preguntas a López, pedí me retirara de la lista en la que me había anotado, pues no era mi intención preguntarle nada. Según se nos explicó, no podríamos debatir sobre lo escuchado hasta, quizás, el próximo 19 de octubre, siempre y cuando no se atraviese una sesión diferente que está en preparación, lo que rodaría todo hasta tres semanas después. Las fallas técnicas y logísticas las tengo por poco importantes, aunque sí me parece significativo que el origen de la sesión y su coordinación vinieran, como anunció Montero, desde la Alcaldía de Chacao; tenía entendido que López ya no es alcalde de ese municipio. No veo qué razón justifica que un funcionario del mismo, que además se hizo presente en la exposición, deba promover disertaciones de López sobre cuestiones extrañas a los asuntos municipales. ¿Peculado de uso?
………

En tu reacción a lo que expuse, se expresa una preocupación por haber sido descrito como encuestólogo y exhibes tus títulos de politólogo de pregrado y postgrado. También usé los términos «trabajador de la opinión pública» y «asesor»; creo que son las ocupaciones a las que te has dedicado últimamente. De hecho, en tu exposición del lunes también emergió esta preocupación: sin que nadie te lo preguntara o te cuestionara en absoluto, quisiste decir: «No les está hablando un académico; yo he interactuado mucho con los partidos; he trabajado mucho con COPEI; asesoré a Petkoff en 2006 y le bajé quince puntos a su rechazo, que era lo único que se podía hacer; yo hice mi trabajo. Yo sé de lo que estoy hablando. No es un académico el que les habla». Es decir, te preocupaste mucho por establecer lo que pueda ser tu autoridad en estas cosas lo que, por otro lado, no creo fuera tema pertinente a esa sesión de la Peña. Como debes saber, la autoridad de alguien no convierte automáticamente lo que diga en verdadero, como tampoco el hecho de que alguien sea un contrabandista hace falsa por ese mismo hecho ninguna de sus posibles afirmaciones. La ciencia de la lógica conoce estas cosas, precisamente, como la falacia de autoridad y la falacia ad hominem, y las tiene por modos inválidos de razonar. Dejaré sin comentar tu analogía con Immanuel Kant y la pretensión de que no he comprendido bien lo que expusiste. Te oímos todos y hablaste muy claramente, así que, si no se te entendió bien, revisa tu propio discurso y su delivery. Digo, por aquello del locus externo (muy de moda) como explicación conveniente de errores propios.

El orden que escogiste para reaccionar, distinto del que empleé, es en sí mismo sintomático; de nuevo es el tema de la posición de Petkoff ante la discusión sobre la tarjeta única lo que parece desvelarte. Reitero, y puedo haber leído mal yo mismo, que creo que Petkoff no ha rechazado la tarjeta única, ni ha declarado, como pones, bizantina su propuesta. Lo que ha calificado de bizantino es la discusión acerca de la tarjeta única antes de que existan candidaturas únicas. Es decir, él estima que hay cosas previas que tienen que ser dilucidadas; si hubiera estado hablando en una asamblea habría pedido la palabra anunciando: «Punto previo». Por lo demás, su postura es una opinión más, igual a la tuya o la mía, y tiene todo el derecho de decir que considera el asunto, esto es, la discusión, como bizantina. (DRAE: 3. adj. Dicho de una discusión: Baldía, intempestiva o demasiado sutil). El sentido que emplea es el de algo intempestivo. (DRAE: 1. adj. Que es o está fuera de tiempo y sazón).

¿Es esto una prohibición de discutir la cosa? ¿Tiene Petkoff tal poder que su declaración de que algo es intempestivo interrumpe cualquier ventilación del tema? No lo creo, y por esto me pareció que sacabas el asunto fuera de proporciones; en tres ocasiones preguntaste, de manera efectista (DRAE: 1. adj. Que busca ante todo producir fuerte efecto o impresión en el ánimo) y en tono indignado: «¿Por qué no se puede discutir esto públicamente?» Nadie te lo impide; nadie se los impide, y al reiterar el punto repetidamente dabas a entender que alguien atentaba contra el democrático derecho a la libre opinión de diligentes y meritorios opositores.

Aclaro, por cierto, que no está en mi ánimo o interés defender a Petkoff; ya él es un hombre crecido, y sabe defenderse muy bien. Lo que sí creo es que has escogido centrar tu reclamo en su opinión al respecto, lo que sazonaste con el no tan velado ataque a su persona política, al hacer referencia a tu presunto logro profesional de «bajarle quince puntos a su rechazo». En vez de argumentar, si es que quieres disentir de su opinión, a favor de la oportunidad de la discusión que él estima bizantina, intempestiva, inoportuna, fuera de tiempo y sazón, optaste por quejarte de que él, por sí solo, impedía la discusión del punto.

Veo que concurrimos en un asunto distinto, aunque relacionado: la conveniencia de contar con un espacio adecuado al debate importante, sean éstos los «temas de coyuntura» que sugieres u otros más profundos aún, menos coyunturales. Tanto es que coincidimos que en mi Carta #351—redactada en ignorancia de que López y tú, a petición de un funcionario de la Alcaldía de Chacao, expondrían en la Peña—toco justamente ese tema. (La copio abajo para tu conocimiento). Y no es la primera vez que lo hago; el 7 de mayo de 1985 (hace más de veinticuatro años) ya especificaba la siguiente idea en el esbozo de una nueva organización política: «Una función organizadora del debate político, que le prescriba un formato o método científico: La Sociedad Política de Venezuela deberá instrumentar el ambiente necesario para dar alojamiento a la invención política y para que las proposiciones que por ella surjan puedan ser adoptadas luego del más estricto análisis y la consulta más amplia posible… Para esto se instrumentará una normativa que permita la comparación crítica de proposiciones alternas o competidoras y que asegure un máximo de objetividad política”.
………

Respecto de la agenda social vs. la agenda política (así fue como lo expusiste), no veo en cuál punto de mi artículo niego la importancia política de la acción «social» del gobierno; dirige, pues, a alguien más esta afirmación: «Negar esto hoy en día es resistirse a creer que el planeta tierra no es cuadrado».  No se me aplica. Lo que escribí estuvo referido exclusivamente a tu planteamiento, a la forma en que introdujiste la cosa, que bastante simplista me pareció. De nuevo, no hago hipótesis acerca de qué otras cosas puedas pensar sobre el complejo tema; me atengo, simplemente, a lo que expusiste, y esto ya lo referí y comenté en mi carta. Dije, en síntesis, que el fenómeno del apoyo a Chávez es bastante más complejo que la satisfacción con unas misiones gubernamentales y que, curiosamente, luego de que hubieras postulado que ésa era la razón fundamental del fracaso de una oposición que se concentraría en una agenda política, ella había desaparecido de tu juicio sobre los resultados del referéndum de 2004. Apunté, además, que el gobierno tenía, muy especial y explícitamente, una clara agenda política. Añado ahora que ella era claramente visible bastante antes de noviembre de 2004, cuando se expuso en reunión de gobernadores y alcaldes oficialistas electos el 30 de octubre de ese año. También pareció desprenderse de tu manera de exponer—no necesariamente de lo que sea tu comprensión—que hasta entonces la agenda política de Chávez era desconocida. Mucho antes de los apuntes de Martha Harnecker se conocía la orientación marxista y militarista de Chávez, contraria a la libre empresa, antagónica de la Iglesia y la educación privada (Decreto 1.011, 18 de diciembre de 2000); la fritanga de cabezas adecas y copeyanas la había anunciado en la campaña de 1998, y dos años después anticipaba que gobernaría hasta el 2021; sus primeras agresiones a los medios se manifiestan en 2001 (cerco de Lina Ron a El Nacional siguiendo pauta de un Aló Presidente) y en diciembre de 2002 las huestes chavistas arremetieron contra un buen número de televisoras y estaciones de radio en ataque coordinado de una sola noche; en 1999, en carta temprana (abril) a la Corte Suprema de Justicia declaró abiertamente su concepto autoritario, en línea final que postulaba «el Principio de la exclusividad presidencial en la conducción del Estado». Etcétera. Quienquiera que hubiera necesitado la lección en Fuerte Tiuna de noviembre de 2004 para enterarse de la agenda política de Chávez no venía poniendo mucha atención a las advertencias de Alberto Garrido o los consejos de Norberto Ceresole, que hablaron mucho antes que Harnecker.

Tampoco se encuentra en mi artículo absolución alguna de los partidos que hacen oposición formal en Venezuela; soy crítico de ellos, y bastante antes que tú; de modo explícito (por escrito) desde febrero de 1985 (hace más de veinticuatro años) aunque, por supuesto, según razones bastante diferentes de las tuyas («por sus errores» y el «salto al vacío» del referéndum revocatorio de 2004). De hecho, con ocasión de comentar una primera vez alguna presentación tuya en casa de Ugueto—lo que me reclamaste en su momento, sin que pudieras luego ofrecer un motivo concreto de queja—fui muy claro. Te refresco:

Briceño y Magdaleno, luego de expresar su convicción de que la inminente consulta ofrece una oportunidad para «reposicionar» a la oposición, argumentaron que era de la suprema importancia la elección de quienes debieran hacer ostensiblemente frente—fronting—al proyecto de enmienda. Hablaron de una disyuntiva—falsa, a mi manera de ver—entre estudiantes y líderes convencionales, dando a entender que no había otras voces posibles. (En intento pedagógico hablaron, debe reconocerse, de encontrar los «badueles» o «marisabeles» de 2009). Esto es, la recomendación de Briceño y Magdaleno es la de constituir un coro de tres voces: la de aquellos que aún no están listos (estudiantes), la de los rechazados (líderes convencionales), la de los saltadores de talanquera («badueles» y «marisabeles»). ¿Es que no hay otras voces en Venezuela? Llama la atención que, después de haber expuesto que la participación de los electores no alineados—el estudio combinado mide su tamaño a la par de quienes apoyan a Chávez y mayor que el de sus opositores, como lo han hecho desde hace al menos seis años todas las encuestadoras, en proporciones cambiantes que oscilan entre 35% y 50%—sería decisiva, que no se saque la conclusión obvia. Antes que «badueles» o «marisabeles», urge conseguir voces no alineadas, con discurso no alineado y argumentos no alineados para asestar el golpe definitivo a las pretensiones continuistas de Hugo Chávez.» (Carta Semanal #316 de doctorpolítico, 22 de enero de 2009).

Añado, como otra muestra, un botón más. El 8 de diciembre de 2005 escribía:

Igualmente, por supuesto, se requerirá la emergencia de organizaciones políticas con un «código genético» bastante diferente de las actuales. Los partidos que se niegan a desaparecer, renuentes a la regeneración, refractarios contumaces, negados a la metamorfosis, se quejan de que una cierta «antipolítica» sería la culpable de la neoplasia política que hoy nos domina. Que la «sociedad civil» ha pretendido, erradamente, suplantarles, que serían instituciones insustituibles. La verdad es que no puede haber política sin organización, pero ciertamente ya no sirven los modelos arcaicos, ni siquiera cuando son replicados en moldes que se presentan como odres nuevos. (Carta Semanal #167).

De modo, pues, que haberme referido críticamente a tu presentación del pasado lunes no es, en modo alguno, una opción a favor de los partidos que, sumados, concitan sólo 10% de las preferencias públicas.
………

Es astuto intento el recurso que haces de formularme una buena cantidad de preguntas, con el efecto retórico de sugerir que las contestaría todas negativamente. Se parece a la tramposa y famosa pregunta: «¿Ha dejado usted de pegarle a su mujer?», que contestada afirmativa o negativamente admitiría la premisa acusatoria. Enumero las que has planteado:

«¿Qué clase de debate es ese al que se ingresa descalificando a una de las opciones posibles?; ¿o es que crees que Teodoro ha sido, en este tema, un interlocutor meticulosamente respetuoso de las diferentes opciones estratégicas disponibles?»; «¿crees que, por ejemplo, la oposición ha volcado sus esfuerzos a diseñar y proponer un sistema de protección social de avanzada?; ¿percibes como agotada y resuelta la necesidad de alterar la ecuación Estado-petróleo-pueblo en Venezuela?; ¿crees agotado y resuelto el debate alrededor de las propuestas de democratización de la renta petrolera (como la propuesta del Fondo de Regalías Petroleras que ha puesto sobre la mesa La Causa R)?; ¿ves, acaso, algún consenso mínimo en esta materia?; ¿o más aún, puede decirse, en este caso, que se ha dado un auténtico debate público de envergadura?; ¿crees que hay una propuesta novedosa y atractiva en materia de salud, para enfrentar el drama de los hospitales públicos del país y la deficiente atención de la red de atención primaria, que el gobierno ha intentado revitalizar con ‘Barrio Adentro’, infructuosamente desde la perspectiva de la calidad del servicio?; ¿ha desarrollado y comunicado públicamente la oposición una propuesta seria para mejorar ‘agresivamente’ el acceso y la calidad de la educación venezolana?»; «¿Te das por satisfecho con lo que la oposición ha hecho en estas materias o crees que es hora de un examen profundo y desapasionado, que tome distancia de los afectos políticos, y que reconozca que se han invertido más horas, en los partidos de oposición, en designar candidaturas para elecciones que en proponerle cosas serias al país?»; «no crees que la lucha por las libertades consustanciales a la democracia ha podido ser acompañada, profundizada y más eficazmente justificada para los estratos bajos haciendo esfuerzos por plantearles propuestas en la agenda social, e incluso, impulsando reivindicaciones en este terreno?; ¿o no ves, acaso, el impacto de las actuales luchas sindicales en la reconfiguración de la correlación de fuerzas políticas y sociales en Guayana?»

Ninguna de esas preguntas es pertinente a nuestra discusión: qué fue exactamente lo que dijiste el lunes pasado y cuál opinión me mereció. El intento de desplazar mi atención hacia tan numerosos temas no va a funcionarte.
………

Tampoco me he escandalizado en lo más mínimo porque hayas hablado de «nosotros» al exponer que «apartando el dos de diciembre de 2007, nunca hemos sido mayoría», ni siquiera porque ahora confieses que esta construcción no era otra cosa que el «viejo recurso para generar rapport». Aunque visto así, entonces se trata de una manipulación de la audiencia, que es cosa contra mi natura. Creo que el político, o el politólogo que habla de política deben respetar a quienes los oyen diciendo exactamente lo que piensan y prescindir de trucos intencionales para provocar empatía. Había tomado literalmente tus palabras y las tuve por un signo más de equivocación conceptual y estratégica.  Esto dije: «He allí la falla de origen de la inmensa mayoría de los planteamientos políticos distintos del chavismo: que sólo atinan a definirse como antichavistas. Desaparecido Chávez, dejarían también, entonces, de tener sentido sus existencias. Ésa es la misma falla de origen de la iniciativa que acá se discute». Creo que te leí bien; creo que tú piensas desde la perspectiva de la oposición a Chávez; nunca te he oído formulaciones diferentes y, naturalmente, tienes todo el derecho de pensar así. Habiendo leído la defensa que opones ahora a mi apreciación, entiendo que lo que dices puede depender de quiénes te escuchan, y en este caso admites que habrías estado «toreando para los tendidos», como más de un torero que ha sido criticado por aficionados que se sientan al sol.

Pero disiento de tu estimación que considera a eso un «asunto menor». Por lo contrario, creo que se trata de un punto central de la necesidad política de la hora, tal vez el más importante de todos. Y tampoco creo esto desde hace quince días. Ya en 1999 dije a la Peña de Ugueto que la superación de Chávez no vendría por oposición sino por superposición. Así lo recordaba en mi Carta #100 (19 de agosto de 2004, cuatro días después del infructuoso referéndum revocatorio):

Pero también decíamos en 1999 que esa contención no sería suficiente, y que más que una oposición habría que ejecutar una superposición, una elaboración discursiva desde un nivel superior de lenguaje político, que flotara sobre sus agendas [las de Chávez], sobre su nomenclatura, sobre sus concepciones, sobre los terrenos que siempre escogió astutamente para la batalla y a los que llevó, casi sin esfuerzo, a un generalato opositor incompetente, y que pudiera, esa interpretación alterna, ese discurso fresco, ser convincente para el Pueblo. Este discurso es perfectamente posible. Ese discurso existe, y entre él y unos Electores hambrientos de liderazgo eficaz, sólo hay que interponer los medios que hasta ahora sólo han estado disponibles para actores ineficaces.

Por esto viene ahora una nueva etapa, preñada de posibilidades, más aprendida. Venezuela, herida, desconcertada, desilusionada y nihilista, tiene que recuperarse de la desazón y el fracaso. Y al cabo de un tiempo más bien corto, encontrará el camino correcto y verá sus tribulaciones de ahora como el principio de su metamorfosis creadora. No nos avergonzamos de nuestras tribulaciones, decía San Pablo, porque a la postre transmutan en esperanza, y no nos avergonzamos de nuestra esperanza.

………
Por último, veo que has prescindido de un todo de comentar mi evaluación de lo dicho por López. Supongo que concurres enteramente con él, puesto que eres su asesor, en todo lo que explicó de su «movimiento social» (que tú llamaste «organización social»), y que tu silencio al respecto obedece a que crees que sería él quien está llamado a defender su planteamiento. Pero no quiero olvidar que insertaste otras preguntas, las finales, con aparente duda. Éstas fueron: «¿Piensas, aún así, que mi análisis es una caricatura reduccionista de la realidad, tal y como la dibujaste en tu ‘carta’? ¿Será, amigo, que abrimos un espacio para que veas la presentación, comprendas el análisis de fondo y lo asimiles con más calma?; ¿será que mi análisis exige ‘oídos más atentos’?; ¿será que merece más respeto…?»

Cuando quieras me presentas lo que supones cambiará mi evaluación. El Viernes de Concilio de este año fui a tu casa a visitarte y conversar contigo de política. Esta vez pudieras venir tú a la mía, que te recibirá con un amistoso café.

Saludos para ti

Luis Enrique Alcalá

P. S. Después de comenzar esta contestación supe que habías enviado la correspondencia que me dirigiste a Luis Ugueto, expresando tu interés en que la distribuyera a discreción. Entonces hice lo propio con mi Carta #352. Ahora le remitiré esta contestación. Te dejo con mi Carta #351, que te ofrecí al comienzo porque trata el punto de un espacio para el debate. LEA
……………..

(Nota: acá no se incluye la Carta #351, que usted ha debido recibir la semana pasada).

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CS #352 – Shto delat’?

Cartas

El título de este artículo es la transliteración al alfabeto romano del cirílico Что делать, que dice en ruso: ¿qué debe hacerse? o ¿qué debemos hacer? Sirvió primero como título de una novela políticamente radical, escrita en prisión por Nikolai Chernyshevsky. Completada en 1863, increíblemente pasó los filtros de la prisión e, incluso, fue recuperada por la policía zarista una vez que el censor de la revista Sovermennik anunciara en la gaceta policial que había extraviado el manuscrito en un coche de alquiler. La policía del Zar, por supuesto, no leyó el texto que procedió a encontrar, y así sirvió de cómplice involuntario en la publicación de un libro extraordinariamente subversivo.

La obra fue criticada por Dostoievsky y por Tolstói (quien escribió un panfleto argumentativo con el mismo título), pero se convirtió en un clásico entre los socialistas y anarquistas europeos hasta que, finalmente, el mismísimo V. I. Ulianov, o Lenin para los íntimos, escribiera su propio panfleto político y preguntara de nuevo (1902): ¿qué debemos hacer? Éste es el libro del que Hugo Chávez pretende entregar un ejemplar a Barack Obama, después de haberle obsequiado el obsoleto Las venas abiertas de América Latina. (Debe ser para que el Presidente de los Estados Unidos entienda su socialismo del siglo XXI a partir del socialismo soviético del siglo XX, para ver si se empata).

Es ésa—¿qué debe hacerse?—la misma pregunta que se hacen muchos venezolanos, especialmente quienes ejercen o quieren ejercer, eficazmente, oposición al régimen político encabezado por ese mismo Chávez. Algunos, más aún, creen—creemos, para ser sinceros—tener la respuesta a esta cuestión. La semana pasada, se daba cuenta acá de cómo hay quienes creen que ella es la formación de una nueva organización, bajo la premisa de que la oposición formal expresada en los partidos aliados en la Mesa de la Unidad no sería capaz de capitalizar el creciente deterioro del gobierno en materia de apoyo político a su favor (lo que no es, ni con mucho, la única razón válida para proponerla). Una de las corrientes de tal convicción sostiene que la alternativa a esos partidos es un “movimiento social”.

Quien escribe tuvo oportunidad de escuchar directamente este último planteamiento de boca de su vocero más connotado: un joven político profesional, a quien un trabajador de la opinión pública preparó el terreno mediante una hora de interpretación de datos procedentes de encuestas diversas. Y comoquiera que este último, con no poca indignación, preguntó más de una vez “¿por qué no puede discutirse estas cosas públicamente?”, como si alguien se lo impidiera, en lo que sigue se procederá a disecar su análisis y la descripción del “movimiento social” que después hizo el político para el que trabaja. Esta discusión no les identificará, para ceñirse exclusivamente a lo que fueron los componentes de su tesis.

………

El encuestólogo y prologuista ofreció como premisa inicial la siguiente declaración: “Apartando el 2 de diciembre de 2007, nunca hemos sido mayoría”. Y ese plural de la primera persona gramatical no necesitaba ser explicado; aquello a lo que ese implícito “nosotros” se refería era a quienes se oponen a Chávez y, más específicamente, a la audiencia que tenía por delante mientras hablaba. Ése es el conglomerado que entiende como determinante, ésa sería la clientela que esperaba sus palabras.

Tal óptica no es nueva; desde que Chávez asumió por vez primera la Presidencia de la República, en los inicios de 1999, el resto de las iniciativas políticas ha optado por entenderse como mera oposición a Chávez. En terminología relativamente reciente, se la nombra como “comunidad opositora”. Un artículo en el diario El Nacional aducía poco después de la derrota de Manuel Rosales en las elecciones presidenciales de 2006: “La votación que el CNE le adjudicó al candidato opositor es importante, siempre y cuando éste sepa ejercer el liderazgo del antichavismo…” (Felices perdedores, 12 de diciembre de 2006). Exactamente ese mismo día, un análisis que circuló privadamente se expresaba en términos como los siguientes (se subraya un cierto término repetido insistentemente):

La oposición… decidió no participar en las elecciones legislativas… la Oposición ya había perdido sus Gobernaciones y Alcaldías… para una parte importante de la Oposición el contrincante mayor no era Chávez, era el CNE… Muchos pensaban que la oposición era mayoría… la ausencia de la Oposición de la contienda electoral… La Oposición se debatía entre el método de escogencia del candidato único y la campaña por condiciones… Muestra un liderazgo indiscutible en la oposición durante la campaña… Se ganó al lograr la unidad de toda la oposición… Que la oposición es minoría… ¿Cuál es el estado de la oposición un día después?… La Oposición amanece como un conglomerado nacional de importante magnitud… no desperdiciar esfuerzos en combatir a la oposición desde la oposición misma…

He allí la falla de origen de la inmensa mayoría de los planteamientos políticos distintos del chavismo: que sólo atinan a definirse como antichavistas. Desaparecido Chávez, dejarían también, entonces, de tener sentido sus existencias. Ésa es la misma falla de origen de la iniciativa que acá se discute.

Una nueva acción política que quiera ser viable no puede pensarse como oposición a Chávez; es preciso que procure superar el actual estado de cosas por superposición, por salto a un nivel superior de la política. (A fin de cuentas, el régimen de Chávez no es otra cosa que la exacerbación oncológica de una política que no inventó él: la política de poder posicionada en algún punto del eje decimonónico de izquierda y derecha). La refutación de Chávez debe venir, para usar términos evangélicos, por añadidura, nunca como única justificación.

………

Luego de iniciar su presentación desde esa perspectiva equivocada—que reiteró a lo largo de aquélla—el encuestólogo que hacía la cama a su cliente procedió a instruir a los circunstantes con interpretaciones harto conocidas, presentadas como si nunca hubieran sido pensadas. Por ejemplo, que la aceptación de Chávez había sido alta porque ponía énfasis en la agenda social: salud, alimentación y educación, principalmente; esto es, por las famosas “misiones”. En cambio, la oposición se habría concentrado en la agenda política: la libertad, la crítica a la corrupción y el militarismo, la defensa de los presos políticos y el derecho de protesta, etcétera. Allí estaría la clave de la diferencia en el desempeño del régimen y el de la oposición, entre el oficialismo y “nosotros”.

Pero esto es, obviamente, una necedad. Los partidos de oposición no tienen cómo establecer un Mercal competidor, ni módulos equivalentes a los de Barrio Adentro, por un lado (no son gobierno); por el otro, la oposición formal ha sido muy cuidadosa de no atacar a las “misiones”, y hasta entendió que en la campaña de 2006 debía prometer programas “sociales”. (No otra cosa era la oferta de la “tarjeta Mi Negra” por Manuel Rosales, en evolución de la noción petkoffiana de un “cesta-ticket petrolero”). Y tampoco es que el gobierno no haya tenido una agenda política. ¿Qué fue, entonces, la Asamblea Constituyente de 2009? ¿Qué han sido las innumerables elecciones y campañas? ¿Qué era, entonces, la Batalla de Santa Inés, sino la campaña de Chávez contra su revocación en 2004? ¿Qué ha sido su incesante prédica socialista o los ataques a los medios de comunicación (al menos desde 2001)? ¿Qué fue entonces la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y las restantes cuarenta y ocho leyes decretadas por Chávez en 2001 con el poder de una ley habilitante? ¿Qué es su política exterior si no precisamente eso, política? Decir que Chávez le gana a la oposición formal porque su agenda es social y la de los contrincantes es política resulta ser un simplismo abismal.

Sostener eso, por otra parte, es partir de la impresión, equivocada, de que el insólito y prolongado apoyo popular a Chávez sólo tiene una raíz clientelar, utilitaria, en desconsideración o ignorancia del hecho de los intensos lazos afectivos que ha sabido establecer, de la sensación de presencia y reconocimiento de quienes se han entendido como excluidos o discriminados, de su sintonía con tesis de moda como la multipolaridad planetaria o la democracia participativa, del aprovechamiento de fenómenos como el fracaso del Consenso de Washington y la más reciente crisis financiera.

Pero, además, la simplista explicación del éxito de Chávez no duró consistentemente en la exposición del asesor retained por el político que hablaría después. Expuso una caracterización del fracaso opositor en el intento revocatorio de 2004 como un “salto al vacío”. En él se habría fracasado porque la oposición no acertó a poner en escena a una “contrafigura de Chávez”—explicación parcial posiblemente correcta—y, sobre todo (fue en lo que más insistió), porque el documento del llamado “Consenso-País” de la Coordinadora Democrática no fue suficientemente promovido o publicitado, porque no se imprimió y repartió una cantidad suficiente de ejemplares entre la población, porque no se hizo con él una campaña publicitaria con pegada. Es decir, desapareció de esta teoría la previa explicación de la agenda social del gobierno, las “misiones”, que precisamente arrancaron en 2003 cuando el gobierno se vio enfrentado al referéndum revocatorio, y que recibieron no menos de 5.000 millones de dólares durante su primer año.

………

Otras cosas dijo el encuestólogo asesor que querían causar un efecto preparatorio pero eran, por decir lo menos, inexactas. Por ejemplo, afirmó que los electores no alineados (los vilipendiados Ni-ni) habrían venido a la existencia a partir del “carmonazo”. Bueno, los electores que llegaron a conformar hasta 70% de intención de voto por Irene Sáez, ya en 1996, no querían nada con partidos, ni de izquierda ni de derecha (Ni-ni), y la encuestadora Gaither registraba en agosto de 1984 que 43% de sus consultados no identificaba un mejor partido entre las opciones AD, COPEI, MAS y Otros (Ni-ni-ni-ni). Para esos momentos, Gonzalo Barrios alertaba sobre la posibilidad de un outsider como candidato presidencial exitoso (en portada de la revista Auténtico), y la encuestadora Datos medía la preferencia de casi sesenta por ciento de sus entrevistados por un candidato que no viniera de los partidos en 1986.

Sin embargo, y a pesar de una crítica insatisfactoriamente explicada a los partidos—“la población los rechaza por sus errores”—parecía ser su preocupación más apasionada la opinión, presuntamente entorpecedora, de Teodoro Petkoff. La discordia se centraba sobre dos temas: la tarjeta única opositora para las elecciones de Asamblea Nacional y la celebración de elecciones primarias de la oposición como método de arribar a las candidaturas que todos debieran apoyar. El expositor acusaba a Petkoff de querer silenciar la discusión pública de estas cuestiones. (“¿Por qué no se puede discutir públicamente estas cosas?”, insistía en preguntar en tono indignado).

Desde esta publicación se lee con atención (sin aprobarlos enteramente), entre muchas otras fuentes, los editoriales de Petkoff en Tal Cual (que precisamente son su participación en la discusión pública de estas cosas; mal puede endilgársele que impide esa discusión pública cuando él mismo discute de la manera más pública posible). Lo que esta carta ha entendido que Petkoff señala respecto de la discusión de la tarjeta única es que se requiere una operación previa: la determinación de los candidatos únicos; es decir, que no se ponga la carreta delante de los caballos.

Luego, en cuanto a las elecciones primarias, Petkoff las acoge como un posible método que pudiera ser empleado según los casos concretos, junto con el método consensual y el de la guía de las encuestas.

Y esto debe tener como base—es suposición no autorizada que esta publicación hace sobre el razonamiento de Petkoff—la constatación de que estado por estado y circuito por circuito las cosas cambian. Por ejemplo, puede prácticamente asegurarse que Un Nuevo Tiempo es capaz, por sí solo, de llevar más diputados zulianos que el PSUV a la Asamblea Nacional, y probablemente Primero Justicia puede hacer algo análogo en el estado Miranda. No puede decirse lo mismo de todo otro estado, y entonces es muy aconsejable analizar las cosas caso por caso.

La tesis final del asesor-encuestólogo anclaba en la premisa de la agenda social como ganadora: después de señalar, con veracidad, que la identificación electoral con los partidos opositores arroja un total que no supera el 10%, concluyó que la alternativa a estas organizaciones políticas era una organización social. Así sacó el toro de los picadores y lo dejó servido a su cliente en medio del redondel.

………

El matador habló veinte minutos menos que su prologuista, y entró de lleno a explicar en qué consistía la organización, el “movimiento social” que estaría construyendo desde febrero de este año. (“Contactando estudiantes, sindicalistas, políticos, académicos…”) Este movimiento se constituiría sobre cinco líneas de acción.

Primera. Consiste en una acción social a partir de “redes” y voluntariado.

Segunda. La línea de la formación a través de cursos de autoestima, dinámica de grupos, autogestión de proyectos, etcétera.

Tercera. La organización de la protesta ciudadana.

Cuarta. La defensa de la voluntad popular. (¡Incluyendo elecciones sindicales!)

Quinta. La discusión de una propuesta de país para la generación de esperanza. (Propuesta no explicada. Tendría que venir expresada en propuestas “sencillas”, “claras”, “viables”, “creíbles” y unos cuantos adjetivos más por el estilo).

Explicó que “nosotros nos propusimos”—él en plural mayestático—desde 2005 penetrar las redes populares existentes en Venezuela.

Declaró que “la única manera de organizar a los venezolanos es ésa”, refirió estar “absolutamente convencido de que el mecanismo para lograr candidaturas unitarias es el de las elecciones primarias” y volvió a la distinción entre el oficialismo y “nosotros”.

¿Qué puede decirse de un esquema tan escueto e inexplicado?

Bueno, puede apuntarse que el esquema de redes significa en este caso el contacto (penetración) de redes “sociales” existentes. Una red deportiva en La Bombilla, a la que tendría que enredarse con una red cultural en La Dolorita. Puede apuntarse que este tipo de politización de organizaciones civiles creadas con otros fines fue camino recorrido por los viejos partidos, que postulaban planchas para elecciones de centros de estudiantes o la Junta Directiva del Club Puerto Azul. Puede apuntarse que se trataría, otra vez, de una organización de organizaciones, y no de una organización de ciudadanos, que es lo que hace falta. Puede apuntarse que la alternativa política a organizaciones políticas no puede ser una “organización social”, sino otra organización política, que naturalmente puede llevar un código genético distinto—otras reglas de operación—del de las organizaciones clásicas o convencionales. Puede apuntarse que el uso de la expresión “redes”, sin mayor explicación, lleva la intención mercadológica de sonar a nuevo o moderno.

Puede señalarse que el adiestramiento sugerido es sobre puras herramientas, y que no se mencionó la formación en conceptos políticos, paradigmas políticos, teoría o filosofía o ética política.

Puede comentarse que hay mucha gente en Venezuela que ya procura organizar la protesta social y la defensa de la voluntad popular, y que no se explicó qué traería de nuevo o esencialmente distinto la iniciativa expuesta a estos fines.

Puede indicarse que la “propuesta de país”—suponiendo que sea necesaria—no parece estar desarrollada y que, por consiguiente, siendo que tal cosa parece constituir la justificación última de la iniciativa, tendría que ser completada antes de convocar a su apoyo. La cantidad de adjetivos adosados al término “propuestas” es de suyo sospechoso. El 20 de noviembre de 2003 se exponía en la Carta Semanal #63 de doctorpolítico (Consenso bobo, en comentario sobre el “Consenso-País” de la Coordinadora Democrática, abuela fallecida de la Mesa de la Unidad):

Era práctica ritual de muchos economistas venezolanos reunirse en diciembre de cada año durante el segundo período de Caldera—usualmente en el IESA—para echar predicciones sobre la inflación y la tasa de cambio del año siguiente. Los periodistas hacían su agosto, pues cada economista de alguno de estos “paneles de expertos” estaba muy dispuesto a conceder declaraciones. La declaración estándar era algo más o menos como lo siguiente: “Lo que propongo es un verdadero programa económico integral, armónico, coherente y creíble”.
Ya el mero hecho de que tal afirmación se compusiera de un solo sustantivo y cinco adjetivos debía llamar a la sospecha. Pero, por otra parte, una sencilla prueba podía evidenciar que se trataba, en realidad, de una seudoproposición. La prueba consiste, sencillamente, en construir la proposición contraria, la que en este caso rezaría así: “Propongo un falso programa económico desintegrado, inarmónico, incoherente e increíble”. Resulta evidentísimo que nadie en su sano juicio se levantaría en ningún salón a proponer tal desaguisado. Ergo, la proposición original no propone, en realidad, absolutamente nada.

Repetición: la semana pasada se recordó una exigencia formulada en febrero de 1985. Es la siguiente. “No basta, sin embargo, para justificar la aparición de una nueva asociación política la más contundente descalificación de las asociaciones existentes. La nueva asociación debe ser expresión ella misma de una nueva forma de entender y hacer la política y debe estar en capacidad de demostrar que sí propone soluciones que escapan a la descalificación que se ha hecho de las otras opciones”.

La presentación del “movimiento social de las redes” no cumple con esa especificación. De hecho, después de argumentar retóricamente sobre la necesidad impostergable de elecciones primarias, el torero fue inquirido sobre la inscripción de su novísima organización en el Consejo Nacional Electoral, único modo de hacer postulaciones válidas. Explicó entonces que no podía hacerlo, por tratarse de un “movimiento social”.

Si este tal movimiento, inmedido en sus proporciones, seguramente no mayores que las de un partido cualquiera, no puede postular, entonces la exigencia de elecciones primarias es insincera. Estaría jugando al fracaso electoral opositor, para salir luego a decir que eso ocurrió porque los partidos resistieron su proposición, la “única forma” de conseguir candidaturas plenamente unitarias.

luis enrique ALCALÁ

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