El primer portal venezolano en Internet fue analitica.com. En él publiqué unos primeros trabajos, antes de que mi hijo mayor me explicara la noción de «marca personal» y montara para mí doctorpolitico.com.Había borrado de mis archivos, y encontré recientemente luego de una rápida búsqueda en la red, el trabajo que transcribo de seguidas, que se hizo necesario luego de difamación e injuria en mi contra alojadas en aquel espacio pionero.
Réplica a una calumnia de Basilio Plaza
28 de febrero de 2004
Haciendo una búsqueda en Internet me he topado con una página publicada en Analitica con fecha del 1º de marzo de 2000, en la que un tal señor Basilio Plaza, muy mal informado y, por ende, con gran irresponsabilidad, expone lo siguiente:
«Cerró El Diario de Caracas y su editor-gerente, Luis Enrique Alcalá, hombre de confianza de Hans Neumann, le echa la culpa a su exdirector Adolfo Herrera y al equipo periodístico de Herrera, al cual el mismo Alcalá había despedido hace algunos meses, como si los periodistas fueran los gestores de una operación financiera que fue siempre mala. De todos modos no hay problema, los periodistas están ya acostumbrados a que se les culpe de todo lo que no funciona.
Lo patético, en este caso, es que el señor Alcalá parece haber expuesto negativa e injustamente el prestigio personal y profesional de sus periodistas en público, como justificación ante el personal del periódico para su cierre. El señor Alcalá, por cierto, es el mismo que quebró La Columna de Maracaibo”.*
En ningún momento eché la culpa del cierre de El Diario de Caracas, acaecido en febrero de 2000, al periodista Adolfo Herrera, como tampoco al equipo periodístico allí reunido. Es más, en ningún momento he hecho pública opinión alguna respecto de esa circunstancia, por lo que no logro comprender cómo el Sr. Plaza hace sus afirmaciones. Por lo contrario, informé a los periodistas y el resto del personal a mi cargo sobre las intenciones de cierre de inmediato, contrariando expresos e interesados requerimientos de la gerencia del periódico, y expuse las razones que el dueño me ofrecía, entre las que nunca hubo un juicio negativo sobre el equipo de redacción.
Por otra parte, dirigí el periódico por escasos cuatro meses, cuando el hoy difunto Hans Neumann me llamó para que me encargara de un proyecto al que el mismo Neumann había ya desahuciado en razón de su poquísima circulación y casi inexistente inversión publicitaria. En esa ocasión pretendió que yo pudiera darle un vuelco al medio en dos meses, plazo que logré extender a tres. Cuando habían transcurrido los dos primeros meses (noviembre de 1999) fui llamado de nuevo por el Sr. Neumann, entonces confinado a una silla de ruedas, para decirme que estaba “muy, pero muy contento” con mi trabajo y que me “tomara mi tiempo”, pues en los momentos su condición financiera personal había mejorado y podía, por tanto, disminuir la presión que había colocado sobre mí al convocarme inicialmente. Ya el periódico había mostrado signos de recuperación en su circulación y un nuevo concepto propuesto por mí había suscitado el entusiasmo del personal, desde la redacción hasta el departamento de rotativa.
Las razones para el cierre del periódico me fueron expuestas el 6 de enero de 2000, y no se materializaron hasta el mes siguiente. Ese día Hans Neumann me expuso que él creía su deber patriótico hacer todo lo que estuviera en sus manos para combatir a Hugo Chávez (para quien las rotativas de Neumann, sin escrúpulo, imprimieron el fallecido “Correo del Presidente”), y que quería que le entregase la dirección del periódico a Teodoro Petkoff, cosa que le habría sido solicitada por representación de Allan Randolph Brewer Carías y Pedro Nikken en diciembre de 1999 en su casa de la isla Moustique. También me ofreció entonces que dirigiese el proyecto de un “Semanario de Caracas”, que en algún momento yo había sugerido como modo de salvar al periódico. De este intercambio hay testigos.
A esta exigencia respondí que el periódico era de su propiedad y que podía hacer con él lo que le pareciera conveniente. Si insistía sobre el punto entregaría el cargo de Editor a Petkoff, y le dije que no aceptaría la capiti diminutio del inexistente semanario. También predije que el proyecto editorial de Petkoff no funcionaría, porque no debe hacerse periodismo como proyecto político, en notas escritas remitidas a Neumann al día siguiente y de las que guardo copia. Las posteriores dificultades financieras de Tal Cual, así como su volumen de circulación, terminaron por darme la razón.
Por lo que respecta al personal periodístico de El Diario de Caracas que tuve el honor de dirigir, dificulto que otro director del mismo hubiera logrado mejor empatía y espíritu de equipo que el suscrito, como podrá comprobarse preguntando directamente a los periodistas. Los únicos periodistas de cuyos servicios prescindí no dieron, simplemente, la talla, y uno en particular exhibió grave irresponsabilidad. Otro evidenciaba manejos turbios. De resto, trabajé con los periodistas ensamblados por Adolfo Herrera, de quien en ningún momento me he expresado en términos negativos.
Y en lo tocante al diario La Columna de Maracaibo, dejé de ser su Editor Ejecutivo en abril de 1990, nueve años antes de su cierre, por lo que mal pudiera haber sido, como afirma maliciosamente el Sr. Plaza, quien “quebró La Columna de Maracaibo”. Dirigí el proyecto del relanzamiento de La Columna desde el 10 de marzo de 1989 hasta el 20 de abril de 1990. El periódico, cerrado a mediados de 1988, reapareció bajo mi conducción el 8 de septiembre de 1989. En seis meses (febrero de 1990) había alcanzado el primer lugar de circulación en Maracaibo, superando al formidable oponente de Panorama donde habían fracasado antes en el intento el Diario de Occidente, Crítica, El Zuliano y El Nacional de Occidente. En abril de ese mismo año la inversión publicitaria, jamás vista en La Columna, había llevado la gestión financiera del periódico a punto de equilibrio (en ocho meses). En julio de ese año el periódico obtuvo el Premio Nacional de Periodismo (a los diez meses del arranque), en competencia con El Nacional y La Religión, que cumplía entonces 100 años de existencia. No pude celebrar el premio con los periodistas, pues mi salida fue forzada a fines de abril por desavenencias de principios con el Dr. Gustavo Gómez López, financista de La Columna.
Nunca ha habido en Venezuela un proyecto periodístico más hermoso y mejor dirigido que La Columna de septiembre de 1989 hasta abril de 1990. Los periodistas no se iban a descansar a sus casas, pues el rico ambiente de trabajo les hacía permanecer, disfrutando, en los predios del periódico después que sus deberes habían terminado. Tanto en el caso de La Columna como en el de El Diario de Caracas mi mayor orgullo ha sido, justamente, la fraternal y feliz relación con sus periodistas, que tenían en mí a su mejor defensor. El tiempo y los recursos que fueron luego puestos a disposición de Petkoff jamás me fueron ofrecidos.
Dicho sea de paso, en La Columna quedaba bajo mi mando no sólo la redacción y edición del diario, sino también su gestión comercial. Éste no era el caso de El Diario de Caracas, donde el ámbito comercial respondía a una gerencia independiente, fuera de mi responsabilidad y no poco divergente de los criterios que en todo caso propuse.
No conocía la calumniosa y totalmente mentirosa difamación del Sr. Basilio Plaza hasta hoy, a casi cuatro años de su mal intencionada nota. Como es el caso, sin embargo, que sus falsas y maliciosas aseveraciones reposan aún en los archivos de Analítica, escribo la relación antecedente la que, para los periodistas de El Diario de Caracas y La Columna con quienes tuve el honor de hacer periodismo, sería totalmente innecesaria.¶
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difamarDesacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando algo contra su buena opinión y fama.
calumniar Atribuir falsa y maliciosamente a alguien palabras, actos o intenciones deshonrosas.
Diccionario de la Lengua Española
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Nota de esta fecha: En diciembre de 1999 recibí una llamada desde Maracaibo, mientras aún ejercía como Editor Jefe de El Diario de Caracas. Quien estaba al otro lado se identificó como Director de La Columna, y solicitó ayuda financiera de nosotros. Supongo que tenía a Hans Neumann por persona a quien le sobraba el dinero, y si La Columna aún se editaba nueve años después de que me hubiera ido de Maracaibo difícilmente hubiera podido llevarla a la bancarrota.
Como nunca antes el mundo indígena es de especial interés para nuestros tiempos modernos. En un mundo tan convulso, de enormes diferencias, guerras atroces y lapidarias, una gran preocupación por el cambio climático, el efecto invernadero, la defensa de la naturaleza, invasiones de inmigrantes en busca de mejores calidad de vida (hasta se ha renombrado al Mediterráneo como un gran cementerio), sin hablar de las travesías por la temible y hasta ahora inexpugnable selva del Darién, con el resultado de las experiencias de niños, mujeres, hombres tragados por el embate de la naturaleza y la pobreza. Hasta ahora, el ser humano trató de combatir los efectos trágicos de la naturaleza, de dominarla para aprovecharla en su beneficio; ahora parecería que ésta se está vengando de su abuso y reclama su necesaria existencia.
En paralelo a estos efectos, el desarrollo tecnológico ha alcanzado avances inimaginables. Inteligencia artificial, robotización, metaverso, algoritmos, control de la información por redes sociales mundiales (infotecnología), biotecnología y su modificación de genes, medicina química… Acompañado de un afán de control por el poder mundial, hegemónico, de las grandes naciones.
En fin, estamos en presencia de un sinnúmero de acontecimientos que nos hace apreciar un futuro pleno de incertidumbre. Entonces, la humanidad busca otras maneras de alcanzar lo que se llamaría su desarrollo.
También estamos descubriendo como nunca la dimensión de nuestro universo, casi desconocido. Recientemente, el telescopio espacial James Webb nos ha dado a conocer con sus imágenes ese espacio al cual pertenecemos, pero del cual sabemos tan poco. Presentimos un cierto orden cósmico donde el renacer y la extinción existen, una multiplicidad creativa, donde cabe la violencia atenuada por un infinito orden no caótico. Nuestras religiones intuitivamente llamaron a este orden espacial de diferentes maneras. Una de estas fue Dios y otras, diferentes, relacionándolas con la vida concreta, pero mirando hacia lo sobrenatural como los tantos dioses existentes de nuestra historia diversa y milenaria.
Estos factores plenos de temores contemporáneos y el descubrimiento del origen de nuestro hábitat universal nos hacen reflexionar sobre otras vidas más acordes con la naturaleza y hasta quizás más ordenadas con la convivencia material y espiritual.
Es en ese sentido que con la curaduría de Johanna Pérez Daza y María Teresa Boulton, los espacios culturales de la Universidad Católica Andrés Bello, el apoyo económico del Departamento Federal de Asuntos Exteriores (DFAE) a través de la Embajada Suiza en Venezuela, la cooperación con su archivo de Brandli de c&fe hemos ideado la exposición “Orígenes y originarios” con el magnífico trabajo fotográfico de la artista suizo-venezolana Barbara Brändli (archivo c&fe), imágenes recientes del universo tomadas por el telescopio James Webb y la música electrónica de LaSirenLaZiren de Andrea Ludovic y Janis Denis. Esta exposición fue pensada con el propósito de ambientar y relacionar un mundo apartado de nuestras vidas, ahora mayormente cosmopolitas, pero que son instrumentos para la reflexión y aprendizaje.
Barbara Brändli, premio nacional de fotografía 1994, convivió con los yanomami* y senemá por varios años. Era cercana a su cultura y fundamentalmente a su humanidad y dignidad como seres humanos. Sus fotografías dan fe de esta búsqueda primordial. Aunque no estuvo específicamente interesada en la mitología, convivía con ésta como parte de la comunidad tribal. Descubrió que la importancia del mito para los integrantes de estas etnias va más allá de los relatos de creación del mundo, repetidos generación tras generación, sino que en sí mismos son expresión y sustancia del mundo espiritual, siendo para ellos realidades que expresan su cosmogonía, su visión del mundo y de la vida. (Isabel Aretz, 1992). El sol y la luna, astros cercanos a su visión y experiencias temporales cíclicas, fueron sus guías para relacionarlos con la vida terrestre. Por eso Barbara titula el libro que recoge su trabajo indigenista, “Los hijos de la Luna” (1974). Ronny Velásquez en Mitos de creación de la Cuenca del Orinoco, expresa que el mito es la primera elaboración que realizan los seres humanos en todas partes de la tierra (…) Así se conjugan los elementos arquetipales que se vuelven realidad en el ritual y, así, son explicados míticamente.
En esta búsqueda del origen cosmogénico inspirado por las imágenes de Barbara Brändli, hemos conocido asimismo el origen de nuestro universo mostrado a través de las pesquisas astronómicas del telescopio James Webb y decidimos relacionar el origen mitológico indígena con el origen de nuestro universo, acompañados de la creación de arquetipos terrenales. Una osada tentativa, que solo se puede emprender a través del arte y la imaginación.
Allí entonces tenemos que iniciarnos en el pensamiento diferenciado y coexistente. Según Einstein, las cosas pueden percibirse de manera distinta dependiendo del punto de vista del observador, incluso en lo referido a dimensiones que hasta el momento se pensaban absolutas, como el tiempo o el espacio. Las teorías de Einstein permitieron el surgimiento de la cosmología, que es una rama de la física dedicada a la determinación de las condiciones del origen del universo.
Por una parte, vale preguntarse: ¿Podría ser que estos relatos míticos nos enseñen algo del conocimiento de nuestro universo? ¿Por qué no contemplar y estudiar estos otros orígenes con nuevos conceptos más fluidos? En un libro de mi autoría, Los originarios contemporáneos, (2019), en una entrevista hecha al fotógrafo indigenista Emilio Guzmán, éste expresa que urgía la autoconciencia indígena y capacitarlos para que dieran continuidad a este conocimiento. De hecho se creó, del cual fue cofundador en 2010, la Universidad Experimental Indígena del Tauca, estado Bolívar, idea creada por el jesuita José María Korta y apoyada por el Gobierno Nacional de esos años, cuyo objetivo, además de la defensa cultural y organizativa, era desarrollar este pensamiento y quizás aliar mitología y matemática. El primer rector fue Esteban Monsonyi y últimamente su principal rector es un indígena jivi, ex-alumno. En este proyecto se incluía, por los ancianos de los pueblos, la versión oral de estas creencias para así conservar estos conocimientos del modo original como fueron trasmitidos de generación a generación. No sé si este intento prosperó en el tiempo: eran fuentes de conocimiento a ser integrados y aprovechados para el saber humano. Lamentablemente, en los últimos años esta única universidad en su género fue saqueada, estudiantes y profesores, algunos indígenas graduados, amenazados sin recibir algún apoyo gubernamental. No sé si ha logrado sobrevivir.
Por otra parte, hay que puntualizar que, desde el principio de la conciencia humana, la música fue parte de su expresión. Para acompañar este mundo de fuentes originales la música electrónica compuesta y cantada por Andrea Ludovic y la mezzosoprano Janis Denis acompañan estos sentimientos originarios. En la obra “Stella Maris” se encuentran dos referencias cosmogónicas: la primera es cristiana. “Stella Maris” es el significado en latín de “María del Mar” estrella del mar que le otorgaba esperanza y luz a los marineros. La otra es griega, “sirena blanca”, criatura que desviaba a los marinos y los arrobaba con su canto. Ambos símbolos son opuestos, pero tienen en común la relación panteísta del ser humano con su entorno, relación por la cual cielo, tierra y animales poseían un espíritu, un alma, una conciencia que dialoga directamente con los hombres por medio del rito. Es así como el ritual de hablar con los peces o de hablar con las estrellas se entroniza en esta canción o, mejor dicho, en las máquinas que hacen de esta una apuesta por unir el origen con el futuro. Objetivo que contiene asimismo el concepto de la exposición “Orígenes y originarios”, el cual es encontrar una síntesis de un universo, juntando y pensando el pasado con el presente y contemplar, a través de nuestra sensibilidad, el complejo legado ancestral para abrirnos a un igualmente complejo y beneficioso futuro. ¶
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* …en la cosmogonía Morales-Chávez los aborígenes del continente eran seres angélicos, intocados por la maldad que, como viruela, trajeron los españoles. ¿Cuántas muertes, cuántos genocidios conoció nuestro condominio continental antes de que a la Reina Isabel se le ocurriera financiar con sus joyas la atrevida aventura de Colón? La palabra makiritare significa sencillamente «hombre», por lo que estaba implicado que ninguna otra tribu era humana. Por eso los maquiritare decían waika o «infrahumano» a los yanomami, a quienes procuraron exterminar. Sostener que España vino a fregar la existencia a un idílico universo de hombres buenos y felices es una colosal tontería, pues antes del Descubrimiento estas tierras vieron la sangre que los humanos sabemos verter en toda latitud y toda época. (Cuentas por cobrar, 30 de octubre de 2003).
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Conocí a Bárbara Brändlï gracias a mi paso por la Fundación Neumann, que estableciera el Instituto de Diseño Neumann-INCE. Bárbara era allí Profesora de Fotografía. Luego la visitaría en su casa de la urbanización Santa Cecilia (cerca de La Casona), donde vivía con su esposo, el arquitecto Augusto Tobito, mencionado en este blog en Tomás. Los hijos de la luna tuvo como coautor al sacerdote antropólogo Daniel de Barandiarán, uno de los numerosos profesores de Religión—ninguno nos aguantaba—que tuvimos quienes nos graduamos en la primera promoción de bachilleres del Colegio La Salle en La Colina (1959). En el texto de María Teresa Boulton se menciona a Esteban Emilio Monsonyi, de quien supe en 1962 en una reunión del Movimiento Universitario Católico de la Universidad Central de Venezuela. Allí tomó la palabra y dijo: «Seré breve. Empezaré por la creación». Las risas y abucheos no le permitieron decir más nada.
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Uno de los grandes éxitos del maravilloso grupo Mecano es justamente Hijo de la luna (1986). Helo aquí:
El 2 de junio de 2017 hice constar, enDe un proyecto irrealizado,que emprendí por empujones de José Rafael Revenga y Victoria Destefano, prologuistas—junto con Ramón J. Velásquez—de Las élites culposas, todos desaparecidos, un ejercicio de política ficción. De tal emprendimiento guardo pocos trozos, como el que se pone abajo. La comparecencia del imaginario Santiago de Las Casas al Instituto Pedro Gual—dirigido en tiempos pasados por el increíble Alfredo Toro Hardy, quien alguna vez me invitó a exponer allí—jamás tuvo lugar.Las iniciales JACD corresponden a un tal José Antonio Caballero Díaz, quien redactara las minutas de las imaginarias sesiones de unos tales Coloquios de Juan Griego.
El texto que sigue es versión escrita, compendiada y editada de una grabación de la charla que, con el título que antecede, fue ofrecida por el Dr. Santiago De Las Casas, el 18 de enero de 2008, en el Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual, adscrito al Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela. No ha recibido el visto bueno del conferencista, aunque sí el disgusto de la Cancillería. Quien lo invitó a hablar, pensó que en virtud de antiguas posiciones, y de su amistad con Iñaki Anasagasti, disertaría con simpatía mayor por el gobierno venezolano. De Las Casas no hizo ninguna crítica especial contra el proyecto oficial, pero sí se declaró contrario a toda ideología. JACD
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Hola a todos. Es un gran gusto conversar con ustedes en este nuevo programa del Instituto Pedro Gual. Este sobrino de Manuel, quien luchó ya en 1797 para independizar a los venezolanos de la nación que se llama como su socio revolucionario, José María España, sufrió junto con su familia las represalias españolas por los hechos de su tío; es decir, de gente como yo y como mis padres, que somos peninsulares.
La Independencia de las colonias americanas de España fue, ciertamente, un desgarrón inmenso. Para España fue una amputación que no quiere recordar. En los siete tomos de la historia española de Alfaguara, la relación de sus vicisitudes no alcanza a las diez páginas, procurando minimizar su significado. Hoy España ha cambiado, y si antes era madre de la que los hijos se emanciparon con violencia que respondía a la suya, ahora entiende que no es otra cosa que vuestra hermana. Por lo demás, el Maestro Pedro Grases demostró a la Generalitat catalana cómo el Bolívar tardío era un Bolívar hispánico, cómo su último sueño era un gobierno republicano en la Península, al que hubiera dedicado otro juramento y otras batallas si las fuerzas no le hubieran faltado.
Me siento aquí, pues, como en mi propia casa, donde declaro mi admiración por Pedro Gual, el gran político y diplomático nacido en esta ciudad de Caracas el mismo año que el Libertador, secretario personal de Francisco de Miranda, tres veces Presidente de la Sociedad Patriótica, Ministro de Hacienda y Relaciones Exteriores de la Gran Colombia.
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Hoy quiero proponer a ustedes tan sólo tres nociones elementales pero también fundamentales de política: que ella no es una ciencia, sino una profesión; que los pueblos son el sujeto que la ocupa; que no son las naciones la última unidad significativa de esos pueblos.
Naturalmente, hay escuelas de ciencias políticas. Yo mismo he dado clases en una. ¿No es, entonces, la política una ciencia? ¿Qué aprenden sus estudiantes sino, precisamente, política?
De la política lo más importante es aprender a hacerla como se debe. Pero no es esto lo que enseñan los estudios de ciencias políticas, puesto que no enseñan el oficio. En los centros que las enseñan, por cierto, se habla cada vez más acerca de la ciencia y la tecnología de la decisión, pero las técnicas de cálculo de esta disciplina se aplican, lamentablemente, sólo a muy contados casos. Lo que las ciencias políticas logran es ayudar a entender la política, no a hacerla.
Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir. Creo que fue a mediados de los ochenta cuando vi, por casualidad, un capítulo de una telenovela brasileña: “Una mujer llamada Malú”. Malú era una madre soltera con una hija de unos doce o trece años de edad, y llegaba a su casa después de una más de sus jornadas infructuosas en busca de empleo. La hija le preguntó por qué le resultaba tan difícil conseguirlo y ella contestó: “Es que la sociología no es una profesión”.
Malú tenía razón. La sociología no es una profesión, sino una ciencia, bastante incipiente, por cierto. Si uno va a los laboratorios del IVIC y se topa con alguien que trabaje, digamos, en fisiología celular y uno le pregunta cuál es su profesión, no oiremos que nos contesta que su profesión es la fisiología. Nos dirá que su profesión es la de investigador. La fisiología es un campo, una disciplina, una ciencia, pero no una profesión. Del mismo modo son ciencias y no profesiones la sociología, la antropología, la politología y aún la misma economía. Es la política, la ocupación de resolver problemas públicos, lo que es una profesión, que se ejerce desde distintas posiciones. Hay algunos políticos que ejercen su profesión clínicamente, limitando su acción hasta la prescripción de los tratamientos. Otros son más médicos de cabecera o políticos terapeutas o cirujanos, más directamente involucrados en operaciones o aplicaciones de los tratamientos. Hay políticos generales, análogos a los médicos que hacen medicina general. Hay políticos especialistas, como los hay también en la profesión médica.
Debiera haber, por supuesto, escuelas de Política como las hay de Medicina. La Medicina tampoco es una ciencia. Existe lo que se llama «ciencias médicas», ciencias auxiliares de la Medicina como la Fisiología o la Bioquímica o la Embriología. Pero ella es, en sí misma, una profesión, un oficio.¶
Análisis de Philip Bump – Columnista nacional en The Washington Post
10 de enero de 2023 a las 10:04 a. m. EST
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Después de servir como vicepresidente de Barack Obama durante ocho años, Joe Biden hizo lo que suelen hacer los expolíticos de alto perfil: creó un think tank en una universidad destacada.
El de Biden se llamaba Centro Penn Biden para la Diplomacia y el Compromiso Global, con sede en la Universidad de Pensilvania. Pero a diferencia de otros funcionarios electos y otras instituciones similares, el compromiso de Biden con el Penn Biden Center pronto quedó en segundo plano. Para abril de 2019, era candidato a la presidencia.
En noviembre, casi exactamente dos años después de la elección de Biden, los abogados del presidente estaban vaciando una oficina en el centro cuando, según su relato, descubrieron unos 10 documentos con marcas de clasificación. Al día siguiente, los documentos fueron entregados a los Archivos Nacionales. El Departamento de Justicia los está revisando ahora.
En su destilación más concisa, documentos con marcas de clasificación encontrados en la oficina del presidente, el escenario parece una imagen especular de la controversia que rodeó a Donald Trump durante gran parte del año pasado, incluida la búsqueda del FBI de su propiedad en Mar-a-Lago. Como era de esperar, Trump y sus aliados han tratado de hacer esta comparación, incorporando fondos que Penn (en general, no el centro de Biden) ha recibido de China.
“¿Cuándo va a allanar el FBI las muchas casas de Joe Biden, tal vez incluso la Casa Blanca?” Trump dijo enfurecido en la plataforma de redes sociales que posee. “Definitivamente, estos documentos no fueron desclasificados”.
Pero, así como la cuestión fundamental con los documentos de Trump no es si fueron clasificados, las situaciones de los dos presidentes no son obviamente comparables en la forma que sugiere Trump.
En este punto, no sabemos mucho sobre los documentos de Biden más allá de lo que su equipo ha hecho público, lo que sin duda es una advertencia importante. Según la declaración del equipo de Biden, los documentos fueron encontrados en un armario cerrado y rápidamente entregados al gobierno. Lo que contienen no está claro, al igual que su nivel o estado de clasificación actual. (Por supuesto, hay numerosos documentos existentes que no están ya clasificados pero que, sin embargo, aún pueden llevar marcas de clasificación). Una persona, presumiblemente con la lengua en la mejilla, le dijo a CBS News que los documentos no contenían secretos nucleares.
Sabemos un poco más sobre los documentos de Trump. Sabemos que la búsqueda del FBI en Mar-a-Lago arrojó docenas de documentos con marcas de clasificación en múltiples ubicaciones alrededor de la instalación. Sabemos que tan solo una caja en la oficina de Trump en las instalaciones del evento, una sala donde regularmente recibía invitados, contenía más de una docena de documentos.
También sabemos que la incautación de esos documentos se produjo sólo después de un largo esfuerzo por asegurar los documentos (tanto clasificados como no clasificados) que se produjeron durante su presidencia y, por lo tanto, eran propiedad del gobierno. La investigación sobre los documentos de Trump se inició en mayo de 2021 cuando los Archivos Nacionales se comunicaron con el equipo de Trump sobre documentos que sabía que existían pero que no estaban en su poder. (El archivista del país, al ver a Trump salir de la Casa Blanca en enero anterior, mencionó más tarde que se preguntaba qué había en las cajas que el personal de Trump estaba cargando en el Marine One). Durante los siguientes meses, los Archivos y el equipo de Trump iban y venían para tomar posesión del material.
A mediados de enero de 2022, el equipo de Trump entregó finalmente una gran cantidad de material: cajas de documentos que The Washington Post informó que habían sido empacadas bajo la supervisión del propio Trump. A principios de febrero, Trump impulsó una declaración pública declarando que había entregado todos los documentos pertinentes. Su personal se opuso. Mientras tanto, los Archivos descubrieron que el material devuelto se entremezcló con material clasificado y de otro tipo. Se hizo una remisión al Departamento de Justicia para investigar un posible mal manejo de documentos clasificados.
Como parte de esa investigación, el Departamento de Justicia entrevistó a empleados de Trump, quienes revelaron que otros documentos clasificados probablemente todavía estaban en posesión de Trump. Un gran jurado emitió una citación para cualquier documento en posesión de Trump con marcas de clasificación, independientemente de si todavía están clasificados. A principios de junio, funcionarios del Departamento de Justicia viajaron a Mar-a-Lago, donde les entregaron un paquete de material, incluido material clasificado. La abogada de Trump, Christina Bobb, firmó una declaración jurada afirmando, entre otras cosas, que “todos y cada uno de los documentos correspondientes acompañan a esta certificación”. En otras palabras, todos los documentos con marcas de clasificación habían sido entregados.
Se encontró material con marcas de clasificación en al menos doce cajas en dos habitaciones. También se encontró miles de páginas de otros documentos, muchos de los cuales probablemente pertenecen a la categoría de registros presidenciales que son propiedad del gobierno de los Estados Unidos. A pesar de toda la atención comprensible sobre el material clasificado, es importante reconocer que los Archivos también buscaron y obtuvieron, con retraso, muchos otros registros que se suponía que Trump no debía tener sin el consentimiento del gobierno.
Es de esperar que pueda verse cómo la divulgación del documento de Biden difiere tanto en escala como en importancia. Nuevamente, no conocemos todos los detalles de la producción del documento de Biden, por lo que esta evaluación puede cambiar. Pero en este momento no hay indicios de que la escala de información del gobierno retenida sea tan grande o, lo que es más importante, de que Biden o su equipo intentaron ocultar los documentos al Departamento de Justicia. No hubo una declaración jurada firmada por los abogados de Biden que afirmara que el armario del Penn Biden Center ya no contenía ningún documento clasificado antes de que se descubrieran dichos documentos. Biden no hizo ningún esfuerzo por argumentar públicamente que le había dado al gobierno todo lo que quería a pesar de que no lo había hecho; en verdad, para empezar no hay indicios de que el gobierno estuviera buscando estos documentos.
Ya estamos lo suficientemente adentrados en la era Trump de la política nacional como para estar familiarizados con sus intentos de refutar las críticas al afirmar que sus oponentes están haciendo cosas igualmente malas o peores. Éste es el enfoque que está adoptando y en esto, como siempre, sus aliados se hacen eco y lo elevan.
No es una buena comparación. ¶
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Traducción de reportajede hoy en The Washington Post.
Muerte instantánea para centenares de millones de seres
Van a cumplirse treinta y ocho años del pasaje reproducido a continuación, tomado de la entrada Debate Viso, Urbaneja, Alcalá (originalmente publicada en la revista Válvula en diciembre de 1984). Ahora, cuando contemplamos con aprensión la posibilidad de una guerra nuclear desde la invasión rusa de Ucrania, viene al caso para tomarlo en cuenta.
Mucho se ha pensado, en una especie de convicción de invulnerabilidad final muy acusada en nuestro pueblo, que una conflagración nuclear en países del Hemisferio Norte (OTAN-Varsovia), si bien nos afectaría grandemente por el lado económico, al menos nos sería leve en cuanto a lo físico, a los daños por los efectos mismos de las explosiones, entre otras cosas por distancia y por factores naturales tales como el pulmón del Mato Grosso. Pero los modelos más recientes de meteorología nuclear nos muestran cómo nos veríamos directa e impensablemente afectados por un invierno artificial de proporciones cataclísmicas, que incluiría la traslación, por inversión de los ciclos eólicos normales, de nubes de hollín y polvo que harían barrera a más del 90% de la radiación solar incidente (con lo que muy pronto la superficie terrestre descendería a temperaturas de subcongelación) y de nubes intensamente radiactivas. (Para un caso base de un intercambio de 5.000 megatones, equivalente a la mitad del arsenal actual. Ackerman, Pollack y Sagan, Scientific American, agosto de 1984).
intercambios