por Luis Enrique Alcalá | Nov 28, 2019 | Estudios, Política |

Portada de edición francesa de la novela de Stephen King, que parece mostrar el perfil de la costa venezolana
En la segunda nota al pie de Cómo sorprender a la historia, el texto traducido del inglés de Yehezkel Dror, se mencionaba hace tres días un estudio propio de septiembre de 1987: Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela. (Puede leerse en sus conclusiones esta anticipación: «la probabilidad de un deterioro acusadísimo sería muy elevada y, en consecuencia, la probabilidad de un golpe militar hacia 1991, o aún antes, sería considerable». Como se sabría más tarde, el golpe de Chávez estuvo previsto para el 16 de diciembre de 1991, a fin de amanecer en Miraflores el día de la muerte de Simón Bolívar). El estado actual de nuestro sistema político y los vectores actuantes* aconsejan la consideración de la segunda de las sorpresas consideradas en tal estudio (Sorpresa #2: Outsider democrático), sección que se reproduce a continuación. Otros textos pertinentes al tema son Manual del outsider (2 de agosto de 2005) y Tío Conejo como outsider (20 de julio de 2006).
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Es posible también una sorpresa más democrática que un golpe de Estado. Es más, la probabilidad de ese tipo de sorpresa es significativamente mayor que la de una «solución» militar. No obstante, sigue siendo una sorpresa. Es decir, la probabilidad de un evento tal es baja. No es altamente probable que un candidato no postulado por Acción Democrática o COPEI llegue a ganar las elecciones. Pero de esto se trata precisamente, de considerar cualitativamente las sorpresas, pues de su ocurrencia se ocupará el curso de los acontecimientos y el signo de los tiempos, según el cual, para recordar a Dror, la sorpresa es ahora un fenómeno endémico.
El tipo de análisis que haremos acá es el de estipular cuáles serían los requisitos necesarios en un candidato sorpresa y en su campaña, sin los que no podría darse su triunfo.
- Rasgos necesarios del candidato
El primer rasgo indispensable en el líder que pueda orientar a su favor la considerable potencialidad de un voto harto de lo tradicional y de su ineficacia, es que sea un verdadero outsider. Hay, al menos, dos sentidos en los que este concepto de outsider se aplicaría en este contexto.
Para comenzar, el candidato debe ser un político que pueda ser percibido como estando fuera del establishment de poder venezolano. No necesariamente significa esto que el candidato deba estar contra la actual articulación de poder en Venezuela. Simplemente es necesario que no se le perciba como formando parte de la red de compromisos que caracterizan a la configuración actual.
En una reunión del Grupo Santa Lucía de hace unos años, Allan Randolph Brewer Carías advirtió a los asistentes: “Estamos hablando del Estado como si se tratara de un caballero que se encuentra en la habitación de al lado, que está a punto de entrar y de ser presentado a nosotros. Pero la verdad es que todos nosotros hemos sido el Estado. De quien estamos hablando es de nosotros”.
Lo que Brewer quería decir es que las elites de Venezuela forman parte de un sistema consensual que determina una buena parte de las políticas principales, o al menos el esquema general de la cosa política. En el caso de un líder político tradicional, por ejemplo, sus buenas intenciones hacia, digamos, una mayor democratización, se encuentran impedidas por las trabadas reglas de juego de su partido.
El pueblo sabe, empírica o intuitivamente, que una persona, participante directo de la configuración de poder actual, carece de la libertad necesaria para acometer los cambios que sería necesario introducir a través de tratamientos novedosos a la situación política. Para ponerlo en otros términos: un líder que ostente en los momentos actuales una cantidad significativa de poder, estará al mismo tiempo muy impedido por la serie de transacciones en las que, con toda probabilidad, habrá debido incurrir para acceder a la posición que ocupa y para mantenerla. Esta es, por poner un caso, la situación en la que se encuentra Eduardo Fernández. Es, posiblemente, la condición que anularía un intento de Marcel Granier, como fue, por argumento en contrario, la que significó, en el pasado, un apoyo importante al intento de Jorge Olavarría, percibido entonces como outsider.
Hay un segundo sentido, más específico, en el que el candidato que pueda resultar la sorpresa debe ser un outsider. Debe serlo también en términos de estar afuera o por encima del eje tradicional del espacio político. Tal eje viene determinado por un continuum más o menos lineal, que va desde las posiciones de izquierda hasta las posiciones de derecha. Esta es una división tradicional del campo político, pues responde al criterio de que el principal problema social (o político), consiste en distribuir la renta social: si se acomete este asunto con preferencia para los pobres entonces se es izquierdista; si esto se hace con preferencia por los ricos, entonces se es derechista.
No es éste el sitio para describir otra noción política más moderna que considera obsoleto el planteamiento anterior, definitorio de derechas e izquierdas. Pero el candidato que pretenda tener éxito en 1988** deberá ser outsider también en el sentido de no situarse en alguna posición del eje referido, sino en un plano diferente.
La segunda característica importante—a nuestro juicio más importante que la condición de outsider—que debe ostentar un candidato con posibilidades de dar la sorpresa, es la posesión de tratamientos suficientes y convincentes para la crisis.

La teoría
La base de esta condición consiste en poder partir de una concepción de lo político que comprenda importantes y hasta radicales diferencias con las concepciones convencionales. En la raíz de tal concepción está la necesidad de una sustitución de paradigmas políticos, en el sentido que Tomás Kuhn da al término paradigma. Es decir, nos hallamos ante una realidad social y política que ya no puede ser comprendida por los planteamientos y enfoques convencionales, lo que es la causa de fondo de la crisis de gobernabilidad. No es el caso que los políticos tradicionales tengan las recetas adecuadas y por maldad se resistan a aplicarlas. El punto es que no las saben. De allí que no sepan contestar cuando se les pregunta por tratamientos concretos, como en la reciente entrevista en Primer Plano a Carlos Andrés Pérez. Marcel Granier le preguntó a Pérez cuál sería su solución al problema de la inflación. Pérez se limitó a decir que él suponía que el Gobierno de Lusinchi estaba por resolverlo y que, en todo caso, él, Pérez, le daría su opinión al Gobierno. En resumen, una respuesta evasiva.
A partir de una concepción diferente, más científica y moderna de la política y sus posibilidades tecnológicas reales, es como podría ser posible la generación de tratamientos que cumplan con tres condiciones necesarias a la persuasión pública requerida:
Deben ser radicales pero pocos: dos extremos resultan imposibles, dañinos o inútiles: el planteamiento de una reforma radical y global, que se ocupe de todo a la vez, en el mejor de los casos será altamente traumático y, más probablemente, imposible de aplicar por falta de capacidad para gerenciar un grado de cambio tan exhaustivo; la estrategia de cambiar lo menos posible e ir ajustando las cosas de modo incrementalista es derrotada por la complejidad original del problema y su velocidad de complicación creciente. Este dilema es comprendido intuitivamente por el elector promedio. De allí la poca credibilidad de los programas de gobierno exhaustivos, así como la de los programas tímidos e incrementalistas. Para que un programa alcance la credibilidad necesaria deberá ser del tipo radical selectivo, es decir, identificador de pocos puntos estratégicos sobre los que se ejerza una acción transformadora a fondo. Y a esta condición deberá sumarse la de concreción, pues no bastará la enumeración de pocas áreas si éstas son vagamente definidas.
Deben ser eficaces: no se trata por tanto de pseudotratamientos. «Reactivar la economía» no es la solución, sino el estado final que debe alcanzarse una vez aplicada la solución. Combatir el centralismo, combatir el presidencialismo, etcétera, son orientaciones generales muy loables pero poco concretas. Los tratamientos deberán venir explicados en forma tan concreta que se pueda especificar su beneficio y su costo. Los tratamientos deberán dirigirse al ataque de causas problemáticas antes que a la moderación temporal de sintomatologías anormales.
Deben ser positivos: se necesita un planteamiento terapéutico que trascienda la política quejumbrosa para ofrecer salidas que permitan un razonable optimismo.
Por último, el candidato debiera tener la capacidad de «librar por todos». (En el juego infantil del escondite se estipula a veces una regla por la que al quedar sólo un jugador por descubrir, éste puede salvarse, no únicamente a sí mismo, sino a todos los anteriores que hayan sido atrapados). No se trata acá de capacidad de convocatoria, como se la asigna a sí mismo (con cierta razón) Rafael Caldera y como se la niega a sí mismo Marcel Granier. (Entrevista de Alfredo Peña a Granier en El Nacional del 21 de septiembre de 1983: “Pero yo no tengo la capacidad de convocatoria necesaria para enfrentar los problemas que el país tiene en este momento”). El cargo de Presidente de la República tiene de por sí mucha capacidad de convocatoria, y lo tendría mucho más si tal cargo lo ocupase un outsider que hubiera logrado dar la sorpresa. El punto está más bien en la voluntad real de convocar que tenga el involucrado, en la medida en que no esté atado a intereses tan específicos que no pueda verdaderamente pasar por encima de rencores de asiento grupal. Si un aspirante a outsider sorpresivo, a “tajo” de las elecciones, plantea su campaña con un grado apreciable de vindicta, de falta de comprensión de lo que en materia de logros políticos debemos aun a los adversarios, obtendrá temprana resonancia y fracaso final. El outsider con posibilidad de éxito no se impondrá por una mera descalificación de sus contendientes y, en todo caso, no por descalificación que se base en la negatividad de éstos sino en la insuficiencia de su positividad. El propio Issac Newton reconoció: “Si pude ver más lejos fue porque me subí sobre los hombros de gigantes”.
- Rasgos necesarios de la campaña
Suponiendo que exista el verdadero outsider y que éste posea un arsenal terapéutico eficaz, concentrado y positivo, capaz de ser asumido voluntariamente como programa por el público en general, todavía queda el problema de ejecución de su campaña en forma correcta.
El eje básico de una campaña correctamente ejecutada pasa nuevamente por la suficiencia de los tratamientos que el outsider proponga. La campaña debe ser planteada en esos términos: suficiencia vs. insuficiencia.

El que está afuera
Luego viene la consideración del tiempo estratégico. Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible. Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. No puede un outsider trenzarse en una larga «guerra de trincheras» contra Acción Democrática y COPEI, pues caería en el asedio. Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea.
Este punto viene ligado, como dijimos, al tema de los recursos. Pues una condición de corrección de la campaña deberá ser por fuerza la de su economía. La campaña deberá ser económica. Tanto porque no se dispondrá de muchos recursos como porque un gasto excesivo produciría un rechazo de la misma. Así, la campaña debiera ser diseñada en términos económicos.
Esto será posible si la campaña es planteada en términos de calidad vs. cantidad. Contra la reiteración esloganista de millares de cuñas y pancartas, una concentración en mensajes más completos, más densos y contundentes.
A favor de esta posibilidad jugaría la amplificación que se daría por el efecto de novedad. Por el mismo hecho de plantearse una campaña de estilo diferente es como se daría la posibilidad de distinguir el mensaje en un mar de ruido electoral, en la cacofonía de las abrumantes campañas tradicionales, como un minúsculo flautín clarísimo lo hace dentro de un tutti orquestal.
La campaña deberá caracterizarse, además, por una extraordinaria capacidad organizativa. Se trata, para mencionar sólo un problema, de disponer de testigos en unas treinta mil mesas electorales, con su correspondiente apoyo logístico y de comunicación. Para un outsider este problema es de gran cuantía, puesto que por definición, al ser outsider, no dispone de la «maquinaria» de antemano.
Finalmente, el outsider deberá ser capaz de resistir los ataques que sobrevendrían, en una gama que puede ir desde el enlodamiento de su reputación hasta la eliminación física. El riesgo aumentará a medida que la opción que representa comience a significar una posibilidad clara de victoria.
- Las probabilidades
Siendo lo que antecede las condiciones indispensables a una sorpresa exitosa ¿qué puede decirse de las probabilidades de tal aventura?
La condición crítica será seguramente la de disponibilidad de los recursos. Acá se enfrentaría un outsider con la incredulidad básica ante una aventura no convencional y con la tendencia conservadora que aun en casos de crisis encuentra difícil ensayar algo novedoso. Aquellos que pudieran dotar a una campaña como la esbozada de los recursos suficientes estarán oscilando entre los extremos de más de un dilema.
Uno de los dilemas es el de seguridad vs. corrección. Se sabe de lo inadecuado de los actores políticos tradicionales, pero ante un planteamiento correcto por un outsider habría la incomodidad de abandonar lo conocido. Es queja perpetua del sector privado que el Gobierno no establece reglas de juego estables. La verdad es que hay reglas tácitas de conducta establecidas desde hace tiempo, incluyendo las que regulan la urbanidad de la corrupción. Stafford Beer decía, refiriéndose a la sociedad inglesa de hoy, que su problema era que “los hombres aceptables ya no son competentes, mientras los hombres competentes no son aceptables todavía”. En forma similar Yehezkel Dror destaca otro dilema: si se quiere eficacia es necesaria una transparencia en los valores, la exposición descarnada de los mismos; si lo que se quiere, en cambio, es consenso, entonces es necesaria la opacidad de los valores, no discutirlos más allá de vaguedades y abstracciones.
Así, pues, se estaría ante un dilema de tradicionalidad vs. eficacia, de poder vs. autoridad. Es pronosticable que la mayoría de los actores con recursos, ante una solicitud de cooperación por parte de un outsider con tratamientos realmente eficaces, se pronunciarían por los términos dilemáticos más conservadores.
Pero es concebible que una minoría lúcida entre los mismos pueda proveer los recursos exigidos por una campaña poco costosa en grado suficiente, al menos para cebar la bomba que pueda absorber los recursos totales del mercado político general, pues si la aventura cala en el ánimo del público, una multitud de pequeños aportes puede sustituir o complementar a un número reducido de aportes cuantiosos.

Apuesta racional
Pero el obstáculo principal consistirá en salvar la diferencia entre una percepción de improbabilidad y una de imposibilidad. Ni aún el menos conservador de los hombres dará un céntimo a una campaña de este tipo si considera que todo el esfuerzo sería inútil, si piensa que un resultado exitoso es, más allá de lo improbable, completamente imposible. El análisis que hemos hecho indica que, si bien el éxito de una aventura así es por definición improbable—a fin de cuentas se trataría de una sorpresa—no es necesariamente imposible, y que, por lo contrario, la dinámica del proceso político venezolano hace que esa baja probabilidad inicial vaya en aumento. Si esto es percibido de este modo, entonces tal vez las fuentes de apoyo necesarias quieran comportarse como un jugador racional de la ruleta con cien dólares en la mano. Apartará cincuenta dólares como reserva y de los cincuenta restantes apostará la mayoría, cuarenta y cinco quizás, a las posibilidades de mayor probabilidad, rojo (Pérez), negro (Caldera), par (Fernández), impar (Lepage). Pero jugará cinco de los cien dólares en pleno al diecisiete negro (outsider), porque sabe que si la apuesta es de éxito menos probable, si pierde pierde poco y si gana ganará mucho más que lo que invirtió.
Finalmente, y nuevamente en la analogía de los juegos, bastante dependerá de la lectura que se tenga de la crisis. Para aquellos para los que la abrumadora acumulación de evidencias no sea suficiente para creer que la crisis no es de carácter coyuntural y pasajero, será lo indicado negar su apoyo al outsider. Sólo aquellos que ya se hayan convencido de que la crisis es estructural y requiere por tanto terapias no convencionales, podrán pensar como el buen jugador de dominó (o de bridge) que carezca de la información completa sobre la localización de las piezas o cartas claves. En esas condiciones un buen jugador identificará cómo tendría que darse esa ubicación de piezas para poder ganar la mano. Entonces jugará como si en verdad la disposición fuese esa única forma de ganar, rogando para que así sea.
Yehezkel Dror nos dice que la situación del agente de decisión de hoy es cada vez más la de una apuesta difusa. LEA
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* Una medición de Delphos de septiembre de este año incluyó esta pregunta: «¿Qué es lo mejor para el bien del país?» Éstas eran las opciones y el porcentaje de selección de cada una: Que continúe Maduro en el poder 8,1%; Surja alguien que rescate ideas Chávez 10,6; Que Guaidó tome definitivamente el poder 35,2; Que surja otro líder opositor 38,0; Ninguna 5,0; No sabe 1,1. Desde hace tiempo se manifiesta en encuestas un rasgo estructural de la opinión nacional: que es mayoritaria la fracción de ciudadanía que no cree el cuento al gobierno y tampoco a la oposición. Por ejemplo, esta medición de Datincorp de mayo de 2015:

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** No hubo, naturalmente, un outsider en las elecciones presidenciales de Venezuela en 1988. Carlos Andrés Pérez, Eduardo Fernández y Teodoro Petkoff, los candidatos en esos comicios, no respondían a la definición.
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por Luis Enrique Alcalá | Oct 14, 2014 | Fichas, Política |

Historia escrita y filmada
Hace 27 años, en septiembre de 1987, fecha en la que se escribió el texto que aquí se reproduce, estaban aún por definir las últimas candidaturas del bipartidismo: Carlos Andrés Pérez u Octavio Lepage, por Acción Democrática, y Rafael Caldera o Eduardo Fernández por COPEI. El primero y el último se verían las caras blanquiverdes al año siguiente. Las consecuencias son conocidas: Fernández perdió y no pudo ganar la posterior candidatura copeyana ante Álvarez Paz, ni ninguna otra hasta los momentos, y el segundo gobierno de Pérez fue recibido con el Caracazo y luego aguantaría dos intentos de golpe de Estado, pero no la acción civil que lo depuso. En las conclusiones de Sobre la Posibilidad de una Sorpresa Política en Venezuela, de donde se toma el extracto, se leía: «…de ganar las elecciones de 1988 uno de los candidatos tradicionales (…) la probabilidad de un deterioro acusadísimo sería muy elevada y, en consecuencia, la probabilidad de un golpe militar hacia 1991, o aún antes, sería considerable». Chávez quiso alzarse el 16 de diciembre de ese año, para amanecer en la silla presidencial el día de la muerte de Simón Bolívar. Y también: «En lo tocante al caso del outsider democrático las probabilidades son algo mayores. Pero lo cierto es que el outsider con las condiciones necesarias no ha hecho todavía su aparición. Esto no significa, por supuesto, que no exista. Es posible que sí exista y que, en cumplimiento de uno de los requisitos funcionales de su campaña, haya decidido no presentarse todavía». Fueron un golpe militar y un outsider—un «tercer hombre»—como presidente las sorpresas consideradas en ese estudio. Se transcribe de seguidas su tercera sección. LEA
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SORPRESA Nº 2: OUTSIDER DEMOCRATICO
Es posible también una sorpresa más democrática que un golpe de Estado. Es más, la probabilidad de ese tipo de sorpresa es significativamente mayor que la de una «solución» militar. No obstante, sigue siendo una sorpresa. Es decir, la probabilidad de un evento tal es baja. No es altamente probable que un candidato no postulado por Acción Democrática o COPEI llegue a ganar las elecciones. Pero de esto se trata precisamente, de considerar cualitativamente las sorpresas, pues de su ocurrencia se ocupará el curso de los acontecimientos y el signo de los tiempos, según el cual, para recordar a Dror, la sorpresa es ahora un fenómeno endémico.
El tipo de análisis que haremos acá es el de estipular cuáles serían los requisitos necesarios en un candidato sorpresa y en su campaña, sin los que no podría darse su triunfo.
- Rasgos necesarios del candidato
El primer rasgo indispensable en el líder que pueda orientar a su favor la considerable potencialidad de un voto harto de lo tradicional y de su ineficacia, es que sea un verdadero outsider. Hay, al menos, dos sentidos en los que este concepto de outsider se aplicaría en este contexto.
Para comenzar, el candidato debe ser un político que pueda ser percibido como estando fuera del establishment de poder venezolano. No necesariamente significa esto que el candidato deba estar contra la actual articulación de poder en Venezuela. Simplemente es necesario que no se le perciba como formando parte de la red de compromisos que caracterizan a la configuración actual.
En una reunión del «Grupo Santa Lucía» de hace unos años, Allan Randolph Brewer Carías advirtió a los asistentes: «Estamos hablando del Estado como si se tratara de un caballero que se encuentra en la habitación de al lado, que está a punto de entrar y de ser presentado a nosotros. Pero la verdad es que todos nosotros hemos sido el Estado. De quien estamos hablando es de nosotros».
Lo que Brewer quería decir es que las elites de Venezuela forman parte de un sistema consensual que determina una buena parte de las políticas principales, o al menos el esquema general de la cosa política. En el caso de un líder político tradicional, por ejemplo, sus buenas intenciones hacia, digamos, una mayor democratización, se encuentran impedidas por las trabadas reglas de juego de su partido.
El pueblo sabe, empírica o intuitivamente, que una persona, participante directo de la configuración de poder actual, carece de la libertad necesaria para acometer los cambios que sería necesario introducir a través de tratamientos novedosos a la situación política. Para ponerlo en otros términos: un líder que ostente en los momentos actuales una cantidad significativa de poder, estará al mismo tiempo muy impedido por la serie de transacciones en las que, con toda probabilidad, habrá debido incurrir para acceder a la posición que ocupa y para mantenerla. Esta es, por poner un caso, la situación en la que se encuentra Eduardo Fernández. Es, posiblemente, la condición que anularía un intento de Marcel Granier, como fue, por argumento en contrario, la que significó, en el pasado, un apoyo importante al intento de Jorge Olavarría, percibido entonces como outsider.

Fuera de la caja
Hay un segundo sentido, más específico, en el que el candidato que pueda resultar la sorpresa debe ser un outsider. Debe serlo también en términos de estar afuera o por encima del eje tradicional del «espacio» político. Tal eje viene determinado por un continuum más o menos lineal, que va desde las posiciones de «izquierda» hasta las posiciones de «derecha». Esta es una división tradicional del campo político, pues responde al criterio de que el principal «problema social» (o político), consiste en distribuir la renta social: si se acomete este asunto con preferencia para «los pobres» entonces se es izquierdista; si esto se hace con preferencia por «los ricos», entonces se es derechista.
No es éste el sitio para describir otra noción política más moderna que considera obsoleto el planteamiento anterior, definitorio de «derechas» e «izquierdas». Pero el candidato que pretenda tener éxito en 1988 deberá ser outsider también en el sentido de no situarse en alguna posición del eje referido, sino en un plano diferente.
La segunda característica importante (a nuestro juicio más importante que la condición de outsider ) que debe ostentar un candidato con posibilidades de «dar la sorpresa», es la posesión de tratamientos suficientes y convincentes para la crisis.
La base de esta condición consiste en poder partir de una concepción de lo político que comprenda importantes y hasta radicales diferencias con las concepciones convencionales. En la raíz de tal concepción está la necesidad de una sustitución de paradigmas políticos, en el sentido que Tomás Kuhn da al término paradigma. Es decir, nos hallamos ante una realidad social y política que ya no puede ser comprendida por los planteamientos y enfoques convencionales, lo que es la causa de fondo de la crisis de gobernabilidad. No es el caso que los políticos tradicionales tengan las recetas adecuadas y por «maldad» se resistan a aplicarlas. El punto es que no las saben. De allí que no sepan contestar cuando se les pregunta por tratamientos concretos, como en la reciente entrevista en «Primer Plano» a Carlos Andrés Pérez. Marcel Granier le preguntó a Pérez cuál sería su solución al problema de la inflación. Pérez se limitó a decir que él suponía que el Gobierno de Lusinchi estaba por resolverlo y que, en todo caso, él, Pérez, le daría su opinión al Gobierno. En resumen, una respuesta evasiva.
A partir de una concepción diferente, más científica y moderna de la política y sus posibilidades tecnológicas reales, es como podría ser posible la generación de tratamientos que cumplan con tres condiciones necesarias a la persuasión pública requerida:
1. Deben ser radicales pero pocos: dos extremos resultan imposibles, dañinos o inútiles: el planteamiento de una reforma radical y global, que se ocupe de todo a la vez, en el mejor de los casos será altamente traumático y, más probablemente, imposible de aplicar por falta de capacidad para gerenciar un grado de cambio tan exhaustivo; la estrategia de cambiar lo menos posible e ir ajustando las cosas de modo incrementalista es derrotada por la complejidad original del problema y su velocidad de complicación creciente. Este dilema es comprendido intuitivamente por el elector promedio. De allí la poca credibilidad de los programas de gobierno exhaustivos, así como la de los programas tímidos e incrementalistas. Para que un programa alcance la credibilidad necesaria deberá ser del tipo radical selectivo, es decir, identificador de pocos puntos estratégicos sobre los que se ejerza una acción transformadora a fondo. Y a esta condición deberá sumarse la de concreción, pues no bastará la enumeración de pocas áreas si éstas son vagamente definidas.
2. Deben ser eficaces: no se trata por tanto de pseudotratamientos. «Reactivar la economía» no es la solución, sino el estado final que debe alcanzarse una vez aplicada la solución. Combatir el «centralismo», combatir el «presidencialismo», etcétera, son orientaciones generales muy loables pero poco concretas. Los tratamientos deberán venir explicados en forma tan concreta que se pueda especificar su beneficio y su costo. Los tratamientos deberán dirigirse al ataque de causas problemáticas antes que a la moderacion temporal de sintomatologías anormales.
3. Deben ser positivos: se necesita un planteamiento terapéutico que trascienda la política quejumbrosa para ofrecer salidas que permitan un razonable optimismo.

Comprometido sólo con la verdad
Por último, el candidato debiera tener la capacidad de «librar por todos». (En el juego infantil del escondite se estipula a veces una regla por la que al quedar sólo un jugador por descubrir, éste puede salvarse, no únicamente a sí mismo, sino a todos los anteriores que hayan sido atrapados.) No se trata acá de «capacidad de convocatoria», como se la asigna a sí mismo (con cierta razón) Rafael Caldera y como se la niega a sí mismo Marcel Granier. (Entrevista de Alfredo Peña a Granier en «El Nacional» del 21 de septiembre de 1983: «Pero yo no tengo la capacidad de convocatoria necesaria para enfrentar los problemas que el país tiene en este momento»). El cargo de Presidente de la República tiene de por sí mucha capacidad de convocatoria, y lo tendría mucho más si tal cargo lo ocupase un outsider que hubiera logrado dar la sorpresa. El punto está más bien en la voluntad real de convocar que tenga el involucrado, en la medida en que no esté atado a intereses tan específicos que no pueda verdaderamente pasar por encima de rencores de asiento grupal. Si un aspirante a outsider sorpresivo, a «tajo» de las elecciones, plantea su campaña con un grado apreciable de vindicta, de falta de comprensión de lo que en materia de logros políticos debemos aún a los adversarios, obtendrá temprana resonancia y fracaso final. El outsider con posibilidad de éxito no se impondrá por una mera descalificación de sus contendientes y, en todo caso, no por descalificación que se base en la negatividad de éstos sino en la insuficiencia de su positividad. El propio Issac Newton reconoció: «Si pude ver más lejos fue porque me subí sobre los hombros de gigantes».
- Rasgos necesarios de la campaña
Suponiendo que exista el verdadero outsider y que éste posea un arsenal terapéutico eficaz, concentrado y positivo, capaz de ser asumido voluntariamente como programa por el público en general, todavía queda el problema de ejecución de su campaña en forma correcta.
El eje básico de una campaña correctamente ejecutada pasa nuevamente por la suficiencia de los tratamientos que el outsider proponga. La campaña debe ser planteada en esos términos: suficiencia vs. insuficiencia.
Luego viene la consideración del tiempo estratégico. Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible. Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. No puede un outsider trenzarse en una larga «guerra de trincheras» contra Acción Democrática y COPEI, pues caería en el asedio. Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea.
Este punto viene ligado, como dijimos, al tema de los recursos. Pues una condición de corrección de la campaña deberá ser por fuerza la de su economía. La campaña deberá ser económica. Tanto porque no se dispondrá de muchos recursos como porque un gasto excesivo produciría un rechazo de la misma. Así, la campaña debiera ser diseñada en términos económicos.
Esto será posible si la campaña es planteada en términos de calidad vs. cantidad. Contra la reiteración esloganista de millares de cuñas y pancartas, una concentración en mensajes más completos, más densos y contundentes.

Nadie opaca a un flautín
A favor de esta posibilidad jugaría la amplificación que se daría por el efecto de novedad. Por el mismo hecho de plantearse una campaña de estilo diferente es como se daría la posibilidad de distinguir el mensaje en un mar de ruido electoral, en la cacofonía de las abrumantes campañas tradicionales, como un minúsculo flautín clarísimo lo hace dentro de un tutti orquestal.
La campaña deberá caracterizarse, además, por una extraordinaria capacidad organizativa. Se trata, para mencionar sólo un problema, de disponer de testigos en unas treinta mil mesas electorales, con su correspondiente apoyo logístico y de comunicación. Para un outsider este problema es de gran cuantía, puesto que por definición, al ser outsider, no dispone de la «maquinaria» de antemano.
Finalmente, el outsider deberá ser capaz de resistir los ataques que sobrevendrían, en una gama que puede ir desde el enlodamiento de su reputación hasta la eliminación física. El riesgo aumentará a medida que la opción que representa comience a significar una posibilidad clara de victoria.
- Las probabilidades
Siendo lo que antecede las condiciones indispensables a una «sorpresa» exitosa ¿qué puede decirse de las probabilidades de tal aventura?
La condición crítica será seguramente la de disponibilidad de los recursos. Acá se enfrentaría un outsider con la incredulidad básica ante una aventura no convencional y con la tendencia conservadora que aún en casos de crisis encuentra difícil ensayar algo novedoso. Aquellos que pudieran dotar a una campaña como la esbozada de los recursos suficientes estarán oscilando entre los extremos de más de un dilema.
Uno de los dilemas es el de seguridad vs. corrección. Se sabe de lo inadecuado de los actores políticos tradicionales, pero ante un planteamiento correcto por un outsider habría la incomodidad de abandonar lo conocido. Es queja perpetua del sector privado que el Gobierno no establece reglas de juego estables. La verdad es que hay reglas tácitas de conducta establecidas desde hace tiempo, incluyendo las que regulan la urbanidad de la corrupción. Stafford Beer decía, refiriéndose a la sociedad inglesa de hoy, que su problema era que «los hombres aceptables ya no son competentes, mientras los hombres competentes no son aceptables todavía». En forma similar, Yehezkel Dror destaca otro dilema: si se quiere eficacia es necesaria una transparencia en los valores, la exposición descarnada de los mismos; si lo que se quiere, en cambio, es consenso, entonces es necesaria la opacidad de los valores, no discutirlos más allá de vaguedades y abstracciones.
Así, pues, se estaría ante un dilema de tradicionalidad vs. eficacia, de poder vs. autoridad. Es pronosticable que la mayoría de los actores con recursos, ante una solicitud de cooperación por parte de un outsider con tratamientos realmente eficaces, se pronunciarían por los términos dilemáticos más conservadores.
Pero es concebible que una minoría lúcida entre los mismos pueda proveer los recursos exigidos por una campaña poco costosa en grado suficiente, al menos para cebar la bomba que pueda absorber los recursos totales del mercado político general pues, si la aventura cala en el ánimo del público, una multitud de pequeños aportes puede sustituir o complementar a un número reducido de aportes cuantiosos.

Precisamente una sorpresa
Pero el obstáculo principal consistirá en salvar la diferencia entre una percepción de improbabilidad y una de imposibilidad. Ni aún el menos conservador de los hombres dará un céntimo a una campaña de este tipo si considera que todo el esfuerzo sería inútil, si piensa que un resultado exitoso es, más allá de lo improbable, completamente imposible. El análisis que hemos hecho indica que, si bien el éxito de una aventura así es por definición improbable—a fin de cuentas se trataría de una sorpresa—no es necesariamente imposible y que, por lo contrario, la dinámica del proceso político venezolano hace que esa baja probabilidad inicial vaya en aumento. Si esto es percibido de este modo, entonces tal vez las fuentes de apoyo necesarias quieran comportarse como un jugador racional de la ruleta con cien dólares en la mano. Apartará cincuenta dólares como reserva y de los cincuenta restantes apostará la mayoría, cuarenta y cinco quizás, a las posibilidades de mayor probabilidad, rojo (Pérez), negro (Caldera), par (Fernández), impar (Lepage). Pero jugará cinco de los cien dólares en pleno al diecisiete negro (outsider), porque sabe que si la apuesta es de éxito menos probable, si pierde pierde poco y si gana ganará mucho más que lo que invirtió.
Finalmente, y nuevamente en la analogía de los juegos, bastante dependerá de la lectura que se tenga de la crisis. Para aquellos para los que la abrumadora acumulación de evidencias no sea suficiente para creer que la crisis no es de carácter coyuntural y pasajero, será lo indicado negar su apoyo al outsider. Sólo aquellos que ya se hayan convencido de que la crisis es estructural y requiere por tanto terapias no convencionales, podrán pensar como el buen jugador de dominó (o de bridge) que carezca de la información completa sobre la localización de las piezas o cartas claves. En esas condiciones un buen jugador identificará cómo tendría que darse esa ubicación de piezas para poder ganar la mano. Entonces jugará como si en verdad la disposición fuese esa única forma de ganar, rogando para que así sea.
Yehezkel Dror nos dice que la situación del agente de decisión de hoy es cada vez más la de una apuesta difusa.
Para descargar en .pdf: SORPRESA Nº 2
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Textos relacionados: Intervalo solónico, Tío Conejo como outsider, Retrato hablado.
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por Luis Enrique Alcalá | Ago 25, 2012 | Argumentos, Política |

Ex Fiscal Interventor Auxiliar del Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso de Bienes y Servicios del Ministerio del Poder Popular para el Comercio
Vemos políticos indecisos que se las dan de resueltos estadistas, y a la «fuente autorizada» que atribuye su falta de información a «imponderables de la situación». Es ilimitado el número de funcionarios públicos que son indolentes e insolentes; de jefes militares cuya enardecida retórica queda desmentida por su apocado comportamiento, y de gobernadores cuyo innato servilismo les impide gobernar realmente. En nuestra sofisticación, nos encogemos virtualmente de hombros ante el clérigo inmoral, el juez corrompido, el abogado incoherente, el escritor que no sabe escribir y el profesor de inglés que no sabe pronunciar. En las Universidades vemos anuncios redactados por administradores cuyos propios escritos administrativos resultan lamentablemente confusos, y lecciones dadas con voz que es un puro zumbido por inaudibles e incomprensibles profesores. (…) En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia.
Peter Laurence – Raymond Hull
El Principio de Peter
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We can sail, we can sail with the Orinoco Flow. We can sail, we can sail.
Enya
Orinoco Flow
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Trece ministerios eran suficientes para la Administración Pública en Venezuela al inicio de su período democrático, en 1959: Relaciones Interiores, Relaciones Exteriores, Defensa, Hacienda, Fomento, Obras Públicas, Educación Nacional, Justicia, Minas e Hidrocarburos, Trabajo, Comunicaciones, Agricultura y Cría, Sanidad y Asistencia Social. (Más la Secretaría de la Presidencia, que entonces no era un ministerio—Carlos Andrés Pérez la elevaría a ese rango en su primer gobierno—, y cuatro «oficinas centrales» adscritas a la Presidencia de la República: la de Coordinación y Planificación, la de Presupuesto, la de Personal y la de Estadística e Informática). Ahora es Hugo Chávez el jefe de un gabinete de 31 ministros.
Este crecimiento tumoral no le es enteramente atribuible. Su antecesor, Rafael Caldera, ya contó con 27 ministros en su segundo período, así que Chávez sólo ha añadido cuatro, aunque cambiándoles el nombre a todos, naturalmente. (Un viejo consejo gerencial recomienda no tener más de una docena de subalternos que reporten directamente a un jefe, so pena de sobrecargarlo).
Nunca dejó de operar un prurito reorganizador de la Administración Pública en los gobiernos precedentes de la democracia. Al comienzo, Rómulo Betancourt estableció la Comisión de Administración Pública, que confió al economista Héctor Atilio Pujol, con el propósito de reformar y modernizar la organización del Poder Ejecutivo Nacional. Esa antecesora de la COPRE (Comisión Presidencial para la Reforma del Estado) trabajó, primeramente, con una estrategia de cambio en los sistemas y procedimientos de la administración: «¿Hay un problema con la cedulación? ¿Cuántas taquillas hay en la ONIDEX (Oficina Nacional de Identificación y Extranjería) de El Silencio? ¿Cinco? Pongamos ocho. ¿Se están robando los reales? ¿Cuántas copias se hace de un punto de cuenta? ¿Tres? Para controlar mejor generemos ahora el original, la copia blanca, la copia amarilla, la copia rosada, la copia verde…» La velocidad de cambio del aparato administrador público era, por supuesto, bastante mayor que la de una oficina que dibujaba diagramas de flujo en un intento de mantenerlo bajo control. Hasta que llegó Allan Randolph (Randy) Brewer-Carías a presidir la Comisión de Administración Pública.
Caldera había ganado por primera vez la elección presidencial y él, abogado latinoamericano, socialcristiano, deductivista, nombró a Brewer—como él abogado latinoamericano, socialcristiano y deductivista, y quien nunca había sido expuesto a una situación organizativa más compleja que un consejo de la Escuela de Derecho de la Universidad Central de Venezuela o manejado más personal que la secretaria de su Instituto de Derecho Público—para que presidiera el órgano de la reforma del Estado.
Donde antes Pujol había puesto curitas y paños calientes, ahora Brewer pretendió reformar absolutamente todo: desde la Corte Suprema de Justicia hasta el Concejo Municipal de Humocaro Alto, pasando por todos los ministerios, todos los institutos autónomos y todas las empresas del Estado. La CAP produjo bajo su guía dos tomos de más de quinientas páginas cada uno, empastados en cubierta dura azul y amarillo—sin rojo; todavía faltaba mucho para la Batalla de la Cachucha—, con las especificaciones para cambiar hasta el último resquicio del Estado.
Alguna vez comenté al propio Brewer este contraste entre él y Pujol, y apunté que no había en el país capacidad gerencial suficiente como para acometer tal cantidad de cambio, y que si llegare a haberla—mediante la contratación, por ejemplo, de Henry Kissinger, Robert McNamara, Peter Drucker y Lee Iacocca—, la intervención de un fornido atleta para trepanar su cráneo, resecarle medio pulmón, reducirle fracturas de costillas, extraerle la vesícula, colocarle una válvula mitral, suturarle úlceras gastroduodenales y circuncidarlo simultáneamente, crearía tal cantidad de trauma que, en cuanto se le destripase una espinilla en la nariz, moriría de shock irremediablemente. Creí que entendería al recomendarle una estrategia de radicalismo selectivo (Yehezkel Dror), para escoger unos pocos puntos estratégicos en el aparato del Estado y en ellos practicar una reforma a fondo. Si la cosa resultaba, entonces pudiera considerarse la extrapolación del esfuerzo a otras dependencias. Las ciencias sociales, le dije, son demasiado incipientes como para permitirse la arrogancia de un cambio omnicomprensivo. Me escuchó con gran atención y, después de considerar mi exposición como «muy interesante», extrajo de su maletín veinte hojas anotadas en papel tamaño extra oficio; ellas contenían tan sólo el índice de una ponencia sobre reforma del Estado que debían discutir los miembros del Grupo Santa Lucía en intervenciones de tres minutos per cápita durante una sesión de media mañana. Había perdido mi tiempo.
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Aun así, Brewer ha sido superado con creces por la voracidad de la revolución «bolivariana», pero antes ya era mucho mayor el problema que llevó a Jaime Lusinchi a crear otro órgano para la reforma del Estado, la difunta COPRE. En ocasión de que Lusinchi contestara a las Comisiones del Congreso de la República que fueron a participarle la instalación del período legislativo de 1985, el entonces Presidente de la República confesó: “…el Estado casi se nos está yendo de las manos”. Era como si el piloto de un gran avión de pasajeros saliese de su cabina para anunciar a los pasajeros de primera clase (los senadores y diputados) que el aeroplano no respondía a los mandos. (Pudiera ser que una mayor tendencia a la candidez fuese característica de los presidentes de Acción Democrática. En 1975, Carlos Andrés Pérez confesaba a los periodistas que no había sido posible dar a luz el documento contentivo del V Plan de la Nación por cuanto, a pesar de que él había convocado por tres veces a su discusión ¡los ministros no habían leído el documento!) Sin embargo, más tarde no le gustaba a Lusinchi lo que hacía la comisión que él mismo creara, a la que regañó advirtiéndole que era sólo “una comisión asesora y no una comisión promotora». (El 6 de junio de 1986).

Aumenta la producción de cambures
La capacidad de gestión de los colaboradores del presidente Chávez tiene una magnitud finita, más bien escasa. No sólo es que muchos son más capaces en la fabricación de discursos ideologizados y aduladores cuadres con el jefe que en la gerencia pública, sino que la agresividad de clase del propio Jefe del Estado aliena y excluye a muchos entre los mejores talentos ejecutivos de la Nación. Gustavo Antonio Marturet, de serle ofrecida, no le aceptaría a Chávez la Presidencia del Banco Central de Venezuela.
A pesar de esta circunstancia, el gobierno «revolucionario» que sufrimos desde 1999 insiste en complicarse la vida. Cada estatización es un nuevo punto de decisión y supervisión, cada nuevo programa un nuevo dolor de cabeza. Para demostrar que habla en serio cuando nos anuncia el «socialismo del siglo XXI», ha expropiado más de un millar de empresas privadas en lo que lleva de dominación. Pero no todo es predicado desde la doctrina; luego de su tercer triunfo electoral, a comienzos de 2007, Chávez explicaba en Brasil a sus colegas del subcontinente que tenía que expropiar a la telefónica nacional porque le estaban grabando las conversaciones. (No hay necesidad de poseer la CANTV para espiarlo, y cuando esa empresa era pública, antes de la privatización de Pérez, grababa las conversaciones de Luis Herrera Campíns).
El resultado del apetito controlador de Hugo Chávez es una administración pública elefantiásica, cancerosa, recrecida sin necesidad… e ineficiente. Es imposible manejarla razonablemente bien porque los pocos ejecutivos medianamente capaces de los que dispone están sobrecargados. Una burocracia enorme obstaculiza el mejor desempeño de la sociedad y su economía, a pesar de algunas mejoras puntuales. CADIVI y SENCAMER se ocupan de que producir sea cada vez más difícil y costoso. Pregunte a cualquier industrial, incluso a los simpatizantes del oficialismo.
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Más allá de su invasividad, la revolución chavista es, por encima de todo, un discurso altisonante e inconsistente. En 1999 Chávez anunciaba un esquema de desarrollo «pentapolar» que ya nadie recuerda—¿lo recordará él mismo?—, y uno de sus componentes era la construcción del «Eje Orinoco-Apure». Ahora le ha recortado a ese proyecto grandilocuente 1.025 kilómetros, al reducirlo al más modesto «Eje Orinoco» que acaba de anunciar en actos de campaña en el estado Bolívar.
Lo sustancial de este anuncio es la adjudicación por PDVSA de 10% de las acciones de Petropiar a la emproblemada Corporación Venezolana de Guayana; en febrero, el presidente Chávez había indicado que exactamente la misma participación sería poseída por la empresa del grupo chino CITIC, así que a comienzos de año podía hablarse con propiedad del «Eje Orinoco-Yangtsé». Para cargar más peso a las exigidas finanzas de PDVSA, ésta adelantará de una vez, según anuncio presidencial, mil millones de dólares a SIDOR, pues el desarrollo en la Faja del Orinoco, que supuestamente pondrá la producción petrolera venezolana en tres y medio millones de barriles diarios para la Navidad, requeriría 1.200.000 toneladas de acero por año en el próximo quinquenio, para un gasto total de US$ 3.600 millones por este solo concepto. Además de todo lo que ya hace, PDVSA es ahora el salvavidas de la CVG.
¿Cuándo duerme Rafael Ramírez? ¿Habrán llegado él y su jefe a su nivel de incompetencia? ¿Será por eso que se produjo una explosión mortal en Amuay? Un estudio de 2011 sobre la seguridad industrial en la Faja del Orinoco, más precisamente en la Gerencia de Servicios Eléctricos de la División Ayacucho, encontró que 74% del personal no ha participado en comités de seguridad. Que se cuiden los obreros de Guayana del eje chucuto. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | May 15, 2012 | Argumentos, Política |

También hay indignados en Cataluña
Gregorovius pensó que en alguna parte Chestov había hablado de peceras con un tabique móvil que en un momento dado podía sacarse sin que el pez habituado al compartimiento se decidiera jamás a pasar al otro lado. Llegar hasta un punto en el agua, girar, volverse, sin saber que ya no hay obstáculo, que bastaría seguir avanzando…
Julio Cortázar – Rayuela
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El dato más significativo de la reciente encuesta de Datanálisis es su reporte de una anomalía. Lo habitual es que, a medida que un proceso electoral se acerca a la fecha de votación, la proporción de indecisos se adelgace, que sean menos los injustamente vilipendiados Ni-ni, la gente que no está alineada con los términos de una polarización. Pero la afamada encuestadora ha revelado el 10 de mayo que de marzo a abril los entrevistados indecisos pasaron de 25% a 31% de la muestra, un ascenso de seis puntos (porque Hugo Chávez bajó un punto y Henrique Capriles perdió cinco). En los procesos electorales anteriores, esta población no alineada, que en otros momentos ha llegado a superar la mitad del país, descendió cuando comenzaba a decantarse en tibio apoyo a los candidatos polares. Pero aun hoy, cuando ya menos de cinco meses nos separan de las elecciones del 7 de octubre, casi la tercera parte del país no está convencida ni por Chávez ni por Capriles.
Esta anómala situación está de alguna manera justificada: en cierto modo, Capriles y Chávez son ambos ejemplo de la vieja política, la de la lucha por el poder que pretende legitimarse desde una ideología que se blande, explícita o implícitamente, como coartada. Es la política rechazada, sin demasiada conciencia, por los indignados en Europa y los Estados Unidos, en un repudio que también se ha manifestado en los bandazos electorales que van de partidos conservadores a izquierdistas y de éstos a los primeros. (De Gordon Brown a David Cameron, de Sarkozy a Hollande, de Aznar a Rodríguez Zapatero a Rajoy, de Clinton a Bush a Obama).
En el dato de los indecisos recrecidos hay una clave para el tratamiento de la actual situación política venezolana, una cuya adopción requiere salirse de la caja que prescribe para el país una condición binaria, una película en blanco y negro cuyos únicos protagonistas son el gobierno y su oposición.
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El Grupo Jirahara—la versión barquisimetana del Grupo Santa Lucía—se reunió en el fin de semana que condujo al 1º de mayo. El consenso general daba a Capriles Radonski como ganador de las elecciones del 7 de octubre porque seguramente Chávez no podría ser el candidato del socialismo. Pero en la misma reunión ya se escuchó cifras provenientes del Pulso Nacional de Datos: si un mes antes Datanálisis registraba que Capriles ganaría eventuales confrontaciones con Nicolás Maduro, Diosdado Cabello o Elías Jaua, parecía entonces que estos careos ya no le favorecían, sobre todo si se medía con el último de los nombrados. (El Nacional de hoy recoge esta misma impresión, al comentar el marcado descenso de 3,5% en los precios de los bonos venezolanos en los mercados luego de conocerse un informe negativo de Bank of America-Merrill Lynch: «En el informe elaborado por el economista Francisco Rodríguez se asegura que las probabilidades de una victoria electoral de la oposición, incluso contra un candidato que no sea Hugo Chávez, ha descendido significativamente. (…) Señala que si Chávez se retira, las encuestas muestran una competencia muy cerrada entre Henrique Capriles Radonski y cualquier otro aspirante oficialista. El vicepresidente ejecutivo, Elías Jaua, parece ser el candidato más fuerte del Gobierno con un pequeño margen de ventaja en los estudios de opinión»).
Un gentil maestro de la mercadotecnia, de postura libertaria, insospechable de chavismo, tropezado casualmente en uno de los intermedios de Tosca (el Día de la Madre en el Teatro Teresa Carreño), sentenciaba: «Es un asunto de mind share. El tema de Chávez y su enfermedad ocupa prácticamente todo el espacio de conciencia política de los venezolanos; Capriles es inexistente». Al comentar ayer este diagnóstico con uno de los más avezados políticos que tiene el país, éste se refugió así: «Eso es un problema que no puede resolverse con primarias sino como los chilenos hicieron, por decisión consensuada de los políticos que sí saben cómo se bate el cobre».
Atiné a señalarle que no se comprendía bien por qué un político veterano como Ramón Guillermo Aveledo, que sabe perfectamente bien cómo se bate el cobre, había cedido a presiones de gente como Leopoldo López Mendoza, adalid de las primarias que no tuvo empacho en rogar que la Mesa de la Unidad Democrática postulara por consenso a Carlos Vecchio—su candidato—a la Asamblea Nacional, al día siguiente de resultar derrotado en primarias por María Corina Machado. Para mis adentros, pensé que la referencia chilena no era otra cosa que llanto sobre leche derramada: las primarias ocurrieron ya. ¿Sería que el influyente político con el que conversaba está proponiendo a la MUD la reversión de la candidatura de Capriles y su sustitución por alguien de mayor pegada o tracción? Mi último pensamiento, mientras me despedía, consistió en percatarme de que mi interlocutor hablaba encerrado en una caja; para él, el problema sería el de colocar en el campo un candidato «correcto» de oposición.
Días antes, un viejo amigo me escuchaba recapitular los hallazgos de los últimos estudios de opinión que han podido conocerse: la brecha entre Chávez y Capriles se ha ampliado a favor del primero; el candidato opositor está en caída. Desde el interior de la misma caja respondió filosóficamente: «Bueno, eso es lo que hay».
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Una tercera figura
La solución al preocupante dilema electoral de 2012 es salirse de él, darse cuenta de que no tienen por qué ser Hugo Chávez (o cualquiera de sus suplentes) y Henrique Esoesloquehay Capriles las únicas posibilidades. Pero esa solución era el camino correcto desde hace mucho tiempo, incluso antes de la aparición de Chávez-Capriles; en febrero de 1985 podía escribír: «El espacio intelectual de los actores políticos tradicionales ya no puede incluir ni siquiera referencia a lo que son los verdaderos problemas de fondo, mucho menos resolverlos. (…) Por esto no solamente se trata de entender la política de modo diferente, sino de permitir la emergencia de nuevos actores políticos que posean experiencias y conocimientos distintos». (Proyecto – La Sociedad Política de Venezuela). Hace mucho tiempo que la política ideológica, radical o moderada, muestra signos de esclerosis en los paradigmas que orientan y determinan su acción.
Hace bastante tiempo que debimos buscar y encontrar otras avenidas, para atrevernos a un salto paradigmático que, tarde o temprano, se dará en el mundo entero, puesto que la política ideológica, la de izquierdas y derechas que buscan el poder y luego no saben qué hacer con él—¿lo saben Hollande, Cameron o Rajoy?—ha estado largamente en crisis de impotencia.
Pero nuestra coyuntura momentánea es electoral, y necesitamos una solución:
El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese. El problema político venezolano es más grande que Chávez. (…)
…la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución. (Retrato hablado).
No hay duda de que admitir una solución de esa clase requiere un salto de la percepción, un aventurarse fuera de las cajas que desde hace más de una década impiden la osadía estratégica que sería eficaz. Lo que hace falta en Venezuela es la ocurrencia de una sorpresa política.
En un estudio de septiembre de 1987 (Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela), se consideraba la llegada de un outsider a la Presidencia de la República como uno de esos eventos sorpresivos. Puede resultar útil ahora refrescar algunas de sus consideraciones:
El primer rasgo indispensable en el líder que pueda orientar a su favor la considerable potencialidad de un voto harto de lo tradicional y de su ineficacia, es que sea un verdadero outsider. Hay, al menos, dos sentidos en los que este concepto de outsider se aplicaría en este contexto.
Para comenzar, el candidato debe ser un político que pueda ser percibido como estando fuera del establishment de poder venezolano. No necesariamente significa esto que el candidato deba estar contra la actual articulación de poder en Venezuela. Simplemente es necesario que no se le perciba como formando parte de la red de compromisos que caracterizan a la configuración actual.
(…)
Hay un segundo sentido, más específico, en el que el candidato que pueda resultar la sorpresa debe ser un outsider. Debe serlo también en términos de estar afuera o por encima del eje tradicional del “espacio” político. Tal eje viene determinado por un continuum más o menos lineal, que va desde las posiciones de “izquierda” hasta las posiciones de “derecha”. Esta es una división tradicional del campo político, pues responde al criterio de que el principal “problema social” (o político), consiste en distribuir la renta social: si se acomete este asunto con preferencia para “los pobres” entonces se es izquierdista; si esto se hace con preferencia por “los ricos”, entonces se es derechista.
No es éste el sitio para describir otra noción política más moderna que considera obsoleto el planteamiento anterior, definitorio de “derechas” e “izquierdas”. Pero el candidato que pretenda tener éxito (…) deberá ser outsider también en el sentido de no situarse en alguna posición del eje referido, sino en un plano diferente.
La segunda característica importante (a nuestro juicio más importante que la condición de outsider) que debe ostentar un candidato con posibilidades de “dar la sorpresa”, es la posesión de tratamientos suficientes y convincentes para la crisis.
La base de esta condición consiste en poder partir de una concepción de lo político que comprenda importantes y hasta radicales diferencias con las concepciones convencionales. En la raíz de tal concepción está la necesidad de una sustitución de paradigmas políticos, en el sentido que Tomás Kuhn da al término paradigma. Es decir, nos hallamos ante una realidad social y política que ya no puede ser comprendida por los planteamientos y enfoques convencionales, lo que es la causa de fondo de la crisis de gobernabilidad. No es el caso que los políticos tradicionales tengan las recetas adecuadas y por “maldad” se resistan a aplicarlas. El punto es que no las saben. (…)
A partir de una concepción diferente, más científica y moderna de la política y sus posibilidades tecnológicas reales, es como podría ser posible la generación de tratamientos que cumplan con tres condiciones necesarias a la persuasión pública requerida:
1. Deben ser radicales pero pocos: dos extremos resultan imposibles, dañinos o inútiles: el planteamiento de una reforma radical y global, que se ocupe de todo a la vez, en el mejor de los casos será altamente traumático y, más probablemente, imposible de aplicar por falta de capacidad para gerenciar un grado de cambio tan exhaustivo; la estrategia de cambiar lo menos posible e ir ajustando las cosas de modo incrementalista es derrotada por la complejidad original del problema y su velocidad de complicación creciente. Este dilema es comprendido intuitivamente por el elector promedio. De allí la poca credibilidad de los programas de gobierno exhaustivos, así como la de los programas tímidos e incrementalistas. Para que un programa alcance la credibilidad necesaria deberá ser del tipo radical selectivo, es decir, identificador de pocos puntos estratégicos sobre los que se ejerza una acción transformadora a fondo. Y a esta condición deberá sumarse la de concreción, pues no bastará la enumeración de pocas áreas si éstas son vagamente definidas.
2. Deben ser eficaces: no se trata por tanto de pseudotratamientos. “Reactivar la economía” no es la solución, sino el estado final que debe alcanzarse una vez aplicada la solución. Combatir el “centralismo”, combatir el “presidencialismo”, etcétera, son orientaciones generales muy loables pero poco concretas. Los tratamientos deberán venir explicados en forma tan concreta que se pueda especificar su beneficio y su costo. Los tratamientos deberán dirigirse al ataque de causas problemáticas antes que a la moderación temporal de sintomatologías anormales.
3. Deben ser positivos: se necesita un planteamiento terapéutico que trascienda la política quejumbrosa para ofrecer salidas que permitan un razonable optimismo.
Por último, el candidato debiera tener la capacidad de “librar por todos”. (En el juego infantil del escondite se estipula a veces una regla por la que al quedar sólo un jugador por descubrir, éste puede salvarse, no únicamente a sí mismo, sino a todos los anteriores que hayan sido atrapados.) No se trata acá de “capacidad de convocatoria” (…) El cargo de Presidente de la República tiene de por sí mucha capacidad de convocatoria, y lo tendría mucho más si tal cargo lo ocupase un outsider que hubiera logrado dar la sorpresa. El punto está más bien en la voluntad real de convocar que tenga el involucrado, en la medida en que no esté atado a intereses tan específicos que no pueda verdaderamente pasar por encima de rencores de asiento grupal. Si un aspirante a outsider sorpresivo, a “tajo” de las elecciones, plantea su campaña con un grado apreciable de vindicta, de falta de comprensión de lo que en materia de logros políticos debemos aún a los adversarios, obtendrá temprana resonancia y fracaso final. El outsider con posibilidad de éxito no se impondrá por una mera descalificación de sus contendientes y, en todo caso, no por descalificación que se base en la negatividad de éstos sino en la insuficiencia de su positividad. El propio Isaac Newton reconoció: “Si pude ver más lejos fue porque me subí sobre los hombros de gigantes».
Después de esas consideraciones de fondo, el estudio mencionado entró en las de carácter práctico. Decía entre otras cosas:
El eje básico de una campaña correctamente ejecutada pasa nuevamente por la suficiencia de los tratamientos que el outsider proponga. La campaña debe ser planteada en esos términos: suficiencia vs. insuficiencia.
Luego viene la consideración del tiempo estratégico. Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible.* Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. (…) Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea.
Este punto viene ligado, como dijimos, al tema de los recursos. Pues una condición de corrección de la campaña deberá ser por fuerza la de su economía. La campaña deberá ser económica. Tanto porque no se dispondrá de muchos recursos como porque un gasto excesivo produciría un rechazo de la misma. Así, la campaña debiera ser diseñada en términos económicos.
Esto será posible si la campaña es planteada en términos de calidad vs. cantidad. Contra la reiteración esloganista de millares de cuñas y pancartas, una concentración en mensajes más completos, más densos y contundentes.
A favor de esta posibilidad jugaría la amplificación que se daría por el efecto de novedad. Por el mismo hecho de plantearse una campaña de estilo diferente es como se daría la posibilidad de distinguir el mensaje en un mar de ruido electoral, en la cacofonía de las abrumantes campañas tradicionales, como un minúsculo flautín clarísimo lo hace dentro de un tutti orquestal.

Tío Conejo sí puede ganarle a Tío Tigre
Finalmente, aquel estudio de hace casi veinticinco años volvía sobre el crucial tema de los recursos, arriba mencionado en relación con una consideración del tiempo estratégico. Su argumentación fue reutilizada en el trabajo Tío Conejo como outsider—un capítulo del libro Chávez es derrotable (Libros Marcados, 2005)—y se pone a continuación:
La condición crítica será seguramente la de disponibilidad de los recursos. Acá se enfrentaría un outsider con la incredulidad básica ante una aventura no convencional y con la tendencia conservadora que aun en casos de crisis encuentra difícil ensayar algo novedoso. Aquellos que pudieran dotar a un candidato como el descrito con los recursos suficientes estarán oscilando entre los extremos de más de un dilema.
Uno de los dilemas es el de seguridad vs. corrección. Se sabe de lo inadecuado de los actores políticos tradicionales, pero ante un planteamiento correcto por un outsider habría la incomodidad de abandonar lo conocido. Stafford Beer decía, refiriéndose a la sociedad inglesa de hoy, que su problema era que “los hombres aceptables ya no son competentes, mientras los hombres competentes no son aceptables todavía”. En forma similar Yehezkel Dror destaca otro dilema: si se quiere eficacia es necesaria una transparencia en los valores, la exposición descarnada de los mismos; si lo que se quiere, en cambio, es consenso, entonces es necesaria la opacidad de los valores, no discutirlos más allá de vaguedades y abstracciones.
Así, pues, se estaría ante un dilema de tradicionalidad vs. eficacia, de poder vs. autoridad. Es pronosticable que la mayoría de los actores con recursos, ante una solicitud de cooperación por parte de un outsider con tratamientos realmente eficaces, se pronunciaría por los términos dilemáticos más conservadores o “seguros”.
Pero es concebible que una minoría lúcida entre los mismos pueda proveer los recursos exigidos por una campaña poco costosa—no puede, no debe ser cara—en grado suficiente, al menos para cebar la bomba que pueda absorber los recursos totales del mercado político general, pues si la aventura cala en el ánimo del público, una multitud de pequeños aportes puede sustituir o complementar a un número reducido de aportes cuantiosos.**
Pero el obstáculo principal consistirá en salvar la diferencia entre una percepción de improbabilidad y una de imposibilidad. Ni aun el menos conservador de los hombres dará un céntimo a una campaña de este tipo si considera que todo el esfuerzo sería inútil, si piensa que un resultado exitoso es, más allá de lo improbable, completamente imposible. El análisis que hemos hecho indica que, si bien el éxito de una aventura así es por definición improbable—a fin de cuentas se trataría de una sorpresa—no es necesariamente imposible, y que, por lo contrario, la dinámica del proceso político venezolano hace que esa baja probabilidad inicial vaya en aumento. Si esto es percibido de este modo, entonces tal vez las fuentes de apoyo necesarias quieran comportarse como un jugador racional de la ruleta con cien dólares en la mano. Apartará cincuenta dólares como reserva y de los cincuenta restantes apostará la mayoría, cuarenta y cinco quizás, a las posibilidades de mayor probabilidad: rojo (Chávez), negro (Borges), par (Smith), impar (Petkoff). Pero jugará cinco de los cien dólares en pleno al diecisiete negro (outsider), porque sabe que si la apuesta es de éxito menos probable, si pierde lo hace poco y si gana, en virtud del efecto multiplicador del pleno, obtendrá mucho más de lo que haya invertido.
En El pelotón opositor, nota varias veces citada en este blog, se afirmó en marzo del año pasado: «No es un candidato ‘normal’ quien puede derrotar al Presidente en ejercicio». Seis años antes decía el epígrafe de Tío Conejo como outsider:
Siendo que Chávez tiene el mayor control del poder posible en Venezuela—político, militar, económico—una oposición al estilo cacical debe fracasar. Es un brujo, no un cacique, quien puede suceder a Chávez a corto plazo. (…) No es otro “tío tigre” menor que pretenda discutirle la posición alfa a Tío Tigre en su manada. Es Tío Conejo.
Tío Conejo existe. LEA
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*En 1990, tres años después de la campaña breve prescrita en Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela, Alberto Fujimori, un estadista prometedor que se perdió en la corrupción, alcanzó la Presidencia de Perú luego de una campaña de tres meses, a pesar de ser un desconocido para la mayoría del país a su comienzo.
**En 2008, veintiún años después del mismo estudio, la campaña de Barack Obama obtuvo la gran mayoría de sus fondos—un total de 745 millones de dólares—en donaciones pequeñas del público en general que contribuía por Internet.
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por Luis Enrique Alcalá | May 13, 2011 | Fichas, Política |

CAP y sus invitados más cercanos
Es muy referido, en la crónica política venezolana de los últimos años, el episodio de la «coronación» de Carlos Andrés Pérez al inicio de su segundo y peor gobierno: el acto principal en el Teatro Teresa Carreño y las actividades periféricas de visitas y agasajos menores. Tampoco es desconocido que la estrella de los visitantes extranjeros que vinieron al país en esa ocasión fue Fidel Castro. Por estos días, el general Carlos Julio Peñaloza asegura que Castro trajo un contrabando de armas para alimentar el «Caracazo» que se desataría poco después. Peñaloza—como quienes aseguraban hasta la semana pasada que Barack Obama no había nacido en los EEUU y ahora se han mudado a la tesis de que bin Laden no está muerto—disfruta una buena teoría de conspiración pero, por muy activo que se haya mostrado últimamente (¿qué andará buscando?), no ha aportado la más mínima prueba de esa aseveración, y sobre cosa de tanta monta conviene tenerla.
Un participante local en el real sarao, más bien menor, era Hugo Chávez, entonces en servicio militar activo. Éste confesó el 13 de enero de 2009, en la Asamblea Nacional y sin que viniera al caso o se lo hubieran pedido, que el día de la toma de posesión de Pérez procuró exhibirse como uno de sus más calurosos partidarios. En Carácter del reo (Carta Semanal #319 de doctorpolítico, 12 de febrero de 2009) referí esto último de la siguiente manera:
El 13 de enero de este año todavía incipiente, Chávez torturaba a los televidentes venezolanos con una alocución de más de siete horas y media desde la Asamblea Nacional. Se trataba de su informe de gestión al concluir el ejercicio de 2008, al que convirtió en panegírico de los diez años que ya lleva en el poder, que asumió por vez primera el 2 de febrero de 1999. Entre los asistentes que no pudieron despegarse de sus asientos estaban, como es natural, los diputados mismos y las barras convocadas para el apoyo ruidoso y borreguil, pero también sufrieron el excesivo y autobiográfico abuso los miembros del cuerpo diplomático acreditado en el país. Entre otras barbaridades, éstos debieron escuchar la explicación acerca de cómo el presidente Chávez mentía, por propia admisión, una veintena de años atrás.
En efecto, en uno de sus peculiares recuentos históricos, el recuerdo de Hugo Chávez regresó a febrero de 1989, cuando Carlos Andrés Pérez asumía por segunda vez la Presidencia de la República. Chávez aludió específicamente al acto de toma de posesión de Pérez en el Teatro Teresa Carreño, el fastuoso acto que mereció el cognomento de “coronación” e irritó a una población muy exigida, a la que días después se le aumentaría el precio de la leche y el pan, y el del transporte público al producirse el aumento del precio de la gasolina; a esa población que reaccionaría airada con el “Caracazo” del 27 y 28 de febrero de ese año. Recordó Chávez, incluso, que Fidel Castro, su “padre”, estaba entre los circunstantes que aplaudían a Pérez. Entonces, el Presidente de la República contó a quienes apenas comenzaban la sufriente audición, y a quienes en ese momento lo veían y escuchaban por radio o televisión, cómo es que él era quien aplaudía más frenéticamente, aunque por supuesto conspiraba ya activamente, para que se le tuviera por persona afecta al régimen. Esta confesión la expuso con orgullo satisfecho, como si el engaño fuera travesura meritoria, inmoralidad necesaria a la revolución que todo lo absuelve.

Le causaba gracia ser pintado como monarca
La presencia de Fidel Castro fue, en esa oportunidad, muy importante para algunos. Casi un millar de trabajadores intelectuales del país, la mayoría de ellos ligada a la Universidad Central de Venezuela, se retrató en grupo con su firma al pie de un manifiesto que lo declaraba «entrañable referencia». El texto fue publicado en el diario El Nacional el 1° de febrero de 1989 y cuarenta y ocho horas más tarde en el diario 2001. Resulta muy interesante repasar esa nómina de admiradores, en la que ciertos nombres son los esperados; otros, en cambio, pescuecean hoy para ser aplaudidos como heroicos combatientes del chavo-castrismo. Una de esas firmas elogiosas del déspota cubano esperó dieciséis años para escribir en 2005: «…las fotografías del presidente Hugo Chávez con Fidel Castro producen esa terrible desazón porque son el emblema del descaro con que el gobierno autoritario de Venezuela procura y paga a precio de oro una intervención extranjera, que, encima, lleva la marca de una dictadura ferozmente represiva, sanguinaria y empobrecedora…» (Milagros Socorro. Ya Castro no le parece tan entrañable).
Para combatir el olvido que convendría a quienes hubieran debido contentarse mucho con el «socialismo del siglo XXI», he aquí, de seguidas, el texto del muy miope manifiesto y la nómina, en orden alfabético de apellidos, de ese club pretencioso en el que no faltan inconsistentes, tal vez postizos, falsos antichavistas de ahora. LEA
………
MANIFIESTO DE BIENVENIDA A FIDEL CASTRO
Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina.
En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos. Hace treinta años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de una victoria ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal colectivo. Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria.
1. Guillermo Abdala, escultor
2. Carmen Absueta, escritora
3. Ángel Eduardo Acevedo, escritor
4. Josefina Acevedo, cineasta
5. Elizabeth Acosta, investigadora Inst. de Investigaciones Econ. y Sociales UCV
6. Enriqueta Acosta, prof. UCV
7. Maruja Acosta, prof. Sociología UCV
8. Oscar Acosta, director teatral
9. Vladimir Acosta, coordinador de la Facultad de Economía UCV
10. Lola de Acuña, prof. LUZ
11. Emilio Agra, artista gráfico
12. Gilberto Agüero Gómez, dramaturgo
13. Sadia Aguilar, historiadora
14. Carlos Aguirre, titiritero
15. Jacqueline Aguirre, periodista
16. Marcial Aguirre, artista plástico
17. Yohana Ahumada, actriz
18. Alberto Alcalá, periodista
19. Gilberto Alcalá, periodista
20. Gustavo Alcalá, escritor
21. Luis Alcalá, prof. UDO
22. Aureliano Alfonzo Torres, cineasta
23. Ángel Alvarado, escritor
24. Hernán Alvarado, artista plástico
25. Iris Alvarado, artista plástica
26. Ramón Alvarado, prof. Economía UCV
27. Gisela Alvaray, directora de la Escuela de Educación UCV
28. Adolfo Álvarez, prof. Educación UCV
29. Eduardo Álvarez, escritor
30. Humberto Álvarez, periodista
31. Javier Álvarez, cineasta
32. María del Mar Álvarez, prof. Trabajo Social UCV
33. Maritza Álvarez, coordinadora Inst. de Investigaciones Económicas UCV
34. Sergio Alves Moreira, escritor
35. Ana Amundaray, fotógrafa
36. Raiza Andrade, prof. Sociología ULA
37. Luis A. Angulo, escritor
38. Laura Antillano, escritora
39. Sergio Antillano G., crítico de arte
40. Alfredo Anzola, cineasta
41. Carmen Aranguren, prof. ULA
42. Elizabeth Araujo, periodista
43. Edmundo Aray, escritor
44. Ignacio Luis Arcaya, ex canciller
45. Armando Arce, cineasta
46. Ernesto Arends, prof. ULA
47. Romelia Arias, vicepresidenta del Ateneo de Caracas
48. Carmen Amelia Arma, investigadora ININCO
49. Alfredo Armas Alfonzo, escritor
50. Lali Armengol, dramaturga
51. Ruperto Arocha, prof. Filosofía UCV
52. César Arteaga, prof. Derecho UC
53. Jorge Arteaga, pintor
54. Pilar Arteaga de Hernández, promotora de espectáculos
55. Verónica Artigas, actriz
56. Solange Arvelo, artista plástica
57. Alberto Arvelo Mendoza, cineasta
58. Alberto Arvelo Ramos, escritor
59. Consuelo Ascanio, prof. Administración UCV
60. Francisco Ascanio, farmacéutico
61. Haydée Ascanio, cineasta
62. María Elena Ascanio, promotora cultural
63. Rodolfo Ascanio, prof. Medicina UCV
64. Michelle Ascencio, directora de la Escuela de Letras UCV
65. Omar Astorga, prof. Filosofía UCV
66. Rosamaría Atencio, cineasta
67. Alidha Ávila, cineasta
68. Ligia Ávila, escritora
69. María Magdalena Ávila, promotora cultural
70. Sonia Azparren, economista
71. Carlos Azpúrua, cineasta
72. Guadalupe Babia, investigadora UCV
73. Aquiles Báez, músico
74. Juan Carlos Báez, historiador
75. Carmen Elena Balbás Rivas, prof. Comunicación Social UCAB
76. Jorge Ball, fotógrafo
77. Ricardo Ball, director de la Escuela de Comunicación Social LUZ
78. Rubén Ballesteros, vicerrector académico UC
79. José Balza, escritor
80. Jorge L. Barboza, escritor
81. Alberto Barrera, escritor
82. Olegario Barrera, cineasta
83. Juan Barreto, periodista
84. Luz Marina Barreto, prof. Filosofía UCV
85. Oswaldo Barreto, escritor
86. Pedro Barreto, escultor
87. Rafael Ángel Barreto, presidente IVCA
88. Sergio Barreto, investigador CENAM-UCV
89. Abdala Barrios, escritora
90. Fabricio Barrios, comunicador social
91. Gladys de Barrios, prof. UPEL
92. José Barroeta, escritor
93. Luisa Barroso, periodista
94. Cristóbal Bastidas, prof. Trabajo Social UCV
95. Oscar Bastidas, prof. Administración UCV
96. Oscar Battaglini, historiador
97. Carlos Becerra, prof. Arquitectura UCV
98. Francisco Bechara, decano de la Facultad de Odontología UCV
99. Ramón Belisario, pintor
100. Giovanna Bellarino, fotógrafa
101. Freddy Bello, prof. UC
102. Mauro Bello, pintor
103. Milena Bello, prof. UC
104. José Gregorio Bello Porras, escritor
105. Dolly Benavides, periodista
106. José Benedetto, arquitecto
107. Edgar Benítez, psiquiatra
108. Luna Benítez, periodista
109. Manuel Bermúdez, escritor
110. Winston Bermúdez, economista
111. Luis Bermúdez Romero, escritor
112. Pedro Beroes, escritor
113. José Berroterán, músico de “Un Solo Pueblo”
114. Marisela Berti, actriz
115. Edme Betancourt de García, vicerrectora administrativa UC
116. Luisa Bethencourt, prof. CENDES
117. Teresa Biancelli, prof. Historia UCLA
118. Luis Bigott, coordinador de la Facultad de Humanidades UCV
119. Marcelino Bisbal, director de la Escuela de Com. Social UCV
120. Antonio Blasco, prof. UC
121. Miguel Bolívar, prof. Sociología UCV
122. Modesta Bor, compositora
123. Jorge Borges, actor
124. José Borges, actor
125. Eudis Borra, prof. Medicina UCV
126. Velia Bosch, escritora
127. Carlos Botto, prof. Medicina UCV
128. María Teresa Boulton, fotógrafa
129. Gabriel Bracho, pintor
130. Helena de Bracho, periodista
131. Sandra Bracho, fotógrafa
132. América Bracho E., periodista
133. Martiniano Bracho Sierra, escritor
134. Madilia Braga Díaz, prof. de Ballet
135. José Luis Briceño, prof. Economía UCV
136. Mirna Briceño, prof. Trabajo Social UCV
137. Argimiro Briceño León, promotor cultural
138. Roberto Briceño León, prof. Sociología UCV
139. Luis Enrique Brito, fotógrafo
140. Luis Britto García, escritor
141. Jacques Broquel, bailarín
142. Ana Brumlick, arquitecta
143. Luisa Bujanda, psicóloga
144. J. J. Burgos, escritor
145. Manuel Caballero, escritor
146. Antonio Cabezas, artista gráfico
147. Erubí Cabrera, productora teatral
148. Jesús María Cadenas, miembro del Consejo Universitario UCV
149. José Luis Cadenas, fotógrafo
150. Rosita Caldera, periodista
151. María Calderón, músico
152. Sari Calogne, directora de la Escuela de Educación UCV
153. Agustín Calzadilla, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos
154. Juan Calzadilla, escritor
155. Pedro Calzadilla Álvarez, historiador
156. Juan Antonio Calzadilla Arreaza, escritor
157. Luisa Camacho, investigadora social
158. Yolanda Camacho de Rodríguez, Grupo “Las Moño Suelto”
159. Alberto Camarriel, prof. Economía de la UCV
160. Milagros Camejo Octavio, Grupo “Las Moño Suelto”
161. Carmen Teresa Camino, pintora
162. Antonio Campos, director teatral
163. Beatriz Campos, prof. de la UDO
164. Miguel Ángel Campos, escritor
165. José Campos Biscardi, pintor
166. José Canache, escritor
167. Aureliano Canchica, prof. de Educación UCV
168. Malula Capello, escritora
169. Graciela Capriles, psicóloga
170. Simonne Capriles, economista
171. Alfredo Caraballo, prof. Sociología UCV
172. Arturo Cardozo, historiador
173. Lubio Cardozo, escritor
174. Freddy Carquez, prof. Medicina UCV
175. Gonzalo Carrero, prof. Trabajo Social UCV
176. Julio Carrillo, escritor
177. Margot Carrillo Pimentel, prof. ULA
178. Elisa Carvalho, prof. Humanidades UCV
179. Elisa Casado, prof. Educación UCV
180. Ramón Casanova, prof. de CENDES
181. Victoria Casanovas, prof. Economía UCV
182. Nora Castañeda, coordinadora administrativa de Economía UCV
183. Antonio Castejón, decano de la Fac. de Ciencias Experimentales LUZ
184. Marianela Castés, prof. de Medicina UCV
185. Adicea Castillo, prof. Economía UCV
186. Alfrides Castillo, prof. Sociología UCV
187. Carlos Castillo, cineasta
188. Evelia Castillo, actriz
189. Freddy Castillo, escritor
190. Jorge Castillo, arquitecto
191. María Teresa Castillo, presidenta del Ateneo de Caracas
192. Ocarina Castillo, directora de cultura UCV
193. Omar Castillo, periodista
194. Zoila Castillo, cineasta
195. Gregorio Antonio Castro, director de la Escuela de Sociología UCV
196. Guillermo Castro, investigador ININCO
197. Claudio Cedeño, caricaturista
198. Gema de Cedeño, pintora
199. Ismael Cejas, prof. ULA
200. Audio Cepeda, fotógrafo
201. Alfredo Chacón, escritor
202. Ana Cointa Chacón, periodista
203. Germania Chacón, promotora cultural
204. Roberto Chacón, prof. ULA
205. Román Chamorro, cineasta
206. Rubén Chamorro, cineasta
207. Oscar Chaparro, cineasta
208. Irwing Chapellín, artista plástico
209. Haydée Chavero, prof. Arte UCV
210. Carmelo Chillida, ex vicerrector UCV
211. José Luis Chiquito León, secretario UC
212. César Chirinos, escritor
213. Diego Nicolás Chirinos, periodista
214. Edmundo Chirinos, ex rector UCV
215. Orlando Chirinos, escritor
216. Frank Cisneros, dibujante
217. Vial Cisneros, arquitecto
218. Omar Luis Colmenares, periodista
219. Héctor Colmenares Díaz, escritor
220. Hely Colombani, escritor
221. Aída Cometta Manzoni, escritora
222. Alberto Comte, escritor
223. Yorlando Conde, director de teatro T-POS
224. Amanda Contreras, prof. Trabajo Social UCV
225. Elsy Contreras, tallista
226. Fernando Contreras, prof. ULA
227. Gustavo Contreras, prof. UC
228. Diómedes Cordero, escritor
229. Rafael Cordero, prof. Psicología UCV
230. Jesús Cordero Giusti, promotor cultural
231. Armando Córdoba, prof. Economía UCV
232. Víctor Córdova, prof. Economía UCV
233. Máximo Corrales, promotor cultural
234. Marbella Correa, prof. UFM
235. Belkis Cortez, prof. ULA
236. Laura Cracco, escritora
237. Virgilio Crespo, Danzaluz
238. Jacinto Cruz, actor
239. Teresa Cuberos, prof. UCV
240. Alfonso Cuesta y Cuesta, escritor
241. Luis Cuevas, pintor
242. Víctor Cuica, músico
243. Miguel Curiel, cineasta
244. Nicolás Curiel, director teatral
245. Antonio E. Dagnino, actor
246. Maruja Dagnino, cineasta
247. Luis F. Damiani, prof. Sociología UCV
248. Miguel Elías Dao, cronista de Puerto Cabello
249. Haleis Dávila, prof. Sociología UCV
250. Rui De Carvalho, psiquiatra
251. Pablo De La Barra, cineasta
252. Venancio De La Cruz, prof. Trabajo Social UCV
253. Mario Del Moral, músico
254. Paúl Del Río, pintor
255. Cruz Elena Delgado, promotora cultural
256. Kotepa Delgado, escritor
257. Fernando Delgado Espinoza, médico
258. Igor Delgado Senior, escritor
259. María Cristina Di Prisco, prof. Medicina UCV
260. Rafael Di Prisco, escritor
261. Luisa E. Díaz, promotora cultural
262. María Lucía Díaz, prof. Comunicación Social UCV
263. Mercedes Díaz, actriz
264. Raúl Díaz, pintor
265. Trino Díaz, vicerrector administrativo UCV
266. Oscar Díaz Punceles, escritor
267. Gustavo Díaz Solís, escritor
268. Franca Donda, fotógrafa
269. Josune Dorronsoro, crítico de arte
270. Pedro Duno, escritor
271. Paulino Durand, actor
272. Aracelys Echeverría, arquitecto
273. Elías Eljuri, decano de la Facultad de Economía UCV
274. Perán Erminy, crítico de arte
275. Ralph Erminy, arquitecto
276. Julio Escalona, prof. Psicología UCV
277. Elisa Escámez, actriz
278. Elba Escobar, actriz
279. Kiddio España, director del Teatro Estable de Oriente
280. Homero Español, prof. Economía UCV
281. María Eugenia Esparragoza, cineasta
282. Gioconda Espinel, prof. Trabajo Social UCV
283. Manuel Espinoza, artista plástico
284. Elena Estaba, directora de Planeamiento UCV
285. Malila Estaba, pintora
286. Rosa Estaba, prof. Geografía UCV
287. Rosa Estacio, prof. Economía UCV
288. Arnaldo Esté, prof. Filosofía UCV
289. Gaudi Esté, escultora
290. Edna Estéves, coordinadora del vicerrectorado administrativo
291. Raúl Estevez, prof. Física ULA
292. Víctor Fajardo Cortez, prof. CENDES
293. Humberto Farfán, coordinador de Trabajo Social UCV
294. David Fermín, prof. ULA
295. Alexis Fernández, escritor
296. Beatriz Fernández, prof. CENDES
297. Federico Fernández, fotógrafo
298. Gladys Fernández, directora de la Escuela de Administración UCV
299. José Fernández, prof. Psicología UCV
300. José Humberto Fernández, titiritero
301. Liliana Fernández, prof. UCV
302. Hugo Fernández Oviol, escritor
303. Marisol Ferrari, bailarina
304. Yoston Ferrigni, prof. Sociología UCV
305. Lady Fonseca, prof. de Trabajo Social UCV
306. Nereida Fonseca, promotora cultural
307. Roberto Fontana, fotógrafo
308. Celso Fortoul, prof. Ingeniería UCV
309. Lydda Franco Farías, escritora
310. Luis Fuenmayor, rector UCV
311. Elizabeth Fuentes, periodista
312. Rafael Fuentes, promotor cultural
313. Maite Galán, promotora cultural
314. Alberto Galíndez, actor
315. Francisco Gallardo, director teatral
316. Eduardo Gallegos Mancera, escritor
317. Orlando Gámez, músico
318. Raquel Gamus, prof. UCV
319. Alix García, secretaria del Consejo Universitario UCV
320. Jesús García, antropólogo
321. Luis García, fotógrafo
322. Luis R. García, periodista
323. Luis Rafael García, periodista
324. Marcela García, prof. UCV
325. María García, prof. LUZ
326. Víctor García, promotor cultural
327. Yajaira García, periodista
328. Zacarías García, artista plástico
329. Humberto García Arocha, ex ministro de Educación
330. Gonzalo García Bustillos, ex ministro de la Secretaría de la Presidencia
331. José Francisco García Marcano, prof. UC
332. Manuel García Pulido, coordinador de la Facultad de Humanidades UCV
333. Emiro García Rosas, periodista
334. José Luis Garrido, artista gráfico
335. Judith Gasparini, actriz
336. Paolo Gasparini, fotógrafo
337. Esther Gautier, presidenta de CENATEV
338. Francisco Gavidia, prof. ULA
339. Gertrudis Gavidia, prof. ULA
340. Inmaculada Gavidia, cineasta
341. Jesús Gazo, s.j., presbítero
342. Elena Gil, cantante
343. Frida Gil, músico de Un Solo Pueblo
344. Ricardo Gil, historiador
345. Carlos Giménez, director teatral
346. Lulú Jiménez Valdivia, investigadora CELARG
347. Jorge Giordani, prof. CENDES
348. Nagliegli Godoy, coordinadora Galería “Viva México”
349. Xitlalli Godoy, actriz
350. Jesús Golindano, periodista
351. Valmore Gómez, cineasta
352. Ileana Gómez C., traductora
353. Asdrúbal González, historiador
354. Beatriz González, historiadora
355. Carlos A. González, prof. Medicina UCV
356. Cristina González, periodista
357. Eberto González, prof. UFM
358. Franklin González, prof. Trabajo Social UCV
359. Gonzalo González, politólogo
360. Noel González, junta directiva de FEVEC
361. Oswaldo González, prof. UC
362. Raúl González, fotógrafo
363. Reddy González, artista plástico
364. Roberto González, artista plástico
365. Manuel González Abreu, prof. Economía UCV
366. Néstor González Acuña, prof. Administración UCV
367. Alí González P., miembro del Consejo Universitario UCV
368. Beatriz González Stephan, prof. UCV
369. Jesús Alberto González Vegas, prof. Medicina UCV
370. Marisela Gonzalo, semióloga
371. Elsa Gramcko, pintora
372. Ida Gramcko, escritora
373. Omar Granados, prof. ULA
374. Edgardo Greco, promotor cultural
375. Aníbal Grunn, actor
376. Jesús Enrique Guédez, cineasta
377. María Guédez, ceramista
378. Cleides Guerra, directora Escuela de Idiomas UCV
379. Cristóbal Guerra, periodista
380. Elena Guerra, prof. Trabajo Social UCV
381. Ibrahím Guerra, director teatral
382. Carmen Priscila Guevara, prof. UDO
383. Emil Guevara, prof. UCV
384. Arturo Gutiérrez, escritor
385. Jesús Rafael Gutiérrez, prof. Medicina UCV
386. José Albano Gutiérrez Pacheco, prof. UC
387. Eduardo Guzmán, arquitecto
388. Manuel Guzmán, director Revista Letras UCV
389. Mario Handler, cineasta
390. Maryam Hanson, prof. UCV
391. Ana Cristina Henríquez, cineasta
392. Alba Rosa Hernández, prof. USB
393. Amelia Hernández, periodista
394. Ana Rosa Hernández, prof. Trabajo Social UCV
395. Augusto Hernández, fotógrafo
396. Emely Hernández, prof. Arte UCV
397. Enrique Hernández, arquitecto
398. Gustavo Hernández, promotor cultural
399. Josefina de Hernández, prof. CENDES
400. Lesbia Hernández, diseñadora gráfica
401. Loyola Hernández, internacionalista
402. Régulo Hernández, prof. Economía UCV
403. Earle Herrera, escritor
404. José Rafael Herrera, prof. Filosofía UCV
405. Luis Alfredo Herrera, prof. Veterinaria UCV
406. María Helena Herrera, investigadora CENDES
407. Francisco Herrera Luque, escritor
408. Benjamín Hierro, pintor
409. Daniel Honaggn, bailarín
410. Solveig Hoogesteijn, cineasta
411. Magali Huggins, prof. Trabajo Social UCV
412. Lilian Hung, prof. CENDES
413. Isabel Hungría, actriz
414. Mirtila Illas Gil, abogada
415. Rafael Iribarren, arquitecto
416. Eva Ivanyi, directora artística
417. Rodolfo Izaguirre, crítico cinematográfico
418. Ariel Jiménez, artista plástico
419. Edgar Jiménez, promotor cultural
420. Elisa Jiménez, prof. Psicología UCV
421. Alberto Jordán, periodista
422. Josefina Jordán, escritora
423. Josefina Juliac de Palacios, vicepresidenta del Ateneo de Caracas
424. Manón Kubler, cineasta
425. Olga L. de García Arocha, prof. Medicina UCV
426. Diana Labrador, actriz
427. Luis Lander, prof. Economía UCV
428. Edgardo Lander L., prof. Sociología UCV
429. Américo Lares, prof. UDO
430. Ronald Lares, prof. UPEL, Maturín
431. Morella de Larriva, prof. UNELLEZ
432. Ramón Larriva Contreras, promotor cultural
433. Vladimir Lazo, prof. Economía UCV
434. Edgar Leal, prof. Ciencias UCV
435. Vielma Lehmann, investigadora ININCO
436. Hernán Lejter, director teatral
437. Andrés A. León, director de teatro
438. Enrique León, director de teatro
439. Ernesto León, pintor
440. Jesús Alberto León, escritor
441. Ramón León, arquitecto
442. Adeliz León Guevara, escritor
443. León Levy, escritor
444. Boris Lima, prof. Trabajo Social UCV
445. Tiburcio Linares, prof. UCV
446. Rita Liprandi, prof. CENDES
447. Antonia de Lisio, investigadora CENAM-UCV
448. Marcelo Lizarraga, diseñador gráfico
449. Antonio Llerandi, cineasta
450. Belén Lobo, bailarina
451. Emiro Lobo, pintor
452. Enrique Lobo, arquitecto
453. Alí López, prof. ULA
454. Carmen López, periodista
455. Daniel López, actor
456. Edilio López, promotor cultural
457. Hercilia López, bailarina
458. Lupe López, bibliotecóloga
459. María Victoria López, prof. UPB
460. Ibrahím López García, prof. UFM
461. Luis López Grillo, decano de la Facultad de Medicina UCV
462. Ramón Losada Aldana, escritor
463. María del Mar de Lovera, prof. Economía UCV
464. María Elena Lovera, prof. Economía UCV
465. Tamara Lozada, prof. Comunicación Social LUZ
466. Henry Mac Carthy, actor
467. Arlette Machado, prof. Letras UCV
468. Gertrudis de Machado, periodista
469. Luis E. Machado, promotor cultural
470. Gilberto Madrid, abogado
471. Ángel Madriz, escritor
472. Héctor Malavé Mata, prof. Economía UCV
473. Ricardo Maldonado, decano Facultad de Ciencias Económicas UC
474. Cósimo Mandrilo, escritor
475. Carmen Mannarino, escritora
476. Manuel Manrique, abogado
477. Carmen Isabel Maracará, escritora
478. Gabriel Marcos, escultor
479. Jesús Marín, prof. ULA
480. Hugo Mariño, artista plástico
481. Carlos Márquez, actor
482. Esperanza Márquez, cantante
483. Yilbert Márquez, pintor
484. Augusto Márquez Brandt, escritor
485. Alexis Márquez Rodríguez, escritor
486. Cinesio Márquez Sosa, prof. Historia UCLA
487. Juan Carlos Márquez Villa, pintor
488. Ambretta Marrosu, crítico cinematográfico
489. Susana Martín, promotora cultural
490. Agustín Martínez, director de la Escuela de Filosofía UCV
491. José Luis Martínez, prof. ULA
492. Pedro J. Martínez, prof. Estudios Políticos UCV
493. Salvador Martínez, pintor
494. Ulises Martínez, historiador
495. Mahfud Massis, escritor
496. Aquilino José Mata, periodista
497. Humberto Mata, escritor
498. Manuel Matute, psiquiatra
499. David Maury, psicoanalista
500. Reinaldo Maza, prof. UPEL, Maturín
501. Domingo F. Maza Zavala, economista
502. Luisa Medina, prof. Administración UCV
503. Ramón Daniel Medina, escritor
504. Fernando Medina Ferrada, escritor
505. Edna Medina Patrick, directora de la Escuela de Letras LUZ
506. Arístides Medina Rubio, director de la Escuela de Historia UCV
507. Pedro Esteban Mejía, prof. de Economía UCV
508. Trino Meleán, psiquiatra
509. Asdrúbal Meléndez, actor
510. Ramón Melinkoff, prof. de Economía UCV
511. Freddy J. Melo, escritor
512. Absalón Méndez, prof. Economía UCV
513. Ana Irene Méndez, periodista
514. Consuelo Méndez, pintora
515. Humberto Mendoza, abogado
516. Ricardo Mendoza, profesor
517. Silvia Mendoza, actriz
518. Gladys Meneses, pintora
519. Elys Mercado, rector UC
520. Marco Tulio Mérida, historiador
521. Giovanna Mérola, crítico cinematográfico
522. Omar Mesones, productor de cine
523. Diego Meza Torres, actor
524. Carlos Mezones, promotor cultural
525. Gustavo Michelena, guionista
526. Francisco Mieres, economista
527. Rigel Milian, promotora cultural
528. Carlos Miranda, actor
529. Abdel Mohamed, historiador
530. Moisés Moleiro, escritor
531. Federico Moleiro Camejo, escritor
532. Adelina Molina, prof. Trabajo Social UCV
533. Alfonso Molina, periodista
534. Félix Molina, fotógrafo
535. Lenin Molina, prof. Comunicación Social UCV
536. Manuel Isidro Molina, periodista
537. Ricardo Molina Martí, prof. de Medicina UCV
538. Eva Mondolfi, actriz
539. Tulio Monsalve, prof. Psicología UCV
540. Juan José Monsant, internacionalista
541. Esteban Emilio Monsonyi, dir del doctorado en Ciencias Sociales UCV
542. Jorge Monsonyi, prof. Antropología UCV
543. Consuelo Montalvo, escritora
544. Luis Montenegro, promotor cultural
545. Álvaro Montero, escritor
546. Antonio Montilla, vicepres. Con. Desarrollo Cient. y Humanístico UCV
547. Gabriel Montilla, prof. ULA
548. J. J. Montilla, presidente de Desarrollo Científico UCV
549. Carmen Elena Morales, prof. ULA
550. Ileana Morales, escritora
551. Pedro Morales, cineasta
552. Rafael Morales, prof. ULA
553. Adolfo Moreno, prof. ULA
554. Héctor Moreno, actor
555. José Moreno Colmenares, prof. Economía UCV
556. Ángel Moros, Administración y Contaduría UCV
557. Carlos Mujica, escritor
558. Héctor Mujica, escritor
559. Ildemaro Mujica, actor
560. Lohengri Mujica, titiritero
561. Yolanda de Mujica, escultora
562. Gastón Murat, actor
563. Donald Myerston, cineasta
564. Álvaro Naranjo, investigador de cine
565. Guillermo Natera, prof. ULA
566. Luis Navarrete Orta, prof. Letras UCV
567. Tania Navarro, prof. Odontología UCV
568. Eudes Navas Soto, escritor
569. Aníbal Nazoa, escritor
570. Claudia Nazoa, cineasta
571. Laura Nazoa, crítico de danza
572. Leonardo Nazoa, prof. CENDES
573. Juan Negrete, prof. UCV
574. Michael New, cineasta
575. Carlos Noguera, escritor
576. Simón Noriega, escritor
577. Ada Nucetti, actriz
578. Jorge Nunes, escritor
579. Miguel Ángel Núñez, prof. UCV
580. Tito Núñez, escritor
581. J. R. Núñez Tenorio, escritor
582. Carlos Ochoa, escritor
583. Juvencio Ochoa, médico
584. Nelly Ochoa, ceramista
585. Verónica Oddo, actriz
586. Enna Olivar, escritora
587. Ligia Olivieri, pintora
588. Gabriela Omerz, investigadora ILDIS
589. José Napoleón Oropeza, escritor
590. Carlos Ortega, periodista
591. Joaquín Ortega, prof. UCV
592. Frank Ortiz, escritor
593. Jaime Ortiz, director de la Cinemateca Arlequín
594. Aníbal Ortiz Pozo, caricaturista
595. Nelson Osorio, prof. de Letras UCV
596. William Osuna, escritor
597. Yolanda Osuna, escritora
598. Alejandro Otero, artista plástico
599. Mariana Otero, lic. en Letras
600. Ana Teresa Ovalles, presidenta del Ateneo de Barquisimeto
601. Caupolicán Ovalles, presidente de la Asoc. de Escritores de Venezuela
602. Omar Ovalles, prof. UCV
603. Tibisay Ovalles, promotora cultural
604. Edilberto Pacheco, prof. Trabajo Social UCV
605. Abilio Padrón, pintor
606. Juan Páez Ávila, escritor
607. Jesús Páez Puerta, cantautor
608. Ángel Palacios, junta directiva de FEVEC
609. Antonia Palacios, escritora
610. Inocente Palacios, escritor
611. Lucila Palacios, escritora
612. Elio Palencia, dramaturgo
613. Ramón Palomares, escritor
614. Luis Pardi, actor
615. Gianfranco Parisi, prof. ULA
616. Francisco Parra, promotor cultural
617. Orlando Pastor Díaz, folklorista
618. Carlos Paván, prof. Filosofía UCV
619. Antonio José Pavón, pintor
620. Yanira de Paz, prof. letras LUZ
621. Carlos Pecheneda, cineasta
622. Edilio Peña, dramaturgo
623. Pablo Peñaranda, prof. Psicología UCV
624. Gustavo Pereira, escritor
625. Juvencio Pereira, escritor
626. Mirna Pereira, pintora
627. Iván Pereira Cellis, cineasta
628. Eddy Rafael Pérez, escritor
629. Manuel Pérez, pintor
630. Mary Carmen Pérez, pintora
631. Mario Pérez, librero
632. Milagros Pérez, periodista
633. Ramón Elías Pérez, escritor
634. Régulo Pérez, pintor
635. Ernesto Pérez Baptista, prof. ULA
636. Marelys Pérez Marcano, prof. Trabajo Social UCV
637. Ramón Pérez Piña, actor
638. Cecilio Pérez Tovar, periodista
639. Cruz Pernía, artesano
640. Blas Perezo Naveda, escritor
641. Horacio Peterson, director teatral
642. Edgar Petit, pintor
643. Félix N. Pifano, crítico de arte
644. Sandra Pinardi, lic. en Letras
645. Elías Pino Iturrieta, decano de la Facultad de Humanidades UCV
646. Iris Pinto, promotora cultural
647. Nallery Pinto, historiadora
648. Roger Pinzón, cineasta
649. Rafael Pizani, ex rector UCV
650. Marianela Ponce, escritora
651. José Ángel Porte-Acero, prof. Psicología UCV
652. Carlos Portillo, investigador social
653. Dilcia Potenza, jefe del área de Literatura de la UPB
654. Aída de Prado, educadora
655. Manuel Prado, médico
656. Nelson Prato, prof. CENDES
657. Adrián J. Prays, prof. Filosofía
658. Ibrahím Prieto, junta directiva de FEVEC
659. Luis Beltrán Prieto Figueroa, educador
660. Samuel Prince, cantante
661. Carlos E. Puche, pintor
662. Edgar Queipo, pintor
663. Florentino Querales, músico de “Un Sólo Pueblo”
664. Ismael Querales, músico de “Un Sólo Pueblo”
665. Jesús Querales, músico de “Un Sólo Pueblo”
666. Manuel Quijada, ex ministro de Fomento
667. Alberto Quintero, promotor de espectáculos
668. Alfonso Quintero, abogado
669. Ednodio Quintero, escritor
670. Inés Quintero, investigadora del Instituto de Historia UCV
671. Pedro Julio Quintero, ceramista
672. Valentina Quintero, periodista
673. Víctor Quintero, arquitecto
674. José QuinteroWeir, escritor
675. Livio Quiroz, cineasta
676. Víctor Rago, director de la Escuela de Antropología UCV
677. Vilma Ramia, promotora cultural
678. Gilberto Ramírez, artista plástico
679. Rafael Ramírez Camilo, prof. UCV
680. Alexis Ramos, secretario UCV
681. María Elena Ramos, investigadora de arte
682. Nelson Ramos, pintor
683. Francisco Ramosoteldo, artista gráfico
684. Domingo Alberto Rangel, escritor
685. Julieta Ravard, psicoanalista
686. Carlos Rebolledo, cineasta
687. Guillermo Rebolledo, dir. del Instituto de Investigaciones Econ. UCV
688. Diana Reches, ecologista
689. Ángela Rengifo, educadora
690. Rafael Rengifo M., prof. CENDES
691. José Rodolfo Rico, prof. UCV
692. Irlanda Rincón, investigadora CENAM-UCV
693. Pedro Rincón Gutiérrez, ex rector LUZ
694. Gladys Rincón Palo, prof. UNIMET
695. Jorge Rivadaneira, escritor
696. Aura Rivas, actriz
697. Humberto Rivas, titiritero
698. Ivonne Rivas, lic. en Letras
699. Rómulo Rivas, actor
700. Celalba Rivera, escritora
701. Dulce María Rivero, grupo “Las Moño Suelto”
702. Emilcen Rivero, escritor
703. Nelson Rivero, actor
704. Víctor Ángel Rivero, prof. Economía UCV
705. Pedro Robles, escritor
706. Eduardo Robles Piquer (RAS), crítico de arte
707. Mariano Rocha, abogado
708. Alberto Rodríguez, escritor
709. Alberto Rodríguez, prof. ULA
710. Alí Rodríguez, ensayista
711. Antonieta Rodríguez, “Luto Activo”
712. Beatriz Rodríguez, prof. de Psicología UCV
713. Carlos César Rodríguez, escritor
714. Consuelo Rodríguez de Ascanio, diseñadora
715. Dalia Rodríguez, psicóloga
716. Fernando Rodríguez, prof. Filosofía UCV
717. Imperio Rodríguez, periodista
718. José Rodríguez, fotógrafo
719. Juan Rodríguez, caricaturista
720. Juan Gregorio Rodríguez, prof. ULA
721. Luis Cipriano Rodríguez, prof. Historia UCV
722. Luisa Rodríguez, historiadora
723. Manuel Alfredo Rodríguez, escritor
724. Marta Yadira Rodríguez, periodista
725. Nelson Rodríguez, periodista
726. Orlando Rodríguez, crítico teatral
727. Rosángela Rodríguez, prof. Filosofía Pedagógico de Barquisimeto
728. Manuel Rodríguez Campos, director Biblioteca UCV
729. Irene Rodríguez Gallad, prof. Historia UCV
730. Alfredo Roffé, crítico cinematográfico
731. Violeta Roffé, escritora
732. Alexis Rojas, junta directiva de FEVEC
733. Carlos Germán Rojas, fotógrafo
734. Emilia Rojas, actriz
735. José de la Cruz Rojas, prof. ULA
736. Reinaldo Rojas, historiador
737. Armando Rojas Guardia, escritor
738. Violeta Rojo, crítico cinematográfico
739. Lukó de Rokha, pintora
740. Denzil Romero, escritor
741. Luis Romero, prof. Filosofía UCV
742. Jesús A. Rondón, prof. ULA
743. Luis Emilio Rondón Bravo, músico
744. Pavel Rondón, prof. Economía UCV
745. Winston Rosalles, actor
746. Helia de Rosario, prof. CENDES
747. Rafael Rosel, escritor
748. Milagros Rosell, promotora cultural
749. Bernardo Rotundo, promotor cultural
750. Cerina Rotundo, actriz
751. Emiro Rotundo, prof. Economía UCV
752. Alfredo Rugeles, compositor y director de orquesta
753. Bernabé Ruiz, arquitecto
754. Nidia Ruiz, prof. Sociología UCV
755. Leopoldo Ruiz Paolini, prof. UC
756. Roberto Ruiz T., vicerrector académico UCV
757. Domingo A. Ruiz V., prof. CENDES
758. Margara Russotto, escritora
759. Keyla Saab, prof. Educación UCV
760. Carmiña Sadner Montilla, prof. Educación UCV
761. Inés de Sáez, prof. Educación UCV
762. Simón Sáez Mérida, prof. Sociología UCV
763. Elizabeth Safar, investigadora ININCO
764. Luis B. Salas P., prof. UCV
765. Adolfo Salazar Quijada, prof. Administración UCV
766. Elsa Salazar, arquitecto
767. Jesús Salazar, escritor
768. Trina Salazar, prof. ULA
769. Johnny Salazar R., escritor
770. Helena Salcedo, periodista
771. Marcelo Salcedo, promotor cultural
772. Ernestina Salcedo Pizani, escritora
773. Oscar Sambrano Urdaneta, director de la Casa de Bello
774. Ana María San Juan, investigadora de Sociología UCV
775. Belén San Juan, educadora
776. Antolín Sánchez, fotógrafo
777. Eneida Sánchez, promotora cultural
778. Lourdes Sánchez, ceramista
779. Pedro Sánchez, promotor cultural
780. Carlos Sánchez D. dramaturgo
781. Mamela Sánchez Urdaneta, directora de Publicaciones UCV
782. Sonia Sanoja, bailarina
783. Jesús Sanoja Hernández, escritor
784. Denis Santacruz, prof. Educación UCV
785. Ramón Santaella, prof. Economía UCV
786. Duilia Santana, cineasta
787. Rodolfo Santana, dramaturgo
788. Aída Santana Nazoa, prof. UCV
789. Andrés Santeliz, director de la Escuela de Economía UCV
790. Desirée Santos A., periodista
791. Xavier Sarabia, director teatral
792. Helena Sassone, crítico de arte
793. Helena Scannone, investigadora de arte
794. Elizabeth Schon, escritora
795. Yolanda Segnini, historiadora
796. Teresa Selma, actriz
797. Jesús Serra, escritor
798. Vladimir Sersa, fotógrafo
799. Sergio Sierra, documentalista
800. Alfredo Silva Estrada, escritor
801. Héctor Silva Michelena, prof. Economía UCV
802. José Silva Salguero, periodista
803. Freddy Siso, cineasta
804. Milagros Socorro, periodista
805. Mónica Socorro, artista plástico
806. Francisco Solórzano, periodista
807. Heinz Rudolph Sonntag, prof. CENDES
808. Antonieta Sosa, artista plástica
809. Miguel Octavio Sosa, director de FUNTACA
810. Arturo Sosa, s. j., Centro Gumilla
811. Jesús Sotillo, periodista
812. Carmen Alida Soto, prof. Bibliotecología UCV
813. Carmen Alida Soto, prof. UCV
814. Tarik Souki, cineasta
815. María Clenticia Stelling, prof. UCAB
816. Abilio Suárez, prof. UDO
817. Bernardo Suárez, arquitecto
818. Martín Szinetar, escritor
819. Néstor Tablante y Garrido, bibliógrafo
820. Tulio Tagliaferro, director de cultura LUZ
821. José León Tapia, escritor
822. Iraida Tapias, actriz
823. María Josefina Tejera, investigadora literaria UCV
824. Benjamín Terán, cantautor
825. Ana Rita Tiberi, actriz
826. Cecilia Todd, cantante
827. Roberto Todd, promotor cultural
828. Tecla Tofano, escritora
829. Jesús Torrealba, prof. UCV
830. Ramón Torrealba, investigador de la comunicación
831. Alberto Torres, músico
832. Alexis Torres, prof. ULA
833. Freddy Torres, dramaturgo
834. Fredzia Torres, prof. Psicología UCV
835. Ildemaro Torres, escritor
836. Lilia Torres de Parisca, prof. UCV
837. Amneris Tovar, prof. UCV
838. Marianela Tovar, lic. en Letras
839. Fernando Travieso, arquitecto
840. Oswaldo Travieso, prof. UCV
841. Antonio Trujillo, escritor
842. Manuel Trujillo, escritor
843. Ugo Ulive, director teatral
844. Isabel Urbaneja, cineasta
845. Iván Urbina Ortiz, prof. Administración UCV
846. Carmen Luisa Urbina, prof. UFM
847. Segundino Urbina, prof. UFM
848. Adriana Urdaneta, bailarina
849. Alberto Urdaneta, director CENDES
850. Belkys Urdaneta, periodista
851. Claudia Urdaneta, promotora cultural
852. Josefina Urdaneta, escritora
853. Luis Urdaneta, artista plástico
854. Luz Urdaneta, bailarina
855. Nora Uribe, prof. Comunicación Social UCAB
856. Robin Urquhary, educadora
857. Betania Uzcátegui, pintora
858. Juan Vicente Vadell, prof. Derecho UC
859. Manuel Vadell, editor
860. María de Vadell, editora
861. Argenis Valbuena, prof. Trabajo Social UCV
862. Judith Valencia, prof. Economía UCV
863. Mildred Valera M., prof. Economía UCV
864. Haydée Valles, prof. UCV
865. Chela Vargas, prof. Historia UCV
866. Edmundo Vargas, pintor
867. Vilma Vargas, prof. Letras UCV
868. Alejandro Vásquez, prof. Comunicación Social LUZ
869. Orlando Vásquez, artista plástico
870. Enrique Vásquez Fermín, prof. Educación UCV
871. Berta Vega, escritora
872. Lucila Velásquez, escritora
873. Orlando Venturini, prof. UCV
874. Ballardo Vera, escritor
875. Helena Vera, escritora
876. Nilda Vera, prof. ULA
877. Omar Verde, decano de la Facultad de Veterinaria UCV
878. Oswaldo Verenzuela, grabador
879. Elvira Veroes, prof. Humanidades UCV
880. Fabiola Vethencourt, prof. UCV
881. José Luis Vethencourt, psiquiatra
882. Lolita Vethencourt, prof. Administración UCV
883. Ángel Vilanova, escritor
884. Mercedes Villa de Márquez, psicóloga UCV
885. Luis Villafaña, licenciado en Filosofía
886. Alcides Villalba, prof. UCV
887. Federico Villalba, escritor
888. Johnny Villalba, escritor
889. Federico Villanueva, arquitecto
890. Freddy Villarroel, artista plástico
891. Edwin Villasmil, pintor
892. Margarita Villegas, artista plástico
893. Mario Villegas, periodista
894. Silvio Villegas, prof. ULA
895. Alfredo Vitoria, vicepresidente del Ateneo de Barquisimeto
896. Frank Viloria, prof. UCV
897. Oscar Viloria, prof. UCV
898. Ludmila Vinogradoff, periodista
899. Pável Vizcaya, actor
900. Carlos Viso, prof. UCV
901. Carlos Viso Carpintero, historiador
902. Carlos Viso Fajardo, prof. Educación UCV
903. Fruto Vivas, arquitecto
904. Germán Rivas, prof. Trabajo Social UCV
905. Pedro Juan Vives Suriá, presbítero
906. Gladys Volcán, prof. Economía UCV
907. Carlos Walter, prof. CENDES
908. Andreína Womutt, bailarina
909. Damely Yeguez, directora de Trabajo social UCV
910. Eduardo Zambrano Colmenares, escritor
911. Pedro León Zapata, artista plástico
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