Omaggio a un grande signore
Así como todos los ciudadanos del planeta debemos estar agradecidos de la lucha de los egipcios, los tunecinos, los libios, los sirios, y de las protestas en la madrileña Puerta del Sol y de la justicia de Nueva York sobre Dominique Strauss-Kahn, debemos también estarlo de Riccardo Muti. Si ya le debíamos homenaje por sus opulentas interpretaciones musicales, su reciente gesto en el Teatro de la Ópera de Roma, al convocar al público para que cantara junto al coro Va pensiero—del Nabucco de Giuseppe Verdi—en protesta por la obscenidad de la Presidencia de Italia y en presencia del mismísimo Silvio Berlusconi, añade una dimensión ulterior a nuestra admiración por el gran director de orquesta. Como tributo insuficiente a su grandeza de hombre íntegro, coloco acá algunos ejemplos de su vigorosa dirección orquestal, precedidos todos de la misma pieza o fragmento tal como los interpretan otros directores de gran calidad.
Salvo el encore final, toda la música de esta entrada fue compuesta por el gran compositor ruso Pyotr Illich Tchaikovsky, cuya riqueza orquestal se aviene al fogoso temperamento del italiano. Pero, para manifestar claramente el punto que quiero hacer, para saber de qué hablamos, el primer ejemplo no será de él sino de uno de sus más ilustres predecesores, el húngaro Antal Doráti (1906-1988), de conducción parecida a la de Muti en su claridad, en su apego a la intención del compositor y la esencia de la música, en su electrizante energía.
Un vals es una pieza compuesta en el compás de 3 por 4, y es música que se baila. Las reglas rítmicas exigen que un compás ternario lleve normalmente acentuado el primero de sus tiempos. Para percibir una cosa tan elemental como se debe, hay que escuchar dirigiendo a gente como Doráti o Muti, lo que puede comprobarse con el ejemplo que sigue: el conocidísimo Vals de las Flores del ballet Cascanueces. André Previn es, ciertamente, un magnífico director de orquesta; no en balde fue Director Titular de la Orquesta Sinfónica de Londres, una de las mejores agrupaciones del mundo, que aquí dirige. Pero luego hace sonar Doráti la misma orquesta, y notaremos cómo la hace marcar con decisión, especialmente en las cuerdas bajas, el primer tiempo de cada compás. Así se toca un vals en serio.
Vals de las flores de Cascanueces – Previn
Vals de las flores de Cascanueces – Doráti
Ahora, más valses, más Tchaikovsky. Uno de sus más famosos 3/4 es el Vals Final de La bella durmiente, archiconocido gracias a la película de Walt Disney. Primero suena con la misma Sinfónica de Londres, bajo la impecable dirección de uno de mis directores favoritos: Anatole Fistoulari. A continuación, il signore Muti dirige a la Orquesta de Filadelfia, de la que fue su Director Musical y luego su Conductor Laureate, antes de mudarse a Chicago. (Muti transformó el famoso sonido de una privilegiada sección de cuerdas, la renombrada textura sedosa que puliera Eugene Ormandy, para lograr una orquesta de secciones equilibradas, con el beneplácito de los ingenieros de sonido que la grabaron por él dirigida. Ya la Orquesta de Filadelfia ha adquirido una elocuente sección de metales, capaz de pronunciarse con la aspereza que a veces se le exige). La versión de Muti, nos percataremos, tiene una fogosa urgencia que falta en la de Fistoulari.
Vals final de La bella durmiente – Fistoulari
Vals final de La bella durmiente – Muti
Un altro valse. Cuando, a comienzos de los años sesenta, el ilustre precursor de Muti al frente de la Orquesta de Filadelfia, Eugene Ormandy—la dirigió por 44 años—, grabó para el sello Columbia un álbum de dos discos con música del ballet El lago de los cisnes, se tuvo a esa ejecución por la versión definitiva de la obra. Pero esa cumbre fue superada después, con la misma orquesta, por Riccardo Muti. Oigamos dos versiones del Vals del Acto I; primero por el húngaro, luego por el italiano. Es digno de notar en la segunda rendición el trabajo de los metales.
Vals del Acto I de El lago de los cisnes – Ormandy
Vals del Acto I de El lago de los cisnes – Muti
El programa cierra con una comparación extraordinariamente difícil, pues acá tiene Muti que medirse con la que es habitualmente considerada la mejor orquesta del mundo: la Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam, dirigida por Bernard Haitink. He aquí el fragmento de cierre del primer movimiento de la Sinfonía Manfredo; es música potente, con el despliegue orquestal pleno del noble tema de Manfredo. Muti dirige acá a la Orquesta Philharmonia, una de las grandes agrupaciones londinenses. De la comparación se obtiene un claro veredicto: es Riccardo Muti el director más poderoso.
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Prometí un encore. Aunque es de Romeo y Julieta, no es música de Tchaikovsky, sino de su compatriota, Sergei Prokofiev. De este ballet, el número Montescos y Capuletos; primero, en una clara versión de la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida, de nuevo, por André Previn y, de seguidas, por Muti al frente de la Orquesta de Filadelfia. Un detalle para la comparación: el trabajo incisivo de las cuerdas a los 1′ 25″ de la versión de Previn vs. que el que logra Muti a los 1′ 21″ en la suya. Los cuatro segundos que al momento adelanta Muti atestiguan la acostumbrada urgencia musical del brioso director italiano.
Montescos y Capuletos – Previn
Montescos y Capuletos – Muti
Bravo, maestro. Como dice mi señora, será Muti, pero de muto no tiene nada. Por su música, por su postura política, grazie mille. LEA
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