A ver qué encuentra

La máquina del espectrómetro magnético Alfa (AMS)

 

El transbordador espacial Endeavour (Emprendimiento) despegó del Centro Espacial Kennedy a las 8:56 ET del lunes 16 de mayo en su último viaje (penúltimo del programa; el Atlantis cerrará la larga y mayormente exitosa serie en junio). Se dirige a la Estación Espacial Internacional, a la que llevará equipo y otros suministros. El equipo principal, la máquina AMS (por sus siglas del inglés: Alpha Magnetic Spectrometer), será instalado en la estación con el propósito de llevar a cabo experimentos que pudieran detectar antimateria y/o materia oscura. Se trata de un equipo de fabricación internacional a un costo de dos mil millones de dólares.

El tamaño del AMS comparado con nosotros

Un concepto de antimateria fue formulado ya a fines del siglo XIX. Luego de nociones más o menos nebulosas de Willam Hicks, el físico británico (nacido en Alemania) Arthur Schuster habló de antimateria y antiátomos en dos cartas de 1898 a la revista Nature, en las que llegó a visualizar la aniquilación de materia y antimateria al encontrarse. La formulación moderna es la de Paul Adrien Maurice Dirac, quien predijo en 1928 un antielectrón, una partícula idéntica al electrón en todas sus propiedades (masa, espín) salvo en su carga eléctrica, que sería en su caso positiva, o contraria a la del electrón. En 1932, Carl D. Anderson confirmó experimentalmente la predicción de Dirac y llamó positrones (por su carga eléctrica positiva) a las partículas que pudo observar. Más adelante, el concepto fue generalizado para postular que toda partícula subatómica tiene su correspondiente antipartícula, y así dar actualidad a la idea de una antimateria. Por su mayor parte, la materia observable en el universo es, justamente, materia; la cantidad de antimateria sería más bien minúscula, y esta asimetría en la distribución de materia y antimateria es uno de los acertijos no resueltos de la física. Cuando materia y antimateria se encuentran, se produce su aniquilación mutua, quedando en su lugar energía en forma de radiación electromagnética.

Lo de la materia oscura es algo enteramente distinto, y bastante más misterioso. De hecho, la materia oscura y la más abundante energía oscura son una sorpresa incómoda para la cosmología, pues entre ambas constituirían  más del 90% de la masa presente en el universo. Sólo 4,6% de ésta correspondería a materia cuya naturaleza es la que laboriosamente ha llegado a ser comprendida durante más de un siglo de física subatómica o de partículas. Lo que se creía la coronación de esta rama de la física, el Modelo Estándar propuesto por Murray Gell-Mann, es aplicable a menos de 5% de la masa-energía existente en el cosmos. En una digresión sobre las virtudes de un buen político, (El político virtuoso, 18 de octubre de 2007), propuse que esta situación de la física, la más matemática, la más rigurosa de las ciencias experimentales era una lección de modestia:

El primer día de este mes de octubre, la revista Newsweek reportaba sobre los problemas novísimos que ha traído a la Física la constatación de que el cosmos contiene inconmensurables cantidades de materia y energía “oscuras”, las que son muchísimo mayores que la materia y energía para las que existen teorías más o menos aceptables. Es decir, que ignoramos cómo es y cómo se comporta el 96% de la materia y la energía contenida en el universo. Nuestra ciencia más avanzada ha conseguido, a duras penas, articular explicación acerca del comportamiento de sólo el 4% del cosmos. Newsweek escogió el siguiente título para el artículo referido: “En la ‘energía oscura’, humildad cósmica”.

Y en Tiempo de incongruencia, la sección final de un trabajo de febrero de 1985, ya anticipaba:

Ese nuevo actor político, pues, requiere una valentía diferente a la que el actor político tradicional ha estimado necesaria. El actor político tradicional parte del principio de que debe exhibirse como un ser inerrante, como alguien que nunca se ha equivocado, pues sostiene que eso es exigencia de un pueblo que sólo valoraría la prepotencia. El nuevo actor político, en cambio, tiene la valentía y la honestidad intelectual de fundar sus cimientos sobre la realidad de la falibilidad humana. Por eso no teme a la crítica sino que la busca y la consagra.

Y es que en la misma matemática, por excelencia la reina del conocimiento humano, nos topamos con límites fundamentales. Así puse, en comentario sobre los famosos teoremas de Kurt Gödel (1931) de un trabajo de diciembre de 1990:

En términos generales, el límite göde­liano constituye una sobria advertencia, puesto que, si ni siquiera la “reina de las ciencias”, el conocimiento más frío y seguro está libre de inconsistencia, no puede admitirse de otras cien­cias—digamos de las políticas, por poner un caso—la pretensión que fue negada a la matemá­tica.

Claro, no abundan en el mundo, menos en Venezuela, los políticos modestos. LEA


El despegue del Endeavour, hoy a las 8:56 ET

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