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Audiencia entusiasmada en el Centro Obertura de Madison, Wisconsin

 

Un intelectual es quien puede escuchar la Obertura de Guillermo Tell sin pensar en el Llanero Solitario.

Billy Connolly

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Imagino que son miles los conciertos que comenzaron por una obertura. En mi experiencia como oyente de conciertos debe haber sido una media docena de veces, al menos, que los escuché empezar por la Obertura de Ruslán y Ludmila, del inspirador de Los Cinco—Balakirev, Borodin, Cui, Mussorgsky, Rimsky-Korsakoff—y padre de la música nacionalista rusa, Mikhail Glinka (1804-1857). Es inconfundiblemente una pieza de apertura y, como es así, se inicia con la alegre y elegante pieza esta entrega musical sin más preámbulo que decir que la ejecutan los músicos de la Orquesta Sinfónica de Londres dirigidos por Sir Georg Solti.

Glinka

Bach era buen abridor

Bach era buen abridor

Cuando componía Glinka, ya las oberturas contaban doscientos años de existencia. Originalmente eran lo que su nombre indica: una pieza de apertura que iniciaba una ópera, a veces con ballet. Monteverdi ya usó una toccata para abrir su Orfeo (1607). Pero fue la obertura francesa la que estableciera definitivamente el género (Jean-Baptiste Lully). Pronto pasaría esa forma a la apertura de suites puramente orquestales con el trabajo de gente como Juan Sebastián Bach. Cada una de sus cuatro suites orquestales se inicia con una obertura y, de hecho, en el idioma alemán se emplea el término Ouvertüren para referirse a las Orchestersuiten enteras. Mi favorita es la Obertura de la Suite Orquestal #3 en Re mayor (BWV 1.068). Hela aquí por la Academia de Música Antigua de Berlín (Akademie für Alte Musik Berlin) conducida por Bernhard Forck.

Bach

Las oberturas de esa época se componían de dos partes, siendo más lenta la primera y más vivaz la segunda. Más tarde evolucionarían hasta la complejidad de una minisinfonía, como la cumbre de Gioachino Rossini, la Obertura de Guillermo Tell, que tiene cuatro movimientos distinguibles y nombrados separadamente. El siguiente paso sería la independencia: ya no eran piezas que introducían una ópera o abrían una suite de danzas, sino una forma independiente, antecesora en carácter e intención de lo que serían más tarde los poemas sinfónicos. El trabajo de Tchaikovsky, por ejemplo, es numeroso en esta clase de oberturas: Romeo y Julieta (Obertura-Fantasía), La tempestad, Francesca da Rimini, Hamlet, 1812, aunque también una Petite ouverture para abrir el Acto I de su ballet Cascanueces. Ludwig van Beethoven (1770-1827) también apreció la forma: compuso una Obertura Coriolano, tres Leonora (ópera única que terminó llamándose Fidelio, con obertura del mismo nombre) y colocó una obertura al comienzo de sus piezas de música incidental para Egmont, la obra de Johann Wolfgang von Goethe sobre el Conde de Egmont, el héroe holandés que combatió a un siniestro Duque de Alba. Es la obertura lo que se interpreta y graba con más frecuencia, y ahora la toca la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de Alfred Scholz.

Beethoven

El espectro de una nave

El espectro de una nave

Era enteramente natural que el compatriota de Beethoven, el compositor de óperas grandiosas Richard Wagner (1813-1883), compusiera oberturas para su obra escénico-musical. Al aficionado a la música de conciertos, la obertura de Tannhauser y, sobre todo, la Obertura de Los Maestros Cantores de Nuremberg, le son familiares. Menos interpretada pero igualmente poderosa y épica es la Obertura de El Holandés Errante, que es ópera sobre la leyenda de un buque fantasma condenado a navegar sin descanso. Daniel Barenboim dirige a la Orquesta de París en una versión más bien sobria de la pieza.

Wagner

Un niño prodigio que fundaría la gran Orquesta Filarmónica de Viena, el compositor de cinco óperas Otto Nicolai (1810-1849), tomó de la comedia Las alegres casadas de Windsor (William Shakespeare) el tema para su obra homónima, de la que hoy en día se interpreta su obertura con alguna frecuencia. El carácter de esta pieza es, por supuesto, muy diferente al de la anterior. Es la orquesta que él creara, en manos de Hans Knappertsbusch, la encargada de tocarla de inmediato.

Nicolai

En continente americano, Leonard Bernstein (1918-1990) compuso una buena cantidad de música escénica. (Por ejemplo, para el musical West Side Story, de fama cinematográfica). Lillian Hellman quiso hacer con el satírico Cándido de Voltaire una pieza de teatro con música incidental, al estilo de previos trabajos suyos, pero Bernstein la convenció de presentarla como opereta. Para ella compuso la música, que incluye una obertura que él mismo dirige aquí con la que fuera la orquesta de su vida: la Filarmónica de Nueva York.

Bernstein

Tan breve como la pieza de Bernstein o la de Glinka, es la Obertura festiva en La mayor, op. 96 de Dmitri Shostakovich (1906-1975), quien la compuso para conmemorar en 1954 el 37º aniversario de la Revolución Rusa en acto escenificado en el Teatro Bolshoi. El compositor se vio forzado a iniciar y completar la pieza en tres días, pues había recibido la petición de Vassili Nebolsin, quien dirigiría el concierto conmemorativo, una semana antes de su fecha. John Williams y la Orquesta Boston Pops nos la ofrecen acá.

Shostakovich

Nikolai Anokhin: Invierno ruso

Nikolai Anokhin: Invierno ruso

Y como la anterior y la primera, la obertura de cierre—contradictio in terminis—es rusa. Se trata de la Obertura 1812, de Pyotr Illyich Tchaikovsky (1840-1893), a cargo de Zubin Mehta y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. También es una obra conmemorativa; en este caso, de la derrota del gran ejército invasor—medio millón de efectivos—conducido por Napoleón Bonaparte. Creo que todos hemos oído la popular pieza, cuya orquestación incluye carillón y cañones (a veces campanas tubulares, banda de guerra para su sección final, coros y órgano). Todos sabemos reconocer en ella las notas de La Marsellesa, y hemos aprendido, gracias a Tchaikovsky, las del himno Dios salve al Zar.

Tchaikovsky

No se juega con el invierno en Rusia. LEA

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