I Pagliacci Country Club

En cola: Mugabe, Lukashenko, Chávez

Es un club realmente exclusivo (y excluyente). Está conformado por los autócratas en el poder. Chávez es sólo de los más recientes, un recién venido, si se le compara con Fidel Castro (52 años mandando), Muammar al-Gaddafi (casi 42), Robert Mugabe (31), Kim Jong-il (18), Alexander Lukashenko (17)  o Abdullah bin Abdul-Aziz (15). Hu Jintao es un rookie que se encaramó tan recientemente como en 2003.

Ahora que está claro que el tsunami político del norte de África no ha cesado, ahora cuando colapsa el régimen del más destacado de los payasos, Gaddafi, a pesar de su «fraternal» brutalidad—uno de los títulos del déspota libio es el de Líder Fraternal y Guía de la Revolución—, que envía helicópteros a disparar desde el aire a los manifestantes en su contra y a masacrar entierros de sus previos asesinatos, está claro asimismo cuál es el tema central de las revueltas populares en el mundo árabe: el repudio de las autocracias. El mundo árabe, en una sorprendente lección de alcance planetario, está diciendo que los dictadores que se venden como indispensables son en verdad enteramente prescindibles, se disfracen o no de demócratas, celebren o no elecciones.

De este descomunal movimiento no hay que temer que surjan estados teocráticos al estilo iraní. Es la gente joven, secularizada, moderna, respetuosa de los derechos de la mujer, lo que irrumpe como ola imparable. Ninguna otra cosa que un abrazo que cruce océanos es lo que debemos ofrecer a esta liberación. Nada justifica que alguien se crea necesario como gobernante; incluso más: nadie debe verse más nunca como gobernante, sino como servidor. Menos todavía cuando se trata de un gobierno absoluto. (DRAE: Aquel en que todos los poderes se hallan reunidos en una sola persona o cuerpo, sin limitación, especialmente en un monarca).

Hugo Chávez no ha escondido nunca su vocación autocrática. En abril de 1999 escribía una trasnochada carta a la Corte Suprema de Justicia, que concluyó de este modo: «Inmerso en un peligroso escenario de Causas Generales que dominan el planeta (Montesquieu; Darwin), debo confirmar ante la Honorabilísima Corte Suprema de Justicia el Principio de la exclusividad presidencial en la conducción del Estado». (Destacado de este blog). Al estilo del prototipo de los monarcas absolutos, Luis XIV, Chávez produjo una engorrosa oración altisonante y pretenciosa—todavía lo asesoraba Norberto Ceresole—que viene a decir más o menos lo mismo que l’État c’est moi. Tampoco ha ocultado que se siente mucho más a gusto reuniéndose con Castro (sobre todo), Ahmadinejad, Gaddafi, Lukashenko y cualquier otro tirano en el mundo. Es esta clase de conchupancia interesada lo que hizo crédulo a William Hague, Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, quien dijo que Gaddafi pudiera haber huido de Libia para refugiarse en Venezuela. Por algo prestó crédito a la especie, ya desmentida por el gobierno venezolano. El prepotente hijo del tirano libio, Saif al-Islam, dijo por la televisión estatal—una VTV cualquiera—que la salida de su padre traería el caos a su país. Es el mismo chantaje que Chávez ha usado más de una vez en contra nuestra.

Mutuo afecto

Chávez, por supuesto, no ha llegado a los extremos inmisericordes de Gaddafi. En otras ocasiones se ha precisado aquí una noción que no debe ser olvidada, en momentos cuando la neurosis de los opositores enfermizos del régimen venezolano saca las cosas de proporción. Por ejemplo, en el artículo Contra los necios, de hace exactamente un año, donde se apuntaba: «…no se necesita mucha sagacidad para entender que el chavoma, por más pernicioso e invasivo que sea, es mucho menos virulento que el hitleroma». (Al hacer defensa de José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel, con frecuencia molestados por una mezquina necedad).

Pero a pesar de su relativamente baja virulencia, el pernicioso régimen chavista debe estar consternado con estas protestas populares que se extienden desde Túnez hasta el Yemen, pasando por Egipto y por Libia. Por ahora, Chávez calla ante la masacre del pueblo libio. No ha tenido la ocurrencia de pedir a su compinche Muammar que devuelva la réplica de la espada de nuestro Libertador. LEA

La profanación de los símbolos

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(Ver en La Patilla, Chávez comparó a Gadafi con Bolívar).

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Nuestro líder es Egipto

La historia del joven y el soldado

Los egipcios forman hoy la vanguardia del mundo, la punta de la conciencia política del planeta. ¡Qué hermosura!

Jorge Guillermo Federico Hegel creía filosóficamente en eso de la punta de lanza de la conciencia del mundo, del Weltgeist. Él creía que eso era en su tiempo Napoleón Bonaparte, quien hacía la guerra a escasos metros del manuscrito de La filosofía del espíritu, por cuya preservación temió Hegel mientras se desarrollaba la Batalla de Jena. Otros también lo creyeron, y Beethoven era uno de ellos. Su Tercera Sinfonía, la Heroica, que da inicio al romanticismo musical, estaba dedicada a Napoleón. Al saber que Bonaparte se había proclamado emperador, fue al escritorio, tomó la partitura original y rasgó la porción donde había puesto la dedicatoria a una obra que debió llamarse Sinfonía Buonaparte, como había sido Intitulata Bonaparte, Geschriben auf Bonaparte, escrita en honor de Bonaparte. Ludwig comulgaba con los ideales de la Revolución Francesa, no con un tirano.

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Nacha Sucre me dijo: «¿No y que los egipcios son subdesarrollados y violentos? ¡Mira la lección que nos dan! Sin ninguna violencia han salido del dictador. Eso va a influir en muchas partes. ¡Que se preparen!»

En Egipto, Pueblo y Ejército juntos. No es un golpe de Estado. Se trata de un referendum en sauvage, como diría un amigo: una manifestación inequívoca de la voluntad del Poder Constituyente Originario de Egipto, su Corona, la que ha mandado: «¡Vete, Hosni Mubarak!» Ese poder está fuera y por encima de la Constitución de Egipto. Esta constitución no puede limitar lo que la Corona apruebe. Por los momentos, aprueba que el poder pase al Ejército.

¡El mundo está hoy de fiesta! Gracias, Egipto. De tu sensatez y tu sabiduría dependerá que continúes estando, como hoy, a la cabeza de nosotros. LEA

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A ustedes, hermanos egipcios, el Scherzo de la Sinfonía Heroica por los jóvenes músicos venezolanos:

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