La gallera política

Operación en el CIMEQ de La Habana

Operación en el CIMEQ de La Habana

Es un deplorable y preocupante espectáculo el protagonizado por la dirigencia política nacional, en momentos cuando un importantísimo venezolano se defiende del asedio de la muerte. Los dirigentes oficialistas marcan la pauta.

Poco antes del más reciente informe oficial acerca del estado de salud del presidente Chávez, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello arremetieron, una vez más, contra la oposición. El primero acusó con nombre y apellido a Ramón Guillermo Aveledo de ser «el responsable de la campaña contra el presidente Chávez»; más específicamente, sin aportar ningún género de pruebas, declaró: «No tenemos ninguna duda de que el señor Aveledo esta detrás de toda la campaña de rumores malsana que se inician por Twitter, Facebook y por distintas vías de comunicación». Por su parte, el Presidente de la Asamblea Nacional cerró las puertas a lo que necesita la hora, al decir: «Con esta oposición, con este liderazgo de la derecha, no hay conciliación posible». (La oposición venezolana está en condiciones tan graves como las del Presidente; lo que Maduro y Cabello hacen es revivirla con sus pugnaces posturas).

El día anterior, Ramón Guillermo Aveledo había celebrado una rueda de prensa para tronar: «Hacer creer al país que el Presidente está gobernando es una falta de seriedad que alcanza niveles de irresponsabilidad, de abuso de su persona, de su nombre, así como de todos los venezolanos».

Entonces llegaría Ernesto Villegas Poljak, Ministro de Comunicación e Información, a informar mediante lectura de un comunicado que Hugo Chávez está afectado por una insuficiencia respiratoria, derivada de la «severa infección pulmonar» que se estableciera como secuela de la última operación que se le hizo. Luego de dar el sucinto parte, Villegas leyó estas palabras ominosas:

El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela advierte al pueblo venezolano sobre la guerra psicológica que el entramado mediático trasnacional ha desatado alrededor de la salud del Jefe del Estado, con el fin último de desestabilizar a la República Bolivariana de Venezuela, desconocer la voluntad popular expresada en las elecciones presidenciales del pasado 7 de octubre y acabar con la Revolución Bolivariana liderada por Chávez.

Previamente, había dirigido a la Vicepresidencia Ejecutiva de Globovisión una carta oficial (con copia a Maduro) en la que conminaba a la estación a desdecirse porque habría identificado al Vicepresidente Ejecutivo de la República como Presidente Encargado.

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El país necesita ser reconciliado; me atrevo a decir que eso es también lo que quiere, y que lo quiere ahora para procesar el portentoso hecho de la grave enfermedad de alguien que ha sido electo cuatro veces como Presidente de la República. Éste dio el ejemplo que sus lugartenientes no siguen, cuando informó tersamente al país de su nueva gravedad y señaló lo que la Constitución establece para manejar su posible ausencia definitiva.

Pero Maduro, Cabello y Villegas muestran signos de histérica paranoia, revelándose como funcionarios que carecen de las cualidades de los estadistas. El vicepresidente Maduro y el ministro Villegas ignoran el funcionamiento autónomo—sin control por «entramado mediático transnacional» alguno—de los enjambres que conocemos como redes sociales. Si en Twitter se dice «Conocemos la verdad clara y concisa sobre la situación de Hillary, Mandela, etc… Pero no sobre nuestro mandatario…» o «En vida era el comandante, ahora coma-andante», igualmente se propone que «En la oposición quieren grabar una secuela de Crepúsculo. Ledezma será el vampiro Edward y Teresa Albanes será Bella… la pasarán por RCTV». Ver en ocurrencias como ésas una conspiración es un error de mucha consideración, y la Constitución dice (Artículo 234): «Las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional por noventa días más», y también (Artículo 239, numeral 8) que es una atribución del Vicepresidente «Suplir las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República», así que Maduro está encargado de la Presidencia; es decir, es Presidente Encargado, y Globovisión no ha incurrido en pecado ninguno. Es más, Diosdado Cabello dijo el 26 de diciembre que Hugo Chávez «Se vino de Cuba a explicarle al pueblo qué era lo que estaba padeciendo en este momento y lo hizo de manera tan responsable que dijo que si por alguna razón él resultaba deshabilitado, el compañero Nicolás Maduro era el encargado, y eso tenemos nosotros que apoyarlo».

Claro que se encontrará en la «Pajarera» tuits de pretendida ingeniosidad, como éste: Otra vez @VillegasPoljakE desmiente lo que le dijo Maduro a Telesur. Pacientes que tienen una «severa infección pulmonar» no pueden hablar. (Un amigo de quien escribe padece desde hace meses una insuficiencia respiratoria que le obliga a inhalar oxígeno constantemente de una fuente portátil, que usa aun cuando juega dominó o sale a comer por ahí, y conversa estupendamente). Pero, de nuevo, no es algo así cosa planificada o inducida por Aveledo en connivencia con el «entramado mediático trasnacional», y Villegas no sabe cuáles pueden ser los fines de esta última entelequia para asegurar los amplios y ambiciosos propósitos que enumeró: desestabilizar la República, desconocer el 7 de octubre y acabar con la «revolución». (Como no sabe de los fines de nadie ningún político que emplea esa manida retórica que, misteriosamente, conoce los recovecos mentales de otra gente para asegurar que «lo que busca» o sus intenciones son esto o lo otro).

Pero Aveledo reclama sin base, pues el oficialismo no ha hecho creer a nadie que el Presidente está gobernando. ¿Cómo podría esto ser cuando el mismo Hugo Chávez entregó en cadena nacional a Cabello la solicitud de permiso para una falta temporal, cuando Maduro ha descrito más de una vez a un paciente sometido a un régimen de cuidados constantes y delicados y sólo ha hablado de saludos presidenciales desde La Habana? El único acto de gobierno efectuado desde Cuba fue la delegación de facultades especiales a Maduro, precisamente porque el Presidente no puede gobernar en sus actuales condiciones.

Así que la histeria paranoide debe cesar de lado y lado. Los expertos juristas deben facilitar el tránsito, no entorpecerlo; nadie está desconociendo los resultados electorales de octubre y la Constitución no es un «formalismo». Lo que el país exige es que los partidos enfrentados se unan, aunque sea una vez, para gestionar la crisis con sindéresis y seriedad en bien de la Nación. Es ciertamente imposible callar la pajarera, pero debemos lograr que cese la gallera. LEA

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Suspicacia y leyenda

El ojo que todo sospecha

Antes he contado este cuento: Ocurrió en una estación de tren en Moscú de la época de Stalin. Dos amigos, Ilya y Mikhail, se encuentran en un andén a la espera de un tren que partirá hacia el sur. Luego de los saludos acostumbrados uno pregunta: “Dime, Ilyia, ¿adónde vas?” E Ilyia contestó: “Pues, Mikhail, voy a Kiev”. Entonces Mikhail se quedó pensando: “Ilyia me dice que va a Kiev para que yo piense que va a Vladivostok. Entonces debe ir a Kiev”. (Sensatez y sentimientos, 27 de abril de 2006).

Ayer se ha sabido que el Presidente de la República viajó, en enésima ocasión, a Cuba para tratamiento rehabilitador que describió como «sesiones de oxigenación hiperbárica». De inmediato, arrancaron los motores de la especulación, sólo que funcionando como máquinas de certeza: «Te informo—me dijeron en un correo de hoy—que Chávez es llevado urgentemente a La Habana por metástasis con incidencia seria en la médula. Lo montaron en el avión en camilla y muy descompensado. Debe operarse y supuestamente queda inutilizado o se muere». No me molesté en preguntar por la fuente creíble de tan portentosa «noticia», como tampoco en buscar lo que Nelson Bocaranda y el médico a control remoto, José Rafael Marquina, tendrán que decir. Los famosos Runrunes sólo salen martes y jueves, y Marquina ya había declarado a El Observador de Uruguay el 7 de abril: «Vamos a empezar a ver complicaciones serias a partir de noviembre. Una vez que presente complicaciones graves su expectativa de vida va a ser aproximadamente de 30 días». Ya lo ha matado.

Entonces me llegó un artículo de Fernando Londoño, el pontífice colombiano. (Por lo de pontificar). Ha escrito cosas como éstas:

Si Chávez no estuviera agonizante, habría dicho mil cosas sobre la crisis reciente en Siria, donde se tambalea su amigo Bashar Al Assad, y sin duda estaría ufanándose de los nuevos envíos de combustible para alimentar sus equipos de guerra. (…) Si Chávez estuviera vivo, andaría a la cabeza de sus tropas rojas para alimentar la votación importantísima que se le viene encima.  El camarada no estaría corriendo el riesgo de gobernar un país lleno de Estados enemigos.  (…) Si Chávez estuviera vivo, no faltaría a la cita de las Farc en La Habana, personaje fundamental como es de aquel sainete, y estaría encabezando la exigencia para el indulto de Simón Trinidad, sin cuyas luces los diálogos parecen un pesebre apagado. (…) Lo dicho conduce a una conclusión inapelable: Chávez no está vivo. Y no importa si lo tienen guardado en estado vegetativo en algún hospital de aquí o de allá. Lo que importa es que Venezuela es una nave al garete, un Estado fantasma, una estructura vacía. Porque en el mundo del caudillismo totalitario, las cosas son así. Sin el reyezuelo, no queda nada.

Bueno, fue Assad quien justamente ayer hizo llegar  un mensaje privado a Chávez, Luis Vicente León ha opinado: “Esto le va a hacer más difícil a la oposición ganar espacios, porque la mente de los electores se ocupará en el Presidente”, y Chávez ha ido precisamente a La Habana, donde podrá encontrarse con los delegados de las FARC. En síntesis, una pieza mal informada e inútil ese artículo de Londoño, construida sobre una sarta de oraciones puramente condicionales. Hacia el remate de su nueva pontificación, aventura Londoño esta evaluación que nos insulta: «Venezuela es un país tan acongojado, tan desorientado, tan deshecho, que no se siente capaz de afrontar su destino sin la imagen del tirano. (…) Porque al parecer Venezuela no podía vivir con Chávez, pero no está preparada para vivir sin Chávez». Que el Sr. Londoño continúe escribiendo arrogancias no solicitadas, pero se abstenga de describir a nuestro país con estupideces como ésas.

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En la nota que The Washington Post dedica al nuevo viaje terapéutico, se lee: «El tratamiento al que Chávez se someterá, generalmente involucra respirar oxígeno puro mientras se halla en una cámara sellada y presurizada. Su valor ha sido bien establecido para el tratamiento de quemaduras, envenenamiento por monóxido de carbono y otras condiciones médicas, y para ayudar a la cicatrización de heridas y auxiliar la reparación de huesos y tejidos dañados por tratamientos con radiación».

Lo más sencillo es tomar las cosas at face value. ¿Por qué sospechar que Chávez va a Vladivostok? LEA

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