En su única campaña por la Presidencia de la República, en 1963, Arturo Úslar Pietri presentó como guía central de su oferta lo que llamó «la Venezuela posible». Nunca cesó en esta prédica, que salía de la privilegiada conciencia de un ser renacentista. Seguramente sin saberlo, Asdrúbal Batista hizo, el pasado 25 de mayo, eco— «…el Dr. Asdrúbal Batista había dicho que Venezuela no podía ser un mal país, si había concebido y gestado al eximio prócer de San Juan de Colón», en referencia a Ramón J. Velásquez (Testigo excepcional)—de conclusión expuesta por mí el 17 de mayo de 1996, cuando Úslar cumpliera noventa años de edad enteramente lúcida: «Úslar es Venezuela, y como eso es así es buena Venezuela. Porque un país en el que nace Úslar, en el que vive Úslar, al que regresa Úslar, en el que se queda Úslar prefiriéndolo entre todos los que le ofrecerían patria de inmediato, no puede ser un mal país».
Úslar entendía la Venezuela posible como el resultado de un esfuerzo colectivo en el que, naturalmente, la acción de los diversos liderazgos del país estaría exigida de responsabilidad.
Ahora suenan otros ecos del desafío uslariano. Leopoldo López primero y, pocos días después, Eduardo Fernández en el lanzamiento de su precandidatura presidencial ofrecieron «una Venezuela mejor». (López no ha descartado su participación en las primarias de la Mesa de la Unidad Democrática; con mucha razón, destacó que las normas aprobadas por la MUD sólo exigen para participar en ellas las condiciones requeridas constitucionalmente al Presidente de la República: venezolano por nacimiento, sin otra nacionalidad, mayor de 30 años, de estado seglar, no sometido a condena por sentencia definitivamente firme. Aunque pesa sobre él una inhabilitación, López no ha sido condenado judicialmente. Pero él estuvo en el acto de proclamación de Fernández, en la presentación de su «propuesta». Desde el año 2009 se reúnen ambos en casa de Lewis Pérez, otrora Secretario General de Acción Democrática, con Luis Miquilena—quien estuvo también en el lanzamiento de Fernández—para conformar una «nueva» organización política. En este intercambio han debido coincidir en la frase «una Venezuela mejor», whatever that means).
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El pasado sábado 28 de mayo, en un acto en el estado Lara, Leopoldo López—puede recordarse que en noviembre de 2010 fue allá a firmar un pacto bilateral con Henri Falcón «en defensa de la Constitución», whatever that means—presentó el plan «La mejor Venezuela», diciendo: «Estamos aquí para presentarle a Venezuela la posibilidad de un país distinto, sembrando un movimiento de mujeres y hombres que hoy se comienza a consolidar». Al revelar a los asistentes que «existe otro rostro de Nación», anunció con la mayor seriedad: «La decisión que hemos tomado es construir esa Venezuela». (Entre los aspectos fundamentales del «plan», dice El Universal, «mencionó la necesidad de reducir el número de fallecidos por la inseguridad y reformar las policías del país. ‘Se necesita una posición firme para depurar los cuerpos policiales… y llenar las calles de más policías’. Dijo asimismo que es imperioso hacer reformas profundas que necesitan el sistema de justicia y el carcelario del país. El sistema de salud y la educación en el país también forman parte de este plan. ‘No se debe asumir sólo la masificación de los servicios sino también de la calidad… ésta es una deuda histórica que tenemos con el país’… Encomendándose a la Divina Pastora culminó su discurso pidiendo ‘fuerza y fe’ para Venezuela»).
López en el acto de Fernández (clic para ampliar)
Por lo que atañe al viejo «tigre»— «el tigre come por lo ligero», le aconsejaba Luis Alberto Machado en 1988—, se limitó a reconocer a los jóvenes del país: “Quiero decirles que ustedes tienen derecho a vivir en una Venezuela mejor”. En verdad, su propuesta programática fue bautizada así: «Venezuela 2013 – La explosión del crecimiento».
Ya esta denominación retrotrae a los años cincuenta, cuando la comunidad planetaria de los economistas prescribía el crecimiento económico antes de que se acuñara y popularizara la más inclusiva idea de desarrollo. (Por ejemplo, Walt Whitman Rostow: El proceso de crecimiento económico, de 1952, y Las etapas del crecimiento económico, de 1959).
Una explicación oficial de la propuesta de Fernández—Teatro del Colegio Santa Rosa de Lima, sábado 4 de junio—vino en nota de prensa de IFEDEC, la institución que preside, del 26 de mayo, a raíz de reciente visita suya al estado Bolívar:
…enumeró los cinco puntos especiales que enmarca el proyecto de país “Venezuela 2013”, a saber, en primer lugar el fortalecimiento de la democracia, profundizando la descentralización e independencia y economía del poder público. Reactivación de la economía, generando inversiones del sector público y privado. Superación de la pobreza, promoviendo educación de calidad. Cambios culturales, erradicando la dependencia exagerada del estado e impulsando la producción y la productividad.
Y por último, pero no menos importante, el cambio ético.“Ha habido un problema muy serio desde el punto de vista de los valores y el culto a la muerte. En este sentido, esperamos que el próximo Gobierno haga un esfuerzo por fortalecer los valores de la vida, de la rectitud, de la solidaridad social y el amor, ya que en el país hay una crisis de desamor”.
El amoroso tigre se ofrece a resolverla. Uno de los más notorios asistentes al acto de lanzamiento de la candidatura Fernández fue Enrique Mendoza, quien lo enfrentara en 1997 cuando entonces promovía la funesta candidatura de Irene Sáez. Noticias 24 reportó su opinión acerca del acto del sábado pasado: «Enrique Mendoza expresó su satisfacción por el contenido carismático del discurso». Se trata de una evaluación muy apreciada por Fernández, quien sugirió sibilinamente a la revista Campaigns & Elections (marzo de 2011): «…quien sea candidato debe de ser alguien que pueda llenar esos valores y, si consideramos a alguien que combinara el carisma de Kennedy y la sabiduría de Mandela, sería ideal”.
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Un candidato a la Presidencia de la República no puede prometer una Venezuela mejor. A lo sumo, puede prometer un mejor gobierno. Es un error fundamental y extenso—no sólo lo admiten prácticamente todos los políticos, sin también muchísimos ciudadanos—creer que un presidente es el jefe del país. Hugo Chávez se entiende así, por supuesto, pero no es el único. Durante la campaña de 1998, fue frecuente la aparición de Henrique Salas Römer en Primer Plano, el programa que conducía Marcel Granier. En una de sus comparecencias, mientras argumentaba que la elección de 1998 sería crucial—tenía razón—, soltó esta frase para aludirse a sí mismo: «…porque aquel que pretenda gobernar sobre un país…» Esta idea de que se gobierna sobre un país es pretensión muy equivocada. No se gobierna sobre un país, se gobierna para un país.
Los argentinos tienen un uso peor que el de Presidente de la República; allá dicen Presidente de la Nación. Pero quien ejerce la primera de las magistraturas no preside la nación, ni siquiera la república; preside el gobierno nacional, la rama ejecutiva del poder público nacional. No puede, por tanto, ofrecer algo que sólo la república entera, la Nación misma es la llamada a producir. No es el gobierno, ni siquiera el Estado completo, quien puede lograr una Venezuela mejor.
Por lo demás, prometer una Venezuela mejor es una perogrullada, una seudoproposición. ¿Cómo podría uno oponerse a esa noción? Habría que ponerse en pie y pedir la palabra para vender la idea de una Venezuela peor. ¿Quién de los competidores de Fernández querrá proponer el debilitamiento de la democracia, la desactivación de la economía, la desinversión, una educación sin calidad y la capitulación ante la pobreza? ¿Quien de los que quieren competir con López propondrá «aumentar el número de fallecidos por la inseguridad»?
Si no somos capaces de desenmascarar y repudiar discursos tan perogrullescos, lo que vamos a tener es una Venezuela bastante peor. LEA
hipocresía. (Del gr. ὑποκρισία). 1. f. Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.
Diccionario de la Lengua Española
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El Juramento Hipocrático es el primer código de ética profesional que la humanidad registra. Atribuido a Hipócrates (ca. 460 – ca. 370 AC), recoge las estipulaciones básicas de una práctica ética de la Medicina. (En 1995, sirvió al suscrito como plantilla o modelo para componer y proponer unCódigo de Ética de la Política).
La política puede ser una práctica limitada por deberes, constreñida por normas éticas que aseguren el mejor desempeño de los políticos. Los ciudadanos en general, incluyendo principalmente a quienes no tienen la política por oficio, tienen, en cambio, todo el derecho de exigir una conducta ética en los profesionales de la política.
El Juramento cristianizado. Manuscrito bizantino s. XI (clic amplía)
Es exactamente eso el servicio ciudadano que nos prestara el Sr. Jordy Enrique Moncada Cartaya, quien escribió un artículo—Capriles se lanzó a lo Chávez—publicado por El Universal el viernes 6 de los corrientes. Así comienza Moncada su provechosa pieza: «Mas allá de la buena noticia que supone que el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, haya dado el importante paso de asumir su candidatura para las Primarias de oposición, noticia que supone el compromiso de las nuevas generaciones con el progreso, estimamos conveniente dedicar algunas líneas a la forma en que lo hizo. Sí, en política importan las formas, gobernador».
En el párrafo siguiente precisa: «Y es que anunciar una candidatura en un acto de la Gobernación que usted dirige, acto que se pagó con dinero de la misma, con el dinero de todos los mirandinos, quienes apoyan su candidatura y quienes no, acto que tenía como objetivo entregar ayudas a ciudadanos sin distinción política, supone cuando menos una equiparación a eso que queremos cambiar». Y a continuación pregunta: «¿Cuántas veces no hemos criticado que el Presidente utilice actos oficiales para hacer proselitismo político? ¿Cuántas veces no hemos criticado que se utilicen las subvenciones oficiales para un interés político en particular? ¿Es acaso excusable utilizar un acto de la Gobernación para obtener un beneficio particular? ¿No es muy parecido a lo que hace Chávez?»
El remate de la lección y la exigencia que Moncada dirigió a Capriles Radonki es claro e irrefutable: «El martes, cuando usted se lanzó al ruedo, escogió un mal momento, nada costaba convocar una rueda de prensa, nada costaba convocar un acto de masas para hacerlo, pero usted decidió convocar a ciudadanos que necesitaban la ayuda que usted les iba a entregar en nombre de la Gobernación y los utilizó en su beneficio, jugó con la necesidad del tercero para hacer un anuncio que era de interés particular. (…) Seguro que eso pasará debajo de la mesa, pero es preciso reflexionar al respecto, ¿para qué queremos el cambio? Cambiar para comportarnos de un modo tan parecido no tiene ningún tipo de sentido. Ojalá pueda usted disculparse con todos los mirandinos».
Se supone que Primero Justicia, partido al que el gobernador de Miranda pertenece, es socialcristiano («de centro humanista»), y por tanto estaría obligado a una ética política, pero lo que se ha visto en los municipios de Chacao y Baruta—Capriles fue antes Alcalde de Baruta—, esos Estados Vaticanos de «la gente decente», es el persistente peculado de uso, que con gran razón repudia el Sr. Moncada Cartaya.
Todavía emplea la Alcaldía de Chacao tiempo y recursos para apoyar actividades de Leopoldo López, que ni siquiera tiene la excusa de ser funcionario de ese municipio. EnIntercambio electrónico (9 de octubre de 2009), comentaba acerca de la promoción de una presentación proselitista del inhabilitado: «…sí me parece significativo que el origen de la sesión y su coordinación vinieran, como anunció Montero, desde la Alcaldía de Chacao; tenía entendido que López ya no es alcalde de ese municipio. No veo qué razón justifica que un funcionario del mismo, que además se hizo presente en la exposición, deba promover disertaciones de López sobre cuestiones extrañas a los asuntos municipales. ¿Peculado de uso?» Y para la oportunidad de las elecciones primarias de la Mesa de la Unidad Democrática que determinarían el 14% de sus candidatos a la Asamblea Nacional, afiches con membrete de la Alcaldía cuyo cargo principal ejerce Emilio Graterón, el hombre puesto allí por López, estimulaban la asistencia de los electores de Chacao a una actividad que reside fuera de su competencia.
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Las prácticas señaladas no son cosa reciente. La alcaldesa que inauguró el Municipio Chacao, Irene Sáez, autorizó que un teléfono para reportar semáforos que no funcionaran y otras cosas por el estilo fuera 800-IRENE. Ha podido ser algo menos personalista.
El maestro de Irene
Por lo que respecta al estado Miranda, un famoso antecesor de Capriles, Enrique Mendoza, ponía vallas de 10 o 12 metros de ancho—por ejemplo, poco antes de llegar al Hospital Domingo Luciani de Caracas por la salida hacia El Llanito—con la imagen de unos zapatos deportivos y el mensaje «No pierdas la vida por ellos». Bajo el texto, estaba escrito en grandes letras: «Enrique Mendoza». Como la entonces Srta. Sáez, aupada luego por Mendoza como proyecto electoral de 1998, éste no tenía empacho en promover su persona con dineros de la gobernación que ejercía.
Pero no es sólo la gente socialcristiana, por supuesto, la que aprovechaba los recursos de despachos ejecutivos para fines de proselitismo partidista o electoral. Luis Alfaro Ucero, el hombre-maquinaria de Acción Democrática—largo tiempo fue su Secretario de Organización—, alcanzó fama de manipulador político, allá por la época cuando se acuñara la expresión «acta mata voto». En 1998 fue, por un tiempo, el candidato de AD a la Presidencia de la República. Bueno, hace pocos días tuve la oportunidad de escuchar la explicación de la estrategia electoral de ese partido para las elecciones de precisamente ese mismo año. (Quien la describiera había sido él mismo un importantísimo dirigente de Acción Democrática).
El caballero descriptor contó que se decidió en 1998, con anuencia de COPEI, adelantar las elecciones de gobernadores que debían tener lugar el mismo día de la elección presidencial que terminó ganando Hugo Chávez. La razón de esta maniobra fue que AD poseía información que indicaba que el partido obtendría trece gobernaciones; como los gobernadores que resultarían electos eran los jefes de campaña de Alfaro en sus respectivos estados, ellos garantizarían—dijo el ponente—su triunfo en la carrera presidencial.
Esa sola admisión ya bastaba para entender cómo manejaba AD las batallas electorales, pero en verdad requería una precisión histórica. Las encuestas ya daban a Chávez como el más probable ganador, una vez que la candidatura de Irene Sáez—Miss Titanic—se hundiera verticalmente con gran rapidez luego de que abandonara su carácter no bipartidista para empatarse con COPEI y retratarse con Luis Herrera Campíns, Presidente del partido verde, quien explicó en la Convención de Caraballeda que lanzó a la ex Miss Universo su verde intención clientelar:
“…les voy a decir por qué creo que necesitamos ganar: no por ustedes, que al fin y al cabo—unos por razón de experiencia estamos jubilados, otros por razón de méritos están desempeñando importantes responsabilidades en los organismos representativos—tenemos nuestro medio de vida asegurado, ni de la mayor parte de los dirigentes municipales y regionales del partido que también tienen su vida, por lo menos a corto plazo, asegurada. No, no por ellos, sino por los que no tienen cargos en la burocracia, por los que no tienen acceso a la administración pública para plantear sus problemas y que se los resuelvan, para que se les escuche su pobreza, para que se les dé una muestra de afecto y de solidaridad, que se los podría dar un Presidente copeyano o un gobierno donde el Partido COPEI sea también partido de gobierno…”
Barbie Sáez, elemento de campaña
Entonces, cuando parecía que Irene Sáez no detendría a Chávez—además, poco después se le cayó la estatua de Bolívar en la Plaza de Chacao, se dejó vestir y peinar en imitación de Evita Perón y, más gravemente, no tuvo más remedio que abrir la boca—y la candidatura de Alfaro Ucero no terminaba de arrancar, se le ocurrió a alguien que un cerco de gobernadores del bipartidismo pudiera mantener a raya al candidato del MBR-200, quien quedaría «aislado en su posición central».
Pero Alfaro era, al decir del propio Herrera Campíns, «un hombre serio». Cuando supo de la ocurrencia, dijo que eso se haría sobre su cadáver, puesto que el Congreso de la República acababa de reformar la Ley Orgánica del Sufragio—diciembre de 1997—y había hecho que coincidieran las elecciones presidenciales y de gobernadores. No era nada serio, opinó indignado, que sólo seis meses después el mismo congreso hiciera lo contrario en una maniobra electorera burda que no pasó inadvertida a los electores de 1998.
Acción Democrática complació a Alfaro: pasó por sobre el cadáver político que Alfaro le parecía, lo desconoció como candidato y cambió en menos de 24 horas la cerradura de su comando de campaña, donde no pudo entrar quien un día antes fuera el hombre más poderoso del partido.
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Estas cotas de desvergüenza, no obstante, han sido largamente superadas por quien fue su beneficiario en 1998: Hugo Chávez Frías. No hay en nuestra historia republicana un aprovechamiento de los recursos públicos en beneficio sectario tan extenso, tan intenso, tan insolente, tan obsceno, como el del aparato de dominación establecido por Hugo Chávez Frías. El culto a la personalidad que fue notorio en Antonio Guzmán Blanco es juego de niños, en comparación con el que permite Chávez en adulación suya y promoción de su persona política. Hubiera querido el hijo de Antonio Leocadio aunque fuera una sola gigantografía con su efigie, como las que han ofendido los ojos ciudadanos a cargo de los presupuestos de ministerios y otras agencias—PDVSA, el SENIAT y el Metro de Caracas muy notoriamente—en procura de ventajas políticas y electorales de quien es hoy el Presidente de la República de Venezuela, que de bolivariana no tiene un ápice.
Claro, Jordy Moncada tiene razón al señalar a Capriles Radonski que «luego de 11 años de actos condenables no se puede dar un primer paso copiando las formas que tanto criticamos y deseamos cambiar». Chávez es descarado en asuntos de peculado de uso, pero lo que lo diferencia de políticos que se presentan como si fueran moralmente superiores no es lo cualitativo del abuso, sino su cantidad. Si Chávez fuera meramente un maleducado que no observa las formas de una urbanidad política que él desprecia y los demás cuidan por aparentar decencia política, entonces la política opositora es la hipocresía. Esto equivale, diría Sri Radhakrishnan, a criticar al lobo no porque se come al cordero, sino porque lo hace sin cubiertos.
El gobierno demasiado largo de Hugo Chávez es muy pernicioso, y no sólo porque no come con cuchillo y tenedor. LEA
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