por Luis Enrique Alcalá | May 21, 2011 | Argumentos, Política |
Nada ahorra más que estos bombillos LED
Puedo darme cuenta de que no es mala la campaña gubernamental de sustitución de bombillos incandescentes por lámparas fluorescentes, y de que exactamente en eso se encuentra hoy muy empeñado el gobierno australiano. (Tim Johnston reportaba anteayer desde Sidney, para el International Herald Tribune, que Australia quiere que la iluminación incandescente haya desaparecido en su territorio para dentro de tres años, como parte de su empeño por reducir la emisión de gases de invernadero).
Mein Kampf, 22 de febrero de 2007
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El gobierno nacional persiste en su prolongado fracaso eléctrico. El racionamiento del suministro en el interior del país es asunto cotidiano; en Caracas no se reconoce oficialmente que se practique, pero los cortes de electricidad son harto frecuentes. Servicios tan vitales como el del Metro de Caracas conocen la sequía de megavatios en época de lluvia, y estratégicas instalaciones como el Complejo Refinador Paraguaná ven interrumpida su crucial operación por causa de masivos apagones que aquejan, en su caso, al estado Falcón.
No es esta situación algo que convenga a las aspiraciones electorales de Hugo Chávez Frías. Preocupado por la posible cesantía de tan preclaro presidente, quiero recomendarle una acción de campaña que puede ganarle un montón de los votos que ya tiene perdidos: de un solo tiro mataría el pájaro del incesante racionamiento eléctrico y el del creciente costo de la vida. Más aún: la iniciativa que llevo a su consideración tiene la virtud de la consistencia, pues ya en 2006 el gobierno regalaba ahorradores bombillos fluorescentes. (Aunque hace tiempo que se dejó de eso).
Expongo la idea: repartir entre la población, a la que antes se le dio gratis bombillos fluorescentes, novísimos bombillos de tecnología LED (Light Emitting Diode). Fabricados hasta ahora sólo por Osram Sylvania (Danvers, Massachusetts) y Switch Lighting (San José, California), emiten luz de luminosidad equivalente a la de un bombillo convencional de 100 vatios mientras consumen sólo 14 vatios. Es decir, ¡ahorran 86% de energía! Esto es diez veces el ahorro de un bombillo fluorescente, al que superan con una vida veinticinco veces mayor. (Su vida útil promedio es de 100.000 horas; o sea, 11 años de duración). Por si estas ventajas fueran pocas, los bombillos LED producen menos calor que un bombillo fluorescente y, a diferencia de éstos, no contienen trazas de substancias tóxicas, lo que los hace ecológicamente muy amigables.
Para un sistema eléctrico amenazado por una combinación de desidia e incompetencia exclusiva del oficialismo, el descomunal ahorro que estos bombillos pueden generar es la mejor de las noticias posibles. Para una población cuyo nivel de vida se ve amenazado por la inflación, una rebaja tan considerable de su factura eléctrica es una bendición inesperada.
Claro, la mala noticia es su costo actual: US$ 50 por unidad. Al entrar otros fabricantes en juego, por otro lado, su precio tenderá a bajar, por aquello de la competencia capitalista. (Philips se ha sumado recientemente con un bombillo que equivale a una incandescencia de 75 vatios).
No es el aspecto económico, sin embargo, lo que tendría que disuadir al gobierno presidido por un precandidato en problemas, pero de gorda chequera. Al precio de introducción mencionado, la suma de US$ 300 millones que prometió destinar al apoyo de las FARC, y que nunca erogó, bastaría para adquirir 6.000.000 de bombillos. Tan sólo en la segunda mitad de 2008, CITGO Petroleum, a nombre del internacionalmente manirroto gobierno dizque socialista, regaló 460.000 bombillos fluorescentes a gente pobre en once ciudades estadounidenses. No era año electoral en Venezuela, aunque sí en los EEUU.
Vendo al costo, pues, esta poderosa iniciativa a Hugo Chávez, quien últimamente ruega en gigantografías urbanas que lo dejemos trabajar. Allí tiene trabajo bastante por realizar y, quien quita, a lo mejor me contacta para encargarme de la importación de los bombillos. LEA
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por Luis Enrique Alcalá | May 10, 2011 | Fichas, Política |
La computadora indiscreta de Raúl Reyes
Lo que sigue es la versión en castellano del extenso Comunicado de Prensa emitido hoy en Londres por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Nigel Inkster,
Director para Amenazas Transnacionales y Riesgo Político del instituto, anuncia de este modo la publicación del dossier cuyo resumen ejecutivo compone el comunicado. LEA
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Es poco común que los documentos de un grupo insurgente salgan a la luz pública mientras esta insurgencia aún permanece activa. Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió en Colombia, suministrando así la información primaria para el Dossier Estratégico más reciente del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), Los Documentos de las FARC: Venezuela, Ecuador y el Archivo Secreto de ‘Raúl Reyes’.
En concreto, este dossier es el producto de más de dos años de estudio del material incautado por las fuerzas militares de Colombia después de un asalto a un campamento guerrillero justo dentro de Ecuador en la frontera con Colombia, el 1 de marzo de 2008. El campamento estaba ocupado por miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), el grupo insurgente más grande de varios que han desafiado la autoridad del Estado colombiano desde los años sesenta. El asalto tuvo como desenlace la muerte de Luis Edgar Devía Silva, mejor conocido por su nombre de guerra, Raúl Reyes. Reyes era uno de los siete miembros dirigentes de las FARC, el Secretariado. Desde mediados de los años noventa también había liderado la red internacional de representantes y simpatizantes de las FARC, conocida como la Comisión Internacional, o COMINTER. Desde el año 2000, Reyes había mantenido un archivo descifrado de sus comunicaciones por correo electrónico, la mayoría de las cuales habían sido originalmente enviadas o recibidas utilizando codificación PGP por enlace de radio. Reyes procedió de este modo ignorando los procedimientos permanentes de seguridad operacional de las FARC, los cuales, sin embargo, reiteraba frecuentemente a sus propios compañeros y colaboradores. Su archivo también contenía lo correspondiente a 30 años de documentos estratégicos, incluyendo registros de conferencias periódicas y otras reuniones que constituyen hitos claves en la evolución de las FARC.
Habiendo incautado el archivo, que consistía en ocho dispositivos de almacenamiento de datos guardados en un maletín metálico, las autoridades colombianas entregaron el material a INTERPOL, que condujo una investigación forense para validar su integridad. Los datos también fueron revisados para obtener inteligencia accionable. El gobierno colombiano luego decidió entregar el archivo al IISS para realizar un análisis más detallado y sistemático. Esto resultó ser un gran desafío, y tomó mucho más tiempo que lo originalmente anticipado. En efecto, si al inicio hubiésemos entendido la enormidad de la tarea, posiblemente hubiésemos pensado dos veces antes de emprenderla. Varios miles de mensajes constituyendo millones de palabras tuvieron que leerse, comprenderse y organizarse en un formato secuencial y accesible. (El CD-ROM que viene con este dossier presenta sólo una parte del archivo, la cual, aún así asciende a 1,6 millones de palabras). El material luego tuvo que ser verificado comparándolo con otra información relevante y en el dominio público, antes de iniciar la redacción del dossier. Desde el principio, el gobierno colombiano se comprometió a que no intentaría influenciar el proceso de nuestra investigación, ni tampoco nuestras conclusiones analíticas. Como consecuencia, las opiniones expresadas en el dossier son únicamente del IISS.
Perspectivas estratégicas
El archivo de Reyes ofrece una perspectiva sin precedentes en relación con los orígenes, evolución y funcionamiento cotidiano de uno de los grupos insurgentes más grandes e influyentes del mundo, casi hasta la fecha. Aunque las políticas y el comportamiento del gobierno colombiano respecto a la insurgencia de las FARC se han reportado y analizado en detalle, la evidencia sobre las FARC en sí mismas, siendo ésta una organización encubierta, hasta ahora ha sido mucho más difícil de hallar. El archivo llena así un vacío significativo en nuestra comprensión de la historia reciente de la región andina mientras amplía sustancialmente nuestro conocimiento sobre la dinámica política y cultural de movimientos insurgentes en otras partes del mundo. Muestra cómo las FARC, quienes en sus albores sólo disponían de un repertorio táctico limitado y un ámbito estratégico restringido a las áreas rurales remotas de Colombia central, desarrollaron un programa ambicioso para llegar al poder. Su plan sería propagar la guerra de guerrillas a todas las zonas rurales; manipular tensiones políticas y sociales en las ciudades; explotar el interés de conseguir la paz por parte de otros participantes en el conflicto, aunque permaneciendo firmes en su compromiso de lograr la victoria militar; y obtener apoyo político y material más allá de las fronteras de Colombia. El impacto militar de las FARC llegó a su cumbre en 1998, cuando ya se hablaba de Colombia como de un Estado fallido. Una vez que Bogotá comenzó a recapturar la iniciativa militar, las FARC buscaron compensar esta dinámica enfocándose en la dimensión internacional y política de su campaña, una esfera en la que el gobierno colombiano había encontrado dificultades para imponer su propia narrativa.
Durante todo el período analizado en el dossier los objetivos principales de la estrategia internacional de las FARC fueron constantes. Éstos fueron los siguientes:
• Asegurar apoyo financiero y militar. En términos generales, las FARC no tuvieron éxito en este respecto. Hacia finales de la Guerra Fría, el grupo intentó interesar de manera persistente a regímenes de ideología supuestamente compatible, tales como China, la Unión Soviética y Corea del Norte, para que le ofrecieran financiación. Sin embargo, estos esfuerzos fracasaron y fueron finalmente abandonados. Las FARC han buscado vigorosamente un amplio rango de opciones alternativas con el fin principal de adquirir sistemas de defensa antiaérea portátil (MANPADS) para retar la supremacía aérea del Estado colombiano, aunque no existe evidencia en el archivo, o con posterioridad, que indique éxito como resultado de estos esfuerzos.
• Asegurar apoyo y legitimación internacional y política. En este sentido las FARC fueron más efectivas. Hacia finales de los noventa, la COMINTER llevaba a cabo actividades políticas en 27 países europeos y latinoamericanos, y había empezado a ser percibida de manera positiva en varios círculos políticos y entre formadores de opinión receptivos a la narrativa de las FARC, que planteaba una lucha de desposeídos contra una oligarquía represiva e impune. Aún cuando apoyo a las FARC no se materializó, el grupo fue capaz de avanzar hacia su objetivo, igualmente importante, de generar oposición al gobierno colombiano. Después de la proscripción de las FARC como organización terrorista en el período subsiguiente al 11-S, varias de sus delegaciones, que habían adquirido un carácter cuasi-diplomático, fueron cerradas. Sin embargo, éstas fueron remplazadas por organizaciones indígenas de fachada que resultaron muy efectivas en abogar en nombre de las FARC.
• Socavar los esfuerzos del gobierno colombiano para desarrollar cooperación internacional transfronteriza y en materia de seguridad. Las FARC trabajaron exhaustivamente para explotar las tensiones entre Colombia y sus vecinos inmediatos, así como para convencer a éstos de que adoptaran, como mínimo, una posición de neutralidad en el conflicto aunque no promovieran activamente el objetivo de las FARC de obtener su reconocimiento como beligerante. Estos esfuerzos no siempre condujeron a resultados eficaces y a veces resultaron ser contraproducentes, pero con el tiempo, las relaciones entre Colombia y sus vecinos andinos sufrieron un deterioro progresivo, por el cual las FARC pueden reclamar algo de mérito.
• Establecer y mantener refugios seguros en Estados vecinos. Éstos cumplieron las funciones militares clásicas de suministrar albergue, descanso y recreación, entrenamiento, reabastecimiento y redespliegue. La importancia de estos refugios aumentó aún más cuando las fuerzas armadas colombianas mejoraron su capacidad móvil a través del uso del poder aéreo, dificultando así el mantenimiento por parte de las FARC de posiciones fijas dentro de Colombia. El archivo también muestra cómo las FARC se aprovecharon de estos enclaves para reunirse con varios elementos fuera del alcance del Estado colombiano. Éstos incluyeron simpatizantes políticos, narcotraficantes, miembros de grupos armados extranjeros (tales como ETA), quienes recibieron entrenamiento de las FARC, y traficantes de armas, uno de estos últimos asegurando representar el Estado chino.
Las FARC y Venezuela
Desde el principio, las FARC habían tratado de desarrollar relaciones con sucesivas administraciones venezolanas y habían efectuado intercambios pragmáticos con las fuerzas de seguridad de Venezuela, quienes careciendo de la capacidad de expulsar por la fuerza a grupos violentos y potencialmente disruptivos, no pudieron hacer más que acomodarse a la llegada de éstos. Sin embargo, las actividades de las FARC cambiaron de trayectoria después de la toma de posesión de la presidencia del Teniente Coronel Hugo Chávez en 1999. El atractivo genuino que tuvieron las FARC para Chávez fue inicialmente atenuado por: la ausencia de un vínculo ideológico sólido entre ellos (los líderes marxistas ortodoxos de las FARC se encontraban permanentemente frustrados por lo que percibían como una falta de definición ideológica clara por parte de Chávez); la necesidad de Venezuela de mantener buenas relaciones económicas y comerciales con Colombia; y los riesgos políticos que implicaba tener contacto con las FARC para un régimen cuyo control sobre el poder fue, en un principio, precario. No obstante, mientras Chávez públicamente propugnaba la neutralidad y se ofrecía como mediador honesto en negociaciones de paz con el gobierno colombiano, también permitía que las FARC utilizaran el territorio venezolano para su refugio, operaciones transfronterizas y actividad política, y efectivamente asignó al grupo un papel en la sociedad civil venezolana. El gobierno venezolano financió la oficina de las FARC en Caracas, y por medio del servicio de inteligencia DISIP, proveyó documentación y otras formas de ayuda a los agentes de las FARC. Las FARC pudieron además establecer su propia organización fachada, la Coordinadora Continental Bolivariana (CCB). Asimismo, en una reunión con Reyes poco tiempo después de su posesión como presidente, Chávez ofreció ayuda material de forma calculada para cambiar el balance militar en Colombia, aunque para gran frustración de los líderes de las FARC, dicha ayuda nunca se cristalizó.
Después del intento de golpe de Estado de 2002 que brevemente destituyó a Chávez del poder, las FARC estuvieron en posición de aprovechar la atmósfera de temor y paranoia que imperaba en Venezuela, para dotar de entrenamiento en guerra de guerrillas y urbana a varios grupos armados que se habían configurado para defender la Revolución Bolivariana de un segundo golpe, o incluso, de una invasión por parte de los EE UU. Las FARC también respondieron a solicitudes de la DISIP para que proporcionaran entrenamiento en terrorismo urbano, incluyendo asesinatos a blancos específicos, y uso de explosivos. Aún más, el archivo ofrece sugerencias tentadoras, pero finalmente sin evidencia concreta, de que las FARC, operando para y de parte del Estado venezolano, podrían haber cometido asesinatos de oponentes políticos de Chávez. No obstante, Chávez continuó manteniéndose a distancia de las FARC e incumplió sus promesas de ayuda financiera y material. Descrito por quienes le enseñaron a ser un pensador estratégico genuino, Chávez planeó una relación de largo plazo con esta guerrilla, calculando que ésta lo necesitaría a él más que él a ella; además, Chávez no se mostró reacio a actuar en contra de los intereses de las FARC siempre que lo juzgó oportuno. Asimismo, las FARC estuvieron involucradas en dos incidentes significativos en 2004, cuyos desenlaces respectivos fueron enojar y avergonzar a Chávez, al punto de provocar una fractura total entre él y la organización durante 18 meses.
No obstante, con ímpetu generado por el alto precio del petróleo y por haber avanzado en sus agendas nacionales e internacionales, durante 2006-07, Chávez inició un proceso de reconciliación con las FARC, experimentando, sin embargo, un cambio cualitativo en la naturaleza de su compromiso. En palabras de Ramón Rodríguez Chacín, ex Ministro del Interior venezolano e intermediario de antaño con las FARC, Chávez había empezado a ver a las FARC como un ‘aliado estratégico en el caso de una agresión del imperio [EE UU], pero a la vez como aliados estratégicos para la formación de un bloque revolucionario en el Continente.’ Varias reuniones tuvieron lugar entre los altos mandos de la jefatura de las FARC y el líder venezolano. Este último se comprometió a ayudar al grupo para lograr la legitimidad política, reafirmó formalmente las garantías para que las FARC utilizaran el territorio venezolano a lo largo de la frontera con Colombia y, crucialmente, ofreció suministrar US$300 millones a las FARC, cincuenta de los cuales estarían inmediatamente disponibles. También se exploraron varias opciones para dotar a las FARC del tipo de armas que alterarían el balance estratégico en Colombia, incluyendo MANPADS. Una de estas opciones, discutida un mes antes de la muerte de Reyes, consistía en un acuerdo trilateral con el Presidente Alexander Lukashenko de Bielorrusia, aunque al tiempo del fallecimiento de Reyes ninguno de estos acuerdos se había finalizado ni se había pagado ningún dinero.
La reconciliación con las FARC coincidió con un deterioro dramático en las relaciones entre Venezuela y Colombia. Esto se produjo cuando el Presidente colombiano, Álvaro Uribe, se ofendió a causa de los esfuerzos de alto perfil de Chávez por sacar ventaja política y estratégica de su intervención en la liberación de rehenes secuestrados por las FARC, en lo que el grupo denominó como un ‘intercambio humanitario’. Chávez no fue el único factor externo involucrado en estas liberaciones, que, como muestra el archivo, las FARC explotaron cínicamente; el propósito principal del grupo era obtener visibilidad política y hacer quedar mal al gobierno colombiano, imponiendo condiciones que sabía serían inaceptables. Igualmente, otras partes externas se involucraron generalmente en estos intercambios motivadas por ganancias políticas a corto plazo, desestimando consecuencias estratégicas más amplias. Pocos (o ninguno) pueden considerar haber tenido ningún mérito en el proceso, que prácticamente llegó a su fin en 2008 cuando el gobierno colombiano engañó a las FARC para que liberaran la mayoría de sus rehenes de alto valor.
Las FARC y Ecuador
Como sucedió con Venezuela, en los años noventa las FARC establecieron una presencia en las regiones fronterizas de Ecuador, que eran particularmente importantes por ser adyacentes a los departamentos colombianos de Putumayo y Caquetá. Éstos eran baluartes de las FARC, en particular por ser grandes productores de cocaína, de la cual dependían los ingresos del grupo. Sin embargo, las FARC necesitaron mucho más tiempo que el necesario en el caso de Venezuela para obtener influencia política en Ecuador, y la zona fronteriza ecuatoriana fue a menudo un área incierta o absolutamente hostil hacia las FARC. Las fuerzas de seguridad ecuatorianas generalmente dejaban operar a la fuerte presencia de la inteligencia colombiana y estadounidense en la región, y a veces contribuían a los esfuerzos de estos países con colaboración activa. Las FARC nunca obtuvieron apoyo estatal ecuatoriano semejante al que lograron en Venezuela, y su contacto con administraciones sucesivas nunca fue más que intermitente. Sin embargo, mientras la política nacional ecuatoriana se movía paulatinamente hacia la izquierda, las FARC lograron establecer relaciones con un amplio rango de personas con influencia creciente sobre las políticas del gobierno, incluyendo Lucio Gutiérrez antes de su elección a la presidencia. El grupo tuvo por lo menos algo de contacto con administraciones sucesivas y fue exitoso en fomentar tensiones entre Ecuador y Colombia. Reyes mismo tuvo una base relativamente permanente en la región fronteriza desde 2003 hasta el momento de su muerte. Desde allí pudo reunirse con una serie de visitantes extranjeros y administrar las actividades de la COMINTER gozando de relativa seguridad.
En principio, cuando Rafael Correa anunció su candidatura presidencial en 2006, sus credenciales de izquierda no convencieron del todo a las FARC. Sin embargo, cuando la popularidad de Correa se incrementó y su potencial radical se hizo más evidente, el grupo aportó aproximadamente US$400.000 a su campaña en una coyuntura crítica (al parecer, US$100.000 procedieron directamente de las FARC, y otros US$300.000 de sus aliados). Es casi seguro que Correa aprobó el ingreso de estos fondos en su campaña, pero esto no condujo a una política de apoyo estatal a los insurgentes durante el corto período entre el ascenso de Correa a la presidencia y la muerte de Reyes. El archivo muestra evidencia de que el mayor deseo de Correa era que las FARC le confirieran una plataforma para jugar un papel en el “intercambio humanitario”, similar al desarrollado por Chávez. Sin embargo, aunque Reyes instó vigorosamente a sus compañeros del Secretariado para que se otorgara tal papel a Correa, éstos se mantuvieron impasibles. Es más, aunque la muerte de Reyes provocó una fractura grave entre Colombia y Ecuador—siendo éste irónicamente un objetivo estratégico clave de las FARC—también interrumpió la relación creciente de las FARC con Quito. No existe evidencia que sugiera que esta relación haya prosperado desde entonces.
Las FARC hoy
Desde la muerte de Reyes, la suerte de las FARC se ha deteriorado dramáticamente. La política de Seguridad Democrática en Colombia ha logrado, en términos generales, sus objetivos de desalojar a las FARC de franjas extensas del campo, establecer presencia gubernamental e instituciones donde anteriormente éstas no existían, y presionar a los insurgentes hacia los márgenes del territorio. Mejoras importantes en inteligencia han permitido a las fuerzas de seguridad colombianas empezar a decapitar a la jefatura de las FARC, y los niveles de deserción de las filas de las FARC se han incrementado de manera progresiva. No obstante, las FARC han hecho aquello que es obligatorio para todo grupo insurgente: han vivido para luchar otro día. Pese a sus reveses, hoy en día no muestran más disposición que en cualquier otro momento de su historia a comprometerse en negociaciones serias de paz. Aunque la seguridad en Colombia ha mejorado notoriamente en años recientes, los logros del gobierno a este respecto son aún frágiles y potencialmente reversibles. El gobierno colombiano ha heredado formidables retos relacionados con atender a millones de personas desplazadas internamente, resolver complejos problemas sobre pertenencia de tierras, reintegrar a un gran número de ex paramilitares y sacar a ocho millones de colombianos de la pobreza absoluta. El gobierno está buscando reenfocar sus esfuerzos y gastos en desarrollo económico y reforma social, pero pese a esta agenda de postconflicto, la guerra no ha concluido. Las fuerzas de seguridad colombianas continúan casi diariamente enfrentándose con las FARC y sufriendo bajas. Mientras las FARC sigan beneficiándose de la disponibilidad de santuarios y apoyo transfronterizos, los desafíos concernientes al desarrollo de Colombia persistirán. ♣
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por Luis Enrique Alcalá | Jul 23, 2010 | Argumentos, Política |
El color de la corbata predice más que un sueño
Hay una diferencia entre ser persuasivo y ser convincente. Para quien sólo dispone de un televisor con qué juzgar la validez de las denuncias presentadas por Colombia ante la Organización de Estados Americanos, sobre la presencia numerosa, creciente y consolidada de irregulares colombianos en territorio de Venezuela, el embajador Luis Alonso Hoyos fue lo primero pero no lo segundo.
Cuando se conoció que el Consejo Permanente de la OEA se reuniría ayer para escuchar las acusaciones colombianas, comentaristas de varios medios se preguntaron por qué había esperado el gobierno de Álvaro Uribe, que cesará en quince días, una oportunidad tan tardía para presentar el caso. La mayoría opinó que se trataba de un modo de encajonar al gobierno entrante, que presidirá Juan Manuel Santos. Después que éste y Uribe se reunieran sobre el asunto, Santos emitió declaraciones esperanzadoras de que en un futuro pudiera resolverse el problema de la presencia de terroristas en países vecinos, evitando usar el término guerrilleros.
Ayer, conocida ya la decisión venezolana de ruptura de relaciones diplomáticas adoptada por el gobierno venezolano, ha mantenido una abstención metódica y neutral: «Sobre el tema de las relaciones nuestras con Venezuela, la mejor contribución que podemos hacer es no pronunciarnos». Para dejar más claras las cosas añadió que Uribe es el Presidente de Colombia hasta el 7 de agosto.
Naturalmente, la presentación de Hoyos tiene un impacto en la opinión pública y en la de quienes toman decisiones en Colombia, Venezuela y el resto del continente y el mundo. El gobierno de Venezuela no puede desconocer que adolece de un serio problema de credibilidad respecto de su relación con las FARC; el Presidente de la República propuso que se las considerara beligerantes según el concepto de Derecho Internacional, y nunca escatimó elogios para el fallecido Marulanda. Existe el video del ministro Rodríguez Chacín alentando a guerrilleros colombianos en su lucha. No puede quejarse de la propensión a creer las denuncias de Hoyos.
Por esa razón se beneficiaría de una verificación in situ. Es comprensible que el gobierno venezolano considere una afrenta a la soberanía nacional la visita de una misión multinacional de verificación, y el gobierno colombiano ha debido presumir que su propuesta en ese sentido no prosperaría, sabedor de que la OEA no puede forzar una cosa así sin la anuencia de Venezuela, como explicara prontamente Insulza. En consecuencia, Colombia propuso la inspección para obtener la negativa de Venezuela, para sugerir que la negación era un indicio de culpabilidad.
Pero el movimiento Voluntad Popular ha propuesto algo que puede rendir los mismos efectos de exculpación: la constitución de una comisión nacional mixta que haga la observación en las coordenadas suministradas por el embajador colombiano. Sólo observadores venezolanos para dejar a salvo la soberanía bicentenaria, cuidando de que la comisión sea más amplia que la que estuvo trabajando en el Panteón Nacional. Que incluya, por ejemplo, a Ismael García, a algún representante de la Conferencia Episcopal Venezolana, a Globovisión, por supuesto. La idea de Voluntad Popular es muy buena.
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Hay quienes han sugerido que el gobierno de Venezuela sacaría ventaja electoral de esta tensa situación bilateral para las inminentes votaciones del 26 de septiembre. Lo contrario han debido calcular quienes diseñaran la oportunidad de la denuncia, y tal vez esto explique mejor el timing de la cosa que la hipótesis de un deseo de Uribe de forzar la mano de Santos. En cualquier caso, es un sobresalto más en una década y un año de sobresaltos, en un período venezolano de constante tensión. Aunque sólo fuera por una añoranza de la tranquilidad perdida en cuanto Hugo Chávez vino a gobernar, un episodio como éste no puede representar rendimiento electoral para el oficialismo.
Ahora bien, debe observarse que, aunque nunca se había llegado, como ahora, a la ruptura de las relaciones diplomáticas—Chávez dijo «de todo tipo de relación»—, la instrucción de alerta militar máxima en las fronteras es bastante menos abrasiva que la orden de movilizar una decena de batallones hacia ella, como ocurrió en la última crisis. No hay riesgo inminente, pues, de conflagración. El mismo Chávez ha dicho: «Espero que se imponga la racionalidad en la Colombia que piensa».
Así que un recuerdo preocupante se ha disuelto. Era el año de 1980, y tuve una pesadilla en la que sólo veía una gran escena panorámica, donde algo insólito ocurría a una hora de temprano anochecer: naves de guerra colombianas circunnavegaban Caracas con impunidad. Vista la ruptura del más reciente absceso, creo que esa pesadilla, que soñé unas tres o cuatro veces por aquellos días, era un sueño proyectivo, ciertamente, pero no premonitorio. LEA
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