Música para votar

 

Las cataratas Victoria del río Zambeze, frontera de Zambia y Zimbabue

 

Todos quisiéramos votar por el mejor hombre, pero él nunca es candidato.

Kin Hubbard

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Uno quisiera que hoy fuera un día tranquilo, que sólo los votos hablaran y fueran atendidos, que respetaran civiles y militares la voluntad de la mayoría que gritará en silencio, como una catarata. Es con ese deseo que contribuyo acá con la voz firme y mayormente serena de quince breves obras musicales, escogidas según el único criterio de la belleza de sus melodías, sin discusión académica acerca de su calidad o nivel. Son, simplemente, melodías que gustan a cualquiera.

Mascagni y sus libretistas

Comencemos, apropiadamente, por el Preludio de Cavalleria Rusticana, la conocida ópera de Pietro Mascagni (1863-1945). Un segundo trozo instrumental de esta obra es mucho más conocido e interpretado, su Intermezzo, pero el Preludio es igualmente hermoso. Edoardo Sonzogno había convocado en 1888 un concurso de óperas en un solo acto para compositores que aún no hubiesen sido representados en un teatro. Mascagni, de 25 años, logró entregar su obra en el último día del plazo y ganó el certamen. No podía ser de otra manera; el día del estreno, el compositor fue requerido al proscenio del Teatro Costanzi de Roma cuarenta veces por la ovación del público. Nos ofrecen esa introducción instrumental los músicos de la Orquesta Filarmónica de Praga, conducidos por Friedemann Riehle.

Mascagni

Enigma, máquina inglesa para descifrar

Las Variaciones Enigma fueron compuestas por Edward Elgar (1857-1934) entre 1898 y 1899. El tema es tratado en catorce variaciones nombradas con enigmáticas claves, la mayoría un conjunto de iniciales. De todos modos, se conoce la identidad de las personas representadas en cada variación: la primera (C. A. E.) es para su esposa, Caroline Alice Elgar; la undécima (G. R. S.) fue inspirada por el perro bulldog de George Robertson Sinclair, el organista de la catedral de Heresford. Elgar se llevó a la tumba el verdadero enigma: la identidad de un tema escondido en la pieza que no es tocado explícitamente y, muy divertido con su travesura, rechazó todas las explicaciones que le fueron propuestas. (Enigma fue, además, el nombre escogido para la máquina que los ingleses usaron en la II Guerra Mundial en la descodificación de comunicaciones alemanas en clave). La más hermosa y expansiva de las variaciones es la novena: Nimrod, en agradecimiento al editor musical Augustus Jaeger, en quien Elgar encontró apoyo y consejo sincero. Nimrod es un patriarca y cazador del Antiguo Testamento, y Jäger significa cazador en alemán. Eugene Ormandy dirige ahora a la Orquesta de Filadelfia (y suya) en la Variación IX.

Elgar

La obra paciente del Colorado

La Suite del Gran Cañón es música típicamente estadounidense, tanto por tema como por línea melódica y apoyo armónico. Es obra de Ferde Grofé (1892-1972), gente de familia musical por el lado paterno y materno. Este neoyorquino hizo mucha música en la radio, y llegó a enseñar orquestación en la prestigiosa Escuela de Música Juilliard. La suite que aquí es representada por su cuarto movimiento, Puesta de sol, es una obra de música descriptiva. (Para escuchar el quinto y último, Chaparrón, ver en este blog De la música como retrato). De hecho, la pieza fue ejecutada por primera vez (Chicago, 1931, año de los cruciales Teoremas de Kurt Gödel) con el nombre de Cinco cuadros del Gran Cañón. Suena la Orquesta Sinfónica del Estado de Utah a cargo de Maurice Abravanel.

Grofé

Saltando al son de los italianos

Andrew Davis dirigirá a continuación a la Orquesta Sinfónica de Toronto para dejarnos escuchar el Nocturno (Moderato) del ballet de Ottorino Respighi (1879-1936) basado en temas de Gioachino Rossini (1792-1868), La boutique fantasque. Una traducción posible de este nombre es La tienda mágica de juguetes o, más simplemente, La tienda caprichosa. El ballet fue estrenado en Londres el 5 de junio de 1919, una semana justa después de que el inglés Arthur Eddington registrara el eclipse solar de ese año mágico—ya no había guerra—en la isla Príncipe del Atlántico africano, logrando una dramática corroboración de predicciones de la Teoría General de la Relatividad que Albert Einstein publicara en 1916 en Annalen der Physik.
Rossini-Respighi

Puede tocar como le dé la gana

Creo que es la segunda de las Danzas Eslavas (en Mi menor) del op. 46 de Antonín Dvořák (1841-1904) la que tiene la más bella melodía de toda la serie. (Ocho piezas, más otras tantas del op. 72). George Szell y la Orquesta de Cleveland se encargan de defender mi fe. Por su parte, Daniel Harding dirige a la Orquesta de Cámara Mahler para acompañar a la despampanante violinista Janine Jansen en el muy breve Valse sentimentale (op. 51 #6) que Pyotr Illich Tchaikovsky (1840-1893) compusiera originalmente para piano. (Estoy enamorado; de su melodía, por supuesto, y de mi señora. ¡Zape, gata!)

Dvořák

Tchaikovsky

El infeccioso disco

Con la orquesta del popular director ruso André Kostelanetz me inicié en una irreversible afición por la música sinfónica, cuando tenía 12 años (yo, no él). Oscar Álvarez de Lemos, padre de mi mejor amigo de la infancia, tenía el disco Columbia CL 747, que por un lado traía la Obertura-Fantasía Romeo y Julieta de Tchaikovsky, su perfecta obra de juventud, y del otro ponía algunos valses del mismo compositor. Desde que oí la obertura la primera vez quedé patidifuso, y no me tranquilicé hasta que Don Oscar me consintiera llevar la grabación a mi casa, donde no escuché otra cosa, para horror de mi familia, por un mes seguido. Kostelanetz hizo antes que André Rieu mucho por la popularización de la música de los grandes compositores. Ahora interpreta dos arias instrumentalizadas: Vissi d’arte, de la Tosca de Giacomo Puccini (1858-1924) y la maravillosa Mon coeur s’ouvre a ta voix, de la ópera Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns (1835-1921).

Puccini

Saint-Saëns

El alma del Brasil

También en una versión instrumental, escuchemos el Nocturno de las Piezas líricas del op. 54 de Edvard Grieg (1843-1907), originalmente compuestas para el piano. La versión acá colocada es de la Orquesta del Festival de Budapest que dirige Pavel Urbanek. Y, hablando de ese instrumento, es hora de que haga su aparición en el extraordinariamente bello Nocturno #19 en Mi menor (op. 72, #1) de Federico Chopin (1810-1849) en interpretación del pianista chileno Claudio Arrau, un hombre serio. Luego, aprovechando la manida cita del polaco—»Sólo hay algo más hermoso que una guitarra: dos guitarras»—, traigo aquí la Melodía sentimental de Heitor Villa-Lobos (1887-1959), de las manos del joven guitarrista brasileño Bráulio Bosi.

Grieg

Chopin

Villa-Lobos

Y ¿si hacemos sonar juntos a un piano y una flauta? El gran flautista francés Jean-Pierre Rampal toca acá el movimiento Cantabile de la Sonata para flauta y piano de su compatriota, Francis Poulenc (1899-1963). Este caballero formó parte del grupo que se conociera como Les Six, que además de él incluía a Georges Auric, Louis Durey, Arthur Honegger, Darius Milhaud y Germaine Tailleferre. La obra fue compuesta en 1957, dedicada a la mecenas de la música de cámara Elizabeth Sprague Coolidge y hecha para la interpretación de nuestro concertista, con quien el propio Poulenc la estrenó en el Festival de Música de Estrasburgo.

Poulenc

Director grande, orquesta grande

Aires orientales nos llegan con la Canción de cuna del ballet del armenio Aram Khachaturian (1903-1978), Gayané, de fama por su vertiginosa Danza de los sables. Antal Doráti es el magnífico director de orquesta húngaro puesto el frente de la precisa Orquesta Sinfónica de Londres para nuestro deleite. Gayané es una joven trabajadora de kolkhoz que tiene la mala suerte de haberse casado con Giko, un borracho perezoso. Éste la amenaza con despeñar a la hija común—a quien Gayané ha cantado la canción—y la apuñala, pero es arrestado por Khazakov y la heroína se recupera para reponer su amor con el justiciero.

Khachaturian

Nada parecido transcurre mientras suena la Pavane de Gabriel Fauré (1845-1924), su opus 50 en Fa sostenido menor. Fue compuesta para piano, pero el mismo Fauré produjo luego una versión orquestal que puede ser aumentada con coro, pues se añadió una letra a posteriori, que termina diciendo: «Adieu donc et bons jours aux tyrans de nos coeurs! Et bons jours!» (¡Por tanto adiós y buenos días a los tiranos de nuestro corazón! ¡Y buenos días!). El propio compositor juzgó la pieza como «elegante pero sin importancia». En todo caso, me conformo con su elegancia, que proviene del origen español de esa clase de danza y que Daniel Barenboim resalta al frente de la Orquesta de París.

Fauré

Abetos del bosque finlandés Tsarmikuusikko

He dejado para el cierre de esta selección con broche de platino una pieza hasta hace poco ignorada por mí. Es el movimiento quinto y último de la Suite para piano Los árboles, del compositor finlandés Jan Sibelius (1865-1957): El abeto. Un entusiasmo recentísimo por su hermoso tema me hace ponerlo una y otra vez. Ud. verá, creo, que es tan bueno que parece un bolero de los grandes. El fino pianista japonés Ritsuko Kobata lo interpreta estupendamente.

Sibelius

¿Ya votó Ud.? (Por cualquiera de estas piezas). LEA
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De la música como retrato

La cabalgata de las valkirias musicalizó el filme de Francis Ford Coppola

La música es arte que comunica, como todas. Estamos acostumbrados, mayormente por su eficaz empleo en las películas, a tenerla por arte esencialmente expresiva. Un estado de ánimo o mood—melancólico, temeroso, desesperado, desenfadado, alegre, triunfal—se refuerza en el cine con el poder de la música como transmisora de sentimientos. Pero aun sin la imagen, es capaz de transmitirnos emoción con gran elocuencia.

Esta comunicación es, sin embargo, imprecisa. El maestro José Antonio Calcaño, en su Curso de Apreciación Musical, apuntaba que si la música podía transmitir dolor no precisaba si éste era causado por un pinchazo o porque la esposa le hubiera montado cuernos al doliente. La música es tan fuerte como la indefinición oceánica de un sentimiento intenso, aunque el agrado o desagrado que suscita en nosotros no es tan nítido como un dibujo de Alberto Durero o Héctor Poleo. Es más expresión que percepción.

Beethoven, 1808

Pero en ocasiones se ha compuesto música descriptiva. Un ejemplo temprano ocurre en la Sexta Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Entre los ideales del Romanticismo era la adoración de la Naturaleza un elemento esencial, y Beethoven quiso expresarlo en lo que se conoció, apropiadamente, como su Sinfonía Pastoral. Más allá de la celebración sonora y abstracta de lo natural, el cuarto movimiento de esa obra incluye la vívida descripción de una tormenta, incluyendo el alejamiento del fragor de los truenos al ceder el chubasco. He aquí la sección del 4º movimiento que lo describe. (Leonard Bernstein dirige la Orquesta Filarmónica de Viena).

Tormenta

 

Grofé, 1929-1931

Fue ese mismo fenómeno atmosférico el pintado por Ferde Grofé en el último movimiento—Cloudburst—de su Suite del Gran Cañón, toda ella música descriptiva. (El segundo movimiento, por ejemplo, lleva el nombre Desierto pintado; el cuarto Puesta de sol). Su empleo de la orquesta, más moderna que la que usaba Beethoven, es mucho más literal; es más fácil identificar en esta pieza los golpes de relámpago o de trueno. Al cesar la lluvia, la sobrecogedora belleza del Gran Cañón del Colorado se manifiesta límpida e imponentemente. La orquesta Mannheim Steamroller, fundada por Chip Davis y Jackson Berkey, se encarga de tocarnos este chaparrón.

Chaparrón

 

Wagner, 1870

No sólo paisajes, sino también la acción puede ser registrada por la música. En La valkiria, una de las óperas de Richard Wagner que integran la tetralogía de El anillo de los nibelungos, ocurre la Cabalgata de las valkirias, interpretada en conciertos y grabada abundantemente. El noticiero de guerra alemán Die Deutsche Wochenschau empleaba el tema durante la II Guerra Mundial, y en Apocalyse Now es reproducido, por los altavoces de helicópteros de guerra de los EEUU, en el bombardeo de un villorrio en Vietnam para amedrentar a los habitantes. La conocida pieza evoca perfectamente a las semidiosas del panteón nórdico arreando a sus corceles. Daniel Barenboim dirige a la Orquesta de París en esta versión.

Cabalgata

Prokofiev, 1938

 

El combate es una acción típicamente humana, y la literatura musical se ha ocupado del tema en más de una ocasión. Sergei Prokofiev se presenta aquí con dos ejemplos: en primer lugar, la Batalla sobre el hielo, de la cantata Alexander Nevsky, que compusiera para la película de Sergei Einsenstein; luego, de su ballet Romeo y Julieta, la Muerte de Teobaldo, que describe su esgrima mortal con Romeo. Otro ruso, Pyotr Illich Tchaikovsky, usó música descriptiva en Cascanueces para una pelea fantástica: la Batalla del Cascanueces y el Rey de los Ratones. Finalmente, no sólo ha pintado la música luchas épicas o trágicas o de cuentos infantiles; en Billy the Kid, de Aaron Copland, uno de sus pasajes refiere el tiroteo previo a la captura del famoso forajido. En sucesión, André Previn y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, Riccardo Muti con la Orquesta de Filadelfia, el mismo Previn al frente de la Orquesta Sinfónica de Londres y Eugene Ormandy repitiendo en Filadelfia interpretan las pugnaces piezas.

Batalla

Muerte

Batalla 2

Tiroteo

Holst, 1914-1916

La música puede dejar de ser estrictamente descriptiva para representar sugerentemente: Marte es, por supuesto, el dios romano de la guerra. El planeta rojo, nuestro vecino que tiene su nombre, tiene, además de valor mitológico, contenido astrológico. En su suite Los planetas, Gustav Holst llama a su primer movimiento Marte, el portador de la guerra. (Piezas como las de la obra de Holst eran usadas frecuentemente por musicalizadores en la radio. La radionovela que sucedió a El derecho de nacer, también de Félix B. Caignet, se llamó Los ángeles de la calle, y el tema escogido por Radio Caracas fue Júpiter, el portador de la jovialidad). Marte es representado por música ominosa, con carácter parecido a la que usaba Globovisión para reportar algún evento tenso y molestaba particularmente a Hugo Chávez. Lorin Maazel, un director que viniera a Venezuela en 1975, queda a cargo de la Orquesta Nacional de Francia en esta ejecución.

Marte

Saint-Säens, 1886

Camille Saint-Säens compuso la suite Carnaval de los animales; sus catorce movimientos tienen clara intención descriptiva. El más famoso y más hermoso es El cisne, que con frecuencia se interpreta separadamente, a veces como número de ballet. También se presenta en arreglos diferentes. Aquí tocan la pieza Jacqueline du Pré, en el violonchelo, y Osian Ellis que acompaña al arpa.

Cisne

Debussy, 1903-1905

Alejándonos de animales y personas, regresamos al paisaje, y esta vez con el de una entidad en incesante movimiento. Tenía que ser el Padre del Impresionismo musical, Claude Debussy, quien acometiera exitosamente la descripción del mar. La mer, en tres movimientos, es una obra maestra de la música, con una complejidad armónica y rítmica que representa fielmente distintas facetas del agua que baña las costas de los continentes. El segundo de ellos, Juego de las olas, es tal vez el más hermoso de los tres. La Orquesta Philharmonia es conducida por Carlo Maria Giulini en esta ocasión.

Juego

Britten, 1945

Es asimismo música de mar el grupo de cuatro Interludios marinos de la ópera Peter Grimes, compuesta por Benjamin Britten, que usualmente se graba con la Passacaglia de la misma obra. El segundo interludio, menos ácido que sus compañeros, es Mañana de domingo. Una estupenda versión es la que logra André Previn con la Orquesta Sinfónica de Londres.

Mañana

Respighi, 1924

Ottorino Respighi tenía una hábil paleta orquestal que empleaba inteligentemente para describir. En la suite Los pinos de Roma, sus cuatro movimientos retratan los pinos de la Villa Borghese, los que rodean a una catacumba, los del Janículo, aquellos que bordean la Vía Appia. Es este último movimiento el que cierra la obra, y más bien narra el paso de las legiones del Imperio Romano en marcha por la clásica avenida. Eugene Ormandy conduce, una vez más, la Orquesta de Filadelfia que sonaba tan bien bajo su mando.

Pinos

Cerramos esta incompleta selección de música descriptiva con la obra que dio fama a Arthur Honnneger: Pacific 231. Este «movimiento sinfónico» compuesto en 1923 representa a una locomotora. Las cifras aluden al número de ejes de la máquina, según la costumbre francesa. El modelo representado tenía 2 ejes de ruedas direccionales, 3 ejes de ruedas motrices y 1 eje de ruedas de cola. Jean Mitry hizo con la pieza una película premiada en 1949, y es ella la que se muestra en este video de despedida. Ud. concederá que Honneger describía muy bien. LEA


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