por Luis Enrique Alcalá | Feb 18, 2014 | Argumentos, Política |
¿Gente insubordinada?
En el estudio de los sistemas complejos se conoce cómo es que un sistema puede evolucionar, por decirlo así, en el borde del caos, en gran diferencia respecto de los sistemas plenamente caóticos. Esto es un resultado de la tendencia, observable en cualquier sistema complejo, hacia la autorganización. Más aún, la condición que los expertos llaman “caos débil”, es muy común en la naturaleza. Es el estado normal de los sistemas más dinámicos en cuanto a potencialidad evolutiva. Tan castrante del cambio creativo es el excesivo rigor, el excesivo orden, como el caos pleno. Resbalemos, pues, por este borde del caos, en este desarreglo, con los ojos bien abiertos y la imaginación bien dispuesta, porque así vamos a encontrar la verdadera salida
Turmoil or disarray*
El Diario de Caracas, 3 de agosto de 1998
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La primera noticia de la mañana daba cuenta de la destitución del Jefe del SEBIN—nombre horrible, como diminutivo de grosera expresión—, el servicio sucesor de la DISIP que antes (en tiempos de Rómulo Betancourt) se llamaba DIGEPOL, presuntamente la metamorfosis benéfica de la Seguridad Nacional de Marcos Pérez Jiménez, su Gestapo. La decisión fue tomada por el presidente Nicolás Maduro por desacato a sus órdenes expresas de acuartelar los efectivos del organismo, las que en sí revelan la percepción presidencial de que está en su interés calmar las cosas. Es gravísimo que, en medio de un ambiente de extendida protesta, la autoridad del Presidente de la República sea desconocida, especialmente por cuerpos armados. Añádase a tan preocupante desarrollo que ayer el gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, declaró por Twitter: «UBCH a prepararse para el contraataque fulminante. Diosdado dará la orden». ¿Quién gobierna en Venezuela?
La segunda noticia avisaba que los espacios de Chacaíto, el escenario que había escogido Leopoldo López para marchar, cual mártir, a entregarse a las autoridades que lo buscaban con un auto de detención, habían sido tomados por numerosos y bien pertrechados agentes de la Policía Nacional «Bolivariana» y la Guardia Nacional «Bolivariana». (Parece que Cabello no llegó a dar las órdenes anticipadas por Ameliach, por ahora).
La tercera fue que López se había entregado a las 12:23 p. m. Consummatum est.
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El gobierno de Nicolás Maduro está en serísimos problemas. No sólo es que la bomba de tiempo económica, armada por su predecesor eterno, ahora le explota en la cara, sino que tiene una buena parte de la población en la calle, exigiendo que se vaya. Es en medio de tan grave situación que parece no controlar ni a sus propias filas.
¿Como Cristo en la cruz?
Sobre Maduro pesa la herencia del despropósito de Hugo Chávez y ella incluye, entre otras muchas cosas, tres chavistas de gran peso: Jorge Giordani, el alucinado gurú del socialismo más extraviado; Diosdado Cabello, realengo personaje que se cree parte principalísima del Poder Ejecutivo y actúa por su cuenta en consecuencia; Rafael Ramírez, lord protector del tumor económico primario: PDVSA. («Entonces pensé: la solución de la cosa no es salir de Nicolás Maduro; es salir de Rafael Ramírez. Es él quien debiera ofrecer su renuncia». Orlando curioso, 4 de febrero de 2014). Mucho se lograría si pudiera repudiar, no a uno, sino a estos tres chivos expiatorios.
Pero el presidente Maduro no está en las condiciones de Josif Stalin; no tiene la capacidad, desde de su precario mando, para hacer purgas de gente tan poderosa. Tampoco es para él una referencia útil la desesperada cambiadera de ministros de Pérez Jiménez en enero de 1958, en el tramo final de su caída, cuando sacrificó a Laureano Vallenilla Lanz (realmente Planchart) y a Pedro Estrada, jefe del SEBIN (realmente Seguridad Nacional), y trajo al general Néstor Prato como Ministro de Educación, para sustituirlo de inmediato por Humberto Fernández Morán. Hacer algo así emitiría la más clara señal de debilidad irreversible.
En lugar de eso, en estos momentos da otro discurso más, ante una concentración de «trabajadores petroleros resteados con el legado de Chávez, Maduro y el socialismo», flanqueado por Rafael Ramírez. La locura persiste.
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El gobierno presidido por Nicolás Maduro está enfermo, y no es catarro lo que tiene.
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La oposición no está mejor. Hace cuatro días, escribía Thaelman Urgelles:
Los trágicos acontecimientos de ayer en Caracas fueron el pico de una operación política que nos ofrece la presunta salida inmediata de la penosa situación socio-política (y especialmente económica) en la que se encuentra Venezuela. No me refiero a la estupenda cadena de marchas y concentraciones efectuada en todo el país, convocadas por las federaciones estudiantiles de todas las universidades aunque los méritos fueron hábilmente atraidos para sí por políticos que poseen más saliva para engullir la harina mediática que ello provocó. Me refiero a los promotores de un nuevo atajo voluntarista al que ellos mismos han denominado #LaSalida, denominación muy apropiada para estimular las prisas de sectores de clase media cuya escasa experiencia política coincide con su justificada indignación por el desastre que sufre nuestra depauperada Venezuela. Muy directa y explícita la consigna de #LaSalida, con hashtag incluido, para bautizarlo en el escenario principal de su campaña publicitaria, que no es otro que las redes sociales de Internet. La resonante convocatoria que ha tenido, a partir de las acciones iniciales de vanguardias juveniles muy bien organizadas y localizadas, habla del nivel de desesperación que habita en ciertas capas poblacionales de clase media ilustrada, pues no más allá de ellas se registra, como en los años 2000 a 2004, la virulencia protestataria. (…) Al parecer, el propósito más profundo de los promotores de #LaSalida no es reemplazar de inmediato al gobierno, sino a Henrique Capriles como líder del pueblo democrático y a Ramón Guillermo Aveledo como coordinador de la oposición organizada. En ese caso, el movimiento debería tener por Hashtag el más apropiado de #LaEntrada… de ellos a las posiciones dirigentes de la oposición. Es duro decir esto de personas sobre quienes pesan órdenes de prisión; pero dado que nos estamos jugando la suerte de Venezuela alguien debe atreverse a hablar claro, quizás alguien como quien escribe, que no posee otra ambición que recuperar un país libre para sus hijos y nietos.
Todos sabemos quiénes promovieron «la salida». Un día antes de la celebración de las elecciones municipales del 8 de diciembre, cincuenta y cinco nombres firmaban un remitido de prensa en el que se aseguraba que «la salida» era una asamblea constituyente:
Los firmantes de este manifiesto vemos en el derecho legítimo del pueblo a convocar democráticamente una Asamblea Nacional Constituyente a través de una gran movilización popular (…) el mecanismo más eficiente, plural y democrático para recomponer el acuerdo social de la República. Con nuevos funcionarios a la cabeza de los poderes públicos, tendremos en Venezuela unas elecciones presidenciales enmarcadas en un proceso justo, equilibrado y transparente acorde con nuestro arraigo democrático y tradición de libertad.
Comunicado del 7 de diciembre (clic amplía)
Al día siguiente, el Polo Patriótico lograba 242 alcaldías y la Mesa de la Unidad Democrática 75, o menos de la tercera parte, pero en la cabeza de los firmantes cupo la ilusa noción de que las elecciones de una hipotética constituyente serían ganadas decisivamente por la oposición. Y sólo dos de las cincuenta y cinco rúbricas alcanzaron espacio en los medios: Leopoldo López y María Corina Machado, en su primer acto público de separatismo de la supuestamente sagrada unidad opositora. El primero tiene una trayectoria que empieza por el cheque de PDVSA gestionado por su madre a favor de Primero Justicia—cuando ambos eran empleados de esa empresa—, y continúa por su militancia en tal partido, del que se separa amenazando constituir Primero Justicia «Popular», para refugiarse en Un Nuevo Tiempo, al que abandona cuando esta organización postula a Liliana Hernández, su leal acompañante, a la Alcaldía de Chacao, pues su hombre de confianza era Emilio Graterón; finalmente, después de anunciar la constitución de unas efímeras redes «populares», termina formando Voluntad «Popular». Machado, por su parte, que procuraba en 2006, por propia admisión, una «crisis de gobernabilidad» que diera al traste con el gobierno—mediante un alzamiento o una invasión de marines—, que el año antes tuvo su momento de grande liga con la reunión en la Sala Oval donde la recibiera George W. Bush, el funesto presidente estadounidense (héroe de Germán Carrera Damas), brindó en bandeja de plata al madurismo el indicio que la identificaba como conspiradora internacional, y tiñó de sospecha a la MUD, al decir al mencionado historiador que ella ha debido ir al Departamento de Estado, antes de que Ramón Guillermo Aveledo hubiera presuntamente planteado a esa instancia de potencia extranjera que «la única manera de salir de esto es provocar y acentuar una crisis, un golpe de Estado o un autogolpe, o un proceso de atornillamiento y domesticación donde se genera un sistema de control social total».
Fragmento de grabación a Machado Parisca y Carrera Damas
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El cuarto Reich
No todo aquello que se opone a algo malo es por ese mismo hecho algo bueno. En la película en blanco y negro de la polarización política nacional, en esta pelea de perros a la que asistimos y que a veces propina dentelladas mortales a los inocentes, una fracción de opositores neuróticos encuentra bueno y heroico todo lo que niega al chavismo. Es censurable, aunque comprensible dentro de la paranoia oficialista, que el gobierno haya ordenado la supresión de la señal del canal NTN 24 de los servicios de televisión por cable, pero esa estación sólo transmitía un ángulo de los sucesos del 12 de febrero; sus entrevistados fueron Leopoldo López, María Corina Machado, Diego Arria y nadie menos que Otto Reich, ex embajador de los EEUU en Venezuela, alto funcionario de Ronald Reagan y los Bush, entrometido en época del Carmonazo. Yo vi con estos ojitos el muy sesgado desempeño de NTN 24 antes de su bloqueo «por razones de Estado».
Creo posible que la mano de los Estados Unidos esté en esta cosa de los disturbios de estos días, y entiendo que eso entusiasme a gente a la que vi reír, hace dos semanas, con un asqueroso audio de una voz maracaibera que pide a gritos y groserías que llegue a Venezuela un contenedor lleno de banderas gringas, cosa que contaba con su divertida aprobación.
Pero en la oposición venezolana y, por supuesto, en el pueblo entero, hay una mayoría abrumadora que no padece esa despreciable enfermedad.
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Es así como la situación nacional es de enorme peligrosidad. No es imposible que el gobierno de Maduro colapse, y entonces sólo dos cauces pudieran desaguar ese desenlace: una nueva elección para la que no hay preparación candidatural—¿Cabello contra Falcón?—o que los militares, ellos mismos divididos, asuman las riendas del Poder Ejecutivo. Para lo primero no estamos listos y, con deshonrosas excepciones, no somos entusiastas de lo segundo.
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Ahora me portaré ingenuamente, con la mayor candidez de comeflor, y resumiré el guión de una película de Disney. Si en el cacumen de Maduro se encendiera una chispa de sensatez, convocaría a Miraflores a Juan Requesens, Ramón Guillermo Aveledo, Henrique Capriles Radonski, Henry Ramos Allup y Eduardo Fernández. A ellos les diría lo obvio: que tanto la oposición como su gobierno están en grave condición, que el desarreglo pudiera sepultarlos a ambos y dañar, más gravemente aún de lo que ya lo está, al país entero, y que por eso propone un acuerdo sobre estas bases: 1. el cese de la protesta y de la represión; 2. la liberación de los estudiantes detenidos; 3. el repudio a cualquier intervención extranjera, sea ésta de Cuba o los EEUU, en los asuntos venezolanos; 4. el refuerzo de los acuerdos bilaterales en materia de tratamiento de la inseguridad ciudadana; 5. una inmediata NEP (nueva política económica) diseñada sobre las bases recomendadas por economistas reconocidos y que salve al país de morir de inflación e inanición; 6. una hibernación del Plan «de la Patria» hasta la celebración de un referendo en el que sea el Soberano quien decida si quiere para Venezuela un régimen político-económico socialista, que puede ser convocado por votación concertada de oficialismo y oposición en la Asamblea Nacional.
Claro, esto requiere meter en el escaparate el disfraz de Che Guevara y vestir el ropaje de verdadero estadista. A esto concedo mínimas probabilidades, pero ¿quién sabe? El chavismo y la oposición harían bien en recordar las inmortales palabras de Luis Felipe Llovera Páez: «El pescuezo no retoña». LEA
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*turmoil: a state or condition of extreme confusion, agitation, or commotion. disarray: a lack of order or sequence; confusion, disorder. Merriam-Webster Dictionary.
Para descargar en archivo de formato .pdf Desarreglos simétricos
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por Luis Enrique Alcalá | Sep 23, 2013 | Argumentos, Política |
Nota añadida al final
Boleta algo sesgada del plebiscito sobre la anexión de Austria por Hitler en 1938
plebiscito. (Del lat. plebiscītum). 1. m. Resolución tomada por todo un pueblo a pluralidad de votos. 2. m. Consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre soberanía, ciudadanía, poderes excepcionales, etc. 3. m. Ley que la plebe de Roma establecía separadamente de las clases superiores de la república, a propuesta de su tribuno. Por algún tiempo obligaba solamente a los plebeyos, y después fue obligatoria para todo el pueblo.
Diccionario de la lengua española
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En Venezuela se ha desplazado el sentido de la palabra plebiscito, para enfatizar la opción entre Ja y Nein, entre Sí y No. Como la primera vez que se usara esa expresión en Venezuela fue para designar el celebrado el 15 de diciembre de 1957—al suspender las elecciones presidenciales y plantear la mera prolongación del mandato de Marcos Pérez Jiménez—, el término adquirió connotaciones peyorativas: lo entendíamos como el acto de un dictador. Ramón Escovar Salom llegó a argumentar que los partidarios del presidente Chávez ¡no debían votar en el referendo revocatorio de 2004! porque «se convertiría un referendo—DRAE: referéndum. (Del lat. referendum, gerundivo de referre). 1. m. Procedimiento jurídico por el que se someten al voto popular leyes o actos administrativos cuya ratificación por el pueblo se propone—en un plebiscito». (Ver Críticas demofóbicas, en la Carta Semanal #66 de doctorpolítico, 11 de diciembre de 2003).
Ahora ha propuesto Henrique Capriles Radonski la adulteración de las venideras elecciones municipales para interpretarlas como un plebiscito sobre la satisfacción del país entero con el Poder Ejecutivo Nacional. «El líder»—Führer—de la oposición, supuestamente partidario de la descentralización, crítico del estilo centralizador del oficialismo chavista, intenta convertir unas elecciones que de suyo son locales en un evento de significación nacional; es decir, centraliza. Antes, y en imitación fiel de la actuación de Hugo Chávez en las elecciones regionales y municipales de 2008, se autopropuso como jefe de campaña de todas las candidaturas municipales de la Mesa de la Unidad Democrática, «la cual aceptó» luego de unos pocos días de deliberación; es decir, centraliza.
La pregunta de Mario Villegas, 290813
Naturalmente, la jugada, pretendidamente ingeniosa, se inscribe en la prédica de Capriles luego del 14 de abril: que le robaron las elecciones, que este gobierno no va a durar seis años, que hay que votar masivamente en su contra el 8 de diciembre: ”Desde ya debemos ir organizándonos, para convertir esto en un proceso nacional con la finalidad de tener alcaldes comprometidos con el pueblo y el progreso. Al frente de las alcaldías hay muchos enchufados con una pésima gestión de gobierno y esa lucha tenemos que darla sobre la base de la participación. El reto que tenemos es superar la votación del 14 de abril. Tenemos que entender que la trampa se vence con más participación. (…) El ocho de diciembre quedará demostrado quién es mayoría». (2 de junio de 2013). En otra ocasión indicó: «Quedó demostrado que si ganamos por poco te roban la elección», implicando que, según él, habría ganado el 14 de abril por una mínima diferencia, y también: «Lo que quedó demostrado es lo podrido que está el Gobierno». Asimismo: “Aquí ya quedó demostrado que la mayoría de los venezolanos ya apostó por un cambio». Igualmente, sentenció con apropiación indebida: “La Vinotinto nos ha demostrado que sí se puede ganar y que sí nos podemos unir”. (Tal vez lo que quedó demostrado fue que se quedó pegado en lo de quedó demostrado).* Quod erat demonstrandum.
No obstante, a pesar de esa insistencia euclidiana, ni Capriles ni la Mesa de la Unidad Democrática han demostrado en ningún caso que hubo fraude electoral el 14 de abril; han alegado que lo hubo, por supuesto, y el núcleo duro de sus partidarios ha asumido tal alegato como dogma de fe. Así, han retrotraído las cosas a 2004, cuando Henry Ramos Allup gritara fraude en la madrugada del 16 de agosto de aquel año—ver Bofetada terapéutica—, ante la claudicación de Enrique Mendoza. Bastante más tarde (9 de marzo de 2011), declaraba a Ciudad CCS, menos seguro:
—Se le pasó un episodio, también muy mediático y protagonizado por usted directamente: la denuncia de fraude en el revocatorio de 2004… ¿Consiguió las pruebas?
—No fue una fanfarronada. Hablé por forfeit, porque nadie más quiso hablar y todos me distinguieron con el “honor”, casi que me empujaron. Había que decirle algo al país, era un penoso deber. Tomé escrupulosa nota de lo que me pidieron que dijera para que luego no me dejaran embarcado. ¿Por qué no hablé con las pruebas en la mano? Bueno, eso es como que a ti te atraquen y a los dos minutos te pregunten el nombre del atracador y la marca de la pistola. Era imposible, pero el estudio se hizo y aquí están las pruebas, en este libro (Los secretos del referéndum revocatorio del 2004, en el que el entrevistado figura como autor, junto a Enrique Mendoza, César Pérez Vivas, Gerardo Blyde, Pompeyo Márquez, Timoteo Zambrano y Gabriel Puerta, publicado en 2009). Yo no sé si es exacto o fehaciente, pero el trabajo lo hicieron técnicos bien capaces, y es muy verosímil.
(DRAE: verosímil. 1. adj. Que tiene apariencia de verdadero).
Mes y medio después de la declaración de fraude en 2004, una considerable abstención opositora produjo la captura oficialista de 21 entre 23 gobernaciones en juego. También se eligió alcaldes ese 31 de octubre; Carlos Ocariz aceptó famosamente su derrota y declaró valientemente que no había perdido por fraude, sino por una diferencia de 1.500 votos que la abstención de los opositores causara. (Ver, sobre los manidos pretextos de fraude electoral, Suma contra gentiles abstencionistas).
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Ahora ve por lo menos tres
Es fácil de entender que Capriles busque mantenerse como el líder de la comunidad opositora, montado sobre la ficción de que ganó por pocos votos las elecciones del 14 de abril; no objetó las del 7 de octubre ni las del 16 de diciembre del año pasado, cuando fue el único candidato originalmente opositor que preservó su gobernación (con una votación menor que la que obtuviera en 2008—50,35% contra 53,13%—aunque superior en 0,84% que la que Miranda le dió en las presidenciales de 2012: 49,51%.) Como no piensa permitir que el gobierno actual dure seis años, como las encuestas muestran la erosión del apoyo popular a Nicolás Maduro y la posibilidad de que el 8 de diciembre (a pesar de que la oposición no obtendría la mayoría de triunfos municipales) la votación sumada nacionalmente pudiera ser mayoritariamente de oposición, está empeñado en un curso de desconocimiento del Presidente de la República; Capriles Radonski se ha convertido en Capriles Obrador.
Ahora bien, ¿qué podría hacer si en verdad se produjere el segundo escenario que propone Francisco Pérez Gómez en su insustancial estudio, Análisis de resultados electorales y proyecciones para las elecciones municipales de diciembre de 2013? («La oposición obtiene 20 nuevos municipios con una mayoría general de 51% del registro electoral nacional equivalente a 4,7 millones de electores”. El primer escenario que considera es éste: “El oficialismo obtiene 15 nuevos municipios para un total de 254 con una mayoría general de 53% del registro electoral equivalente a 5,3 millones de electores”). No podría hacer ninguna otra cosa que propaganda reciclada de su actual doctrina: «¿Se fijan que sí somos mayoría, que nos robaron el 14 de abril?» A partir de un «plebiscito» ganado por uno o dos puntos no tendría la fuerza necesaria como para producir la caída inmediata del gobierno de Maduro, ni siquiera para añadir convicción a la tesis indemostrada de que ganó en abril. Quienes desde la oposición voten con la esperanza de que el 8 de diciembre será el fin del régimen se quedarán con los crespos hechos.
El 10 de agosto de este año, Capriles anunciaba un combo McDonald’s: dijo que había que pasar por el 8 de diciembre para ver “si se convoca una reforma, enmienda, revocatorio o constituyente”. Ya esta última, vista la poca acogida de la supersticiosa idea, la ha desechado desinflando a María Corina Machado, su competidora, que rompió lanzas por ella. Quedan tres caminos, sin embargo; aún no sabe en qué palo ahorcarse. LEA
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*A la 1:24 p. m. de hoy, El Universal puso en su web el siguiente titular: Capriles: Caso de avión con droga demuestra lo «putrefacto» del Gobierno. ¿Será que J. J. Rendón—según un amigo un gran sloganeer—le ha recomendado pasar de enchufes a demostraciones?
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por Luis Enrique Alcalá | Sep 5, 2013 | Argumentos, Política |
Cambio climático-político deshiela los polos en Venezuela
El dato político más decidor de los últimos tiempos fue aportado el último día de agosto por Eugenio G. Martínez en El Universal. Así anuncia el sumario de su nota: «En las elecciones municipales previstas el 8 de diciembre próximo, según el balance general anunciado tardíamente por el CNE, competirán 16.088 candidatos para el total de 2.972 cargos a elegir. La cantidad de aspirantes postulados entre la Mesa de la Unidad y el Gran Polo Patriótico se estima en 5.584, por lo cual 67% de los admitidos no cuentan con el aval de los dos bloques políticos».
Ya esto no es una medición de opinión proporcionada por Datanálisis, Hinterlaces o IVAD. Ahora se trata de un hecho político que corrobora la interpretación de Schemel en junio: “El país es mucho más homogéneo de lo que parece. La muerte del presidente Chávez está reconfigurando la cultura política, está desradicalizando y despolarizando a la sociedad venezolana, que se está moviendo más hacia el centro y está rechazando mayoritariamente las posiciones extremas”.
A pesar de esta realidad, Henrique Capriles ha planteado que las elecciones del 8 de diciembre próximo deberán ser entendidas como un «plebiscito»—DRAE: 1. m. Resolución tomada por todo un pueblo a pluralidad de votos. 2. m. Consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre soberanía, ciudadanía, poderes excepcionales, etc.—que determinaría los tamaños relativos de los polos de la película en blanco y negro: el «grande y patriótico» que apoya a Nicolás Maduro y el «unitario y democrático» que comanda el Gobernador del estado Miranda.
«Se parecen igualitos…»
De este modo, Capriles incurre en imitación de conductas y posturas del difunto Hugo Chávez; para las últimas elecciones regionales (gobernaciones, alcaldías y concejales) del 23 de noviembre de 2008, Chávez se autoungió como jefe de campaña de todos los candidatos del socialismo, tal como Capriles se autopropuso respecto de los candidatos de oposición a las que vienen. Hace casi cinco años, comencé así la Carta Semanal #312 de doctorpolítico (20 de noviembre de 2008):
Aunque las candidaturas auspiciadas por Hugo Chávez triunfen en todas las alcaldías del país, aunque veintitrés gobernadores electos sean los que él quiso, aunque absolutamente todo cargo electivo a determinar el próximo domingo 23 de noviembre quedase en manos de algún partidario suyo, de estos hechos no se desprende que él queda libre para promulgar que se reelegirá indefinidamente. Primero, porque ya esa posibilidad fue negada el pasado 2 de diciembre, cuando una mayoría expresa del Poder Constituyente Originario negó tal pretensión; segundo, porque eso no es lo que se estará preguntando el próximo domingo. Ni de una totalidad de triunfos en los estados y municipios puede sacarse conclusiones sobre asuntos de exclusivo dominio nacional.
Luego vino, por supuesto, el referendo sobre la enmienda constitucional del 15 de febrero de 2009, que terminó aprobando la reelección indefinida, a pesar de que los estudios de opinión parecían indicar que el proyecto de enmienda sería derrotado. Creo que vale la pena refrescar lo siguiente:
Se habla ahora de sondeos recientes de la opinión que retratarían una pelea más o menos pareja entre el pro y el contra de la enmienda. En verdad, los sondeos posteriores a los trucos más obscenos—la ampliación de la reelegibilidad a todo funcionario por elección y la camuflada redacción final de la pregunta—están todavía en proceso. (La encuestadora Datos, por ejemplo, a pesar de lo que sugiriera hace poco algún articulista, no ha concluido el procesamiento de su encuesta). Pero los que fueron hechos en diciembre reflejan todos una ventaja marcada para la negativa.
Un estudio particularmente interesante fue el dirigido por Roberto Briceño León, John Magdaleno, Olga Ávila y Alberto Camardiel. Este esfuerzo combinó una encuesta nacional (22 de diciembre) y la realización de focus groups bastante especiales, pues fueron compuestos de modo que no se mezclaran partidarios del gobierno, sus opositores o gente no alineada con ninguno de esos polos.
Naturalmente, este estudio combinado encontró un cincuenta por ciento de claro rechazo a la enmienda, mientras que registró sólo treinta y seis por ciento de apoyo. (La gente más joven y la población femenina es la que más repudia la pretensión continuista; en términos etarios, el proyecto sólo tiene mayoría en las personas mayores de cincuenta y cinco años; en términos socioeconómicos, sólo el estrato E—numéricamente menor que el D—le da una mayoría de apoyo. También registra la conocida aprobación mayoritaria a la gestión de gobierno, 61,4%; pero al mismo tiempo computa en 52% la proporción de la población que tiene poca o ninguna confianza en Hugo Chávez).
Los focus groups arrojaron detalles muy significativos; tal vez el principal es la presencia de dudas e incomprensiones, hasta vergüenza, en los grupos conformados con partidarios del gobierno. La interpretación de la encuesta, por su parte, pone de manifiesto el carácter crucial de los electores no alineados ni con el gobierno ni con la oposición.
Quien escribe tuvo la fortuna de asistir a una rica presentación de Briceño León y Magdaleno sobre estos resultados. Como es su costumbre, no se limitaron a la medición y el diagnóstico, y enhebraron a partir de sus datos una serie, mayormente sensata, de recomendaciones estratégicas para afirmar el rechazo a la proposición continuista. Una recomendación específica llama la atención.
Briceño y Magdaleno, luego de expresar su convicción de que la inminente consulta ofrece una oportunidad para “reposicionar” a la oposición, argumentaron que era de la suprema importancia la elección de quienes debieran hacer ostensiblemente frente—fronting—al proyecto de enmienda. Hablaron de una disyuntiva—falsa, a mi manera de ver—entre estudiantes y líderes convencionales, dando a entender que no había otras voces posibles. (En intento pedagógico hablaron, debe reconocerse, de encontrar los “badueles” o “marisabeles” de 2009). Esto es, la recomendación de Briceño y Magdaleno es la de constituir un coro de tres voces: la de aquellos que aún no están listos (estudiantes), la de los rechazados (líderes convencionales), la de los saltadores de talanquera (“badueles” y “marisabeles”). ¿Es que no hay otras voces en Venezuela?
Llama la atención que, después de haber expuesto que sería decisiva la participación de los electores no alineados—el estudio combinado mide su tamaño a la par de quienes apoyan a Chávez y mayor que el de sus opositores, como lo han hecho desde hace al menos seis años todas las encuestadoras, en proporciones cambiantes que oscilan entre 35% y 50%—, no se saque la conclusión obvia. Antes que “badueles” o “marisabeles”, urge conseguir voces no alineadas, con discurso no alineado y argumentos no alineados para asestar el golpe definitivo a las pretensiones continuistas de Hugo Chávez. (En la Carta Semanal #316 de doctorpolítico, 22 de enero de 2009).
La enmienda que nunca debió prosperar
A esta prescripción no se le hizo caso, y el 15 de febrero de 2009—¡con una abstención de casi 30%!—resultó aprobada la enmienda propuesta por 54,16% de síes contra 45,13% de noes. Una vez más, los insuficientes conceptos estratégicos de la dirigencia opositora nacional condujeron a su derrota; una vez más, esa dirigencia dilapidó (como en 2004) una clara mayoría con su inepta conducción. Naturalmente, el gobierno hizo gala de su arraigada práctica ventajista, como en todo proceso electoral desde que el chavismo agarró por vez primera el coroto en diciembre de 1998.
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De nuevo, pues, la dirigencia opositora reitera su ineficaz planteamiento estratégico de polarización el que, por lo demás, no es otra cosa que la aceptación del planteamiento polarizante oficialista, solemne, ridículamente épico: Bolívar, la Patria, la Revolución, contra la derecha golpista, fascista y vendepatria. Y cuando digo la dirigencia opositora debiera decir la dirigencia encarnada en Capriles; es él, y no tanto la Mesa de la Unidad Democrática, el tesista plebiscitario, como es él el autoungido jefe de campaña de candidatos a unas elecciones locales («se parece igualito» a Chávez). La oposición venezolana se ha cansado de fustigar al oficialismo por su negación de lo alcanzado antes de 1999 en materia de descentralización, pero ahora niega ella misma esta doctrina al convertir elecciones que son de suyo locales en un «plebiscito», casi un referendo revocatorio del mandato de Maduro.
Los mecanismos constitucionales están a la disposición de iniciativas verdaderamente nacionales. Por ejemplo, basta la décima parte de los electores registrados para forzar un referendo consultivo sobre «materias de especial trascendencia nacional». (Artículo 71 de la Constitución). Si Capriles está tan seguro de comandar una marcada mayoría nacional, ¿por qué no, en vez de adulterar elecciones locales, recoge las firmas necesarias para preguntar al Poder Constituyente Originario si es su preferencia que Nicolás Maduro renuncie a su cargo, dado que aún no es tiempo para el doblemente costoso referendo revocatorio? (Posible a partir de 2016, con veinte por ciento de los electores como convocantes). En estos momentos, el Registro Electoral computa un total de 19.066.431 electores, por lo que 10% de ellos viene siendo 1.906.643 con capacidad de convocar un referendo consultivo. Ni siquiera necesita Capriles aplicar la abrumadora mayoría que dice tener; le bastaría solicitar las firmas de quienes votaron por él en las primarias de la MUD del 12 de febrero de 2012: un total de 1.911.648; le sobrarían 5.005 electores.
Teoría incompleta del plebiscito
En una de las veces cuando planteó lo del pretendido carácter plebiscitario de las venideras elecciones municipales, Capriles reveló sus intenciones: “El 8 de diciembre será definitivo para lo que venga en Venezuela. Esos que están allí no van a estar seis años en el poder, tengan la plena seguridad”. Ha apostado a resultados que, aunque no lleguen a representar una mayoría de alcaldías para la oposición, sumados todos reflejen una mayoría nacional. En esto se siente apoyado por Luis Vicente León, quien ha dicho que el 8D contendrá un «componente plebiscitario». El 18 de agosto escribió en El Universal:
Está claro que el Gobierno ganará la mayoría de las alcaldías del país. Su penetración en poblaciones remotas, donde se escoge un alcalde con un puñado de votos, es evidente, frente a una oposición con ventaja en grandes centros poblados y pocos alcaldes. Pero el total de votos es otra cosa y ahí la batalla será campal. Si el Gobierno gana, dirá que el pueblo apoyó a Maduro y si pierde dirá que es un evento local que no pretende evaluar la gestión presidencial, mientras muestra el gráfico con su porcentaje de alcaldes. Pero es evidente que ganar o perder en el número de votos totales manda un mensaje político potente y la gente no debería ser tan bolsa como para no entenderlo, aunque con los años he comenzado a pensar que lo único realmente democrático… es la estupidez.
León especula sobre las interpretaciones oficialistas en uno u otro caso, pero no se refiere a las hipotéticas evaluaciones de Capriles, que pudieran ser éstas: si la votación total arrojare mayoría nacional de oposición revindicará la salida anticipada del gobierno («no van a estar seis años en el poder»), pero, si no logra esa mayoría, ¿va a repetir que le robaron las elecciones? ¿Hará otros viajes de turismo opositor al exterior? ¿Admitirá alguna vez lo que sus más radicales partidarios sostienen—quizás él mismo en privado, como María Corina Machado y Germán Carrera Damas—: que «esta gente» no sale por votos?
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Eugenio Martínez escribió el 31 de agosto: «En total para los comicios del 8 de diciembre el CNE admitió 1.964 candidaturas para burgomaestre. Considerando que los partidos que integran a la MUD presentaron 335 candidatos e igual cantidad inscribieron las organizaciones del GPP, existen 1.294 aspirantes (65,8%) que se presentarán a la contienda electoral sin el apoyo de los principales partidos del país». Se trataría entonces de un plebiscito entre opciones que sólo representan el 34,2% de las candidaturas. ¿Cuán representativa sería tal cosa? ¿Hasta cuándo se negará la realidad de que la polarización no es Venezuela? LEA
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por Luis Enrique Alcalá | Ago 5, 2013 | Argumentos, Entrevistas, Política |
El pescozón de Mardo a Capriles (El Nuevo País)
Ni el Gobierno ni la Oposición lograron una movilización masiva en su convocatoria de ayer. Más apretada la concentración opositora y evidente el uso de recursos del Estado por parte del oficialismo, pero nada del otro mundo. Arriba, Capriles, camisa azul, cuando llama al diputado Mardo, leit motiv del evento, a compartir con él la tribuna. Abajo, Maduro en su estrategia de identificarse con Chávez. Ni lo primero mueve al pueblo opositor ni lo segundo es creído por el pueblo chavista.
El Nuevo País – A media máquina, 4 de agosto de 2013
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Algún profundo estratega de la Mesa de la Unidad Democrática habrá dicho hace días: «Hay que calentar la calle». La retirada de Capriles del 17 de abril—convocó y desconvocó una marcha de protesta—fue reclamada por la parte más airada del pueblo opositor y también por algunos de sus dirigentes; notablemente, por María Corina Machado, grabada en conversación con Germán Carrera Damas. Fue ése el primer punto que trataron y el primero en que coincidieron. De allí la convocatoria a la concentración en defensa de Richard Mardo.
Como era de esperarse, el oficialismo inventó una marcha para el mismo sábado 3 de agosto de la concentración opositora en Los Ruices; es su táctica habitual. Pero, como registra El Nuevo País, ni la MUD ni el gobierno lograron interesar a la ciudad de Caracas, que siguió su vida sabatina como si la cosa no fuera con ella. Hay una fatiga, un aburrimiento derivado de la repetición, nada original, de esta clase de eventos.
Maduro centró su oferta en la recién estrenada lucha contra la corrupción. (Aunque el invento no tiene nada de nuevo; cuando Hugo Chávez inscribió su candidatura en 2006, salió del Consejo Nacional Electoral para declarar que su postulación convocaba al pueblo a ayudarlo a «continuar la lucha contra la corrupción». Siete años después, Maduro tiene que remendar la tela de la vieja bandera). Capriles defendió a Richard Mardo, pero centró su mensaje en el logro de un triunfo en las elecciones del próximo 8 de diciembre, no sin indicar que pudiera intentarse una asamblea constituyente el año que viene.
Esto es una aventura que ha venido siendo propuesta, con insistencia creciente en los últimos tiempos, en predios opositores, principalmente por Julio César Moreno León—ver en este blog La imaginación al poder para una crítica de la idea—, y el propio Capriles anticipó en su programa semanal de TV digital el 18 de junio: «No descartemos que en el futuro se lleve a cabo un proceso constituyente, porque para que este país pueda funcionar no solo basta con cambiar el Presidente. Aquí tiene que cambiar el sistema judicial, los alcaldes, el CNE, la Fiscalía, la Contraloría, tiene que venir un cambio absoluto». Bueno, para cambiar esos poderes no es necesaria una asamblea de esa clase; bastaría con ganar las elecciones municipales y las próximas de Asamblea Nacional, el órgano que elige todo lo demás. Una constituyente es para cambiar la Constitución por una nueva, y con ocasión de los Lineamientos para el Programa de Gobierno de la Unidad Nacional (23 de enero de 2012), Capriles refrendó lo siguiente:
44. La base normativa fundamental para el nuevo gobierno es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual calificamos como una Constitución democrática, respetuosa del Estado de Derecho y de los derechos humanos.
45. Ella representa no sólo el punto de partida ineludible desde la perspectiva de la validez y vigencia formal de las normas, aunado ello a su ratificación popular, sino también una plataforma jurídica aceptable para el despliegue de las políticas de un gobierno democrático. Permite el funcionamiento de instituciones democráticas y garantiza los derechos humanos.
Claro que se tiene la idea equivocada de que una constituyente es «originaria», con poder suficiente para repetir el abuso inconstitucional de la Preeliminación del Senado en 1999, antes de que la Constitución vigente hubiera sido aprobada y promulgada por el referendo popular del 15 de diciembre de ese año. (Oportunidad en la que no se registra reclamo de alguna importancia de Capriles, que entonces presidía la Cámara de Diputados).
Una plúmbea mediocritas, entonces, caracteriza a la política que ofrecen gobierno y oposición. El primero no termina de asentar el liderazgo de Maduro, lo que se refleja en encuestas (IVAD; Datanálisis, Varianzas) que encuentran una hipotética derrota suya ante Capriles si se repitiera las elecciones del 14 de abril. La segunda no ha demostrado al país que ese día le robaron las elecciones a Capriles.
Con tal de que no me preeliminen…
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Pero lo que viene no son elecciones presidenciales, sino municipales. La última vez que se eligió alcaldes fue en 2008, junto con los gobernadores de los estados. El 23 de noviembre de ese año, el gobierno perdió terreno al nivel estadal, pues la oposición añadió tres gobernaciones a las alcanzadas en 2004 y la Alcaldía Metropolitana. El suscrito presumió, equivocadamente, que lo mismo ocurriría en materia municipal, pero el oficialismo conquistó el 82% de las alcaldías, dejando a las candidaturas opositoras sólo 58 de las 321 en disputa. Del mismo modo, luego de las elecciones presidenciales del 7 de octubre del año pasado, el desempeño opositor en las elecciones de gobernadores del siguiente 16 de diciembre empeoró; la oposición regresó a tener solamente dos de veintitrés gobernaciones. El propio Capriles, que pudo superar a Elías Jaua por 4,01%, obtuvo una votación porcentual menor que la que sacara en 2008.
De modo que la cosa no está cantada, a pesar de la ventaja de Capriles sobre Maduro en los últimos sondeos de opinión; se trata de unas elecciones diferentes. Me abstendré de predecir para no repetir mi error de 2008, aun cuando creo que la oposición conquistará más alcaldías que en aquel año. En cualquier caso, Varianzas ha medido en junio-julio 42,7% de simpatías por el PSUV y sólo 24,5% por Primero Justicia, el más grande fragmento de la MUD (Un Nuevo Tiempo 6,5%, Voluntad Popular 5%, AD 4,4%, COPEI 1,4%).
Ahora bien, conviene mirar con atención un caso particular: la candidatura de Antonio Ecarri a la Alcaldía del Distrito Libertador. Ecarri fue derrotado, según la MUD, por Ismael García en las primarias del 12 de febrero de 2012 con una diferencia de 500 votos, y él ha aducido votaciones irregulares que no pueden ser comprobadas a la destrucción de los cuadernos electorales por parte de la central opositora. Es decir, Ecarri reclama lo mismo que Capriles respecto de la última elección presidencial.
¿Puede la conciencia de Ecarri tolerar que quien fuera chavista por mucho tiempo, artífice de la «Lista Maisanta»—análoga a la Lista de Tascón—se convierta en alcalde en el centro de la capital? No parece ser el caso, y se da por seguro que en estos días presentará su fresca candidatura fuera de la federación opositora.
La dirigencia de oposición, y buena parte de sus seguidores, se ha mostrado constantemente dispuesta, no sólo a recibir a la disidencia del chavismo, sino a permitir que se conviertan sus miembros más conspicuos en dirigentes suyos: los generales Rosendo y Lameda, Alfredo Peña (primer Ministro de la Secretaría de la Presidencia de Chávez, diputado constituyente y Alcalde Metropolitano elegido en planchas de Chávez), Alejandro Armas (pretendiente miquilenista a la candidatura presidencial opositora en caso de que Chávez fuera revocado en 2004), Margarita López Maya (que trataba con sorna a quien osara oponerse al difunto presidente), Henri Falcón (que quiso posicionarse antes de su notorio ingreso a la MUD como líder de los no alineados), etcétera. Ismael García es otro caso más de ésos que apoyaron por tiempo considerable al oficialismo chavista y ahora son tenidos por héroes a los que se debe seguir.
Si se materializa la candidatura de Ecarri, estaremos ante una jugada con vocación de más amplia significación: una candidatura que no se identifica ni con el gobierno ni con su leal oposición. Su discurso puede hacerle anclar en el universo no alineado, y luego captar intención de voto de ambos polos. Pudiera ganar, y entonces se habría demostrado que no es necesaria «la unidad», ese monopolio mítico de la oposición, para derrotar al chavismo.
Un tal desenlace sería portentoso: sería el modelo a tomar en cuenta cuando llegue la próxima elección presidencial.
LEA
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Lo que sigue es el archivo de audio de una entrevista con Manuel Felipe Sierra por Radio Venezuela, en la misma fecha de esta entrada. Sierra introdujo el tema de Ecarri. Tres días después, quiso enfocar en Noticias 24 Radio las venideras elecciones municipales.
Radio Venezuela, 05/08/13
Noticias 24 Radio, 08/08/13
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por Luis Enrique Alcalá | Jul 23, 2013 | Argumentos, Política |
Reunido en Chile con el pinochetismo
Hubo que coordinar un encuentro privado de Sebastián Piñera y Henrique Capriles Radonski, en una cena en la casa del senador chileno Jovino Novoa (Unión Demócrata Independiente), para que no se confundiera la conversación con un acto oficial en el Palacio de La Moneda. (El gobierno de Chile ha reconocido formalmente al presidido por Nicolás Maduro). Hasta la segunda patria de Andrés Bello llegó el líder opositor venezolano, supuestamente para reclutar apoyo a la impugnación de las elecciones del pasado 14 de abril. Luego iría a Lima, declaradamente con el mismo propósito, y allí lo importante era que Ollanta Humala es no sólo el Presidente de Perú, sino de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; Capriles esgrimió precisamente, durante ese nuevo viaje de turismo de oposición, la idea de que no se habría realizado la auditoría electoral que UNASUR habría «acordado»: «En Unasur hubo un compromiso, no se cumplió, allí estuvieron los presidentes, no se cumplió lo que fue un compromiso frente a los venezolanos, no frente a una opción sino frente a los venezolanos».
También conversó con Eduardo Alfredo Juan Bernardo Frei Ruiz-Tagle, expresidente demócrata-cristiano y por tanto ideológicamente afín a Primero Justicia, el partido de Capriles hasta nuevo aviso, pero la reunión más significativa se efectuó con las directivas de los partidos de la Alianza por Chile (Todos Somos Chile), Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI). Son éstas las formaciones que apoyan a Piñera, uno de los líderes principales de RN. Ésta nace en 1982 y fue soporte del Régimen Militar liderado por Augusto Pinochet; la UDI surgió en 1987 e hizo campaña a favor del siniestro dictador chileno en el plebiscito del año siguiente. Ambas son partidos de derecha. Ésos fueron los apoyos ostensibles a la causa de Capriles en tierras chilenas; Michelle Bachelet, quien con toda probabilidad repetirá en la Presidencia de Chile, declinó reunirse con él por «problemas de agenda». Capriles comentó algo desarticuladamente: «Esta ha sido una visita preparada sin tanto tiempo de antelación y creemos que la presidenta Bachelet, que nos informó, pues bueno lamentamos no tener la oportunidad de conversar en esta ocasión, pero estoy seguro que en el futuro habrá otras oportunidades».
En Perú recibió el espaldarazo de Alan García, otro expresidente, quien le dijo: «La democracia es una trayectoria de larga paciencia. Usted va a triunfar, porque enfrenta un modelo que divide a la población y que se equivoca cada día más en su afán de la manipulación y el insulto. Es un modelo del siglo pasado. Le doy la bienvenida a mi patria y espero que el Presidente del Perú y de Unasur, pueda escuchar su versión». Humala no escuchó la versión de Capriles, pero éste reiteró su tesis general en declaraciones a los medios, no sin intentar una razón persuasiva: «Unasur acordó la auditoría. Esa auditoría nunca se hizo y el presidente Humala es el presidente pro témpore hasta el mes de septiembre de Unasur. Lamentaríamos mucho si Ollanta Humala no nos dispensa unos minutos para hablar con él, no tanto por ser presidente de Perú, sino por ser presidente de Unasur». Tuvo que lamentar que el mandatario peruano no le concediera ni un minuto.
Veamos, entonces, que fue lo que acordó UNASUR el pasado 19 de abril:
El Consejo de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de UNASUR, reunido en sesión extraordinaria en Lima:
1.- Expresa su felicitación al pueblo venezolano por su masiva participación en la elección presidencial del 14 de abril último, que ratifica su vocación democrática y saluda al Presidente Nicolás Maduro por los resultados de los comicios y su elección como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
2.- Insta a todos los sectores que participaron en el proceso electoral a respetar los resultados oficiales de la elección presidencial emanados del Consejo Nacional Electoral (CNE), autoridad venezolana competente en la materia.
3.- Ratifica en la línea de lo señalado en la Declaración de la Misión Electoral de UNASUR a Venezuela del 15 de abril último, que todo reclamo, cuestionamiento o procedimiento extraordinario que solicite algunos de los participantes del proceso electoral, deberá ser canalizado y resuelto dentro del ordenamiento jurídico vigente y la voluntad democrática de las partes. En tal sentido, toma nota positiva de la decisión del Consejo Nacional Electoral de implementar una metodología que permita la auditoría del total de las mesas electorales.
4.- Hace un llamado a deponer toda actitud o acto de violencia que ponga en riesgo la paz social del país y expresa su solidaridad con los heridos y las familias de las víctimas fatales del 15 de abril del 2013. Invoca asimismo al diálogo y a contribuir a preservar un clima de tolerancia en beneficio de todo el pueblo venezolano.
5.- Acuerda la designación de una comisión de UNASUR para acompañar la investigación de los hechos violentos del 15 de abril del 2013.
Lima, 19 de abril 2013
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Un estudiante de castellano medianamente apto entendería de la lectura del acuerdo precedente que UNASUR 1. reconoció a Nicolás Maduro como Presidente legítimo de Venezuela; 2. exhortó a la oposición a reconocer los resultados oficiales y la competencia y autoridad del Consejo Nacional Electoral; 3. enfatizó como única vía admisible para reclamos la determinada por los instrumentos legales pertinentes (Ley Orgánica de Procesos Electorales y su Reglamento General); 4. consideró como signo positivo el anuncio del CNE relativo a la ampliación de la auditoría prevista en la ley al total de mesas de votación. Ningún estudiante de castellano de aceptable competencia podría deducir del acuerdo de UNASUR que esta organización supranacional «acordó» o «exigió» que la auditoría electoral venezolana debía proceder según las pretensiones de la Mesa de la Unidad Democrática y el candidato perdedor. Y, hay que decirlo, la auditoría aprobada por el CNE, ya cumplida satisfactoriamente a cabalidad, es la que permite la LOPE (ver en este blog Las reglas de juego, 24 de abril de 2013); ésta menciona el cotejo de cuadernos electorales para casos del contencioso electoral, es decir, en caso de impugnaciones específicas, no como procedimiento universal según peregrina idea de la MUD-Capriles. Y debe añadirse que éstos distan mucho de haber probado la perpetración de un fraude electoral el día 14 de abril.
¿Cómo explicar que Capriles pretenda convencer a mandatarios de UNASUR de que aprobaron algo distinto de lo que están perfectamente conscientes? ¿A quién busca engañar? Su tramposa argumentación es poco seria, poco responsable, intelectualmente deshonesta; hay quien diría que es aun peor: torpe, pues aduce razones fácilmente refutables. Un verdadero estadista no procedería de ese modo, pero ya he opinado—entrevista de Clodovaldo Hernández para Ciudad CCS—el 3 de septiembre de 2012: “Capriles no tiene altura, preparación ni carácter para ser un estadista”.
LEA
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