De los archivos
El señor hizo entonces caer azufre y fuego sobre sodoma y gomorra, destruyó ambas ciudades hasta los cimientos, así como toda la región, con todos sus habitantes y vegetación. Se mirase donde se mirase, sólo se veía ruinas, cenizas y cuerpos carbonizados. (…) Tengo un pensamiento que no me deja. Qué pensamiento, preguntó abraham, Pienso que había inocentes en sodoma y en las otras ciudades que fueron quemadas, Si los hubiera, el señor habría incumplido la promesa que me hizo de salvarles la vida, Los niños, los niños eran inocentes, Dios mío, murmuró abraham, Sí, será tu dios, pero no fue el de ellos. (…) El error es creer que la culpa ha de ser entendida de la misma manera por dios y por los hombres, dijo el otro ángel. En el caso de sodoma alguien la tuvo, y ése fue un dios absurdamente apresurado que no quiso perder tiempo apartando para el castigo solamente a los que, según su criterio, andaban practicando el mal, además, ángeles, dónde ha nacido esa peregrina idea de que dios, simplemente porque es dios, debe gobernar la vida íntima de sus creyentes, estableciendo reglas, prohibiciones, interdictos y otras patrañas del mismo calibre, preguntó caín, Eso no lo sabemos, dijo uno de los ángeles.
José Saramago – Caín
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A propósito de la homofobia manifiesta en diputados del PSUV a la Asamblea Nacional, traigo acá el registro de una polémica bilateral entre un lector del #288 de la Carta Semanal de doctorpolítico (29 de mayo de 2008) y el suscrito. Ella fue suscitada por el artículo breve—LEA, por favor—del número en cuestión. Se reproduce a continuación el debate comenzando por el artículo, mientras se protege la identidad del objetor con el anonimato. LEA
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LEA, por favor
El 15 de este mes de mayo la Corte Suprema de California decidió que los homosexuales tienen el mismo derecho que los heterosexuales para formar uniones estables a través del matrimonio. La decisión, dividida en cuatro contra tres, fue redactada por el Presidente del tribunal, el juez Ronald George, llevado al cargo por los republicanos. En ella se lee: “…incluso las prácticas sociales y tradiciones más familiares y generalmente aceptadas, enmascaran una injusticia y una desigualdad que frecuentemente no es reconocida o apreciada por aquellos que no son afectados directamente por esas prácticas o tradiciones”.
La decisión, por otra parte, hizo retroalimentación a la opinión pública. La encuestadora Field Poll preguntó por primera vez a los californianos si estaban de acuerdo con que los homosexuales pudieran casarse en 1977, cuando sólo 28% de los encuestados contestó afirmativamente y 59% se opuso. En 2006 se oponía el 50% y 44% se mostraba de acuerdo, pero en el más reciente sondeo (17 al 26 de mayo), poco después de la decisión tribunalicia, 48% se pronunció a favor del matrimonio de homosexuales y la oposición pasó a ser una minoría, aunque grande, de 46%. El director de Field Poll estima que la decisión judicial influyó para que los indecisos se sumaran al apoyo.
En estricto sentido, el matrimonio es un contrato civil entre dos personas. No es cualquier contrato, por supuesto; la legislación civil (y religiosa) de todos los países del mundo dedica muy extensa y especial consideración a su normativa, dado que la familia es tenida por “célula fundamental” de la sociedad. Pero, en principio, nada debiera obstar para que dos personas del mismo sexo conviniesen en un vínculo permanente, no porque sean de preferencia homosexual, sino porque son, por encima de todo, personas.
Naturalmente, la tradición judeo-cristiana incluye un fuerte tabú contra la homosexualidad. En otras culturas (la grecorromana, por ejemplo, o en más de una asiática), la práctica homosexual es entendida de otro modo. Los guerreros espartanos, poco sospechosos de falta de virilidad, la practicaban comúnmente, pues resultaba inconveniente acompañarlos de mujeres durante sus largas expediciones militares. En la novela Shogun, de James Clavell, es la misma esposa del caudillo japonés quien introduce un mancebo a la alcoba conyugal para regalar a su marido.
En verdad, una persona de orientación homosexual es tan normal como una que mida más de ciento ochenta centímetros de estatura, y los biólogos han observado la conducta homosexual en no menos de mil quinientas especies animales. En todo tiempo y lugar ha habido personas con esa preferencia, y ya es tiempo de que nuestra civilización deje de mirarlas como bichos raros. Dignísimas y muy meritorias personas han sido homosexuales: Alejandro Magno, el emperador Adriano, Miguelángel, Pedro Aretino, Giovanni Pico della Mirandola, Pyotr Illyich Tchaikovsky, Arturo Rimbaud, Marcel Proust, Sergei Diaghilev, Sir Laurence Olivier, Michael Tilson Thomas, Martina Navratilova, y entre nosotros Isaac Chocrón y John Lange, son unos poquísimos nombres de gran aporte a la cultura y la humanidad.
La legislación venezolana debiera prepararse a una modernización que reconozca el derecho matrimonial de nuestros conciudadanos con preferencia homosexual. LEA
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EL MATRIMONIO ENTRE HOMOSEXUALES
Mayo, 2008
Luis Enrique Alcalá, en su Carta Semanal de «Doctor Político», Nº 288, comenta la reciente decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de admitir la legalización del matrimonio entre homosexuales.
LEA hace referencia en su artículo a las encuestas recogidas en California, demostrando que una mayoría relativa (48% vs 45%) aprueba la decisión de la Corte. Se pronuncia el autor en favor de la medida, alegando que se trata de un contrato social entre personas, con iguales derechos a todas las demás, arguye que el homosexualismo es una práctica muy antigua, sustentada por figuras importantes de escritores y artistas notables, común entre los aguerridos soldados espartanos. Termina sugiriendo la adopción de la medida de la Corte estadounidense por la legislación venezolana.
Con el debido respeto a la opinión expresada por el autor referido, quien esto escribe hace uso de su derecho de disentir para expresar el rechazo a la propuesta anterior.
Sin dejar de lado el sentido de la expresión atribuida a Don Miguel de Unamuno: «¡Oh Dios si es que existes, toma mi alma si es que la tengo!», nos aferramos aquí a la decisión irreversible de la Madre Naturaleza y de nuestro Padre Eterno, conjugando sus esfuerzos por establecer claras diferencias biológicas y psicofísicos entre los géneros masculino y femenino del Reino Animal, entre el cual nos contamos los humanos, como la única forma de permitir la procreación y extensión de las poblaciones. El hombre tiene órganos y hormonas sexuales de características completamente diferentes a los de la mujer, cuyas funciones de cópula entre uno y otra son indispensables para dar origen a un nuevo ser.
No existe discusión posible sobre esta premisa fundamental de la vida.
Y si la aceptamos, es lógica también fundamental el considerar que la homosexualidad es una desviación de la misma premisa, apartándose de los procesos biológicos y psicofísicos mencionados, separándose igualmente de las normas instituidas por las civilizaciones desde sus tiempos primarios.
No es de extrañar que las grandes religiones consideraran como pecado mortal la relación homosexual. El Antiguo Testamento, en su Levítico 20:30, condena a muerte a sus practicantes. El Zend Avesta de los antiguos persas y el Corán lo prohíben, existiendo pena capital para los mismos en Arabia Saudita, Irán y Yemen. Sin embargo, tampoco extraña que se hayan registrado casos de homosexualismo entre los soldados de los antiguos ejércitos conquistadores, como los griegos macedonios de Alejandro Magno (no típicamente entre los espartanos, como dice LEA, puesto que estos no llegaron a guerras en tierras lejanas) y hasta en las mismas legiones del antiguo Imperio Romano.
Es un hecho que los hombres o mujeres jóvenes y adultos, sometidos y obligados a largas privaciones sexuales, tienden al desahogo de la abstención.
Igualmente cierto es que en varias de las «avanzadas» sociedades contemporáneas, particularmente entre ciertos grupos de artistas e intelectuales, otros de «alta» clase de gente adinerada y de jóvenes desprejuiciados «a la moderna», se ha tratado de desmitificar las normas consideradas como tabúes tradicionales y conservadores prevalecientes en las clases medias de las sociedades. El uso de drogas estupefacientes, las relaciones sexuales casuales y aquellas entre un mismo sexo, son actos que esta gente quieren imponer como demostración rabiosa de su protesta contra las mencionadas normas, consideradas por ellos como arcaicas y estúpidas.
A pesar que el autor de estas líneas no es un practicante regular de los preceptos de su religión católica y se confiesa opositor a ciertas rigideces de pautas que considera extremas dentro de la misma, continuará hasta el fin de su vida manteniendo en alto los principios de la fe cristiana, así como también la defensa más cumplida del derecho de otras personas al ejercicio de sus propias religiones. Igualmente continuará su más decidida vocación por la belleza y dulzura de nuestras hembras y la reciedumbre y hombría de los machos.
Aclaremos, no nos oponemos a la convivencia entre personas de un mismo sexo. Mientras no hagan demostraciones públicas desafiantes de sus hábitos y expresiones personales o intenten imponer en los demás sus propias costumbres, ellos podrán vivir en paz en nuestra vecindad. Pero si nos oponemos rotundamente a que nuestros niños presencien el acto de dos hombres o dos mujeres besándose en la boca en plena calle.
Estamos muy lejos a lo de permitir que las leyes otorguen a personas de un igual sexo los mismos privilegios que se extienden a los matrimonios entre hombres y mujeres, admitiéndoles formar y educar hijos adoptivos, seres que por demás nunca entenderán el porqué para ellos les está vedada y es innecesaria la existencia de un padre, diferente totalmente a la de una madre, cuya ternura jamás podrá ser igualada por ningún homosexual.
NN
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De: Luis Enrique Alcalá
Enviado el: Jueves, 29 de Mayo de 2008 06:35 p.m.
Para: NN
CC: XX
Asunto: Re: EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL
Hola, NN. Me resulta un tanto extraña tu manera de comunicarme tu pensamiento sobre el tema que comentas. En lugar de dirigirte a mí personalmente (y remitir copia a nuestro común amigo si es tu deseo involucrarlo), redactas tu comunicación como si se tratara del voto salvado en un debate parlamentario o en el seno de un cuerpo colegiado, aduciendo derechos a disentir. No hacía falta tanta solemnidad o distancia. En cualquier caso, me brindas oportunidad de añadir información a lo que fue tratamiento escueto de un tema ciertamente difícil, cuyo tratamiento conlleva, en muchos casos, despejar posturas prejuiciadas de muy longevo arraigo.
Una primera observación es que, como ha acontecido en ocasión anterior, no representas fielmente lo que escribo. En este caso obviaste anotar, al resumir mi exposición, el dato zoológico de no menos de 1.500 especies animales en las que se observa comportamiento homosexual. (Bien documentado en unas 500). Comoquiera que aduces, primero que nada, un argumento de orden biológico, pudieras pasearte por el hecho que te apunto, sobre todo en combinación con la hipótesis religiosa fundamental: que lo que llamamos «naturaleza» es causado por un ente de intelecto superior, cuyo diseño establece la forma de la vida. A juzgar por los datos de la zoología—que incluyen la observación de predisposiciones genéticas a la homosexualidad incluso en especies tan elementales como la mosca Drosophila melanogaster—la conducta homosexual es parte constante e ineludible de la realidad natural y, por consiguiente, un postulado Creador habría querido las cosas así. Por otra parte, en las moscas, los peces, los delfines o los primates no humanos, no se registra casos de artistas, intelectuales, especímenes adinerados (no usan el dinero) o desprejuiciados o empleo consciente de drogas estupefacientes que pudieran explicar la conducta mencionada.
En la enumeración, pues, de lo que consideras las causas de la homosexualidad humana, es aparente un sesgo que la considera intrínsecamente pervertida. Tal cosa es evidente en el uso de comillas para las palabras «avanzadas», «alta», «a la moderna», y en la simplista hipótesis de que se trata todo de una rabieta de protesta contra ciertas normas, así como con tu creencia de que la homosexualidad es demográficamente más frecuente entre artistas e intelectuales. Si acaso, entre éstos hay más disposición a defender lo que sea su orientación sexual, precisamente porque se trata de personas comprometidas con el pensamiento y la creación, más renuentes a la discriminación en su contra.
Los datos demográficos dan que cerca de un 5% de las poblaciones humanas corresponde a gente con homosexualidad de por vida. (Por esto aludí a quienes miden más de uno ochenta, puesto que se trata aproximadamente de la misma proporción). Atribuir, como lo haces, esa terca realidad a desarreglos morales constituye una hipótesis fácil pero insatisfactoria. («Alfred Kinsey’s studies, Sexual Behavior in the Human Male and Sexual Behavior in the Human Female, found that the majority of humans have had homosexual experiences or sensations and are bisexual. The Kinsey Reports found that approximately four percent of adult Americans were predominantly gay or lesbian for their entire lives, and approximately 10 percent were predominantly gay or lesbian for some portion of their lives».)
Estás mal informado sobre los espartanos. A pesar de que no llegaran, como las tropas de Alejandro, hasta los confines de la India, mucho viajaron y guerrearon por toda la Península Helénica. (Guerras Médicas). De hecho, eran predominantemente de Esparta los que cruzaron un mar para invadir Troya. De todas formas, la costumbre que referí es cierta. Estudia un poco más de historia antes de encontrar equivocación en lo que dije. Los tebanos, por cierto, también incluían intencionalmente la homosexualidad en su concepto táctico. La Banda Secreta de Tebas, un cuerpo de élite de su ejército, estaba enteramente formada por parejas de homosexuales masculinos.
Hay profesiones que, como la militar, se prestan a la homosexualidad. Una de las más destacadas es precisamente la del sacerdocio. No ignoras la reciente publicidad respecto de sacerdotes y obispos que incurren en la práctica, así como en cuanto al problema, disciplinar y económico, que tal cosa representa para el Vaticano. Estando en 1989 en Maracaibo supe directamente por boca del Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis que al menos la tercera parte de su curia estaba compuesta por sacerdotes homosexuales. (Las otras dos, según su informe, eran un tercio que esperaba el deceso de Monseñor Roa, para lograr progreso luego de lo que consideraban su rígido liderazgo, y otro dedicado a las bebidas alcohólicas).
Lo que me lleva al tema religioso, que tiene tan destacada figuración en tus argumentos. En efecto, más de una religión incluye un tabú contra la homosexualidad. También, por supuesto, incluyen algunas tabúes contra la carne de cerdo o la vacuna (sagrada), y más de una prescribe la mutilación o la lapidación para ciertas conductas tenidas por pecaminosas. El hecho de que sean prescripciones religiosas no las hace justas o humanitarias, aun cuando postules «la defensa más cumplida del derecho de otras personas al ejercicio de sus propias religiones», que pueden incluir estupideces criminales como la de ojo por ojo y diente por diente, o la sujeción de la mujer.
En la religión católica, de la que te declaras poco practicante pero decidido partidario de su fe—al tiempo que haces divertida reivindicación de tu virilidad; totalmente innecesaria y gratuita, puesto que mi nota difícilmente la cuestionaba—hay mucha inconsistencia en materia de doctrinas sobre la sexualidad. La cosa ha variado y oscilado a lo largo de su historia, en la que han influido autoridades como la de San Agustín, que después de dedicarse por largos años a la parranda, la cogió por la gazmoñería y escribió unas «Confesiones» y asumió línea dura contra lo erótico.
La aparición de la Compañía de Jesús, para hacer Contrarreforma contra Lutero, que había tomado pareja, recrudeció la gazmoñería católica. Los jesuitas elaboraron una curiosísima doctrina, según la cual era posible pecar venialmente contra cualquier mandamiento, salvo el sexto. (A pesar de que, en teoría, el más grave pecado es el de soberbia, era posible incurrir en él en grado venial; en cambio, todo pecado de lujuria, así fuese mirar con deseo un trasero femenino, sería mortal).
Hasta la encíclica Casti connubii (Los castos esposos), de Pío XI, se tenía como único fin primario del matrimonio la procreación, que es argumento clave de tu exposición, y al amor sexual como un fin secundario definido como «remedio a la concupiscencia», es decir, a la supuesta tendencia humana a pecar, y se tenía por «los enemigos del alma» al «mundo, el demonio y la carne». Son innumerables las neurosis e histerias que esa prédica causó en quienes se creían pecadores por haber rozado el seno de la novia. Pío XI reconoció, sin embargo, que no sólo se remediaba la concupiscencia con la cópula, sino que también se lograba «la mutua ayuda de los cónyuges». Después de él (Pío XII en adelante) se equiparó esto último a la procreación para hablar de un doble fin primario. Estas posturas producían inconsistencias internas. El Código de Derecho Canónico, por caso, listaba dos clases de impedimentos al matrimonio. Los más leves, los impedientes, debían impedir el vínculo si se les conocía antes de la celebración del sacramento, pero no lo disolvían si la gente se casaba sin conocerlos. Los más fuertes, los dirimentes, disolvían el vínculo aun después de celebrado el rito y consumada la unión carnal. Pues bien, la esterilidad, que atentaría directamente contra el fin primario de la procreación, era sólo un impedimento impediente, mientras que la impotencia, que impide sólo la cópula y el goce de la «mutua ayuda» (no necesariamente la fecundación, que puede lograrse sin penetración), era tenido por impedimento dirimente.
En general, pues, las posiciones católicas acerca de lo erótico han rayado en lo absurdo, cuando no lo han rebasado. En un tiempo la doctrina católica consideraba que la completa abstinencia sexual era el estado más santo del hombre, y que el matrimonio se permitía sólo porque había quienes carecían de la fortaleza para la vida en castidad absoluta. Todavía en el siglo XX, José María Escrivá, fundador del Opus Dei, establecía una discriminación: los sacerdotes eran los oficiales de Cristo; los casados sólo sus soldados.
Obviamente, los aparatos sexuales sirven para la función reproductora, y el placer asociado a la cópula remunera evolutivamente la crucial función de la perpetuación de la especie. Obviamente, entonces, los homosexuales, masculinos o femeninos, no pueden procrear. Pero la actividad sexual es, me atrevería a afirmar, primero la búsqueda de placer o la expresión de amor de una persona por otra, y en contadas ocasiones la búsqueda intencional de prole. Ese placer—el orgasmo—es obtenible, por otra parte, en coyundas que no involucran el acoplamiento de un pene a una vagina, como ocurre con el sexo anal u oral, o las meras caricias manuales. (Esta circunstancia permitió a Bill Clinton argumentar, falazmente, que él no había tenido una relación sexual con Mónica Lewinski). En la inmensa mayoría de los casos las relaciones sexuales no se emprenden con fines meramente procreativos.
Hay otras posiciones, por supuesto. El Opus Dei enseña que sus miembros casados—los llamados «supernumerarios˝—deben hacer el amor pensando siempre que van a procrear. Esto es una interpretación estrecha del único fundamento para la idea (católica) de que el fin primario del matrimonio es la procreación. Tal noción tiene un único fundamento: la interpretación de que la procreación es un mandato directo de Dios, que habría dicho a Adán y Eva (mitología pura) en el Paraíso «Creced y multiplicaos». Hace décadas que asistí a un cursillo de teología dogmática, dirigido por un experto en Sagradas Escrituras cuyo nombre ya no recuerdo. Este letrado sacerdote advirtió que la interpretación bíblica era asunto de complejo cuidado, y tomó justamente esa oración divina para ilustrar el punto. En una sociedad de Primera Ola como la israelita primigenia, la mano de obra, y por ende una extensa prole, era el principal activo económico. De modo, pues, dijo el hermeneuta, que el deseo de proles extendidas era más una bendición y un buen augurio, y así Dios ha podido estar bendiciendo a Adán y Eva con la principal riqueza económica, la descendencia, antes que ordenándoles que se reprodujeran como acures. En suma, el experto en la Biblia ponía en duda el propio fundamento de la doctrina católica sobre el fin primario del matrimonio.
Es así como la actividad sexual no existe solamente para la procreación, y a través de ella puede establecerse con más fuerza, o con fuerza más natural, el vínculo amoroso entre dos personas, así sean estas homosexuales. Como dices, los homosexuales han sido condenados y discriminados en más de una latitud y un tiempo. Que cosas así ocurran, sin embargo, no equivalen a tener la condena y la discriminación por correctas. A comienzos del siglo XX, una mujer que osara fumar en una calle de Nueva York podía ir presa, como podía serlo, en varios de los estados norteamericanos, el hombre que exigiese a su mujer una caricia oral. Aquí hablamos de la nación más admirable de la modernidad, en la que equivocaciones tan monstruosas como ésas llevaron, por ejemplo, a toda una enmienda constitucional que prohibió el consumo de bebidas alcohólicas, «puestas por Dios» en la naturaleza para la celebración amigable.
Si una pareja heterosexual puede besarse en la vía pública, también tiene derecho a lo mismo una homosexual, pues no es menos humana que la primera y tiene derecho al amor. Entiendo que hay gente a la que esto le choca; también hay la que no quiere compartir el asiento de un autobús con un negro.
Admito tener dudas respecto de la posibilidad de adopción de niños por una pareja homosexual, lo que además no traté para nada en mi nota, que se limitó a sugerir que los homosexuales tienen derecho a establecer vínculos permanentes amparados y regidos por la ley. Como un infante proviene de un hombre y una mujer, lo deseable es que tenga padre y madre para criarlo. Pero, por una parte, hay sociedades o culturas en las que las familias son matricentradas, es decir, sin presencia de padre. Sin ir muy lejos, así es la sociedad venezolana en proporción mayoritaria, según escuché explicar recientemente al padre salesiano Alejandro Moreno, teólogo y psicólogo con décadas de residencia y trabajo en un barrio de Petare. Esa clase de familia, sostiene, es la familia venezolana normal.
Por la otra, puedo imaginar que sea preferible que un niño sea criado y amado por una pareja homosexual, masculina o femenina, antes que en un orfanato. La ternura no es, como sugieres, casi exclusiva de las mujeres que son madres. Tendré, pues, tu declaración a este respecto como expresión poética, aunque no por afirmación científica. Hay por la vida mucha mujer dura y castrante, seca, malévola, desnaturalizada, en la misma proporción que esos rasgos se hallarán en los hombres, independientemente de su orientación sexual.
Te dejo con un saludo y un sucinto inventario (Wikipedia) de diferencias fisiológicas y cognitivas—es decir, naturales o «puestas allí por Dios»—entre homosexuales y heterosexuales.
LEA
Recent studies have found notable differences between the physiology of gay people and non-gay people. There is evidence that:
* The average size of the INAH-3 in the brains of gay men is approximately the same size as INAH 3 in women, which is significantly smaller, and the cells more densely packed, than in heterosexual men’s brains.
* The suprachiasmatic nucleus was found by Swaab and Hopffman to be larger in gay men than in non-gay men, the suprachiasmatic nucleus is also known to be larger in men than in women.
* The anterior commissure is larger in women than men, and larger in gay men than in non-gay men.
* Gay men have, on an average, slightly longer and thicker penises than non-gay men.
* Gay men’s brains respond differently to fluoxetine, a selective serotonin reuptake inhibitor.
* The functioning of the inner ear and the central auditory system in lesbians and bisexual women are more like the functional properties found in men than in non-gay women (the researchers argued this finding was consistent with the prenatal hormonal theory of sexual orientation).
* The startle response (eyeblink following a loud sound) is similarly masculinized in lesbians and bisexual women.
* Three regions of the brain (medial prefrontal cortex, left hippocampus, and right amygdala) are more active in gay men than non-gay men when exposed to sexually arousing material.
* Gay and non-gay people emit different armpit odors.
* Gay men are more likely to have a counter-clockwise hair whorl pattern.
* Gay and non-gay people’s brains respond differently to two human sex pheromones (AND, found in male armpit secretions, and EST, found in female urine).
* Finger length ratios between the index and ring fingers may be different between non-gay and lesbian women.
Recent studies suggest the presence of subtle differences in the way gay people and non-gay people process certain kinds of information. Researchers have found that:
* Gay men and lesbians are significantly more likely to be left-handed or ambidextrous than are non-gay men and women; Simon LeVay argues that because «[h]and preference is observable before birth… [t]he observation of increased non-right-handness in gay people is therefore consistent with the idea that sexual orientation is influenced by prenatal processes,» perhaps heredity.
* Gay men and lesbians are more verbally fluent than heterosexuals of the same gender (but two studies did not find this result).
* Gay men may receive higher scores than non-gay men on tests of object location memory (no difference was found between lesbians and non-gay women).
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El 30/05/2008, a las 10:49 a.m., NN escribió:
Hola Luis Enrique, no me extraña en absoluto que te resulte un “tanto extraña” mi manera de comunicar mi pensamiento o el de cualquier otro que se oponga a tus criterios y opiniones, lo cual evidentemente no toleras. Solo puedo agregar que tu manera desdeñosa de descartar los argumentos de quien ose discrepar contigo y la arrogancia que demuestras en ello, no favorecen en lo mínimo tus aspiraciones políticas personales y perjudican notablemente tu labor como comunicador.
NN
P.D.: Me gustaría conocer las referencias específicas en la cuales fundamentas tu afirmación de que a no menos de a 1500 especies animales se les observa comportamiento homosexual, así como la fuente histórica en la cual fundamentas la práctica homosexual entre los espartanos.
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Luis Enrique Alcalá
Para: NN
Cc: XX
Re: EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL
Hola, NN. Yo pudiera hacer apreciaciones sobre tu personalidad, tal como se revela en tus comunicaciones, en lugar de atenerme, que es lo que he hecho, a refutar tu argumentación. Esto no has podido hacerlo tú, y te refugias en observaciones de carácter personal, absolutamente impertinentes. (Carentes de pertinencia).
El dato sobre el comportamiento de militares espartanos lo escuché por primera vez de boca de mi profesor de Historia de las Instituciones, en 1963. Pero puedes comprobarlo tú mismo en el siguiente enlace:
http://en.wikipedia.org/wiki/Homosexuality_in_the_militaries_of_ancient_Greece
Lo referente a la cantidad de especies animales puedes cotejarlo en:
http://en.wikipedia.org/wiki/Homosexuality
Tal vez la lectura completa de estos artículos te permita entender la estructura de tus prejuicios.
Sabré agradecerte te abstengas de ulteriores comunicaciones conmigo.
Luis Enrique Alcalá
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